El Liberalismo en el Reinado de Isabel II: Transformación de España

El Liberalismo Durante el Reinado de Isabel II

La muerte de Fernando VII en 1833 marcó el inicio de una profunda transformación en España, dando lugar a nuevas estructuras políticas, económicas y sociales. El auge del liberalismo y la superación del antiguo régimen caracterizaron este periodo, que coincide con el reinado de Isabel II. Este periodo se divide en tres etapas:

  1. La época de las regencias (minoría de edad de la reina, 1833-1843)
  2. Década moderada (1843-1854)
  3. Bienio progresista (1854-1856)
  4. Crisis del reinado de Isabel II (1856-1868)

El Problema de la Sucesión Dinástica

La muerte de Fernando VII sin descendencia masculina planteó un grave problema sucesorio. El auto acordado de 1713 establecía la Ley Sálica, excluyendo a las mujeres del trono. Aunque las Cortes de 1789 la derogaron, esta derogación no se promulgó. En 1830, con el nacimiento de Isabel, Fernando VII publicó la Pragmática Sanción, permitiendo la sucesión femenina. Esto generó dos bandos: los carlistas, partidarios del infante Carlos María Isidro (hermano de Fernando VII), y los liberales, que apoyaban a Isabel II.

El Nacimiento de los Partidos Políticos

En la década de 1830 surgieron dos partidos políticos liberales: el Moderado y el Progresista. Ambos eran herederos de los antiguos doceañistas y veinteañistas, pero diferían en la amplitud de las reformas.

Partido Moderado: Defendía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes. Proponía un Senado no electo, compuesto por miembros de la realeza, aristocracia y altos cargos. Favorecía un Estado centralizado y un poder ejecutivo fuerte.

Partido Progresista: Defendía la soberanía nacional residiendo únicamente en las Cortes. Abogaba por un sufragio censitario más amplio, la libertad de prensa y un modelo municipal electo.

Estos dos grupos protagonizaron la vida política entre 1833 y 1868. Isabel II mostró preferencia por los moderados, mientras que los progresistas solían acceder al poder mediante insurrecciones y pronunciamientos militares. Los carlistas contaban con apoyo en zonas rurales, mientras que los liberales se asentaban en núcleos urbanos, con apoyo de las clases medias ilustradas, la aristocracia latifundista y la burguesía.

En 1833 estalló la Primera Guerra Carlista, un enfrentamiento civil entre liberales y carlistas, que concluyó en 1839 con el Abrazo de Vergara.

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

Durante la regencia de María Cristina (madre de Isabel II), se promulgó el Estatuto Real (1834), que reflejaba el programa político moderado. Establecía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, con dos cámaras legislativas: la Cámara de Procuradores (elegida por sufragio censitario) y la Cámara de Próceres (formada por aristócratas y miembros elegidos por la Corona). No reconocía los derechos fundamentales.

Las revueltas de 1835, lideradas por los progresistas, obligaron a la regente a recurrir a ellos. El triunfo progresista trajo consigo la Constitución de 1837, que reconocía una amplia declaración de derechos y la soberanía nacional. El poder ejecutivo residía en la Corona, y el legislativo en el rey y las Cortes (Congreso de Diputados y Senado). La Ley de Ayuntamientos de 1840 mantenía la elección de los ayuntamientos por los votantes.

La medida más revolucionaria de los progresistas fue la Desamortización de Mendizábal (1836-1837), que desvinculó el patrimonio nobiliario y eclesiástico, declarándolo propiedad nacional para su posterior subasta pública.

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