El movimiento obrero: del socialismo utópico a la Segunda Internacional

Socialismo utópico

Frente a la emergente sociedad capitalista, surgieron voces críticas que denunciaban las injusticias del nuevo sistema e idearon otras formas de organizar la sociedad. Blaqui y Babeuf creían que la igualdad social solo se alcanzaba por medio de la acción violenta de una minoría que impondría una dictadura revolucionaria, aunque la mayoría creía en una pacífica transformación social. Fourier defendió la creación de falansterios, Cabet diseñó Icaria y Owen defendió la organización de los trabajadores en cooperativas sin propietarios ni salarios.

Marxismo

Tomando el nombre de Marx a mediados del siglo XIX, el marxismo se asienta en:

  • Análisis del pasado a través de la lucha de clases, es decir, del antagonismo entre opresores y oprimidos, considerado el motor del desarrollo histórico.
  • Crítica del presente en función del análisis del sistema capitalista. Marx explicó que el trabajo del obrero obtiene un beneficio mayor al salario que percibe, el cual permanece en manos del capitalista, quien reinvierte una parte en mejorar los medios de producción y se apropia del resto.
  • Necesidad de superar este presente, asociada a un proyecto de futuro: la sociedad comunista, a la que se llegaría con la toma del poder político por los trabajadores. Se formaría así la dictadura del proletariado para conseguir la desaparición de todas las clases y construir una sociedad igualitaria.

Anarquismo

El anarquismo critica la sociedad capitalista y propone un modelo alternativo basado en la ausencia de autoridad. El primer referente fue Proudhon, quien creía que la propiedad era un robo y defendía un sistema social basado en el trabajo autónomo y en la expansión del mutualismo y del cooperativismo. Bakunin planteó que la revolución estaría protagonizada por todos los sectores oprimidos de la sociedad y sería el resultado de la lucha espontánea de las masas contra la explotación. Su objetivo era la creación de una sociedad igualitaria a partir de la libre asociación de comunas y la destrucción del Estado. Se configuraba como modelo de sociedad, asentada en la libertad individual, la solidaridad social, la crítica de la propiedad privada, la oposición a todo tipo de organización jerárquica, a la política, al Estado, a la religión y la defensa de la propiedad colectiva.

La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT)

La AIT fue formada en Londres en 1864 por delegados de asociaciones obreras francesas e inglesas y emigrantes políticos alemanes e italianos, aunque después se unieron sociedades obreras de diferentes países y personalidades involucradas en la lucha social. Tenía un Consejo General dirigido por Marx, que estableció sus principios básicos: la emancipación de la clase obrera debía ser obra de los trabajadores mismos, que conquistarían el poder político para acabar con la sociedad burguesa e implantar el socialismo. Los primeros congresos se celebraron en Ginebra, Lausana y Bruselas. Adoptaron acuerdos para impulsar las movilizaciones obreras en cada país y se defendieron medidas que influyeron en las reivindicaciones obreras, como la supresión del trabajo infantil. Esto no impidió la existencia de discrepancias internas que llevaron al enfrentamiento abierto entre Marx y Bakunin. Marx controlaba la AIT a través del Consejo General y parte de los acuerdos de la AIT reflejaban sus posiciones, mientras que Bakunin defendía la abolición del Estado y no su conquista.

La Comuna de París

La Internacional vivió con preocupación la creciente tensión militar y política entre Alemania y Francia, por lo que hizo un llamamiento al movimiento obrero para que mostrara su clara oposición a la guerra. Pero el conflicto estalló en 1870 y Francia fue derrotada en la batalla de Sedán. El ejército alemán llegó a las puertas de París, provocando el hundimiento del imperio de Napoleón III y la formación de un gobierno encabezado por Thiers. Las clases populares de París no aceptaron ni al nuevo gobierno ni sus intenciones de capitular, y se produjo una insurrección popular. Se realizaron unas elecciones que llevaron a la constitución de la Comuna de París, la cual organizó la resistencia de la ciudad y emprendió un conjunto de reformas que se convirtieron en referente para el movimiento obrero y democrático. En mayo, las tropas de Versalles y los prusianos consiguieron tomar París.

Crisis y disolución de la AIT

El enfrentamiento ideológico entre Bakunin y Marx incubaba una crisis en la AIT que la guerra franco-prusiana y la derrota de la Comuna precipitaron de forma irreversible. La separación entre los dos sectores se formalizó en el Congreso de La Haya, cuando la mayoría ratificó la decisión de proceder a la formación de partidos obreros nacionales como nueva forma de organización propia del proletariado. Los bakuninistas no aceptaron la resolución, fueron expulsados y organizaron la Internacional Antiautoritaria. La AIT se trasladó a Nueva York.

Fundación y objetivos de la Segunda Internacional

La Segunda Internacional se formó como una organización homogénea ideológicamente, ya que solo había partidos socialistas. En 1900 se formó un Buró Socialista Internacional con sede en Bruselas. Las resoluciones adoptadas en el Congreso fundacional pedían leyes para la protección de los trabajadores, como la jornada de 8 horas. Condenaron la guerra y llamaron a los trabajadores a afiliarse a los partidos socialistas. La Internacional estableció la extensión de la democracia, la evolución pacífica hacia la toma del poder político y la regulación del mercado laboral. La Segunda Internacional creó algunos de los símbolos del movimiento obrero e impulsó una gran diversidad de organismos.

Los grandes debates de la Segunda Internacional

El revisionismo fue condenado y la presencia socialista en gobiernos burgueses solo se admitió en caso de excesiva necesidad. Se reafirmó la lucha de clases como base de la acción social y política. El colonialismo formó un gran debate: un sector lo denunciaba como una forma más de la explotación capitalista y defendía la obligación de combatirlo y potenciar en las colonias la revolución socialista. Pero otro grupo se limitaba a criticar la barbarie de los colonizadores sin cuestionar el sistema, y defendía la colonización como factor positivo de civilización. Ante la espiral belicista, se rechazó la guerra en los congresos de Copenhague y Basilea.

Crisis y división del movimiento socialista

El movimiento socialista se debatía entre ser revolucionario o reformista, según la expresión de Rosa Luxemburg. Dentro de los partidos estaban los patriotas (partidarios de la guerra y la defensa nacional), los pacifistas (contrarios a la guerra y defensores de la centralidad) y los revolucionarios (partidarios de convertir la guerra en revolución). Las tesis revolucionarias fueron materializadas por los bolcheviques, que conquistaron el poder en Rusia. Entonces se rompió la unidad del movimiento socialista, formalizándose la escisión comunista. La decisión soviética de organizar una nueva Internacional incidió en todos los grupos socialistas. La Internacional Socialista había recibido el tiro de gracia y su reconstitución se debería abordar sobre bases diferentes.

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