Los Reyes Católicos: Unificación y Bases del Estado Moderno
Los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, establecieron las bases de una monarquía autoritaria en España.
Objetivos Principales
- Centralización del poder.
- Unificación territorial y religiosa.
- Política exterior basada en el aislamiento de Francia y la lucha contra el Imperio Otomano.
Acontecimientos Clave
- Conquista del Reino Nazarí de Granada (1492).
- Expulsión de los judíos (1492).
- Descubrimiento de América (1492).
- Establecimiento de la Inquisición (1478).
La unión de Isabel y Fernando fue una unión personal y dinástica, que significó una confederación de dos reinos separados, Castilla y Aragón. Ambos reinos continuaron manteniendo su propia moneda, idioma, leyes, instituciones, tribunales, aduanas, etc. Castilla, al ser el estado más grande, rico y poblado, jugó un papel hegemónico en esta unión, sentando las bases sobre las que se construiría el futuro Estado español.
Legado de los Reyes Católicos
La unión dinástica no significó la creación de un solo reino unificado de inmediato, ya que Isabel y Fernando mantuvieron sus derechos dinásticos por separado. Sin embargo, sentaron las bases de la monarquía autoritaria mediante el control de la burocracia y las instituciones, la creación de un ejército profesional permanente y una hábil diplomacia. El castellano se consolidó como el idioma principal tanto en la península como en las relaciones internacionales de la época.
Tras la muerte de Isabel en 1504, su hija Juana se convirtió en reina de Castilla. Debido a la enfermedad mental de Juana, Fernando actuó como regente de Castilla hasta su propia muerte en 1516.
Los Austrias Mayores: Carlos I y Felipe II
La política matrimonial de los Reyes Católicos, especialmente el enlace de su hija Juana con Felipe el Hermoso (heredero de los Habsburgo), trajo a España la dinastía de los Austrias.
Carlos I de España y V de Alemania (1516-1556)
Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, heredó un vasto imperio. Fue uno de los monarcas más poderosos de su tiempo. Pasó la mayor parte de su reinado defendiendo la integridad del Sacro Imperio Romano Germánico y luchando contra la Reforma Protestante. Su obsesión por ser coronado emperador determinó gran parte de su política exterior, marcada por las luchas contra Francia, el Imperio Otomano y los príncipes protestantes en Alemania.
Carlos V abdicó en 1556, dividiendo sus posesiones: entregó los territorios de Europa central y la corona imperial a su hermano Fernando, y los reinos hispánicos, los Países Bajos, Italia y las posesiones americanas a su hijo Felipe.
Felipe II (1556-1598)
Felipe II se convirtió en el principal defensor de la hegemonía española en Europa y del catolicismo. Su política exterior estuvo centrada en mantener los territorios heredados y luchar contra diversos enemigos: Francia, el Imperio Otomano, los rebeldes en Flandes, Inglaterra y Portugal (cuya corona anexionó en 1580). Nació y estudió en España y estableció Madrid como capital oficial en 1561.
Durante su reinado, los reinos hispánicos alcanzaron el apogeo de su influencia y poder, periodo conocido como la Edad de Oro española. Se le atribuye la frase: «el imperio donde jamás se pone el sol».
Felipe II tuvo que enfrentarse a episodios difíciles, como el encarcelamiento y muerte de su propio hijo, Don Carlos, un evento que contribuyó a alimentar la Leyenda Negra contra España.
Política Exterior y Legado de los Austrias Mayores
Carlos I y Felipe II fueron firmes defensores del catolicismo. Su política exterior, aunque exitosa en muchos frentes, estuvo condicionada por la defensa de sus vastos territorios y la lucha constante contra múltiples enemigos (protestantes, otomanos, Francia, Inglaterra, piratas berberiscos, etc.). Esta política acumuló enormes deudas y provocó varias quiebras de la Hacienda Real.
Para gobernar las conquistas en América, se distribuyeron extensos cuestionarios a ciudades y regiones importantes de Nueva España, conocidos como «relaciones geográficas», para recabar información detallada.
A pesar de las numerosas victorias, ninguna fue definitiva. Las constantes guerras y los problemas financieros sentaron las bases para la inexorable decadencia de la Monarquía Hispánica en el siglo XVII.