El imperio colonial español en ultramar
Tras la pérdida de América continental
En el siglo XIX, tras la pérdida de la mayor parte de América continental, el imperio colonial español se había reducido a las islas de Cuba y Puerto Rico en el Caribe, y a Filipinas y algunos archipiélagos dispersos en el Pacífico.
Cuba y Puerto Rico: pilares económicos
Las colonias que mayor beneficio económico aportaban a España eran Cuba y Puerto Rico. Su economía se basaba en las plantaciones de tabaco y azúcar, que dependían de la mano de obra esclava. El gobierno de Madrid imponía una administración autoritaria y aplicaba leyes arancelarias que obligaban a las colonias a comprar harinas castellanas y textiles catalanes, impidiéndoles exportar azúcar y tabaco a otros mercados.
Filipinas: presencia limitada y explotación de recursos
En Filipinas, la presencia española era escasa y los capitales invertidos poco relevantes. La explotación de los recursos agrarios la monopolizaba la Compañía de Tabacos de Filipinas, y el archipiélago también servía como base comercial con China. La soberanía española se mantenía gracias a la fuerza militar y a la presencia de órdenes religiosas.
El proceso de independencia de las colonias
Las primeras insurrecciones
Durante el Sexenio Democrático, se produjo en Cuba la primera sublevación popular liderada por Manuel Céspedes, que inició la lucha por la abolición de la esclavitud y por la autonomía política. La insurrección fue estimulada por la abolición de la esclavitud en Estados Unidos, que apoyaba a los insurgentes cubanos, ya que su proyecto sobre el Caribe implicaba la desaparición de España de la zona.
En cuanto a la esclavitud en Cuba y Puerto Rico, Segismundo Moret promulgó la ley de «libertad de vientres», que concedía la libertad a todos los hijos nacidos de esclavas. El jefe de Gobierno Ruiz Zorrilla elaboró un proyecto de ley de abolición de la esclavitud, que solo pudo aplicar en Puerto Rico.
La Restauración y la cuestión cubana
En la Restauración, la insurrección cubana se cerró con la Paz de Zanjón, por la cual Martínez Campos se comprometía a amnistiar a los insurgentes, dar mayor autogobierno a la isla y a eliminar la esclavitud.
Se fundó el Partido Liberal Cubano, representante de la burguesía criolla reformista; los latifundistas azucareros y comerciantes ultramarinos se agruparon en la Liga Nacional. En España se formaron tres corrientes: españolistas, que consideraban Cuba como un trozo de tierra española; autonomistas, que defendían la españolidad de la isla al tiempo que un mayor autogobierno; e independentistas, a favor de la emancipación de la isla.
En 1880 se aprobó la Ley de Patronato, que establecía que los antiguos esclavos quedarían bajo «tutela» de sus antiguos dueños durante algunos años. El gobierno de Sagasta decretó el fin de la esclavitud en Cuba, aunque las propuestas de dotar a Cuba de autonomía política fueron rechazadas por las Cortes.
La respuesta independentista
Se fundó el Partido Revolucionario Cubano, partidario de la independencia, liderado por José Martí y Antonio Maceo, que protagonizó una sublevación. El gobierno de Cánovas respondió enviando un ejército a Cuba y dando la capitanía general de la isla a Martínez Campos, el militar más adecuado para combinar la represión militar con la flexibilidad para llegar a acuerdos.
La falta de éxitos militares contra la insurrección llevó a la capitanía general a Valeriano Weyler. La estrategia de Weyler fue la concentración de los campesinos en aldeas cerradas, para aislarlos de las tropas insurrectas, y el establecimiento de líneas militares que fragmentaban la isla. La dificultad de proveer alimentos y de facilitar asistencia médica trajo una elevada mortalidad entre la población civil y los soldados. La guerra provocó la destrucción de ingenios, plantaciones y vías férreas, por lo que la economía cubana se resintió.
Tras el asesinato de Cánovas, el nuevo gobierno de Sagasta decidió probar la estrategia de la conciliación, sustituyó a Weyler por el general Blanco y concedió a Cuba y Puerto Rico gobiernos autónomos. Las reformas llegaron tarde, los independentistas se negaron a aceptar el fin de las hostilidades propuesto por España.
El levantamiento en Filipinas
En Filipinas, José Rizal fundó la Liga Filipina que exigía la independencia, la expulsión de los españoles y de las órdenes religiosas, y la confiscación de latifundios. Polavieja reprimió el levantamiento y capturó y ejecutó a José Rizal.
Guerra contra Estados Unidos y Paz de París
Estados Unidos ya era una potencia internacional cuyos intereses económicos iban ligados a una política colonialista que chocaba con la presencia española en el Caribe y en el Pacífico. Estados Unidos, junto con una campaña de prensa, decidió intervenir apoyando a los insurgentes. La explosión del Maine, anclado en el puerto de La Habana, fue el pretexto para que Estados Unidos aumentase la presión sobre España. Primero le hizo una propuesta de compra de Cuba, y tras el rechazo, en abril le declaraba la guerra.
Las derrotas españolas llevaron a la firma del armisticio, por el cual España evacuaba Cuba y Puerto Rico, y a la firma de la Paz de París, donde España reconocía la independencia de Cuba, cedía a Estados Unidos Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam.
El resto del patrimonio colonial se liquidó en los dos años siguientes. España vendía a Alemania las Marianas, las Carolinas y Palaos. El resto de las islas eran vendidas a Estados Unidos en 1900.
Consecuencias de la crisis del 98
La derrota de 1898 sumió a los militares y a la clase política e intelectual en un estado de desencanto y frustración.
A pesar de la envergadura del desastre y de su significado simbólico, sus repercusiones fueron menores de lo que se esperaba:
- Plano económico: la financiación de la guerra permitió acometer reformas de impuestos que posibilitaron el saneamiento de la deuda pública.
- Plano político: el sistema de la Restauración sobrevivió a la crisis. La derrota militar supuso un cambio en la mentalidad de los militares, inclinados hacia posturas autoritarias.
- Plano social: el 98 provocó un descontento entre las clases populares debido a que las bajas de la última guerra cubana eran de extracción social baja.
Las críticas al sistema de la Restauración fueron encauzadas por un conjunto de políticos e intelectuales en el Regeneracionismo. Sus principales exponentes fueron intelectuales como Joaquín Costa, Unamuno, Azorín, Baroja y Antonio Machado, en la conocida como Generación del 98.