El Régimen de la Restauración: Características y Funcionamiento

Introducción

Tras el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto en 1874, se da fin a la experiencia democrática del Sexenio (1868-1874), que fracasa por la fuerte inestabilidad interna y la disgregación de sus apoyos políticos y sociales. El retorno de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII tuvo como principal artífice a Cánovas del Castillo, que establece el llamado sistema canovista, caracterizado por la alternancia en el poder de los llamados partidos dinásticos, que utilizan para ello el falseamiento electoral a través de la actuación del caciquismo. Fuera de este sistema político, muy poco democrático, quedan diversas fuerzas políticas (republicanos, nacionalistas, socialistas, tradicionalistas) cuya fuerza será cada vez mayor, sobre todo tras la crisis de 1898.

Fundamentos Doctrinales

Principios de Antonio Cánovas del Castillo

Para entender la Restauración, tenemos que conocer el pensamiento político de Antonio Cánovas del Castillo. Este político malagueño intentó que fuera lo más estable posible. Para ello, quiso unir a las facciones liberales en torno a un régimen basado en unos principios cuya aceptación permitiría la participación en la política oficial. Los principios eran los siguientes:

  • La monarquía, como la forma de gobierno histórica en España y, por lo tanto, debía seguir siéndolo; la legalidad dinástica estaba encarnada en los Borbones.
  • La soberanía, que para Cánovas debía ser compartida entre el Rey y las Cortes.
  • La libertad como patrimonio inalienable del hombre. En este punto, Cánovas era muy abstracto: libertad desde el punto de vista económico, heredero de posturas inglesas y defensor de la propiedad privada, no tanto desde el punto de vista político, donde las restricciones eran mayores: libertades individuales o prensa.

Las Bases Políticas de la Restauración

Los pilares básicos sobre los que se asentó el sistema canovista fueron:

  • La Corona: el Rey se convierte en árbitro de la vida política y garantizará el entendimiento y alternancia entre los partidos dinásticos.
  • Los partidos dinásticos: conservador y liberal, renunciando ambos al pronunciamiento para acceder al poder.
  • El Ejército: se le aleja de la vida política, potenciando la supremacía del poder civil sobre el militar, y el monarca como símbolo y cabeza visible.

Bipartidismo y alternancia pacífica

El sistema político canovista se basaba en la existencia de dos grandes partidos políticos dinásticos (Liberal y Conservador), que se alternan en el poder, los únicos encuadrados en el sistema ya que coincidían en lo fundamental: defensa de la Monarquía, la Constitución de 1876, la propiedad privada y la consolidación del estado liberal, unitario y centralista. Sin embargo, los diferenciaban algunos matices políticos y su base social.

  • Partido Conservador: liderado por Antonio Cánovas del Castillo, aglutinó a los sectores más conservadores: terratenientes y alta burguesía. Defendían la confesionalidad católica del Estado, el orden social y el sufragio censitario restringido.
  • Partido Liberal: liderado por Práxedes Mateo Sagasta, aglutinaba a los antiguos progresistas, unionistas y republicanos moderados. Su base social eran las clases medias, defendían un sufragio censitario más ampliado. Tenían una visión más laica del estado y se inclinaban a un reformismo más progresista.

Esta alternancia se basaba en la manipulación de los resultados electorales en el sentido acordado por ambas formaciones, utilizando para ello los mecanismos caciquiles y la posición dominante del partido en el poder. Con estos principios (bipartidismo, turnismo), se consiguió dotar al sistema de estabilidad y tranquilidad, aunque para conseguirlo hubiera que recurrir al caciquismo.

Manipulación Electoral y Caciquismo

El sistema electoral canovista era corrupto, utilizando para ello herramientas como la compra de votos, la falsificación de actas electorales, adulteración del censo, y la presión o chantaje sobre el electorado. En esta última era básica la labor de los caciques, personajes que en una comarca o provincia determinada detentaban una gran influencia y poder económico. El caciquismo se ejercía en toda su dimensión en las zonas rurales. Los caciques solían ser grandes propietarios y copaban los cargos municipales, por lo que controlaban de hecho el trabajo o los trámites burocráticos y administrativos, elementos todos ellos con los que chantajeaban a la población para conseguir el voto.

Cuando el partido en el gobierno había fracasado, el Rey, como árbitro del sistema, llamaba a gobernar a la oposición y después convocaba unas elecciones que eran ganadas por el partido en el poder en ese momento. La victoria electoral del partido en el gobierno se conseguía de la siguiente forma: el ministro de la Gobernación elaboraba la lista de los candidatos que debían ser elegidos (“encasillado”), enviándola a los alcaldes y estos a los caciques para que garantizaran su elección por los métodos ya citados. Si después de todo los resultados que se querían conseguir no salían, se recurría directamente al pucherazo (cambio de votos directamente desde la urna) o el cambio de una urna por otra.

Los Gobiernos del Turnismo: Evolución Política (1875-1902)

El periodo comprendido entre 1875 y 1902 puede dividirse en dos grandes etapas: el reinado de Alfonso XII (1875-1885) y la Regencia de María Cristina (1885-1902). En todo este periodo, el turnismo funcionó con toda regularidad, entrando en crisis a partir de 1898, ya que el impacto de la crisis del desastre del 98 erosionó a los partidos dinásticos.

Primer Gobierno Conservador de Cánovas del Castillo (1875-1881)

Se establecieron las bases del nuevo régimen gracias a la Constitución de 1876 y al fin de las guerras de Cuba y carlista, que otorgó estabilidad al régimen. En 1876 se promulgó la nueva Constitución. Cánovas pretendió que en esta constitución se encuadrasen el máximo de partidos para terminar con la costumbre de que cada partido fabricase su propia constitución y provocase el retraimiento del otro y el consiguiente recurso al golpismo para acceder al poder. Así se convirtió en la constitución más duradera de la historia del constitucionalismo español, vigente desde 1876 hasta 1931. Sus características principales son:

  • Soberanía compartida entre Rey y Cortes, el Rey mantiene facetas del poder ejecutivo, sanciona y promulga leyes, puede nombrar y separar a los ministros, es inviolable.
  • Establece Cortes bicamerales, el Congreso elegido por sufragio censitario y el Senado con senadores por derecho propio, otros nombrados por el rey, y otros, elegidos directamente por el poder.
  • La iniciativa legislativa es del rey y de ambas cámaras. Las cortes son convocadas o disueltas por el rey que tiene obligación de convocar nuevas elecciones después de la disolución.
  • Contempla una declaración de derechos parecida a la de 1869, pero con derechos limitados y posibilidad de suspensión de estos en circunstancias especiales.
  • El catolicismo será la religión oficial, y el culto de otras religiones estaba permitido, pero no en público, sino en privado.

En cuanto a la Tercera Guerra Carlista, el desánimo ante la restauración borbónica y la presión militar a que fue sometida, propició la derrota de los carlistas, marchando don Carlos (hijo de Carlos María Isidro) al exilio. Por otro lado, la presión militar y la negociación en Cuba llevaron a la Paz de Zanjón de 1878, que estableció una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud (aprobada definitivamente en 1888), la concesión de autonomía y la participación de Cuba en las elecciones a Cortes. El retraso o incumplimiento de estas reformas provocó la llamada “Guerra Chiquita” en 1879 y la posterior insurrección de 1895.

Primer Gobierno Liberal de Sagasta (1881-1884)

En 1881 se produjo la primera alternancia; el gobierno de Sagasta fracasó en la aplicación completa del ideario reformista liberal. La única reforma destacada fue el establecimiento del sufragio universal masculino en las elecciones municipales (1882).

Segundo Gobierno Conservador (1884-1885)

Tras acceder de nuevo al poder, los conservadores de Cánovas del Castillo deben hacer frente a la temprana muerte de Alfonso XII en noviembre de 1885. Para evitar una desestabilización que pudiera hacer resurgir la oposición al régimen, ambos partidos firmaron ese mismo año el Pacto del Pardo, que suponía el acceso al poder del Partido Liberal. Cánovas renunciaba al gobierno y lo cedía a Sagasta y la asunción de la regencia de María Cristina hasta que Alfonso XIII alcanzara la mayoría de edad. Cánovas y Sagasta acordaron apoyar a la Regencia de María Cristina (esposa del difunto rey) y mantener el turno, hay que esperar a proclamar al heredero ya que María Cristina estaba embarazada.

Segundo Gobierno Liberal o “Gobierno Largo” de Sagasta (1885-1890)

Se aplican medidas reformistas como la Ley de Asociaciones (1887), la Ley de Jurados (1887), la abolición de la esclavitud (1888) y el sufragio universal masculino para las elecciones generales (1890). Sin embargo, esta democratización fue en realidad nula por el sistema de control electoral (caciquismo y turnismo).

Los Cambios Constantes en el Gobierno (1890-1902)

Desde 1890 y hasta 1902, fecha en la que el príncipe Alfonso XIII se convierte en Rey, se producen intervalos de dominio liberal, aunque en este periodo gobiernan casi constantemente los conservadores, que deben hacer frente a su crisis interna (el asesinato de Cánovas del Castillo en el balneario de Santa Águeda en Guipúzcoa a manos de un anarquista el 8 de agosto de 1897) y a la crisis de 1898.

La Oposición al Régimen: Carlistas, Republicanos y Movimiento Obrero

El sistema de turno suponía la marginación de la vida política de todas las fuerzas que no fueran las llamadas “dinásticas”; y, con ellas, de amplias capas sociales. Por la derecha, la oposición al sistema canovista vino del carlismo. Derrotados militarmente, sus líderes se exiliaron en Francia y optaron por una estrategia de conspiraciones. Se formaron partidas y se introdujeron armas clandestinamente, pero carecían de apoyos para que sus acciones tuvieran algún efecto. Ante la opinión pública, los carlistas se presentan como la única fuerza verdaderamente católica. Pero el apoyo de la jerarquía eclesiástica y del Vaticano a Alfonso XII impidió que esta vía les fuera rentable.

Los republicanos, tras el golpe de Estado que acabó con la Primera República, entraron en una grave crisis. Sus principales problemas eran: el desencanto de sus seguidores, la fuerte represión a que fueron sometidos por parte de las autoridades y la división interna. En estos años comienza a salirle al republicanismo un competidor importante, el movimiento obrero, que se inclina cada vez más por las ideas internacionalistas representadas por socialistas y anarquistas.

Las corrientes socialistas, en 1879 se crea el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), definido como un partido marxista cuyo objetivo era establecer, a través de una revolución, la dictadura del proletariado y la nueva sociedad comunista. En todo caso, progresivamente fue evolucionando hacia posturas socialdemócratas o reformistas. En 1890 se afilió a la Internacional Socialista. Subordinado al partido, en 1888 se crea un sindicato socialista, la Unión General de Trabajadores (UGT), que aboga sobre todo por medidas reformistas más que revolucionarias.

Las corrientes anarquistas, en 1881 los anarquistas fundan la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). La nueva organización, que se asentaba preferentemente en Cataluña y Andalucía, fue aumentando el número de sus afiliados y desarrolló una acción sindical de carácter reivindicativo. La fuerte represión aplicada por el Estado, muchos anarquistas optan por la formación de pequeños grupos autónomos que utilizan como arma el terrorismo. Entre 1893-1897 se multiplican los atentados anarquistas contra personalidades políticas (asesinato del presidente del gobierno, Cánovas del Castillo), miembros de la alta burguesía y eclesiásticos. Frente a ello, se desarrolló una fuerte represión (Procesos de Montjuic de 1897).

Conclusión

La incapacidad del sistema canovista para transformarse en un sistema verdaderamente democrático y el golpe que supuso la crisis de 1898, implicaron a corto plazo un crecimiento de las opciones políticas situadas al margen del turnismo pacífico. Frente a ello, las bases sociales del canovismo (clases altas y parte de las clases medias) intentarán seguir manteniendo su predominio político y social con ayuda del Ejército, lo que explica la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), cuya caída supondrá también la de la Monarquía, proclamándose en 1931 la II República, un nuevo intento de establecer un régimen político democrático en España.

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