La Crisis del Reinado de Carlos IV
La Monarquía de Carlos IV
Carlos IV apartó del gobierno a los ministros ilustrados y confió el poder a Manuel Godoy, un joven militar. La ejecución de Luis XVI impulsó a Carlos IV a declarar la guerra a Francia, en contra de las monarquías absolutas. La derrota de las tropas españolas y la posterior Paz de Basilea (1795) llevaron a un intento de pacto con Napoleón. Esta alianza con Francia condujo a un conflicto con Gran Bretaña, culminando en la Batalla de Trafalgar. La armada francoespañola fue destrozada, lo que supuso la pérdida de casi toda la flota de Carlos IV. Ante esta situación, Godoy recurrió al endeudamiento y al aumento de las contribuciones, provocando una amplia oposición. La incapacidad de resolver esta situación condujo a una grave crisis.
El Motín de Aranjuez
En 1807, Godoy firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau, que autorizaba a los ejércitos napoleónicos a entrar en España para atacar Portugal, aliado de Gran Bretaña. En 1808, estalló un motín en Aranjuez, ciudad donde se encontraban los reyes, quienes, aconsejados por Godoy, se retiraron hacia el sur. El motín perseguía la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando. Los amotinados consiguieron su objetivo, provocando una profunda crisis. Carlos IV pidió ayuda a Napoleón para recuperar el trono de su hijo Fernando VII.
La Monarquía de José Bonaparte
Carlos IV y Fernando VII fueron llamados por Napoleón a Bayona, donde ambos abdicaron sin oposición. Napoleón nombró a su hermano José rey de España y convocó a Cortes con el fin de aprobar una nueva constitución. El nuevo Código de Bayona reconocía la igualdad de los españoles ante la ley, los impuestos y el acceso a los cargos públicos. Sin embargo, la violenta actuación de las tropas napoleónicas puso a la mayor parte de la población en contra del nuevo monarca.
Guerra de la Independencia (1808-1814)
La Revuelta Popular y la Creación de Juntas
En 1808, la familia real se preparaba para partir a Bayona, donde se creía que Napoleón tenía secuestrado a Fernando VII. Una multitud se congregó ante el palacio para impedirlo, alzándose contra la presencia francesa. La revuelta fue reprimida por las tropas del general Murat. En Galicia, Andalucía, Aragón, Castilla, Cataluña y otras regiones, la población se alzó contra la invasión francesa y surgieron juntas de armamento y defensa. Las juntas, inicialmente locales, se convirtieron en provinciales, declarando la guerra a Napoleón y buscando el apoyo de Gran Bretaña.
Sitios y Guerrillas
La resistencia de ciudades como Zaragoza y Tarragona, sometidas a los sitios de las tropas francesas, inmovilizó parte del ejército francés e impidió su avance. Las derrotas en El Bruc y Bailén forzaron a José I a abandonar Madrid. Poco después, Napoleón preparó una contraofensiva con un ejército de 250.000 hombres, y durante 1809 el dominio francés se extendió por el territorio español. La resistencia a la invasión se realizó mediante guerrillas, pequeños grupos locales de entre 10 y 50 hombres, que llegaron a encuadrar a unos 55.000 miembros, principalmente labradores y artesanos. Las guerrillas hostigaban al ejército por sorpresa, destruían sus instalaciones y asaltaban los convoyes de avituallamiento. En 1812, la guerra de Napoleón en Rusia obligó a retirar miles de efectivos de España. Las tropas españolas, apoyadas por las guerrillas y por el ejército británico al mando del general Wellington, lograron importantes victorias. Napoleón decidió pactar el fin del conflicto con los españoles y permitir el retorno de Fernando VII (Tratado de Valençay).
Actitudes Sociales, Políticas e Ideológicas
La invasión francesa obligó a las diferentes corrientes ideológicas a tomar partido. Una minoría de españoles, los «afrancesados«, colaboraron con la monarquía de José I, procedentes en su mayoría del despotismo ilustrado. Al final de la guerra, muchos tuvieron que exiliarse ante la persecución iniciada por Fernando VII. El llamado «frente patriótico» agrupaba a aquellos que se opusieron a la invasión. El clero y la nobleza querían la vuelta al absolutismo, mientras que algunos ilustrados creían en la modernización del país dentro del Antiguo Régimen. Los liberales veían en la guerra una oportunidad para realizar un cambio político. Gran parte de la población afrontó la guerra como un movimiento de defensa y resistencia contra el invasor.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
La Convocatoria de Cortes
La Junta Suprema Central, incapaz de dirigir la guerra, se disolvió en 1810. Mientras se reunían las Cortes, se mantuvo una regencia formada por cinco miembros. El proceso de elección de diputados a Cortes y su reunión en Cádiz fueron difíciles debido al estado de guerra. El ambiente liberal influyó en la elección de los diputados. En su primera sesión, aprobaron el principio de soberanía nacional, es decir, el reconocimiento de que el poder reside en el conjunto de los ciudadanos representados en las Cortes.
La Constitución de 1812
Una comisión de las Cortes preparó el proyecto de Constitución desde 1811, conocido popularmente como «La Pepa«. Era un texto largo, de 384 artículos, y su tramitación se vio afectada por las vicisitudes bélicas y las diferencias entre absolutistas y liberales. La Constitución contiene una declaración de los derechos del ciudadano: libertad de pensamiento y opinión, igualdad ante la ley, derecho de petición, entre otros. La nación se definía como el conjunto de todos los ciudadanos de ambos hemisferios: los territorios peninsulares y las colonias americanas. La estructura del Estado se basaba en la división de poderes:
- El poder legislativo residía en las Cortes unicamerales (elaboración de leyes, aprobación de presupuestos, etc.).
- El monarca era la cabeza del poder ejecutivo (poseía la dirección del gobierno).
- La administración de justicia era competencia de los tribunales.
La Acción Legislativa de las Cortes
Las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes y decretos destinados a eliminar el Antiguo Régimen y a ordenar el Estado como un régimen liberal. Se votó la abolición de la Inquisición, con una fuerte oposición de los absolutistas y el clero, y se estableció la libertad de imprenta. Este primer liberalismo marcó el camino de la modernización de España. Los legisladores de Cádiz aprovecharon la situación revolucionaria creada por la guerra para elaborar un marco legislativo mucho más avanzado de lo que hubiera sido posible en una situación de normalidad. Al final de la guerra, la vuelta de Fernando VII frustró la experiencia liberal y condujo al retorno del absolutismo.
El Reinado de Fernando VII
La Restauración del Absolutismo
Los liberales desconfiaban del monarca y de su predisposición a aceptar el nuevo orden constitucional. Los absolutistas, por su parte, veían en la vuelta del monarca la mejor oportunidad para regresar al Antiguo Régimen (Manifiesto de los Persas). Movilizaron al pueblo para que mostrase su adhesión incondicional al monarca. Fernando VII traicionó sus promesas y, mediante el Real Decreto de 1814, anuló la Constitución y las leyes de Cádiz, anunciando la vuelta al absolutismo. A esto se agregaron una multitud de problemas a los que los gobiernos de Fernando VII fueron incapaces de dar respuesta. La represión fue la única respuesta de la monarquía a las demandas políticas y sociales.
Trienio Liberal (1820-1823)
En 1820, el coronel Rafael del Riego, al frente de una compañía de soldados, se sublevó y recorrió Andalucía proclamando la Constitución de 1812. El rey Fernando VII se vio obligado a aceptar la Constitución. Se formó un nuevo gobierno que proclamó una amnistía y convocó elecciones a Cortes. Los resultados dieron la mayoría a los diputados liberales, quienes iniciaron una importante obra legislativa. Restauraron gran parte de las reformas de Cádiz, impulsaron la liberalización de la industria y el comercio, e iniciaron la modernización política y administrativa. Se formaron ayuntamientos y diputaciones electivos, y se reconstruyó la Milicia Nacional para garantizar el orden y defender las reformas constitucionales. Estas reformas suscitaron la oposición de la monarquía. Fernando VII, que había aceptado el nuevo régimen forzado por las circunstancias, conspiró contra el gobierno buscando recuperar su poder mediante la intervención de las potencias absolutistas. Las medidas liberales provocaron el descontento de los campesinos, ya que no facilitaban el acceso a la tierra. La nobleza tradicional y el clero, perjudicados por las reformas, impulsaron la revuelta contra los gobernantes del Trienio. En 1822, se alzaron partidas absolutistas en Cataluña, Navarra, Galicia y el Maestrazgo. Las tensiones dividieron a los liberales en dos grupos: los moderados (reformas limitadas que no perjudicasen a las élites sociales) y los exaltados (reformas radicales, favorables a las clases medias y populares).
Década Ominosa (1823-1833)
Los conflictos provocaron la acción de la Santa Alianza, que, atendiendo a las peticiones de Fernando VII, encargó a Francia la intervención en España. Las tropas francesas repusieron a Fernando VII como monarca absoluto. Se organizó una administración eficaz para dotar de estabilidad a la monarquía, pero Fernando VII no accedió a las peticiones de reformas. Se produjo una feroz represión contra los liberales. Se persiguió a los partidarios de las ideas liberales durante toda la década. Los ultraconservadores, descontentos con el monarca porque no había restablecido la Inquisición, se levantaron en partidas realistas en Cataluña en 1827, reclamando mayor poder. Carlos María Isidro, hermano del rey y su previsible sucesor, dado que Fernando no tenía descendencia, apoyaba a estos grupos.
Conflicto Dinástico
En 1830, el nacimiento de una hija del rey, Isabel, parecía garantizar la continuidad borbónica. Sin embargo, la Ley Sálica impedía el acceso al trono de las mujeres. Fernando VII, influido por su mujer María Cristina, derogó la ley mediante la Pragmática Sanción, abriendo el camino al trono a su hija y heredera. Los carlistas se negaron a aceptar la nueva situación. María Cristina, nombrada regente durante la enfermedad del rey, formó un nuevo gobierno de carácter reformista, decretó una amnistía que supuso la vuelta de 100.000 exiliados liberales, y se preparó para enfrentarse a los carlistas. En 1833, murió Fernando VII, pasando el trono a su mujer hasta que su hija cumpliese la mayoría de edad, lo que desencadenó la Primera Guerra Carlista.