El Patrimonio de Carlos V
Tras la muerte de Fernando de Aragón en 1516, se puso fin al reinado de los Trastámara en la península ibérica. Carlos I alcanzó la mayoría de edad y se hizo cargo de su herencia materna (Juana la Loca): la Corona de Aragón, Castilla y Navarra, las posesiones italianas y norteafricanas, y las Indias. Desde 1515 gobernaba los dominios paternos: los Países Bajos y el Franco Condado. En 1519 se unieron los territorios de su abuelo paterno (Maximiliano I): el sur de la actual Alemania, Austria y Tirol. Heredó también los derechos a la corona imperial con el nombre de Carlos V.
Este extenso patrimonio estaba formado por estados heterogéneos que tenían lenguas, culturas e instituciones diferentes. Carlos V viajó por todos los territorios de su imperio y convirtió poco a poco a Castilla en el centro de su política. Se casó con Isabel de Portugal y tuvieron un hijo, el futuro Felipe II.
Comunidades y Germanías
Carlos V tuvo que enfrentarse a una gran oposición en las primeras reuniones de Cortes, las cuales le exigían, como condiciones para concederle ayuda económica, que respetara las leyes de los respectivos reinos y prescindiera de los colaboradores extranjeros. En 1520, el nuevo rey se ausentó del reino y partió hacia Alemania tras su elección como emperador. La oposición al monarca se convirtió en franca rebelión y se produjeron revueltas: en Castilla, en Valencia y en Mallorca.
La Revuelta de las Comunidades (1520-1522)
Estuvo integrada por varias ciudades castellanas que se autoproclamaron una comunidad. Se opusieron a las autoridades que acompañaban a Carlos V y expulsaron a los corregidores, que eran los representantes del rey. Los partidarios de la revuelta recibieron el nombre de comuneros.
Las ciudades del interior de Castilla protagonizaron la rebelión, que tuvo un carácter marcadamente político, ya que pretendía imponer varias condiciones al monarca: que prescindiera de los consejeros extranjeros y que acatara la voluntad de los procuradores de las ciudades representadas en las Cortes. Los comuneros formulaban también la limitación del poder real, reducción de impuestos, protección de la industria textil, realización de reformas municipales a favor de los plebeyos, y disminución del poder de la nobleza.
Los comuneros fueron derrotados en la batalla de Villalar (1521) y sus tres líderes principales ejecutados: Juan Bravo de Segovia, Juan Padilla de Toledo y Francisco Maldonado de Salamanca. Toledo y Segovia sufrieron una durísima represión.
La Revuelta de las Germanías (1519-1523)
Tuvo lugar en Valencia y Mallorca ya que los artesanos y comerciantes de las ciudades se sentían indefensos tras la huida de la nobleza a causa de una epidemia de peste. A esto se sumó la ausencia del propio rey. Como consecuencia, las ciudades se negaron a someterse al representante del monarca. La revuelta se dirigió contra los señores feudales y sus siervos mudéjares, a los que se persiguió y obligó a convertirse al cristianismo (moriscos).
Los rebeldes exigían la abolición señorial y de los impuestos feudales, y reivindicaban para los gremios el dominio de los municipios y amenazaron con repartos de la tierra. Las tropas de las Germanías incluían: artesanos, campesinos, trabajadores y miembros del bajo clero. Se oponían a los abusos señoriales y a la presencia de los musulmanes.
La monarquía fue la gran vencedora, se impuso también a los nobles que, temerosos e impotentes ante la rebelión, se convirtieron en aliados fieles del rey. Una vez pacificada la península, Carlos V y después Felipe II emprendieron una política exterior muy ambiciosa y costosa.
La Política Exterior del Emperador
La política exterior de Carlos V tenía como objetivo la defensa obstinada de su herencia dinástica, y para ello tuvo que recurrir a la guerra contra tres enemigos principales: el rey de Francia (Francisco I), el sultán del Imperio Otomano y los príncipes alemanes. Se valió de instrumentos heredados de Fernando de Aragón: una eficaz red de embajadores y un poderoso ejército que ya había combatido en Italia, y también un creciente número de mercenarios. Las guerras fueron factibles gracias a la financiación del oro y plata de las Indias.
Las Guerras con Francia
El gran rival de Carlos V fue Francisco I, ya que los dominios del emperador rodeaban a este Estado y dificultaban su avance hacia los riquísimos Países Bajos y los no menos ricos estados italianos. Por ello, Carlos V mantuvo numerosas guerras intermitentes contra Francisco I y después contra su hijo Enrique II. Los escenarios habituales fueron los Pirineos, las fronteras de los Países Bajos y el Franco Condado, e Italia.
Los reyes de Francia se aliaron con los turcos y los príncipes alemanes.
Las consecuencias fueron:
- Conquistas territoriales en Italia: Carlos V se apoderó del ducado de Milán. El dominio del norte de Italia se convirtió en una prioridad para Carlos V porque así comunicaba por tierra todas las áreas de su Imperio y mantenía el control sobre Génova. También permitía presionar sobre las cambiantes opiniones del papado, este era enemigo de los no cristianos.
- Aumento del prestigio militar: Los ejércitos de los Habsburgo se convirtieron en invencibles, ya que eran temidos porque saqueaban las ciudades. Francisco I fue hecho prisionero y obligado a firmar la paz en Madrid. Otros episodios también fueron el Saqueo de Roma en 1527, los mercenarios se apoderaron durante una semana de la ciudad por la ayuda prestada por el papa al rey Francisco I de Francia.
- Ruina financiera: La mayoría de los tratados de paz firmados con Francia se debieron al agotamiento de las finanzas imperiales. Felipe II recibió una costosa herencia de deudas y acreedores.
La Guerra contra los Turcos
El Imperio Turco, bajo el sultán Solimán el Magnífico, amenazaba las posesiones de Carlos V en dos frentes:
- En Europa oriental, los turcos ocuparon Serbia y conquistaron Hungría.
- En el Mediterráneo, el Imperio Otomano atacaba las penínsulas ibérica e itálica y las islas mediterráneas, saqueaban las costas y hacían cautivos a los cristianos.
La Guerra en Alemania
Martín Lutero, apoyado por algunos príncipes que querían independizarse del emperador y aumentar sus posesiones y rentas. Carlos V condenó públicamente las teorías de Lutero, y no apoyó al papado en sus deseos de ruptura total con los protestantes, con lo que solicitó al papa que convocara un concilio, pero esta convocatoria solo se retrasaba y los príncipes protestantes (evangélicos o luteranos) formaron la Liga de Esmalcalda, una coalición de gran influencia política y poder militar. Finalmente comenzaron las sesiones del esperado concilio en Trento (Italia, 1545-1563). El concilio impulsó la Contrarreforma, que reafirmó el dogma católico y la disciplina dentro de la Iglesia, y selló la ruptura total con los protestantes.
La única alternativa que le quedó a Carlos V fue la guerra, que la presentó como religiosa y no política, contra unos príncipes que se habían rebelado contra su autoridad. Sin embargo, el emperador no logró la reconciliación religiosa ni impuso su autoridad política, aceptó su derrota y firmó la Paz de Augsburgo en 1555. Cedió sus derechos imperiales y dominios a su hermano Fernando.