8.1. Los Austrias del siglo XVII. Gobierno de validos y conflictos internos
Se conoce con el nombre de Austrias menores a los monarcas de esta dinastía que reinan en el siglo XVII (Felipe III, Felipe IV, Carlos II) por su escaso peso y relevancia política: Sus reinados coinciden con una época de crisis demográfica, económica y política, que contribuyó a que la monarquía hispánica perdiera el poder y la hegemonía europea que había tenido en el siglo anterior.
Los Austrias menores no gobernaron personalmente sus reinos, sino que se apoyaron en validos, personas de su absoluta confianza en quien delegaban las principales decisiones de gobierno. La figura del valido, similar a la de otros reinos europeos de la época, no se debe únicamente al desinterés por el poder de los distintos monarcas, sino a la creciente complejidad de las tareas de gobierno, y a la cada vez más complicada maquinaria administrativa.
El valido no era un cargo institucional, sino que era un nombramiento basado en la confianza que los reyes tenían en determinados miembros de la aristocracia.
Reinado de Felipe III(1.598-1.621)
Destaca el duque de Lerma, valido del rey durante gran parte de su reinado.
Acumuló un gran poder y se enriqueció personalmente, además de estar inmerso en diversos casos de corrupción que forzaron su retirada en 1618. Su propio hijo, el duque de Uceda, encabezando el bando opositor a su padre, le sucedió en todos sus cargos, pero no llegó a ostentar un poder tan absoluto.
·Reinado de Felipe IV (1.621-1.665)
Sobresale la figura del conde-duque de Olivares, el más famoso de los validos, hombre dotado para la política, pero cuya acción de gobierno dirigida a recuperar la hegemonía de España y el prestigio de la monarquía cosechó importantes fracasos. Con sus políticas centralistas y unificadoras se ganó la impopularidad en los distintos reinos. Le sucedió en el valimiento (1643) su sobrino y enemigo político, el duque de Haro.
·Reinado de Carlos II (1.665-1.700):
la incapacidad manifiesta del rey dio lugar a que se sucedieran los validos, destacando el jesuita padre Nithard, Fernando de Valenzuela y Juan José de Austria.
El siglo XVII fue una época de decadencia para la monarquía hispánica, pues no sólo se perdió la hegemonía que había ostentado en Europa, sino que vivió una profunda crisis interna.
En el reinado de Felipe III (1.198-1.621)
destaca como principal conflicto la expulsión de los moriscos (1.609-1.610). Esta minoría fue acusada de continuar practicando la religión musulmana y de mantener sus costumbres. Se sospechaba de ellos como posibles colaboradores de los piratas turcos del Mediterráneo. En 1.609 Felipe III decretó su expulsión de Castilla, Aragón y Valencia. De esta forma unos 300.000 moriscos se vieron obligados por la fuerza a dejar su tierra y su forma de vida. Como consecuencia se produjo un descenso demográfico y una crisis de la actividad agrícola y artesanal en especial en Aragón y Valencia, siendo este último reino el más afectado. La nobleza señorial de estas zonas fue indemnizada con las propiedades de los moriscos.
En el reinado de Felipe IV (1.621-1-665)
, su valido, el conde-duque de Olivares, puso en marcha una serie de reformas para aumentar los recursos de la monarquía. El conde-duque quería aplicar en todos los reinos el modelo de Castilla (Gran Memorial, 1.624), para lo cual puso en marcha un conjunto de medidas administrativas, fiscales y militares (Unión de Armas, 1.626). Se trataba de que todos los reinos contribuyeran de forma equitativa al esfuerzo exterior de la monarquía., pero esto chocaba con los derechos e intereses de los diferentes reinos, por lo que las medidas provocaron un rechazo general, que se concretaron en la Crisis de 1.640 con la rebelión de Cataluña y de Portugal. Esta crisis costó el puesto al conde-duque de Olivares, que fue destituido por el rey.
El reinado de Carlos II (1.665-1.700)
estuvo marcado por la debilidad mental y física del rey. Esto dio lugar a luchas internas por el poder, en especial durante la regencia de su madre Mariana de Austria, entre el padre Nithard y Fernando de Valenzuela, y de éste con Juan José de Austria. A partir de 1.680 con la llegada al poder del duque de Medinaceli y del conde de Oropesa se entra en una etapa más tranquila, en la que se toman medidas para sanear la Hacienda y estabilizar la moneda. En este reinado hubo también protestas de carácter social, protagonizadas por los campesinos ante la difícil situación que vivían. Pero el mayor problema del reinado fue finalmente el sucesorio, ya que la falta de herederos directos del rey desembocará en la Guerra de Sucesión española a comienzos del siglo XVIII.
8.2. La crisis de 1.640
Durante el reinado de Felipe IV (1.621-1.665)
su valido, el conde-duque de Olivares, inició un programa de reformas con el fin de reforzar la autoridad real, alcanzar la unidad entre los distintos reinos y lograr una mayor contribución fiscal a las cargas de la monarquía.
El conde-duque también puso en práctica la Unión de Armas (1.626)
, por la cual los diversos territorios del Imperio español debían contribuir de forma equitativa con dinero y hombres para mantener un ejército poderoso, que defendiera los intereses de la monarquía hispánica.
La Corona de Aragón se opuso a la Unión de Armas, en especial Cataluña, en donde en 1.640 estalló una grave sublevación motivada por:
··Los reclutamientos forzosos de hombres para la Guerra de los Treinta Años.
·El mal comportamiento de las tropas reales en la frontera entre Francia y Cataluña.
·La crisis económica que vivía el Principado de Cataluña.
El levantamiento popular de Barcelona estuvo protagonizado por los segadores. Como consecuencia el virrey fue asesinado y el resto de las autoridades reales debieron huir. Es el llamado Corpus de Sangre (junio de 1640). Los rebeldes se pusieron bajo la soberanía de Francia y solicitaron ayuda militar. La rebelión fue dura y se mantuvo hasta 1.652, cuando comprobaron que Luis XIII era aún menos respetuoso con sus fueros y que Cataluña sólo le interesaba como avanzada militar y colonia económica. Todo ello unido al desgaste de la guerra y la peste desencadenó la rendición de Barcelona, que dio paso a una solución negociada: Se indultó a los revolucionarios y se mantuvo la legislación propia de Cataluña, lo cual contribuyó a la pacificación.
En el mismo año de 1.640 estalló otra rebelión, que concluirá con la independencia de
Portugal:
También este reino se opuso a la Unión de Armas y a la introducción de nuevos impuestos. Además, en Portugal existía un grave descontento porque sus colonias del sureste asiático habían sido invadidas por Holanda, sin que se hubiera hecho nada por evitarlo. La sublevación, motivada por el reclutamiento de tropas, estuvo apoyada por la Iglesia de ese reino.
El duque de Braganza fue proclamado rey
Felipe IV, ocupado en demasiados frentes (Guerra Treinta Años, rebelión catalana), no pudo impedir la independencia de Portugal.
En los años cuarenta del siglo XVII hubo otros conflictos en Nápoles y Sicilia por motivos similares a los señalados (presión fiscal, Unión de Armas), que dieron lugar a la supresión de los nuevos impuestos y a la sustitución del virrey.
Los graves problemas internos y las derrotas externas llevaron a Felipe IV a destituir a Olivares (1.643), y a nombrar un nuevo valido, Luis de Haro, aunque en adelante el rey llevó personalmente la acción de gobierno.