El Reinado de Fernando VII: Absolutismo, Liberalismo y la Emancipación de América

El Conflicto entre Absolutismo y Liberalismo

Mientras Fernando VII permanecía prisionero en Francia, el pueblo español, en nombre del rey, redactó la Constitución de 1812. Esta constitución acababa con el Antiguo Régimen y recortaba ampliamente los poderes del rey. Sin embargo, no todos los españoles apoyaban la constitución. Solo la aprobaban los diputados liberales, que eran mayoría en Cádiz. Los diputados absolutistas, la Iglesia y parte del pueblo no la aceptaban, lo que dividió a los españoles en dos bandos: absolutistas y liberales.

Tras su liberación por el Tratado de Valençay, Fernando VII llegó a Valencia. Allí, un grupo de militares y absolutistas le entregaron el «Manifiesto de los Persas», animándole a restaurar el Antiguo Régimen. Fernando VII declaró nula la Constitución de 1812 y todas las leyes de las Cortes de Cádiz. Restauró las viejas instituciones, incluida la Inquisición, y comenzó la persecución de los liberales.

Sin embargo, la vuelta al Antiguo Régimen ya no era posible. Fernando VII instauró un sistema similar al de 1808, un despotismo ilustrado donde gobernaba con la ayuda de ministros. Esto provocó el descontento tanto de absolutistas como de liberales.

El descontento de los liberales del ejército cristalizó en una serie de pronunciamientos militares, la mayoría fracasados, que intentaban cambiar el sistema político por la fuerza. En 1820, el coronel Rafael de Riego inició un alzamiento en Cabezas de San Juan en defensa de la Constitución de 1812. Fernando VII se vio obligado a capitular y, en marzo, juró la constitución.

El Trienio Liberal (1820-1823)

La victoria de la revolución supuso la vuelta al régimen de 1812 durante tres años, en el llamado Trienio Liberal (1820-1823). Este periodo se caracterizó por la agitación política constante y la oposición al gobierno liberal.

Ante el temor de que la revolución se extendiera al resto de Europa, los miembros de la Santa Alianza (Austria, Prusia, Rusia y Francia) se reunieron en el Congreso de Verona y encargaron a Francia enviar un ejército, los «Cien Mil Hijos de San Luis».

El gobierno y las Cortes se refugiaron en Cádiz con el rey. El 30 de septiembre de 1823, Fernando VII fue liberado y la constitución abolida, finalizando el Trienio Liberal y dando comienzo a la Década Ominosa (1823-1833).

La Década Ominosa (1823-1833)

Durante la Década Ominosa se impuso nuevamente un régimen absolutista y se inició una brutal represión contra los liberales. Poco a poco, el régimen absolutista se moderó. Esta vez no se restauró la Inquisición e incluso Fernando VII contó con algunos ministros reformistas.

Los absolutistas más radicales, decepcionados, formaron un partido, los absolutistas radicales o apostólicos, en torno al hermano de Fernando, Carlos María Isidro, el futuro heredero. Pero en 1830 nació la primera hija de Fernando VII y María Cristina, Isabel. Esto desencadenó una lucha entre los partidarios de Don Carlos y los de María Cristina, estos últimos encabezados por Cea Bermúdez.

En 1833, el rey murió e Isabel fue reconocida como heredera y su madre como regente, quien comenzó a gobernar con los liberales.

La Emancipación de América

Mientras tanto, en América había culminado el proceso de emancipación. La sublevación en Iberoamérica fue dirigida por los criollos, descendientes de españoles nacidos en América, que estaban descontentos con su situación frente a España. España mantenía el monopolio político y económico, impidiéndoles el libre comercio. Los criollos tenían el ejemplo de la independencia de Estados Unidos, un país que les apoyaba decididamente.

La derrota de Trafalgar puso en evidencia la incapacidad de España como potencia colonial. Además, la flota española había quedado prácticamente aniquilada. Los sucesos de 1808 en la península iniciaron el proceso.

En las colonias, las autoridades aceptaron a José I, pero el pueblo se mantuvo fiel a Fernando VII. Entre 1810 y 1814 surgieron movimientos revolucionarios similares en las colonias: deponían a los virreyes y comenzaban las declaraciones de independencia.

En 1814, tras el regreso de Fernando VII, se enviaron tropas al mando de Pablo Morillo para sofocar la sublevación. Lograron controlar todo el territorio salvo Río de la Plata, pero en 1816 nuevamente estalló la sublevación: Simón Bolívar conquistó Venezuela y Colombia, y José de San Martín desde Buenos Aires cruzó los Andes y tomó Chile. Morillo pidió ayuda, pero la sublevación de 1820 de Riego lo impidió.

La pérdida del Perú puso fin a la guerra. Toda Sudamérica se independizó, formándose repúblicas que dejaban el poder en manos de la minoría criolla. También comenzó el proceso de influencia económica y política de Estados Unidos en la zona.

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