El reinado de Isabel II (1833-1868) se caracterizó por una gran inestabilidad política y social, marcada por la alternancia de partidos, el protagonismo del ejército y el auge de nuevos movimientos ideológicos. Este periodo se divide en tres etapas:
La Década Moderada (1844-1854)
Esta etapa comienza con el gobierno de los moderados, liderado por Narváez. Se promulga la Constitución de 1845, de carácter conservador, que establece la soberanía compartida entre la Corona y las Cortes, limita los derechos individuales y consolida el poder de la Iglesia Católica.
Durante este periodo se llevan a cabo importantes reformas centralizadoras y unificadoras, como la creación de los códigos penal y civil, y la unificación fiscal con la»Ley de Mon-Santillá». También se firma un Concordato con la Santa Sede en 1851, que otorga a la Iglesia un amplio control sobre la educación. En este contexto, se funda la Guardia Civil como cuerpo de seguridad para mantener el orden público.
En 1846, tras el fracaso del proyecto matrimonial entre Isabel II y Carlos VI, estalla la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), que enfrenta a los partidarios de la reina con los carlistas, defensores del pretendiente al trono Carlos VI.
A finales de la década, el descontento con el gobierno moderado y la crisis económica provocan un pronunciamiento militar conocido como la Vicalvarada (1854), liderado por O’Donnell y Serrano. Aunque inicialmente fracasa, el Manifiesto de Manzanares, que recoge las reivindicaciones de progresistas y demócratas, impulsa una insurrección que pone fin a la Década Moderada.
El Bienio Progresista (1854-1856)
Con la llegada al poder de Espartero como jefe de gobierno y O’Donnell como jefe del ejército, se inicia un periodo de reformas liberales. Se aprueba la Desamortización de Madoz, que pone en venta bienes del clero y los municipios, se impulsa la construcción de ferrocarriles y se crea el Banco de España.
Se elabora una nueva constitución, conocida como la Constitución Non Nata, de carácter progresista, pero no llega a promulgarse debido a la inestabilidad política y a la oposición de los sectores más conservadores.
El Bienio Progresista termina con la aparición de la Unión Liberal, un nuevo partido que aglutina a moderados y progresistas descontentos con Espartero. Isabel II sustituye a Espartero por O’Donnell, dando paso a una nueva etapa de moderantismo.
La Vuelta al Moderantismo (1856-1868)
Con la restauración de la Constitución de 1845, se inicia una etapa de gobiernos moderados liderados por O’Donnell (Unión Liberal) y Narváez (Partido Moderado). Este periodo se caracteriza por un cierto crecimiento económico, reformas educativas y una política exterior colonialista.
A partir de 1866, España se ve sumida en una profunda crisis política, económica y social. El gobierno de Isabel II está desprestigiado por la corrupción y el autoritarismo, la economía atraviesa dificultades y aumentan las protestas sociales. En este contexto, republicanos y demócratas ganan terreno.
En 1866, Prim, Serrano y Martos firman el Pacto de Ostende, con el objetivo de derrocar a Isabel II e instaurar un régimen democrático. En 1868, estalla la Revolución Gloriosa, iniciada en Cádiz por Prim y Topete, que provoca el exilio de Isabel II y el fin de su reinado.
La Constitución de 1845
La Constitución de 1845, de carácter conservador, fue la única aprobada durante el reinado de Isabel II. Elaborada por iniciativa de Narváez, establecía:
- Soberanía compartida entre la Corona y las Cortes.
- Reconocimiento de derechos individuales, aunque limitados.
- Confesionalidad católica del Estado.
- Poder legislativo en Cortes bicamerales: Congreso (sufragio censitario muy restringido) y Senado.
- Alcaldes elegidos por el gobierno.
La Constitución de 1845 reflejaba el predominio de los sectores más conservadores de la sociedad española y sentó las bases para el desarrollo político del reinado de Isabel II.