El Reinado de Isabel II: Liberalismo y Conflictos Políticos

Regencia de María Cristina: El Liberalismo Moderado

El testamento de Fernando VII establecía la creación de un consejo de gobierno para asesorar a María Cristina. La única reforma realizada por este gobierno fue la nueva división provincial que dividió España en 49 provincias. Algunos militares y asesores reales convencieron a la regente para nombrar un nuevo gobierno capaz de conseguir la adhesión de los liberales. Las reformas eran insuficientes. La corona apoyó a los liberales, pero la necesidad de conseguir apoyos sociales y recursos financieros forzó a la monarquía a aceptar un gobierno de progresistas. Los progresistas tenían su fuerza en el dominio del movimiento popular. En 1835 y 1836 protagonizaron una oleada de revueltas y se inicia una reforma del Estatuto Real. Estallaron revueltas a favor de la Constitución de 1812, Cristina restablece la constitución y entrega el poder al progresista Calatrava.

El Gobierno Progresista y la Constitución de 1837

Los progresistas implantaron un sistema liberal, una de sus primeras actuaciones fue la reforma agraria liberal. A partir de tres grandes medidas:

  1. Desvinculación: Fin de los patrimonios y propietarios libres de vender.
  2. Desamortización: Para conseguir recursos para el estado con las ventas.
  3. Disolución del régimen señorial.

El gobierno progresista convocó unas cortes para adaptar la Constitución de 1812 a los nuevos tiempos. Esta constitución proclamaba algunos principios del progresismo como la soberanía nacional o la división de poderes. También recogía algunos elementos moderados como amplios poderes a la corona o la financiación del culto católico. Se crearon otras leyes, como la ley de imprenta y la ley electoral que fijó un sistema de sufragio censitario restringido.

La Década Moderada (1844-1854)

Quedó configurado un sistema de partidos que se alternaron en el poder durante el reinado de Isabel II. Pero este sistema se vio condicionado por la intervención de los militares. Espartero, Narváez y O’Donnell desempeñaron un papel determinante. Aprobada la constitución, se convocan elecciones que ganan los moderados, en 1840 preparan una ley electoral más restrictiva y una ley de ayuntamientos dio a la corona la facultad de nombrar a los alcaldes de las capitales de las provincias. María Cristina dimitió de su cargo y los progresistas apoyaron al general Espartero que asumió el poder y se convirtió en regente. Espartero convocó elecciones que dieron mayoría parlamentaria a los progresistas. Una de sus actuaciones fue la aprobación de un arancel que habría el mercado español a los tejidos ingleses. Esta medida provocó un levantamiento en Barcelona. Los moderados aprovecharon la división del progresismo para realizar conspiraciones encabezadas por Narváez y O’Donnell. Espartero abandonó la regencia y las cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II.

Bienio Progresista (1854-1856)

La corrupción provocó el pronunciamiento de O’Donnell que fundó un nuevo partido, la Unión Liberal, para cubrir un espacio de centro entre moderados y progresistas. La presidencia cayó de nuevo en Espartero y O’Donnell fue nombrado ministro de guerra. El nuevo Gobierno intentó restaurar los principios del progresismo con la ley desamortizadora y la ley general de ferrocarriles. Las medidas reformistas del bienio no remediaron la crisis de subsistencia que movilizó al pueblo con revueltas generando un clima de grave conflictividad social, produciendo huelgas. Espartero dimitió y la reina confió el gobierno a O’Donnell.

La Descomposición del Sistema Isabelino (1856-1868)

El nuevo gobierno liderado por O’Donnell intentó un equilibrio político combinando los elementos fundamentales del proyecto moderado con propuestas progresistas. La estabilidad y prosperidad condujeron a intervenciones militares de prestigio en el exterior (Marruecos, México) hasta su caída por divisiones internas y levantamientos republicanos y campesinos. Los años que transcurrieron entre 1863 y 1868 supusieron el retorno de Narváez al poder. Los moderados impusieron de nuevo la forma autoritaria de gobierno y condujo al Pacto de Ostende de 1866, en el que progresistas, demócratas y unionistas acordaron el detronamiento de Isabel II.

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