El Reinado de los Austrias: Política, Economía y Sociedad en España (Siglos XVI-XVII)

Carlos I: Herencia y Conflictos Iniciales

La política matrimonial de los Reyes Católicos permitió el casamiento de su hija Juana con Felipe de Habsburgo, de cuya unión nacería Carlos I. La muerte de Isabel en 1504 permitió el acceso de Juana y Felipe al trono, pero la inestabilidad mental de Juana y la muerte de Felipe llevaron a Fernando a proclamarse regente de Castilla. Éste hereda por vía materna Aragón, Castilla y Navarra, así como posesiones italianas, norteafricanas y las Indias. Por vía paterna, hereda los Países Bajos, el Franco Condado, el sur de Alemania, Austria, el Tirol y los derechos a la corona imperial de su abuelo Maximiliano I. Carlos convirtió a Castilla en el centro de su política y aprendió su lengua. Inicialmente, fue percibido en la península como un extranjero por nacer en Gante.

La revuelta de las Comunidades (1520-22) vio a varias ciudades castellanas autoproclamarse comunidad y rechazar a las autoridades que acompañaban a Carlos I. Sus partidarios, especialmente del interior de Castilla, recibieron el nombre de comuneros y protagonizaron una rebelión con tintes políticos que pretendía imponer condiciones como prescindir de colaboradores extranjeros, la limitación del poder real, la reducción de impuestos y la disminución del poder nobiliario, etc. En la batalla de Villalar (1521), los comuneros fueron derrotados, y Bravo, Padilla y Maldonado fueron ejecutados.

La revuelta de las Germanías (1519-23), desatada en Valencia y Mallorca, tuvo un componente social más evidente que la de las Comunidades. Los sublevados no quisieron someterse al representante del Rey y se dirigieron contra los señores feudales y sus siervos mudéjares. Los rebeldes exigían la abolición de la jurisdicción señorial y los impuestos feudales, y reivindicaban para los gremios el dominio de los municipios. Las Germanías incluían en sus filas a artesanos, campesinos y trabajadores. La rebelión también fue sofocada, y salió reforzado el poder real.

Felipe II: Consolidación de la Monarquía Hispánica

El hijo y heredero de Carlos I, Felipe II, nació en Castilla, donde el propio Carlos se retiró y falleció en el Monasterio de Yuste. Antes de ser rey, había sido regente en la península, monarca consorte en Inglaterra y soberano en los Países Bajos. En 1559, regresó a la península ibérica, de donde no se ausentó jamás. Solo fue rey, no emperador, aunque sus dominios fueron muy amplios y heterogéneos. Había heredado de su progenitor dos objetivos políticos fundamentales: la lucha por la hegemonía en Europa y la defensa a ultranza de los territorios que formaban su patrimonio. Felipe II se adaptó a unas condiciones diferentes a las de Carlos I:

  • Una corte establecida por el rey en un lugar fijo, que estableció a Madrid como capital y desde donde gobernó a distancia sus dominios.
  • La hispanización política, ya que todas las decisiones eran adoptadas por asesores españoles, de ahí la denominación de Monarquía Hispánica.
  • La sustitución de la política universal por la confesional. Intentó convertirse en el líder de los católicos frente a los turcos en el Mediterráneo occidental y los protestantes calvinistas en los Países Bajos. El principal problema con el que tuvo que enfrentarse Felipe II se desarrolló ahí, porque se mezclaron intereses económicos con reivindicaciones políticas y religiosas. Fue un notable impulsor de la Contrarreforma.
  • La reactivación en el interior peninsular de las rebeliones, relacionado con el aumento del autoritarismo político y religioso de Felipe II, que holandeses e ingleses utilizaron para hacerle partícipe de la Leyenda Negra. Aunque respetó las instituciones de sus reinos, se enfrentó a rebeliones como la de los moriscos de Granada en 1568 y la de Aragón en 1590.

Finalmente, Felipe II alcanzó durante su monarquía la unión de todos los reinos peninsulares entre 1580 y 1640. El acercamiento más inmediato fue el casamiento de Carlos I con Isabel de Portugal, hija de los reyes portugueses y nieta de los Reyes Católicos, de cuya unión nacería Felipe II. En 1580, el trono portugués quedó vacante. Felipe hizo valer sus derechos militarmente y derrotó al ejército ruso. No obstante, su mayor éxito fue diplomático, porque se ganó a la clase dirigente portuguesa prometiendo respetar escrupulosamente la autonomía del reino, garantizando la protección de su comercio y utilizando el dinero con habilidad para ganar partidarios. Las Cortes de Tomar (Portugal, 1581) lo reconocieron como rey de Portugal, y el monarca español se comprometió a que todos los asuntos lusos fueran gestionados por portugueses. Así se produjo la unidad de todos los reinos de la península bajo una misma corona. Además, la unión de Portugal implicó el control de su gran imperio marítimo y el viraje definitivo hacia el Atlántico. Lisboa, donde residió el propio Felipe II entre 1581 y 1583, se convirtió en la nueva base de operaciones atlánticas contra holandeses e ingleses. En esta ciudad se concentró la Gran Armada, flota que debía apoyar el desembarco de tropas españolas en Inglaterra y que sucumbió en 1588. La unión tocaría a su fin durante el reinado de Felipe IV como respuesta a la política del Conde Duque de Olivares para aumentar los impuestos y las tropas que aportaban los reinos no castellanos. Se desató así una guerra conocida en Portugal como Guerra de Restauración que duró hasta 1668, cuando la corona española reconoció la independencia de Portugal, cuyo trono sería ocupado por el duque de Braganza.

Modelo Político y Financiación bajo los Austrias

Vamos a analizar el modelo político impuesto por los Austrias desde Carlos I en dos ámbitos:

A) Las Instituciones

Castilla, Navarra y Aragón siguieron el modelo heredado de los Reyes Católicos y mantuvieron sus instituciones, Cortes y privilegios. Frente a un Carlos I viajero, a partir del reinado de Felipe II los reyes se hicieron sedentarios y se rodearon de una administración profesionalizada y amplia. Esta administración se superponía a las instituciones de cada reino y entraba en conflicto con ellas. Los Austrias potenciaron las instituciones heredadas de los Reyes Católicos, haciéndolas más complejas y lentas. La burocracia se incrementó, en especial con Felipe II. Cabe apuntar otros rasgos como:

  • Se consolidó el sistema de gobierno por consejos. Un Consejo de Estado tenía jurisdicción sobre todos los reinos, y consejos especializados como la Inquisición y órdenes militares, el de Hacienda, el de las Indias, el de Italia, el de Flandes y Portugal en 1581. Se alcanza así el gran sueño de los Reyes Católicos: la unión de todos los reinos peninsulares. La anexión de Portugal implicaba el control de su gran imperio (Brasil, África y Asia) y marcó el viraje definitivo de la política de Felipe II hacia el Atlántico. Lisboa se convirtió en la nueva base de operaciones atlánticas.
  • Aumentó el poder de los secretarios del Rey, que llegaron a ser figuras clave del gobierno. En 1580, pero las juntas institucionales para coordinar tareas específicas de gobierno.
  • Se mantuvo la delegación del poder en Virreyes y gobernadores en los territorios en los que el soberano iba a estar ausente bastante tiempo.

B) La Financiación

Los Austrias dispusieron de unos ingresos que crecieron notablemente, pero que no cubrían los gastos, en particular los militares. Estos ingresos procedían de los impuestos de Castilla, especialmente de la alcabala, y de los ingresos provenientes de Indias. Los nobles no pagaban impuestos, mientras que la Iglesia tributaba parte del diezmo y posteriormente el subsidio sobre rentas eclesiásticas y el escusado sobre rentas parroquiales. En 1590, tras el desastre de la Gran Armada, se instituyó el impuesto de millones, que se aplicó sobre los alimentos esenciales y afectó a las clases populares castellanas. También se ingresaba dinero con el almojarifazgo o derecho de aduanas y con la venta de cargos públicos. No obstante, los gastos eran superiores a los ingresos, por lo que los monarcas recurrieron a prestamistas alemanes, flamencos y genoveses.

Economía y Sociedad en el Siglo XVI

Analizamos en el presente epígrafe las condiciones económicas y sociales que tuvieron lugar durante el gobierno de los Austrias a partir del siglo XVI.

En materia económica, la nueva dinastía no será ajena al mercantilismo. Dicha teoría, hegemónica entre los siglos XVI y XVII, defendía que la riqueza de un país era directamente proporcional a los metales preciosos que era capaz de controlar. España, por lo tanto, no será ajena a prácticas encaminadas a satisfacer este fin, destacando en el contexto americano las explotaciones de plata de Zacatecas y Potosí y el monopolio del comercio con América a través de la Casa de Contratación, que controlaba cualquier tipo de transacción en el Nuevo Mundo.

El objetivo era también asegurar la financiación del gran imperio. Los Austrias dispusieron de unos ingresos que crecieron notablemente, pero que no cubrían los ingentes gastos, en particular los militares. Estos ingresos procedían sobre todo de los impuestos que pagaba Castilla, la alcabala, y de los que provenían de Indias. Los nobles no pagaban, mientras que la Iglesia sí pagaba el diezmo, y posteriormente Felipe II les impondrá dos impuestos más: el subsidio y el escusado. En 1590, tras el desastre de la Gran Armada, se instituyó el impuesto indirecto de millones, que se aplicó sobre alimentos esenciales y afectó a las clases populares castellanas. Se ingresaba dinero con el derecho de aduanas y con la venta de cargos públicos. No obstante, los gastos eran superiores a los ingresos, y la bancarrota estuvo a la orden del día, por lo que tuvieron que recurrir a prestamistas alemanes, flamencos y genoveses. Pese a los problemas, la hacienda española experimentó una fase de expansión económica que se tradujo en su correspondiente crecimiento demográfico y, por ende, un aumento tanto de la demanda de bienes como de la circulación de moneda. Estas circunstancias detonarán en una revolución de los precios marcada por la inflación, a partir de la cual España irá paulatinamente perdiendo su posición de privilegio en América frente a la pujanza de potencias como Francia, Inglaterra y Holanda.

En materia social, por el citado crecimiento demográfico impulsado por la expansión económica, se mantiene la sociedad tripartita de la Edad Media y el surgimiento de novedades como:

  • La aparición en la cúspide de la nobleza de un reducido grupo conocidos como los grandes de España, institucionalizados por Carlos I, que serán reclutados por los monarcas para el desempeño de altos cargos militares o diplomáticos.
  • La organización de los artesanos de las ciudades en gremios con fines sociales y profesionales. Cada gremio ocupaba los talleres y las calles dedicados a su actividad, y en todos ellos se reconocen tres categorías profesionales: maestro (dueño), oficiales y aprendices.
  • La generalización del requisito de la limpieza de sangre para acceder a determinados cargos e instituciones, lo cual dinamita una auténtica obsesión por demostrar la condición de cristiano viejo, es decir, que no contaba con ascendientes de sangre judía o musulmana.

Renacimiento y Contrarreforma en España

Nos adentramos a continuación en el análisis de un movimiento cultural entre los siglos XV y XVII caracterizado por la difusión de un pensamiento humanista que se inspira en los clásicos griegos y latinos. En España, la difusión de las corrientes renacentistas se vio favorecida por las relaciones con Italia, que era el centro del Renacimiento, y con los Países Bajos. Abundaron los artistas europeos que trabajaban en España o para el monarca español, como Tiziano. A diferencia de otros países, en España el mecenazgo de la burguesía y de la nobleza fue menor, predominando el de la Iglesia y la corona. Por este motivo, el contenido religioso fue más acusado y estuvo condicionado por las ideas contrarreformistas. Analizaremos a continuación manifestaciones como:

  • El pensamiento y la literatura. En el ámbito del pensamiento caló el erasmismo, movimiento intelectual inspirado en las ideas de Erasmo de Rotterdam, quien defendía las fuentes clásicas y afirmaba un cristianismo asentado en sólidos principios éticos. En España, el erasmismo influyó en escritores como Juan Luis Vives y los hermanos Valdés. Por lo que se refiere a la literatura, se vio favorecida por la difusión de la imprenta y el incremento de la alfabetización. A lo largo del siglo XVI, el castellano escrito se difundió por toda la península gracias a la labor de Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática castellana. Entre los poetas destacaron el militar Garcilaso de la Vega y Fray Luis de León. La obra más importante en prosa fue el *Lazarillo de Tormes*, de autor desconocido y género picaresco. La literatura religiosa alcanzó su apogeo a finales del siglo con Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, mientras que en el teatro podríamos destacar a Lope de Rueda.
  • Las artes. En este campo sigue viva la tradición medieval del gótico y el mudéjar, combinada con los estilos flamencos y borgoñón, que retrasó la adopción del clasicismo italiano. En arquitectura se desarrollaron los estilos plateresco (Universidad de Salamanca), purista (Catedral de Granada) y el herreriano, el más austero por el espíritu contrarreformista (Monasterio del Escorial). En la escultura destacan centros como Valladolid, donde autores como Alonso Berruguete y Juan de Juni cultivan una imaginería religiosa de un patetismo y naturalidad que preludian el barroco. En pintura, también religiosa, predominó el óleo sobre tabla. Ciudades como Valencia van asimilando los clásicos italianos, destacando a Juan de Juanes y Luis de Morales. A lo largo del siglo XVI calará el manierismo, en el que destacaremos al Greco, pintor formado en Italia que residió en Toledo, que rompió con el clasicismo y se decanta por la plasmación de una realidad subjetiva, espiritual y deformada. Entre sus obras destacan *El entierro del Conde Orgaz*.

El citado esplendor cultural no se hizo extensivo a otras parcelas, en las que se mantuvieron posturas más conservadoras. En el plano religioso, durante el gobierno de los Reyes Católicos, los monarcas quisieron asegurarse de que sus súbditos mantuviesen una misma fe. Con este motivo, se instituyó en todos los reinos el Consejo de la Suprema Inquisición, que con mayor o menor rigor se extendió hasta el siglo XIX. Inicialmente concebido para perseguir a los judeoconversos, sus competencias se ampliaron a moriscos, protestantes y todo lo que se considerara una desviación moral, como una blasfemia, la brujería o la homosexualidad, podía ser objeto de una condena que resultaría en un auto de fe, ceremonia pública de sentencia y castigo que se generalizó en las plazas de las ciudades a modo de castigo ejemplarizante. La Inquisición tuvo especial auge durante el reinado de Felipe II, que alimentó la leyenda negra que se generalizó contra el español en el siglo XVI por su autoritarismo y su intransigencia religiosa.

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