El Reinado de Fernando VII: Absolutismo y Liberalismo en España
El Sexenio Absolutista (1814-1820)
El decreto del 4 de mayo inició un triste periodo caracterizado por la sistemática anulación de las reformas de las Cortes de Cádiz y la vuelta al Antiguo Régimen y al absolutismo. En un período crucial en la historia de Europa, cuando se estaba dirimiendo el equilibrio de fuerzas tras Napoleón, Fernando VII se mostró sorprendentemente desinteresado por los asuntos externos. Así, pese a haberse enfrentado con el emperador francés, España quedó marginada de los beneficios que las potencias vencedoras de Napoleón recibieron en la Segunda Paz de París y en el Congreso de Viena en 1815. Nuestro país, destrozado por la Guerra de la Independencia, quedó relegado a un papel secundario en el concierto internacional. Con una economía depauperada por la guerra recién terminada y con unas colonias americanas que, de hecho, no producían ningún beneficio a la metrópoli, Fernando VII, apegado al mantenimiento de los privilegios estamentales, se negó a emprender cualquier reforma fiscal que incrementara los ingresos de un Estado en quiebra. La labor del gobierno de Fernando VII se centró en la represión de los enemigos de la restaurada monarquía absoluta. Más de doce mil «afrancesados» tuvieron que exiliarse del país y se inició una dura persecución contra los liberales.
Muchos militares, entre ellos antiguos héroes de la Guerra de la Independencia, optaron por las posturas liberales y, para hacer frente a la represión, se integraron en sociedades secretas de ideología liberal como la masonería. Estos militares protagonizaron diversas intentonas de golpe militar o pronunciamiento: Espoz y Mina en 1814, Díaz Porlier en 1815, Lacy en 1817… Todos los intentos de golpe fueron duramente reprimidos.
El Trienio Liberal (1820-1823)
Finalmente, un pronunciamiento liberal terminó por triunfar. Poniéndose al frente de un ejército que en Cabezas de San Juan (Sevilla) estaba acantonado para marchar hacia América a luchar contra los rebeldes independentistas, el teniente coronel Riego se puso al frente de este contingente y proclamó la Constitución de 1812. Tras diferentes avatares, la insurrección se generalizó. El 9 de marzo de 1820, Fernando VII, atemorizado, juró la Constitución de 1812. Por primera vez, se aplicaba la Constitución de 1812 en una situación de paz y con el monarca en el país. Fernando VII, convencido absolutista, trató de obstruir desde un principio la labor de los gobiernos liberales y el normal funcionamiento constitucional. Esta actitud del rey provocó una fractura política que se extendería durante décadas: la escisión de los liberales.
- Los «doceañistas» pretenderán modificar la Constitución buscando una transacción con el Rey. Para ello, defendieron la concesión de más poder al monarca y la creación de una segunda cámara reservada a las clases más altas. Tras 1833, los «doceañistas» se convertirán en los moderados.
- Los «veinteañistas» pedían simplemente la aplicación estricta de la Constitución de 1812. Conocidos también como los exaltados, serán denominados progresistas tras 1833.
La división de los liberales introdujo una gran inestabilidad política durante el Trienio. Los liberales en el poder durante el Trienio aplicaron una política claramente anticlerical: expulsión de los jesuitas, abolición del diezmo, supresión de la Inquisición, desamortización de los bienes de las órdenes religiosas… Todas estas medidas trataban de debilitar a una poderosísima institución opuesta al desmantelamiento del Antiguo Régimen. El enfrentamiento con la Iglesia será un elemento clave de la revolución liberal española. Tras la derrota de Napoleón en 1815, las grandes potencias absolutistas reunidas en el Congreso de Viena y coaligadas en la Santa Alianza, se habían comprometido a intervenir ante cualquier amenaza liberal que surgiera en Europa contra los principios de la Restauración (absolutismo, Antiguo Régimen).
La Oposición al Sistema Liberal: las Guerras Carlistas. La Cuestión Foral
La Guerra Civil (1833-1839)
Inmediatamente después de conocerse la muerte de Fernando VII, en septiembre de 1833, se iniciaron levantamientos armados a favor del pretendiente Carlos. Comenzaba una larga guerra civil que duraría siete años. El conflicto sucesorio escondía un enfrentamiento que dividió política y socialmente al país. En el bando isabelino se agruparon las altas jerarquías del ejército, la Iglesia y el Estado, y a ellos se unieron los liberales, que vieron en la defensa de los derechos dinásticos de la niña Isabel la posibilidad del triunfo de sus ideales. En el bando carlista se agruparon todos los que se oponían a la revolución liberal: pequeños nobles rurales, parte del bajo clero y muchos campesinos de determinadas zonas del país, muy influenciados por los sermones de sus párrocos y para quienes el liberalismo representaba simplemente un aumento de impuestos. Todos estos grupos identificaron sus intereses con la defensa de los derechos al trono de Carlos y los ideales que el pretendiente defendía: el absolutismo y el inmovilismo. Ya durante el reinado de Fernando VII, en torno a Carlos se habían agrupado los denominados «apostólicos», núcleo del absolutismo más intransigente. El carlismo, como pronto se empezó a llamar al movimiento que apoyaba los derechos de Carlos de Borbón, tuvo fuerte influencia en Navarra, País Vasco, zona al norte del Ebro, y el Maestrazgo, en las provincias de Castellón y Teruel. Esta distribución geográfica debe contemplarse en el contexto de un conflicto campo-ciudad. En la zona vasco-navarra, Bilbao, Pamplona o San Sebastián fueron liberales a lo largo de todo el conflicto. La guerra, en el terreno bélico, tuvo dos grandes personajes: el carlista Zumalacárregui, muerto en el sitio de Bilbao en 1835, y el liberal Espartero. Tras unos primeros años de incierto resultado, a partir de 1837, las derrotas carlistas fueron continuas y Don Carlos terminó huyendo a Francia. La guerra concluyó con el denominado Convenio o Abrazo de Vergara (1839). Acuerdo firmado por Espartero y Maroto.
El Problema Sucesorio
En los últimos años de la vida de Fernando VII, en octubre de 1830, nació Isabel de Borbón. Finalmente, el rey había conseguido tener descendencia con su cuarta esposa, María Cristina de Borbón. Unos meses antes del parto, en previsión de que el recién nacido no fuera varón, el rey aprobó la Pragmática Sanción por la que se abolía la Ley de 1713 que excluía del trono a las mujeres. Carlos María Isidro vio cerrado su camino al trono. Carlos no aceptó los derechos de su sobrina al trono.