El Sexenio Democrático (1868-1874)
La Gloriosa y la Regencia de Serrano
La Revolución Gloriosa estalló en septiembre de 1868 con un pronunciamiento militar en Cádiz. Los generales Prim, Serrano y Topete, entre otros, se agruparon contra el régimen isabelino tras la proclama de «¡Viva España con honra!». El ejército isabelino fue derrotado por las tropas de Serrano en el puente de Alcolea, cerca de Córdoba. Madrid se sublevó y la reina huyó del país camino del exilio. En muchas ciudades españolas se constituyeron juntas y surgieron los Voluntarios de la Libertad. Un gobierno provisional presidido por el general Serrano e integrado por unionistas y progresistas asumió el poder.
La Revolución Gloriosa provocó sublevaciones campesinas que fueron sometidas por el ejército enviado por el gobierno. En Cuba, en octubre de 1868, se inició la primera guerra por la independencia con una proclamación conocida como el Grito de Yara. Las Cortes elaboraron la Constitución de 1869. El 15 de junio de 1870, el general Serrano fue designado regente. El general Prim, presidente del gobierno y ministro de la Guerra, inició la búsqueda de un soberano en Europa. Tras diversas gestiones, Prim se decidió por Amadeo de Saboya, duque de Aosta e hijo menor del rey de Italia. Fue proclamado rey por las Cortes en noviembre de 1870.
El Reinado de Amadeo de Saboya (1870-1873)
Su reinado se desarrolló entre diciembre de 1870 y febrero de 1873. Los principales problemas que tuvo que afrontar fueron:
- La reactivación del carlismo en el tercio norte peninsular. El autoproclamado Carlos VII, que había alcanzado un sólido asentamiento en el País Vasco, Navarra, Cataluña y Levante, dirigió la Tercera Guerra Carlista en estas regiones.
- La agudización de la guerra de independencia en Cuba, sin que los diferentes intentos de solución sirvieran para evitar una escalada del conflicto.
- El movimiento obrero aumentó su actividad con huelgas y ocupación de tierras. El Congreso de Córdoba de 1872 supuso el triunfo del obrerismo de inspiración anarquista frente a los socialistas. La Internacional fue declarada ilegal en España en mayo de 1872.
La Primera República (1873-1874)
Fue contemplada con esperanza por los sectores populares de la sociedad. Los intelectuales, perseguidos durante el reinado isabelino, accedieron al poder. El principal problema que encontraron los republicanos fue la propia definición del Estado, con el enfrentamiento entre centralistas y federalistas. El presidente Estanislao Figueras convocó Cortes Constituyentes con el objeto de elaborar una constitución acorde con la nueva forma de Estado.
Durante el mandato de su sucesor, el federalista Francesc Pi i Margall, se presentó un proyecto de constitución federal. Pero la situación era de marcado enfrentamiento entre las distintas fuerzas políticas. Fue el comienzo de la revolución cantonal. El 18 de julio de 1873, el presidente, desbordado por los acontecimientos, se vio obligado a dimitir.
El nuevo presidente, Nicolás Salmerón, más conservador, utilizó al ejército contra las sublevaciones cantonalistas, pero se negó a firmar penas de muerte dictadas por tribunales militares y dimitió. En septiembre, le sucedió el republicano unitario Emilio Castelar, que intentó conducir la República de acuerdo con el principio de autoridad, para lo que suspendió las Cortes hasta el mes de enero.
El carlismo se consolidó en sus posiciones con la victoria en la batalla de Montejurra, la ocupación de Estella y Eibar y el nuevo asedio de Bilbao. El movimiento obrero, fundamentalmente anarquista y encuadrado en la Federación Regional Española de la Primera Internacional, se manifestó contra una República que no acababa de satisfacer sus demandas. Sin embargo, anarquistas y republicanos colaboraron en la insurrección cantonal de ciudades como Alcoy. La guerra de Cuba prosiguió con los rebeldes fuertes en sus posiciones y con las dificultades de la metrópoli.
El Fin del Sexenio: La Interinidad
Las sesiones de las Cortes se reanudaron en enero de 1874 y el presidente Castelar fue rechazado por la asamblea, en la que se imponían las tesis federalistas, provocando su dimisión. Cuando los diputados votaban un nuevo gobierno, un golpe de Estado dirigido por el general Pavía disolvió las Cortes republicanas. Se nombró un gobierno de concentración dirigido por el general Francisco Serrano con el apoyo de radicales, conservadores y republicanos unitarios. Serrano gobernó de acuerdo con la Constitución de 1869. Un movimiento de restauración de la monarquía borbónica se desarrolló en torno a la figura de Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II.
Población, Sociedad y Economía en el Siglo XIX
La Población
Experimentó un notable crecimiento demográfico durante el siglo XIX: de 10,5 millones de habitantes en 1797 pasó a 15,5 a mediados del siglo XIX y a más de 16 millones en 1877. Debido a los movimientos migratorios, la población continuó con su desplazamiento progresivo del centro a la periferia y la población urbana se incrementó. En el interior peninsular, que acogía la mitad de la población a finales del siglo XVIII, la población se redujo a un tercio del total al concluir el siglo XIX.
La Sociedad
Se produjo el establecimiento de la sociedad de clases. La nobleza perdió sus derechos jurisdiccionales por leyes aprobadas en las Cortes de Cádiz y en el Trienio Constitucional, y que fueron posteriormente ratificadas en la regencia de María Cristina. El número de aristócratas alcanzaba a finales del siglo XVIII casi el medio millón y, aunque en el censo de 1860 dejó de hacerse referencia a ella como grupo específico, la cifra de los integrantes de la nobleza era elevada. Las grandes casas nobiliarias mantuvieron e incluso aumentaron sus bienes, mientras que la baja nobleza desapareció.
Por otra parte, disminuyó el clero: de los 200.000 eclesiásticos de finales del siglo XVIII se pasó a sólo 56.000 en 1860. Las exclaustraciones y el descenso de las vocaciones religiosas, debido a los cambios sociales y de las mentalidades, explicaron este retroceso, especialmente llamativo en el clero regular.
La burguesía se convirtió en el grupo más influyente de la España liberal. Englobaba a profesionales liberales, financieros, propietarios acomodados, industriales, militares y funcionarios. Las élites burguesas se enriquecieron con las desamortizaciones y con el desarrollo de la industrialización.
Entre las clases populares predominó el campesinado (el 68% de la población activa) frente al proletariado industrial (el 16%) y a los trabajadores del sector terciario (16%).
Los Inicios del Movimiento Obrero
Las primeras protestas obreras acontecieron en 1835, cuando grupos de trabajadores asaltaron las instalaciones de la fábrica barcelonesa de los Bonaplata y destruyeron sus máquinas de vapor, un hecho que recuerda al movimiento ludita británico. En Barcelona, durante la regencia de Espartero, apareció una Sociedad de Tejedores, primera organización obrera conocida. Fue disuelta tras los sucesos de finales de 1842, aunque reapareció poco después.
El asociacionismo obrero fue ilegal durante el reinado de Isabel II, lo que no impidió la llegada de las influencias del socialismo utópico. Las doctrinas de Etienne Cabet se difundieron en Barcelona y las de Fourier en Cádiz. En la fundación de la Primera Internacional en 1864 no hubo presencia española. Sin embargo, existían organizaciones clandestinas de obreros que en 1868 lograron enviar a un representante al Congreso de la Internacional celebrado en Bruselas. Ese mismo año, la Gloriosa trajo nuevas libertades en España, entre ellas la de asociación, de modo que las organizaciones clandestinas fueron legalizadas y surgieron otras nuevas.
A finales de 1868, Giuseppe Fanelli, amigo personal de Bakunin, llegó a España con la misión de difundir el anarquismo y de constituir secciones de la Internacional adscritas a la corriente bakuninista. Su amplia aceptación en los sectores obreros propició la celebración en Barcelona del primer congreso de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores. Menor acogida tuvo, sin embargo, la corriente marxista, introducida en 1871 por Paul Lafargue.
Ante estas nuevas ideas que llegaban a España, en enero de 1872, el gobierno ordenó la represión del internacionalismo con el apoyo de la mayoría parlamentaria. Esto, unido a la crisis vivida en el seno de la Internacional por la ruptura entre marxistas y anarquistas, debilitó el movimiento obrero, y la representación en el Congreso de la Federación Regional celebrado en Córdoba a finales de 1872 fue muy reducida. Aunque la proclamación de la Primera República revitalizó el internacionalismo español, el general Serrano lo declaró ilegal a los pocos días del golpe de Estado de Pavía.