El Sexenio Revolucionario
El Gobierno represivo de Narváez marginó a los sectores más progresistas del liberalismo y a los grupos populares, integrados por organizaciones obreras. Los mecanismos electorales estaban totalmente controlados por los caciques. Por esta razón se volvió a repetir la constante secular de la conspiración, seguida del pronunciamiento militar, como forma de cambio político. Un grupo de políticos demócratas y progresistas, algunos en el exilio, firmaron un pacto en la ciudad belga de Ostende (1866), que incluía un acuerdo para destronar a Isabel II y crear juntas revolucionarias que organizaran a las masas populares, muy descontentas de la situación social, económica y política que siempre favorecía a los sectores privilegiados: terratenientes y financieros, apoyados sistemáticamente por la Iglesia católica y amplios sectores de los altos mandos del ejército.
La Revolución de 1868
En septiembre de 1868, dos años después del Pacto de Ostende, la armada española atracada en Cádiz y dirigida por el almirante Topete se sublevó contra la monarquía de Isabel II. Muy pronto, la insurrección se extendió por Cataluña, Valencia y Andalucía. Se crearon juntas revolucionarias en las principales ciudades y lo que inicialmente era un pronunciamiento militar se convirtió en un movimiento revolucionario, en el que los sectores populares ocuparon las plazas de sus localidades al grito de ‘mueran los Borbones’. En pocos días triunfó la revolución, que sus protagonistas calificaron con el nombre de La Gloriosa. La revolución de 1868 puso fin al régimen liberal autoritario que había gobernado España durante veinticinco años, a excepción del paréntesis de 1854-1856. Isabel II y su familia, que estaban veraneando en Lekeitio, abandonaron España y se exiliaron en Francia.
La Constitución de 1869. El reinado de Amadeo I
Como primera medida, los revolucionarios, encabezados por los generales Francisco Serrano y Juan Prim, convocaron elecciones para que las nuevas Cortes redactaran una Constitución que sustituyera a la de 1845. La nueva Carta Magna, promulgada en junio de 1869, establecía el sufragio universal, limitado a la población masculina; garantizaba las libertades de expresión y de prensa, de reunión y de asociación, tan restringidas en la Constitución anterior; el Estado se comprometía al mantenimiento de la Iglesia católica, pero permitía la libertad de culto; por último, la monarquía seguía manteniéndose como forma de Estado.
La Primera República (1873-1874)
Tras la abdicación del rey Amadeo I, los sectores republicanos, que habían surgido de los demócratas, convencieron a los diputados de que la alternativa era la república. El 11 de febrero de 1873, las Cortes, en sesión conjunta del Congreso y el Senado, votaron por gran mayoría la constitución de una república, cuyo primer presidente fue Estanislao Figueras. La falta de políticos convencidos del republicanismo y la desconfianza que la nueva forma de gobierno suscitaba entre los sectores populares fueron los principales problemas con los que tropezó la joven república.