El siglo XIX en Europa: De las revoluciones liberales al imperialismo

1. Las oleadas revolucionarias

Las revoluciones de 1820 y 1830

En la década de 1820 y 1830 hubo revoluciones de carácter liberal que se oponían a la distribución de Europa hecha en el Congreso de Viena:

  • En España y en Nápoles fueron sofocadas por la Santa Alianza.
  • En Grecia, en cambio, el movimiento sí consiguió la independencia del Imperio Turco.
  • En Francia, Luis XVIII intentó volver al absolutismo. Su sucesor, Carlos X, trató de atenuar dicho absolutismo, pero en 1830 estalló una revolución que depuso a los Borbones y nombró rey a Luis Felipe de Orleans.
  • Esta revolución se extendió a otros puntos de Europa, pero únicamente Bélgica consiguió independizarse de los Países Bajos.

Las revoluciones de 1848

En la década de 1848, una nueva oleada revolucionaria recorrió Europa:

  • En Francia se produjo la caída de Luis Felipe de Orleans y la proclamación de la Segunda República, de la que fue elegido presidente Luis Napoleón, sobrino de Napoleón Bonaparte.
  • En el resto de Europa, lo más destacado fue el surgimiento del movimiento nacionalista en Italia y Alemania, cuyos estados habían quedado separados por el Congreso de Viena.

2. La unificación italiana

El movimiento nacionalista italiano arrancó en época napoleónica como rechazo a la presencia francesa. Tras el Congreso de Viena, Italia quedó dividida en siete estados independientes:

  • En el norte: El reino de Piamonte (bajo la casa Saboya) y el reino Lombardo-Véneto.
  • En el centro: Los ducados de Parma, Módena y Toscana (regidos por príncipes austriacos) y los Estados Pontificios.
  • En el sur: El reino de las Dos Sicilias, gobernado por los Borbones.

Esto suponía un gran problema para los patriotas italianos, que deseaban formar un estado nacional.

Los proyectos unificadores

Tres soluciones se presentaban para el proceso unificador y coincidían en la necesidad de acabar con el dominio austriaco en Italia. La empresa era imposible sin la colaboración de alguna potencia europea.

  • Mazzini propugnaba una república unitaria instaurada por la insurrección de masas.
  • Gioberti propondría una confederación presidida por el Papa, considerando que el prestigio del papado serviría para aglutinar en torno a él a todos los italianos. Sin embargo, el fracaso del ciclo revolucionario de 1848 provocó que Pío IX renunciase a su papel político en el proceso unificador.
  • Los piamonteses Balbo y d’Azeglio proponían que fuera la casa Saboya, a partir del Piamonte, la que dirigiera el proceso unificador. Esta fue la opción elegida por ser la más factible.

El proceso unificador

La preparación (1849-1859)

Cavour, al frente del gobierno del Piamonte, preparó el proceso unificador con el apoyo de Víctor Manuel II. Sabía que cualquier intento unificador pasaba por expulsar a los austriacos de Italia, pero que para hacerlo necesitaba la ayuda de alguna gran potencia. Así, buscó la alianza con Napoleón III. Éste ayudaría con una importante suma de dinero y un ejército de más de 200.000 hombres. A cambio, pedía Saboya y Niza como compensación. Cavour aceptó, pues era el único medio de lograr su objetivo.

Las guerras de anexión (1859-1871)

En abril de 1859 comienza la guerra y el ejército franco-piamontés expulsa a los austriacos de Lombardía tras la mítica batalla de Solferino. Pero, sorprendentemente, Napoleón III firma la paz con Austria. El motivo, la amenaza de que Prusia, aliado por aquel entonces de Austria, atacase Francia.

Pero en el sur de Italia surge una nueva esperanza: Garibaldi, antiguo carbonario, que consiguió ocupar el reino de las Dos Sicilias. Cavour negoció con Garibaldi y consiguió la unión de Sicilia y Nápoles al reino piamontés. Por medio de plebiscitos, consiguió también que Parma, Módena y Toscana pidieran su incorporación al Piamonte. Y en marzo de 1861, el parlamento Italiano proclamó rey de Italia a Víctor Manuel II.

Cavour falleció, dejando dos problemas sin resolver: la anexión del Véneto (que seguía en manos austriacas) y la incorporación a Italia de los Estados Pontificios.

  • En 1866, Italia apoyó a Prusia en su guerra contra Austria y en la Paz de Viena, una vez derrotados los austriacos, recuperó el Véneto.
  • El problema del papado se presentaba más difícil, pues Francia lo ayudaba con su ejército. Sin embargo, cuando estalla la guerra franco-prusiana los italianos aprovechan para tomar Roma, entrando en 1871 Víctor Manuel II en ella como rey de toda Italia. El proceso unificador había terminado.

3. La unificación alemana

En 1815, en el Congreso de Viena, el canciller austriaco Metternich pretendía restablecer entre los estados alemanes la hegemonía de Austria frente a Prusia. Reorganizó el viejo Imperio Germano bajo una Confederación de 39 estados que únicamente tendría una institución común: la Dieta, integrada por representantes de todos los estados y presidida por Austria.

La unidad económica: el Zollverein

Fueron las circunstancias económicas las que finalmente iniciarían esta unificación. El principal impulso lo dio Prusia, que quería hacer frente a la afluencia de productos ingleses para proteger su desarrollo económico. Así, en 1834 se constituye una unión aduanera –Zollverein- entre la mayoría de estados alemanes de la que quedaría excluida Austria. Esta unión posibilitó un gran desarrollo industrial.

Los planteamientos unificadores de Bismarck

Canciller de Prusia desde 1862, Otto Von Bismarck será el artífice de la unificación alemana. Y sabía que solo derrotando militarmente a Austria y Francia lo conseguiría.

Para conseguir llevar a cabo sus planes, debía conseguir dos objetivos:

  • Aislar a Austria diplomáticamente, para lo que buscará el apoyo de Francia y Rusia.
  • Organizar un poderoso ejército al frente del cual situaría a generales de la entidad de Von Roon o Von Moltke.

Solo le faltaba la ocasión para provocar militarmente a Austria. Y esta se presentó con motivo de la guerra de los Ducados, que iniciaría las denominadas como “guerras unificadoras”.

Las guerras unificadoras

La guerra de los ducados

Los ducados del sur de Dinamarca de Schleswig, Holstein y Lauemburgo, de población mayoritariamente alemana, habían quedado desde 1815 bajo dominio danés. Austria y Prusia les derrotarán sin dificultad. En el reparto de dichos condados encontró Bismarck la ocasión para provocar una guerra austro-prusiana.

La guerra austro-prusiana

Conocida como “La guerra de las siete semanas”, sirvió para aupar a Prusia como potencia predominante en la Confederación Germánica, marginando a Austria a la que humilló obligando a ceder el Véneto al recién nacido reino de Italia. Tras la guerra, Bismarck creó una “Confederación del Norte de Alemania”, de la que formaban parte 21 estados, siendo su presidente el rey de Prusia, Guillermo I, y Bismarck su canciller.

A Bismarck le quedaban por resolver dos problemas:

  • La oposición de los estados del sur de Alemania como Baviera y Wurttemberg.
  • Las reticencias de la Francia de Napoleón III ante la nueva Alemania.

La guerra franco-prusiana

Bismarck buscó el aislamiento diplomático de Francia, como ya había hecho anteriormente con Austria. Se garantizó la neutralidad de Rusia y aprovechó que Italia estaba molesta con Francia por su apoyo al papado, lo que impedía la anexión de Roma.

Aprovechando el sentimiento antifrancés de los estados alemanes del sur, consiguió unirlos a su causa. Ahora solo tenía que buscar un pretexto para declarar la guerra a Francia. Y lo encontró en el problema dinástico planteado en España tras el derrocamiento de Isabel II, ya que Francia se oponía a que un príncipe prusiano fuera candidato a la corona española, lo que aprovechó el canciller prusiano para provocar el conflicto.

La maquinaria prusiana no encontró obstáculo en el ejército francés, derrotándolo en Sedán (1870), haciendo prisionero a Napoleón III y ocupando París. Francia perdió Alsacia y Lorena y tuvo que pagar una fuerte indemnización a Alemania.

Aprovechando el éxito en la guerra contra Francia, Bismarck consiguió que los estados del sur aceptasen unirse al recién creado Imperio alemán. La unificación de Alemania había terminado.

4. La época del imperialismo

En la segunda mitad del siglo XIX, potencias europeas, Japón y Estados Unidos, pasaron a dominar extensos territorios en el planeta dando lugar al imperialismo.

Causas

Económicas

  1. Búsqueda de materias primas y fuentes de energía. En la Segunda Revolución Industrial, las grandes potencias buscaron fuentes para el mantenimiento de la actividad industrial. Se buscaban materias primas, fuentes de energía y mercados para los excedentes de producción y capital.
  2. Búsqueda de mercados. Con la aparición de nuevos países competidores, era imprescindible buscar nuevos mercados para distribuir la producción. Había mucha competencia en el mercado interior por lo que vieron a las colonias como una oportunidad para invertir.

Demográficas

En el siglo XIX hubo un crecimiento de población como consecuencia de los cambios sociales y económicos debido al desarrollo de la sociedad industrial y a una progresiva mejora en las condiciones de vida. La posibilidad de dirigir los excedentes de población a otros territorios fue clave en la expansión imperialista europea, todo esto provocó la emigración de millones de europeos a territorios ultramarinos.

Políticas

La posesión de extensos dominios se identificaba como un motivo de prestigio nacional, muchos gobiernos se lanzaron a políticas imperialistas por esto. También la rivalidad territorial entre potencias llevó a que se ocupasen tierras para evitar la expansión del rival.

  • Francia: Tras la derrota en la Guerra franco-prusiana, el dominio colonial fue lo que le podía llevar a recuperar el prestigio perdido.
  • Alemania: El nuevo Estado se convirtió en una gran potencia mundial que consideraba la expansión una consecuencia lógica de su estatus internacional.
  • Reino Unido: La necesidad de poseer enclaves de apoyo a la marina y el comercio jugó un importante papel en el caso del imperialismo.

Ideológicas

El nacionalismo de la época fundamentaba el progreso de un país en su extensión territorial. También se justificaba la expansión imperialista por la creencia en la misión civilizadora de la raza blanca, al considerarla superior al resto y con el cometido de llevar la civilización a los pueblos indígenas.

Formas de administración colonial

El imperialismo buscaba los recursos y mercados que ofrecían las colonias. La explotación de minas, la inversión de capitales, el cultivo de tierras y la construcción de puertos y ferrocarriles hacían necesario mantener en las colonias una administración del país dominante. En función de la organización que se desarrolló, se pueden distinguir varios tipos de administración colonial:

  • Colonias: Territorios dominados por una potencia en los que no había gobierno autóctono, la autoridad recaía directamente sobre la metrópoli.
    • Las colonias podían ser de explotación, destinadas al aprovechamiento de recursos. La potencia extranjera coloca un gobernador extranjero, apoyado por funcionarios de la metrópoli y por el ejército.
    • También podían ser colonias de poblamiento, en las que se establecía población que emigraba desde la metrópoli y que gozaba de los mismos derechos y privilegios, manteniéndose el gobierno en la metrópoli. Otra opción eran los dominios: se crean por el establecimiento de la población venida de la metrópoli. Se permite que tengan un gobierno propio aunque dependiente de la metrópoli.
  • Protectorados: El gobierno indígena subsistía de manera formal y se encargaba de la política interior aunque en la práctica era sometido al control de la metrópoli. De la política exterior y el ejército se encargaba la Administración europea.
  • Concesiones: La metrópoli forzaba a un país a establecer acuerdos para el asentamiento de población extranjera, llevar a cabo negocios y facilitar el comercio. Un ejemplo lo tenemos con China y Gran Bretaña, relación que terminó en conflicto: Las guerras del opio.
  • Mandatos: Al finalizar la Primera Guerra Mundial, las metrópolis vencedoras recibieron temporalmente los territorios de los países perdedores. El planteamiento era que los administrasen para preparar su independencia.

El reparto de África

A mediados del siglo XIX, exploradores, misioneros y médicos se adentraron en el territorio en expediciones que despertaron creciente interés por el continente africano y sus recursos.

Los inicios de la colonización

Francia comenzó la expansión colonial en la década de 1830, ocupando Argelia, a la que siguió el control sobre Túnez. En 1869 se inauguró el canal de Suez, Reino Unido y Francia colaboraron para hacerse con Egipto, que en 1882 quedaría bajo administración británica. Leopoldo II de Bélgica se hizo con el control de la zona de El Congo. Las rivalidades se vieron aumentadas debido al interés de Alemania por expandir sus dominios hacia el África central. El emperador Guillermo I exigía un imperio acorde con el poder de Alemania.

El reparto de África

Estas rivalidades provocaron la convocatoria de la Conferencia de Berlín. Se celebró entre 1884 y 1885 y a ella acudieron quince países para repartir África.

  • Se acordó la libertad de navegación y comercio por los ríos Níger y Congo.
  • El reconocimiento del Congo como dominio personal del rey belga Leopoldo II.
  • Se declaró la abolición del tráfico de esclavos.
  • Ninguna potencia podía reclamar un territorio si no lo había ocupado de manera efectiva.

Hacia 1900, África estaba prácticamente repartida entre las potencias europeas y tan solo existían dos estados independientes: Liberia y Etiopía.

El reparto de Asia

A diferencia de África, Asia ya había sido zona de expansión para los europeos desde el siglo XVI por lo que la presencia colonial en el continente ya era intensa:

  • La Compañía Británica de las Indias Orientales ejercía control sobre gran parte de la India pero tras la Revuelta de los Cipayos de 1857, la corona británica se haría con el control de la India.
  • La zona de Indonesia había sido explotada por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.
  • Francia culminó su conquista de Indochina y aunque el reino de Siam (actual Tailandia) permaneció independiente.
  • La debilidad de China originó que los británicos libraran con ellos las guerras del Opio. En la primera (1839-1842) China cedió a los británicos Hong Kong y abrió sus puertos al comercio internacional. En la segunda (1856-1860) supuso la apertura de nuevos enclaves y la libertad para los extranjeros para viajar al interior de China. La resistencia china a la penetración extranjera se manifestó en la revuelta de los bóxers (1899-1901).

En la zona del Pacífico, la colonización oriental no planteó excesivos problemas. Reino Unido y Francia habían sido las únicas potencias presentes hasta que Estados Unidos y Alemania irrumpieron y obligaron a establecer acuerdos para delimitar las zonas de influencia en la región.

5. La España de Isabel II y el Sexenio Democrático

El reinado de Isabel II

Fernando VII había derogado la Ley Sálica, y tras su muerte en 1833, su hija Isabel tenía 3 años de edad, por lo que asumió la regencia su madre, María Cristina, hasta el año 1840.

Los carlistas eran los partidarios de que la Corona hubiese pasado al hermano de Fernando, Carlos María Isidro. Como no fue así, iniciaron una guerra que duró hasta 1839 (I Guerra Carlista) y que terminaría con el Convenio de Vergara, en el que el general carlista Maroto se rendía ante Espartero, general isabelino.

En 1840 asumiría la regencia el general Espartero, hasta que en 1843 Isabel II fue proclamada reina. Durante su reinado (1833-1868), se produciría el triunfo del liberalismo frente al absolutismo, pero los liberales a su vez estaban divididos en moderados y progresistas:

  • Moderados: Defendían una soberanía compartida entre rey y Cortes con un sufragio censitario restringido. Su principal figura fue el general Narváez.
  • Progresistas: Su figura más representativa fue el general Prim. Estaban a favor de la soberanía nacional y de un sufragio más amplio. Llevaron a cabo adelante el proyecto de desamortización que consistió en la venta privada de las tierras que habían pertenecido a la iglesia y municipios. Hubo dos grandes episodios desamortizadores:
    • El de Mendizábal en 1837, que afectó a las tierras de la iglesia.
    • El de Pascual Madoz (1854-1856) centrado en las tierras municipales.

Finalmente, la oposición de los partidos demócratas y republicanos a Isabel II y los escándalos de la corte, acabarían con su reinado en 1868.

El Sexenio Democrático

En 1868 la Revolución Gloriosa derrocó a Isabel II. La historia política de los siguientes seis años se divide en varios periodos:

  • Revolucionario y constituyente (1868-1869): En esta etapa se aprobó la constitución de 1869 y se optó por volver a la monarquía.
  • Búsqueda de un rey (1869-1870): Entre las candidaturas a posible rey, venció la de Amadeo de Saboya. Pero antes de su llegada, su principal valedor, el general Prim, fue asesinado.
  • Monarquía democrática de Amadeo I (1871-1873): Sin Prim, el reinado de Amadeo estuvo lleno de dificultades. Carlistas, Alfonsinos y republicanos se unieron para derrocarle. Finalmente, Amadeo abdicó en 1873 y abandonó España.
  • República Federal (1873-1874): Se proclamó la I República. La guerra de Cuba y la tercera guerra carlista crearon un clima de intranquilidad constante.
  • República Autoritaria (1874): El general Serrano dio un golpe de estado y ejerció el poder de manera autoritaria. La guerra de Cuba y la carlista siguieron durante esta etapa. Finalmente, se optó por la restauración de los Borbones en la figura de Alfonso XII.

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