El Sistema Canovista: Auge y Caída de la Restauración Borbónica en España (1874-1931)

Características y funcionamiento del sistema canovista

La etapa de la Restauración sería resultado del fracaso de la experiencia republicana (1873-1874) y del golpe de Estado de Martínez Campos (diciembre de 1874) que permitió la llegada de Alfonso XII, hijo de Isabel II. En esta etapa, destacan varios acontecimientos como el reinado de Alfonso XII (1875-1885), la regencia de María Cristina (1885-1902) con la Guerra de Cuba (1898) y el reinado de Alfonso XIII (1902-1931) destacando algunos hechos como el intento de regeneración (1902-1912), años de crisis hasta 1923, la Dictadura de Primo de Rivera (1923-30) y la «Dictablanda» de Berenguer (1930-31).

El sistema político que imperó durante esta época, cuyo principal representante era Antonio Cánovas del Castillo, se basaba en la hegemonía de dos partidos: el Conservador y el Liberal. Antonio Cánovas, apoyado en el partido alfonsino, ideó un programa conservador basado en el apoyo de las clases medias y altas y, bajo el lema “Paz y orden”. El nuevo sistema pretendía subordinar el poder militar al civil. Además, Cánovas redactó el Manifiesto de Sandhurst que establecía como ideas básicas del sistema la monarquía constitucional y la tradición católica.

Los partidos políticos durante la Restauración

Como he dicho anteriormente, la hegemonía de este régimen se basaba en la creación de dos partidos políticos. Por una parte, el Partido Conservador dirigido por Cánovas del Castillo y formado por los liberales, unionistas y progresistas con el objetivo de defender el orden social y los valores de la Iglesia y, por otra parte, el Partido Liberal dirigido por Sagasta y formado por parte de los progresistas, demócratas y ex republicanos moderados, los cuales eran partidarios de reformas sociales y educativas.

Principios del proyecto canovista

El proyecto canovista se asentaba sobre diversos principios como es el pragmatismo político, la defensa de la tradición política, la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, el pesimismo, conocido por la historia de la decadencia española; a esto hay que sumar, el intento de rebajar la influencia del ejército en la política y el fraude electoral como manera de favorecer a los grupos dominantes.

La Constitución de 1876

También, se promulgó la Constitución de enero de 1876, la ley de mayor vigencia en la Historia Contemporánea de España, que se creó como punto intermedio entre las constituciones de 1845 y 1869. Esta constitución se elaboró mediante el espíritu de partido: el Pacto. Esta se basaba en la soberanía compartida, el derecho de sufragio, que quedaría en manos del gobierno y se aplazaría para leyes posteriores como la Ley electoral de 1890, y el establecimiento de un Estado confesional con libertad religiosa que también quedaría en manos del gobierno. Este proyecto consideraba a la monarquía no como la representación del Estado. Además, se le atribuía un triple papel: expresión de la continuidad histórica, garantía del orden social y la figura del monarca como cabeza del ejército y regulador de los tres poderes.

El caciquismo y la oligarquía

El régimen de la Restauración era oligárquico, corrupto y dominado por un reducido grupo que ignoraba las peticiones de las clases populares. Las bases políticas se asentaban en las relaciones de patronazgo y clientelismo cuyos ejes principales eran los altos cargos de Madrid, los gobernadores civiles y los caciques locales.

El turnismo y los partidos excluidos

El funcionamiento de este proyecto tenía como base un sistema bipartidista con dos partidos principales que se caracterizaban por una fuerte indefinición ideológica, y otros partidos excluidos del poder político como son los republicanos divididos en los radicales con Ruiz Zorrilla y los unitarios con Pi i Margall; al margen del sistema surgieron los movimientos socialistas y anarquistas de base obrera y, los movimientos nacionalistas como PNV y la Liga Regionalista.

El fraude electoral

Otro elemento que apareció en 1881, fue el turnismo que trataba de establecer mediante la manipulación electoral una democracia puramente formal o “sistema liberal sin democracia”. En primer lugar, el rey llamaba a gobernar al partido en la oposición; después, se disolvían las Cortes y se creaban unas nuevas con mayoría para el nuevo gobierno. Este sistema se consolidó con la regencia de María Cristina, el gobierno largo liberal y el acuerdo entre Cánovas, Sagasta y María Cristina para turnarse en el poder conocido como el Pacto de El Pardo.

El fraude electoral, clave principal del sistema restaurador, podía ser la fabricación de los resultados electorales mediante el encasillamiento de los candidatos en las distintas provincias y el control de las votaciones de estos o como último recurso, el pucherazo que consistía en la manipulación directa de los votos.

El reinado de Alfonso XII y la Regencia de María Cristina

Este proyecto se pondría en marcha con el reinado de Alfonso XII (1876-1885) y con la “dictadura canovista”, conocida así por su fuerte carácter autoritario, cuyo objetivo era el de consolidar la monarquía restaurada y construir un sistema de orden y centralizado.

Seguidamente, llegaría al poder el Partido Liberal con Sagasta a la cabeza hasta 1885. Este fue un gobierno modernizado, basado en la política librecambista que afectó a los industriales, la mejora del sistema monetario, la ampliación del sufragio sin llegar a ser sufragio universal, etc.

Sagasta llegaría a su fin en el gobierno tras el enfrentamiento con Francia y la sublevación de los republicanos. A finales del reinado de Alfonso XII, Cánovas se pondría al frente del gobierno. En este contexto, Alfonso XII moría en noviembre de 1885 y su viuda María Cristina de Habsburgo-Lorena llegaba a la regencia con la continuidad del sistema de la Constitución de 1876. Ante la amenaza de la vuelta de Isabel II, se firmó el llamado Pacto de El Pardo que aseguraba la llegada de Alfonso XIII.

En este periodo, Sagasta ocuparía el gobierno (1885-1890) dando lugar a varias reformas liberales entre las que destacan la ley de jurados de 1888, la ley de sufragio universal de 1890 que suponía el establecimiento de la democracia, aunque continuó el fraude político, etc. A pesar de ello, Sagasta abandonó el poder en 1890.

Los problemas coloniales y la Guerra de Cuba

En esta fase, seguirían los problemas coloniales que habían comenzado durante el Sexenio. Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que aún no estaban independizadas, exigían la independencia. Puerto Rico consiguió la autonomía en 1872, quedando bajo el dominio de la alta elite económica; en Cuba, el sector español se enfrentó a las reformas presentadas por el gobierno cubano, lo cual trajo consigo la aparición de movimientos independentistas dirigidos por el Partido Revolucionario Cubano de José Martí; en las islas Filipinas, Maura intentó introducir reformas autonomistas ante las cuales los sectores más poderosos y el clero reaccionaron negativamente.

La guerra contra Estados Unidos y el Tratado de París

La última etapa de este proceso se produjo entre 1895 y 1898; en un primer momento hubo un enfrentamiento entre españoles y cubanos caracterizado por cuatro etapas principales: la sublevación y muerte de José Martí en 1885, una segunda etapa con Martínez Campos y un mayor avance, la época de Weyler y por último, la llegada de EEUU. El imperio estadounidense con la intención de imponer su poder en la isla, utilizó como excusa el hundimiento del acorazado Maine, para entrar en el conflicto derrotando a España en dos batallas: Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba. De esta manera, tras el Tratado de París, España concedió Puerto Rico, Filipinas y Guam a EEUU y la independencia Cuba.

El Regeneracionismo

Este suceso trajo consigo el espíritu de “regeneracionismo” que se convertiría en parte del programa de los conservadores con Maura o Silvela y de los liberales como Canalejos o Alba. La regeneración política no tuvo éxito, ya que no se pretendía cambiar el sistema y, los intelectuales de la época como la Generación del 98 cuestionaban la capacidad del pueblo español para progresar culturalmente.

El reinado de Alfonso XIII y la crisis del sistema

Esta derrota dio comienzo al final del sistema de la Restauración y sería el antecedente de la llegada al trono de Alfonso XIII (1902-1931), una etapa caracterizada por intentos de reformas, nuevos políticos y una crisis continua donde destacan acontecimientos como la Semana Trágica de Barcelona con la movilización de los reservistas (1909), la Crisis de 1917 con la Asamblea del Parlamento con setenta diputados y senadores de la Lliga Regionalista, republicanos, socialistas e incluso algún miembro del partido liberal constituyeron en Barcelona que demandaba un cambio de gobierno y la convocatoria de Cortes Constituyentes y la Primera Huelga General; el Desastre de Annual (1921) con Gobiernos de Concentración y Gestión. Desde el 23 de septiembre de 1923 y ante el descontento general, tuvo lugar la Dictadura de Primo de Rivera con el consentimiento de Alfonso XIII y, en 1930, Primo de Rivera, sin muchos apoyos, daría paso a la «Dictablanda» de Berenguer.

La oposición al sistema canovista

El sistema restaurador, como la mayoría de sistemas, tuvo que hacer frente a la oposición diversos sectores.

El Carlismo

En 1876, Carlos VII abandonó España, dejando libre el camino para el sistema canovista. La tensión interna del partido trajo consigo una escisión integrista en 1888 que dio lugar a las Juntas Tradicionalistas; aunque, la división interna del carlismo se hizo patente durante el todo el siglo.

Los Nacionalismos

También aparecieron los nacionalismos, entre los que destacaban:

  • El nacionalismo catalán: nace en los años 30 del siglo XIX como movimiento literario que acabaría derivando en la política, cuyo objetivo era la defensa de la cultura catalana (Renaixença). Durante la Restauración, aparecerían dos modelos alternativos de catalanidad: el republicanismo federal catalán de Valentí Almirall y el catalanismo conservador, el catalanismo católico de Torres i Bagés y la Unión Catalanista, los cuales pondrían las bases de la Manresa (1892) y del primer partido catalán, la Liga Regionalista (1901).
  • El nacionalismo vasco: liderado por Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco en 1895 (PNV), que se cimentó en el fuerismo, dividido, tras la derrota de los carlistas, entre los Euskaros navarros (defensa de la unión vasco-navarra) y los Euskalerríacos vizcaínos (defensa del autonomismo); la guerras carlistas y la industrialización.
  • Otros nacionalismos: fueron el gallego que se estableció en el campo literario y cultural, el valenciano creado para la defensa de la lengua valenciana con Lo Rat Penat en 1878 y el andaluz sin mucha trascendencia.

El Republicanismo

La oposición republicana muy presente en la sociedad y dividida en cuatro corrientes: el Partido Positivista como el más moderado y dirigido por Emilio Castelar, el sector dirigido por Ruiz Zorrilla y Salmerón de raíz más radicales y basado en levantamientos como forma de acción, el sector institucionista con Salmerón y el Partido Federal con Pi i Margall fundamentado en la descentralización, el laicismo y el anticlericalismo.

El Movimiento Obrero

Por ultimo, se extenderá el movimiento obrero con la aparición del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) fundado por Pablo Iglesias en 1879, con ideología marxista; la Unión General de Trabajadores (UGT) creada en 1888 con una orientación socialista y el anarquismo, una doctrina introducida por Giuseppe Fanelli durante el Sexenio que se asentó sobre un sistema de acción terrorista con organizaciones como la Mano Negra.

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