El Sistema Político de la Restauración en España (1874-1923)

El Sistema Político de la Restauración en España (1874-1923)

Orígenes de la Restauración

El período isabelino significó la hegemonía del Partido Moderado, que defendía el nuevo régimen liberal surgido tras la crisis del Antiguo Régimen, pero en sentido restrictivo, siguiendo lo que se conoce como liberalismo doctrinario.

Este régimen, que significaba el predominio político de los propietarios agrarios beneficiados por la desamortización y las clases conservadoras, bloqueaba el acceso al poder de los partidos de oposición, para quienes no quedaba otro recurso que el pronunciamiento o la revolución.

Esta situación se quebró en 1868, dando paso a una agitada etapa que se prolongó durante 6 años y que conoció varios regímenes políticos: Regencia, Monarquía democrática de Amadeo de Saboya, República Federal y República conservadora, en los que fueron poniéndose en práctica los diferentes proyectos de la coalición que hizo posible la revolución.

La profundización de los principios liberales en sentido democrático, la defensa de las libertades y el peso político que adquirieron pequeña burguesía y clases populares no eran fácilmente admisibles para quienes habían controlado el poder en las décadas anteriores. La agitación y los conflictos bélicos (guerra carlista, guerra de Cuba, conflicto cantonal) impulsaron a las clases conservadoras a apostar por la restauración de la monarquía.

Sin embargo, el acuerdo no fue fácil entre los restauracionistas. Un importante núcleo «moderado» optaba por la continuidad con el período isabelino. Pese a las dificultades encontradas, el político malagueño Antonio Cánovas del Castillo, procedente de las filas de la Unión Liberal, a quien se encargaron los trabajos restauradores, se decidió por la persona del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II, y por un sistema político más abierto, donde se reconocieron progresivamente los derechos individuales del sexenio y en el que la oposición pudiera acceder al poder por vías pacíficas.

El proceso de aglutinación de las fuerzas defensoras de la restauración borbónica, que no fue fácil, tuvo como hito la publicación por parte del príncipe Alfonso de su programa como rey. Ese documento es conocido como el Manifiesto de Sandhurst, cuyo nombre viene de la academia militar inglesa donde se encontraba realizando sus estudios.

Finalmente, aunque Cánovas era partidario de una transición pacífica, el príncipe fue proclamado como nuevo rey tras el pronunciamiento de Sagunto, protagonizado por el general Martínez Campos.

Marco Cronológico

Es el período de tiempo de la historia de España comprendido entre 1874 y 1923. Durante esta etapa se sucedieron el reinado de Alfonso XII (1874-1885), la Regencia de Mª Cristina (1885-1901) y Alfonso XIII (1901-1931).

El término Restauración se refiere a que supuso la vuelta al trono de los Borbones, que lo habían perdido tras la revolución de septiembre de 1868, llamada «La Gloriosa», que derrocó a la reina Isabel II, madre de Alfonso XII.

La Restauración comenzó el 29 de diciembre de 1874, con el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto, que supuso el final de la I República, presidida entonces por el general Serrano.

Los casi 50 años de duración de este período concluyeron con otro pronunciamiento militar el 13 de septiembre 1923, que dio paso a la dictadura de Primo de Rivera.

El Sistema Político de la Restauración

Todos los historiadores coinciden en que el artífice fundamental de la Restauración fue Cánovas del Castillo. Conviene conocer, por tanto, cuáles fueron sus preocupaciones principales.

Cánovas había sido ministro en tiempo de Isabel II por la Unión Liberal. Si bien era opuesto al exclusivismo del Partido Moderado, tampoco era partidario de las libertades reconocidas en el sexenio. Sin embargo, Cánovas llegó a la conclusión de que la única salida a la agitada política española del XIX, salpicada de pronunciamientos y revoluciones, era articular un sistema político en que las oposiciones pudieran ocupar el poder por vías pacíficas. A este sistema se le conoció como turnismo.

El turnismo se basó en la creación de dos grandes partidos, uno en sentido conservador, liderado por el propio Cánovas, el Partido Liberal-Conservador, y otro en sentido liberal, heredero del régimen de libertades del sexenio, presidido por el político riojano Práxedes Mateo Sagasta y conocido como Partido Liberal-Fusionista. A estos dos partidos les correspondía agrupar al máximo número posible de grupos y facciones, con el único requisito de aceptar la monarquía alfonsina. Por este motivo, se les conocía como partidos dinásticos.

Estos dos partidos se «turnarían» en el poder (de ahí el nombre de turnismo). A cada mandato de un partido le sucedía un gobierno del otro. De esta forma, aunque se dejaba fuera a las minorías carlista y republicana, se garantizaba una importante estabilidad, que se tradujo en la larga duración del régimen.

Claro que para ello había que basarse en un sistema no democrático, aunque fuera de carácter representativo. Es decir, se elegía un parlamento, pero las prácticas caciquiles y el gran pacto entre los dos partidos hizo que siempre ganara las elecciones el partido que las convocaba. En un sistema democrático, el partido que gana las elecciones forma el gobierno. En el sistema de la Restauración, en cambio, el rey nombraba el gobierno, y después se hacían las elecciones para que ese gobierno tuviera una mayoría parlamentaria con la que gobernar. Esto hizo que el sistema electoral de la Restauración tuviera que descansar sobre el caciquismo.

Partidos Políticos

Los dos grandes partidos de la Restauración fueron el Partido Liberal-Conservador y el Partido Liberal Fusionista, conocidos como «liberales» y «conservadores» respectivamente. Fueron los únicos partidos que ocuparon el gobierno en este período.

No se trataba de partidos modernos de masas, tal como los conocemos hoy, con sus sedes, agrupaciones, y afiliados. Se trataba de partidos de notables, es decir, la reunión de varios líderes políticos con sus respectivas clientelas, sus órganos de prensa, sus apoyos locales. Así, cada uno de estos políticos lideraba una facción. La misión del líder era mantener unidas a las diferentes facciones del partido, y repartir los beneficios del poder equilibradamente entre ellos. Si un partido perdía la unidad interna mientras estaba en el gobierno, el rey podía quitarle su confianza y llamar a la oposición para que formara nuevo gobierno y convocara las elecciones, mediante lo que se conocía como «decreto de disolución». Por ello, era necesario que el líder del partido fuera una figura con el carisma suficiente como para aglutinar en su torno a todas las facciones. Durante el último cuarto de siglo, Cánovas y Sagasta fueron los líderes indiscutibles, pero tras su muerte se sucedieron las divisiones internas a sus respectivos partidos.

El Partido Liberal-Conservador fue el primero de los dos que se constituyó. Su líder era Antonio Cánovas del Castillo, quien intentó aglutinar en su seno a los antiguos moderados partidarios de Isabel II (aunque anulándoles políticamente), y a los miembros de la Unión Liberal, incluidos aquellos que, como Romeo Robledo, apoyaron la revolución de 1868. También englobó en sus filas a personalidades destacadas, como el general Martínez Campos (aunque luego pasó a las filas liberales) y también a grupos cercanos al tradicionalismo, pero que aceptaban la legitimidad alfonsina, como la Unión Católica de Alejandro Pidal.

A la muerte de Cánovas, el partido tuvo dificultades para encontrar su relevo, y comenzaron divisiones internas entorno a figuras emblemáticas del partido: Silvela, Maura, Dato…

El Partido Liberal-Fusionista surgió más tarde, ya que las facciones que lo iban a componer estaban desorganizadas tras el fracaso del sexenio. El proceso, que no fue fácil, se consolidó en 1881, cuando accedieron al poder bajo la dirección de Sagasta, su líder durante el último cuarto de siglo. Su programa fundamental era desarrollar los derechos de la Constitución de 1869.

En el fusionismo se fueron dando cita los diferentes partidos monárquicos del sexenio: constitucionalistas, radicales… En su política de atracción hacia la izquierda también absorbieron a finales del XIX a los posibilistas de Emilio Castelar.

Al igual que ocurrió con los conservadores, la muerte de Sagasta supuso la división interna de las diferentes facciones. A ello se sumó el hecho de que su programa político estaba agotado a la altura del cambio de siglo, por lo que fueron desarrollando nuevos rasgos en su identidad, como el anticlericalismo.

La característica fundamental del republicanismo, o mejor, de los republicanismos, fue precisamente su división. Los más conservadores eran los posibilistas de Castelar, que terminaron en el Partido Liberal. La facción más numerosa, y la que contaba con una mayor implantación popular, era el Partido Republicano Federal, liderado por Francisco Pi i Margall.

Si bien denunciaron el caciquismo en múltiples ocasiones, no acaban de escapar a él. Tampoco eran partidos de masas, aunque su sustento popular era mayor, especialmente en las ciudades.

Uno de los movimientos políticos y sociales más característicos, y a la vez controvertidos, de la historia contemporánea española es el carlismo, sobre el cual los especialistas no terminan de mostrarse de acuerdo. Durante la Restauración, el carlismo, que había sido derrotado militarmente en 1876, tardó en reorganizarse, y no participó apenas en las elecciones anteriores a 1890. A partir de ese momento, sólo tuvo cierta fuerza en las provincias forales (Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya), aunque en ocasiones se ha sobrevalorado su implantación en aquellas. El carlismo también sufrió divisiones, la más importante de las cuales dio lugar al Partido Integrista.

Las Opciones Republicanas Durante el Último Cuarto del Siglo XIX

El rasgo más característico del republicanismo fue, durante los veinticinco años finales del siglo, su atomización y la división interna en multitud de tendencias irreconciliables. Formado en su cúpula por intelectuales y profesionales, en realidad nunca había constituido un partido único, de ideología nítida y táctica uniforme. Después del golpe de Pavía, la distancia que separaba a hombres como el conservador Castelar, el krausista Salmerón, el radical Ruiz Zorrilla o los federalistas Figueras y Pi, también enfrentados entre sí, se agrandó. Tras la Restauración, Ruiz Zorrilla, quizás el que gozaba de mayor respaldo pese a su actitud frente a la I República, hubo de exiliarse, al descubrirse sus primeros intentos de organizar un pronunciamiento republicano. Desde entonces, continuó conspirando en el exilio sin mucho éxito, puesto que los diversos intentos de golpe que en la década de los ochenta se llevaron a efecto, fracasaron estrepitosamente, porque el régimen de Cánovas había conseguido desactivar el golpismo en los cuarteles.

Los demás organizaron diversos partidos republicanos. Eran grupos reducidos, partidos de notables formados por comités, que casi siempre limitaban su actuación a la época de las elecciones, y que invariablemente obtenían un puñado de escaños, asegurando así a sus líderes la supervivencia política. Los diferentes intentos de unidad chocaban con las intransigencias ideológicas y personales, pero eso no impidió que fueran vistos con recelo por parte de los partidos del turno y de las clases dirigentes, especialmente ante el radicalismo reformista que algunos de sus programas presentaban. Sus posibilidades de éxito eran en realidad muy pequeñas. Ya no tenían el respaldo de importantes sectores obreros, como había ocurrido en la etapa del sexenio, y que ahora se encuadraban claramente en el movimiento socialista o anarquista, tampoco tenían el apoyo de las burguesías periféricas, que ya no buscaban el respaldo a la descentralización en la república, sino en los nacientes partidos regionalistas y nacionalistas. Aun así, en la década de los noventa el movimiento republicano consiguió mejorar sus resultados electorales, gracias a la implantación del sufragio universal. Mantuvo una representación cercana a la veintena de diputados en la mayoría de las legislaturas, además de obtener alguna victoria sonada en las elecciones municipales, como en 1892, cuando logró triunfar en Madrid y en otras 8 capitales de provincia.

El Republicanismo Durante el Reinado de Alfonso XIII (1902-1931)

El republicanismo fue la principal fuerza de la oposición política y constituyó de modo permanente la minoría parlamentaria de oposición más numerosa. Con el nuevo siglo se produjo una evolución del republicanismo histórico a otro de nuevo cuño en el que perdieron protagonismo los antiguos partidos y los viejos líderes que habían sido hegemónicos en el período anterior. Este nuevo republicanismo se caracterizó por ser un amplio movimiento social, de carácter reformista, que agrupó a sectores de la burguesía librepensadora y a amplias capas de las clases populares.

Con la finalidad de dar unidad al republicanismo, en 1903, nació Unión Republicana, coalición que intentaba agrupar a los diferentes grupos republicanos alrededor de la figura del veterano Salmerón, y que consiguió un éxito notorio en las elecciones de ese mismo año. Sin embargo, las disidencias en su interior llevaron al declive a la nueva formación política. Las mayores discrepancias las planteó Alejandro Lerroux, un joven político que había conseguido controlar el republicanismo barcelonés y darle un fuerte impulso, poniendo énfasis en la necesidad de propiciar movimientos insurreccionales a favor de la república y de enfrentarse al catalanismo.

En 1908, Lerroux creó su propio grupo, el Partido Radical, el cual con un discurso profundamente demagógico, anticlerical y supuestamente revolucionario, logró influir en amplios sectores de la clases populares barcelonesas. Hacia 1910, después de la Semana Trágica, perdió buena parte de su influencia, moderó su discurso y su ideario y se trasladó a Madrid. En Valencia, Vicente Blasco Ibáñez impulsó el blasquismo, un movimiento con un discurso populista y anticlerical que presentaba notables semejanzas con el lerrouxismo y que consiguió hacerse con el control del ayuntamiento de Valencia.

Un carácter muy distinto tuvo el Partido Reformista, creado en 1912 por Melquíades Álvarez y que tuvo en sus filas a conocidos intelectuales como José Ortega y Gasset y Manuel Azaña. Pretendía abandonar el viejo radicalismo republicano para ofrecer un programa basado en la democratización profunda de la vida política. Aunque tuvo cierta influencia entre la intelectualidad, no consiguió una implantación efectiva ni entre las clases medias ni entre los trabajadores.

El Sistema Canovista.
La Constitución de 1876 y el Turno de Partidos.
La Oposición al Sistema.
Regionalismo y Nacionalismo.

El Sistema Canovista. La Constitución de 1876 y el Turno de Partidos

El sistema político de la Restauración está absolutamente ligado a la figura de Antonio Cánovas del Castillo. Antiguo ministro de la Unión Liberal, su pensamiento político fue reaccionario y antidemocrático, siempre fue contrario al sufragio universal. Sin embargo, fue un político pragmático y realista que buscó el consenso entre las fuerzas liberales en las que se cimentó el régimen de la Restauración. Tras ser el artífice de la vuelta al trono de los Borbones y configurarse como la gran figura política del nuevo régimen, fue asesinado en 1897 por el anarquista Angiolillo.

Cánovas era partidario de mantener a los Borbones y el viejo sistema liberal antidemocrático basado en el sufragio censitario. Defendía la idea moderada de la soberanía compartida de rey y Cortes, en un punto intermedio entre el Antiguo Régimen y monarquía democrática de 1869.

Sin embargo, era consciente de que era necesario renovar el agotado programa de los moderados. Estas eran las novedades que propuso:

  • Alfonso XII debía reemplazar a la impopular Isabel II. Cánovas consiguió que la reina renunciara a sus derechos al trono en 1870.
  • Había que terminar con las continuas intervenciones del ejército, fuente continua de inestabilidad política.
  • Había que crear un sistema bipartidista basado en dos partidos burgueses que pacíficamente se fueran turnando en el poder. Estos dos partidos serían el que él creo, el Partido Conservador, que debía sustituir al agotado Partido Moderado, y el Partido Liberal, dirigido por el antiguo progresista Práxedes Mateo Sagasta, que sería el heredero de los ideales de 1869 adaptados a los límites del sistema canovista.

La Constitución de 1876

El régimen de la Restauración se dotó de una nueva constitución que, en lo fundamental, es heredera de la moderada de 1845. Se reunieron unas Cortes Constituyentes con mayoría canovista. En ellas se debatió y aprobó un anteproyecto redactado por Alonso Martínez, aunque su verdadero inspirador fue el propio Cánovas del Castillo.

Principales rasgos de la Constitución:

  • Soberanía compartida Cortes con el Rey. Lo que significaba la negación de la idea de soberanía nacional.
  • Cortes bicamerales:
    • Congreso elegido
    • Senado en el que se representan las clases poderosas del país:
      • Senadores “de derecho propio”: grandes de España y jerarquías eclesiásticas y militares
      • Senadores “vitalicios”, nombrados por el rey
      • Senadores elegidos por sufragio censitario de los mayores contribuyentes.
  • Fortalecimiento del poder de la Corona que se constituyó como eje del Estado:
    • Poder ejecutivo: designación de los ministros y mando directo del ejército
    • Poder legislativo compartido con las Cortes:
      • Derecho de veto absoluto sobre las leyes aprobadas por las Cortes
      • Poder de convocar, suspender o disolver las Cortes
  • Reconocimiento teórico de derechos y libertades, que en la práctica fueron limitados o aplazados durante los gobiernos de Cánovas.
  • No se especifica el tipo de sufragio para elegir el Congreso. Posteriormente, bajo el gobierno del Partido Conservador de Cánovas se aprobó la Ley Electoral de 1878 que establecía el voto censitario, limitado a los mayores contribuyentes.
  • Recorte de la libertad religiosa. Religión católica es declarada religión oficial del Estado.

El Reinado de Alfonso XII (1875-1885): El Turno de Partidos

Cánovas diseñó un sistema basado en el turno pacífico de dos partidos en el poder. El Partido Conservador, dirigido por el propio Cánovas del Castillo y heredero del moderantismo, y Partido Liberal, liderado por Sagasta, al que se unirán progresistas y demócratas del sexenio. Sagasta a menudo hablaba como un progresista radical, pero actuaba de una manera moderada y pragmática.

El sistema de turno tuvo la gran virtud de garantizar la alternancia pacífica en el poder, poniendo fin durante un largo periodo al intervencionismo militar y a los pronunciamientos. Sin embargo, el turno fue un puro artificio político, destinado a mantener apartados del poder a las fuerzas que quedaban fuera del estrecho sistema diseñado por Cánovas: las fuerzas de izquierda, el movimiento obrero, los regionalismos y nacionalismos.

El turno en el poder no era la expresión de la voluntad de los electores, sino que los dirigentes de los partidos lo acordaban y pactaban previamente. Una vez acordada la alternancia, y el consiguiente disfrute del presupuesto, se producía el siguiente mecanismo:

  • El rey nombraba un nuevo jefe de gobierno y le otorgaba el decreto de disolución de Cortes
  • El nuevo gobierno convocaba unas elecciones completamente adulteradas, “fabricaba” los resultados mediante el “encasillado”, la asignación previa de escaños en los que se dejaba un número suficiente a la oposición.

Este sistema de adulteración electoral no fue único de la España de la época, el “transformismo” en Italia y el “rotativismo” en Portugal fueron sistemas similares.

El Caciquismo

El fraude electoral generalizado que caracterizó el sistema del turno tiene lugar en el contexto de un país agrario y atrasado. La clave de la adulteración electoral estaba en los “caciques”, que eran los encargados de llevar a la práctica los resultados electorales acordados por las élites de los partidos.

Los caciques eran personajes ricos e influyentes en la España rural (terratenientes, prestamistas, notarios, comerciantes…), quienes siguiendo las instrucciones del gobernador civil de cada provincia, amañaban las elecciones. Los gobernadores habían sido a su vez informados por el ministro de Gobernación de los resultados que «debían» de salir en sus provincias, siguiendo el «encasillado» acordado por las élites políticas.

Los métodos desplegados por los caciques durante los elecciones fueron muy variados: violencia y amenazas; cambio de votos por favores (rebajas de impuestos, sorteo de quintos, saldo de préstamos, agilizar expedientes que se eternizaban en las oficinas estatales…); o simplemente trampas en las elecciones, el conocido popularmente como el “pucherazo”.

La prematura muerte de Alfonso XII en 1885 abrió el período de la Regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902) hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII. Tras la muerte del rey, Cánovas y Sagasta reafirmaron en el denominado Pacto del Pardo (1885) el funcionamiento del sistema de turno.

En el denominado «gobierno largo» de Sagasta (1885-1890) se aprobaron diversas medidas de reforma política:

  • 1887: Libertades de cátedra, asociación y prensa, suprimiendo la censura
  • 1890: Sufragio universal masculino

Sin embargo, el sistema de turno siguió basándose en la adulteración sistemática de las elecciones, aunque el sufragio universal permitió que los republicanos obtuvieran un puñado de diputados en las ciudades, donde no funcionaba el caciquismo.

La Oposición al Sistema

Varios grupos políticos, sociales e ideológicos se opusieron con escaso éxito hasta 1923 al régimen de la Restauración:

  • Los carlistas. Fuerza cada vez más residual que, finalmente, había decidido renunciar a las armas. Con fuerza en el País Vasco y Navarra, nunca consiguieron más del 3% en las elecciones en que se presentaron.
  • Los partidos republicanos. Con su base social en las clases medias urbanas, estos grupos defendieron la democratización del régimen y diversas reformas sociales. Estuvieron bastante desorganizados, destacando los republicanos moderados de Melquíades Álvarez y el Partido Radical Republicano, fundado en 1908 por Alejandro Lerroux, un político populista y demagogo que en sus primeros años en la carrera política destacó por su anticlericalismo.
  • El movimiento obrero: anarquistas y socialistas. Tras el nacimiento de la sección española de la AIT durante el sexenio gracias a la labor del anarquista Fanelli y el marxista Lafargue, tras el golpe de Pavía en 1874 los «internacionalistas», el movimiento obrero, fue reprimido. Al igual que en toda Europa, la ruptura entre Marx y Bakunin en el Congreso de La Haya en 1872 propició la escisión de las fuerzas obreras:
    • Anarquistas: grupo mayoritario en España. Tras la Ley de Asociaciones de 1881, aprobada por el gobierno liberal de Sagasta, se lanzaron a una intensa actividad organizativa y de luchas sociales. En 1881 nació la Federación de Trabajadores de la Región Española, en la que destacó Anselmo Lorenzo, uno de los principales líderes de los inicios del movimiento anarquista.
      A partir de 1901 diversos grupos se organizaron en torno a la publicación “Solidaridad Obrera”. Finalmente en el congreso en Barcelona (1910), nació la Confederación Nacional del Trabajo, la CNT, el mayor sindicato español con gran fuerza entre los obreros agrícolas andaluces y los obreros industriales catalanes.
      Los anarquistas defendieron una ideología colectivista, libertaria, apolítica, anticlerical y revolucionaria.
    • Socialistas: minoritarios en nuestro país. Todavía de forma clandestina, en 1879 nació en Madrid el Partido Socialista Obrero Español, PSOE, con Pablo Iglesias como principal figura. En 1888, el PSOE celebró su primer congreso y se fundó la Unión General de Trabajadores, la UGT, sindicato socialista.
      Opuestos a los anarquistas, los socialistas mantuvieron una ideología colectivista, anticlerical y antiburguesa, pero más moderada que la de la otra gran corriente del movimiento obrero español. Partidarios de la lucha política, Pablo Iglesias fue elegido diputado en 1910.
  • La oposición intelectual. Pensadores, profesores universitarios, novelistas contrarios a un sistema que impedía la modernización del país y la aproximación a la Europa avanzada.
  • El regionalismo y nacionalismo en Cataluña y el País Vasco.

Regionalismo y Nacionalismo

A fines del siglo XIX, nacen en Cataluña y el País Vasco movimientos que cuestionan la existencia de una única nación española en España. El punto de partida de los argumentos nacionalistas consiste en afirmar que Cataluña y el País Vasco son naciones y que, por consecuencia, tienen derecho al autogobierno. Esta afirmación la basan en la existencia de unas realidades diferenciales: lengua, derechos históricos (fueros), cultura y costumbres propias. Estos movimientos tendrán planteamientos más o menos radicales: desde el autonomismo al independentismo o separatismo.

El Nacionalismo Catalán

Cataluña y los demás reinos de la Corona de Aragón habían perdido sus leyes y fueros particulares con los Decretos de Nueva Planta, tras la Guerra de Sucesión.

Durante el siglo XIX, el siglo del nacionalismo en toda Europa, el sentimiento nacionalista se reavivó entre una burguesía que estaba protagonizando la revolución industrial. El regionalismo y el nacionalismo catalán se fue construyendo en varias etapas:

  • En la década de 1830, en pleno período romántico, se inicia la Renaixença, movimiento intelectual, literario y apolítico, basado en la recuperación de la lengua catalana.
  • En 1882, Valentí Almirall creó el Centre Català, organización política que reivindicaba la autonomía y denuncia el caciquismo de la España de la Restauración.
  • Enric Prat de la Riba fundó la Unió Catalanista (1891) de ideología conservadora y católica. Al año siguiente, esta organización aprueba las denominadas Bases de Manresa, programa en el que se reclama el autogobierno y una división de competencias entre el Estado español y la autonomía catalana. Fuertemente nacionalista, la Unió Catalanista no tuvo planteamientos separatistas.
  • En 1901 nace la Lliga Regionalista con Francesc Cambó con principal dirigente y Prat de la Riba como ideólogo. Es un partido conservador, católico y burgués con dos objetivos principales:
    • Autonomía política para Cataluña dentro de España. La Lliga nace alejada de cualquier independentismo. Cambó llegó a participar en el gobierno de Madrid, pese a no conseguir ninguna reforma ante el cerrado centralismo de los gobiernos de la Restauración.
    • Defensa de los intereses económicos de los industriales catalanes. Defensa de una política comercial proteccionista.

El nacionalismo catalán se extendió esencialmente entre la burguesía y el campesinado. Mientras tanto, la clase obrera abrazó mayoritariamente el anarquismo.

El Nacionalismo Vasco

A lo largo del siglo XIX, las sucesivas guerras carlistas no supusieron sino derrotas para el pueblo vasco, tras las cuales se fueron eliminando paulatinamente los fueros, en un complicado proceso que, iniciado por la ley de 25 de octubre de 1839 de reforma de los fueros vascos, culminó con la ley de 21 de julio de 1876, que supuso la definitiva liquidación del ordenamiento foral.

La defensa de los fueros vascos quedó ligada a la causa carlista durante el siglo XIX. Las sucesivas derrotas de los absolutistas llevaron a la abolición de los fueros en 1876. La burguesía vizcaína, enriquecida por la naciente revolución industrial, fue el terreno social en el que nació el nacionalismo vasco.

El Partido Nacionalista Vasco, PNV, (Euzko Alderdi Jeltzalea, EAJ) fue fundado por Sabino Arana Goiri en 1895. Este hombre, nacido en el seno de una familia carlista y ultracatólica, formuló los fundamentos ideológicos del nacionalismo vasco:

  • Independencia de Euskadi y creación de un Estado vasco independiente en el que se incluirían 7 territorios, 4 españoles (Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Navarra) y 3 franceses (Lapurdi, Benafarroa y Zuberoa)
  • Radicalismo antiespañol
  • Exaltación de la etnia vasca y búsqueda del mantenimiento de la pureza racial. Esta actitud racista implicaba la oposición matrimonio vascos y maketos (habitantes del País Vasco procedentes de otras zonas de España), rechazo y desprecio ante estos inmigrantes, en su mayoría obreros industriales.
  • Integrismo religioso católico: Arana afirmó “Euskadi se establecerá sobre una completa e incondicional subordinación de lo político a lo religioso, del Estado a la Iglesia”. El lema del PNV será “Dios y leyes viejas” este aspecto es un claro elemento de continuidad con el carlismo.
  • Promoción del idioma y de las tradiciones culturales vascas. Euskaldunización de la sociedad vasca y rechazo de la influencia cultural española, calificada de extranjera y perniciosa.
  • Idealización y apología de un mítico mundo rural vasco, contrapuesto a la sociedad industrial «españolizada».
  • Conservadurismo ideológico, tanto en el terreno social como en el político, que lleva al enfrentamiento con el PSOE, principal organización obrera en Vizcaya.
  • Denuncia del carácter españolista del carlismo.

La influencia social y geográfica del nacionalismo vasco fue desigual:

  • Se extendió sobre todo entre la pequeña y media burguesía, y en el mundo rural. La gran burguesía industrial y financiera se distanció del nacionalismo, y el proletariado, procedente en su mayor parte de otras regiones españolas, abrazó mayoritariamente el socialismo.
  • Se extendió en Vizcaya y Guipúzcoa. Su influencia en Álava y Navarra fue mucho menor.

el nacionalismo o regionalismo gallego y valenciano, finalmente, fueron fenómenos muy minoritarios.

el sistema político d la restauración

orígenes d la restauración

el período isabelino significó la hegemonía del partido moderado, q defendía el nuevo régimen liberal surgido tras la crisis del antiguo régimen, pero en sentido restrictivo, siguiendo lo q se conoce como liberalismo doctrinario.

este régimen, q significaba el predominio político d los propietarios agrarios beneficia2 x la desamortización y las clases conservadoras, bloqueaba el acceso al poder d los parti2 d oposición, para quienes no quedaba otro recurso q el pronunciamiento o la revolución.

esta situación se quebró en 1868, dando paso a una agitada etapa q se prolongó durante 6 años y q conoció varios regímenes políticos: regencia, monarquía democrática d amadeo d saboya, república federal y república conservadora, en los q fueron ponién2e en práctica los diferentes proyectos d la coalición q hizo posible la revolución.

la profundización d los principios liberales en sentido democrático, la defensa d las libertades y el peso político q adquirieron pequeña burguesía y clases populares no eran fácilmente admisibles para quienes habían controlado el poder en las décadas anteriores. la agitación y los conflictos bélicos (guerra carlista, guerra d cuba, conflicto cantonal) impulsaron a las clases conservadoras a apostar x la restauración d la monarquía.

sin embargo, el acuerdo no fue fácil entre los restauracionistas. un importante núcleo «moderado» optaba x la continuidad con el período isabelino. pese a las dificultades encontradas, el político malagueño antonio cánovas del castillo, procedente d las filas d la unión liberal, a quien se encargaron los trabajos restauradores, se decidió x la persona del príncipe alfonso, hijo d isabel ii, y x un sistema político + abierto, donde se reconocieron progresivamente los derechos individuales del sexenio y en el q la oposición pudiera acceder al poder x vías pacíficas.

el proceso d aglutinación d las fuerzas defensoras d la restauración borbónica, q no fue fácil, tuvo como hito la publicación x parte del príncipe alfonso d su programa como rey. ese documento es conocido como el manifiesto d sandhurst, cuyo nombre viene d la academia militar inglesa donde se encontraba realizando sus estudios.

finalmente, aunque cánovas era partidario d una transición pacífica, el príncipe fue proclamado como nuevo rey tras el pronunciamiento d sagunto, protagonizado x el general martínez campos.

marco cronológico

es el período d tiempo d la historia d españa comprendido entre 1874 y 1923. durante esta etapa se sucedieron el reinado d alfonso xii (1874-1885), la regencia d mª cristina (1885-1901) y alfonso xiii (1901-1931).

el término restauración se refiere a q supuso la vuelta al trono d los borbones, q lo habían perdido tras la revolución d septiembre d 1868, llamada «la gloriosa», q derrocó a la reina isabel ii, madre d alfonso xii.

la restauración comenzó el 29 d diciembre d 1874, con el pronunciamiento d general martínez campos en sagunto, q supuso el final d la i república, presidida entonces x el general serrano.

los casi 50 años d duración d este período concluyeron con otro pronunciamiento militar el 13 d septiembre 1923, q dio paso a la dictadura d primo d rivera.

el sistema político d la restauración

to2 los historiadores coinciden en q el artífice fundamental d la restauración fue cánovas del castillo. conviene conocer, x tanto, cuáles fueron sus preocupaciones principales.

cánovas había sido ministro en tiempo d isabel ii x la unión liberal. si bien era opuesto al exclusivismo del partido moderado, tampoco era partidario d las libertades reconocidas en el sexenio. sin embargo, cánovas llegó a la conclusión d q la única salida a la agitada política española del xix, salpicada d pronunciamientos y revoluciones, era articular un sistema político en q las oposiciones pudieran ocupar el poder x vías pacíficas. a este sistema se le conoció como turnismo.

el turnismo se basó en la creación d 2 grandes parti2, 1 en sentido conservador, liderado x el propio cánovas, el partido liberal-conservador, y otro en sentido liberal, heredero del régimen d libertades del sexenio, presidido x el político riojano práxedes mateo sagasta y conocido como partido liberal-fusionista. a estos 2 parti2 les correspondía agrupar al máximo número posible d grupos y facciones, con el único requisito d aceptar la monarquía alfonsina. x este motivo, se les conocía como parti2 dinásticos.

estos 2 parti2 se «turnarían» en el poder (d ahí el nombre d turnismo). a cada mandato d un partido le sucedía un gobierno del otro. d esta forma, aunque se dejaba fuera a las minorías carlista y republicana, se garantizaba una importante estabilidad, q se tradujo en la larga duración del régimen.

claro q para ello había q basarse en un sistema no democrático, aunque fuera d carácter representativo. es decir, se elegía un parlamento, pero las prácticas caciquiles y el gran pacto entre los 2 parti2 hizo q siempre ganara las elecciones el partido q las convocaba. en un sistema democrático, el partido q gana las elecciones forma el gobierno. en el sistema d la restauración, en cambio, el rey nombraba el gobierno, y después se hacían las elecciones para q ese gobierno tuviera una mayoría parlamentaria con la q gobernar. esto hizo q el sistema electoral d la restauración tuviera q descansar sobre el caciquismo.

parti2 políticos

los 2 grandes parti2 d la restauración fueron el partido liberal-conservador y el partido liberal fusionista, conoci2 como «liberales» y «conservadores» respectivamente. fueron los únicos parti2 q ocuparon el gobierno en este período.

no se trataba d parti2 modernos d masas, tal como los conocemos hoy, con sus sedes, agrupaciones, y afilia2. se trataba d parti2 d notables, es decir, la reunión d varios líderes políticos con sus respectivas clientelas, sus órganos d prensa, sus apoyos locales. así, cada 1 d estos políticos lideraba una facción. la misión del líder era mantener unidas a las diferentes facciones del partido, y repartir los beneficios del poder equilibradamente entre ellos. si un partido perdía la unidad interna mientras estaba en el gobierno, el rey podía quitarle su confianza y llamar a la oposición para q formara nuevo gobierno y convocara las elecciones, mediante lo q se conocía como «decreto d disolución». x ello, era necesario q el líder del partido fuera una figura con el carisma sufi100te como para aglutinar en su torno a todas las facciones. durante el último 4º d siglo, cánovas y sagasta fueron los líderes indiscutibles, pero tras su muerte se sucedieron las divisiones internas a sus respectivos parti2.

el partido liberal-conservador fue el 1º d los 2 q se constituyó. su líder era antonio cánovas del castillo, quién intentó aglutinar en su seno a los antiguos modera2 partidarios d isabel ii (aunque anulándoles políticamente), y a los miembros d la unión liberal, inclui2 aquellos q, como romeo robledo, apoyaron la revolución d 1868. tb englobó en sus filas a personalidades destacadas, como el general martínez campos (aunque luego pasó a las filas liberales) y tb a grupos cercanos al tradicionalismo, pero q aceptaban la legitimidad alfonsina, como la unión católica d alejandro pidal.

a la muerte d cánovas, el partido tuvo dificultades para encontrar su relevo, y comenzaron divisiones internas entorno a figuras emblemáticas del partido: silvela, maura, dato…

el partido liberal-fusionista surgió + tarde, ya q las facciones q lo iban a componer estaban desorganizadas tras el fracaso del sexenio. el proceso, q no fue fácil, se consolidó en 1881, cuando accedieron al poder bajo la dirección d sagasta, su líder durante el último 4º d siglo. su programa fundamental era desarrollar los derechos d la constitución d 1869.  

en el fusionismo se fueron dando cita los diferentes parti2 monárquicos del sexenio: constitucionalistas, radicales… en su política d atracción hacia la izquierda tb absorbieron a finales del xix a los posibilistas d emilio castelar.

al = q ocurrió con los conservadores, la muerte d sagasta supuso la división interna d las diferentes facciones. a ello se sumó el hecho d q su programa político estaba agotado a la altura del cambio d siglo, x lo q fueron desarrollando nuevos rasgos en su identidad, como el anticlericalismo.

la característica fundamental del republicanismo, o mejor, d los republicanismos, fue precisamente su división. los + conservadores eran los posibilistas d castelar, q terminaron en el partido liberal. la facción + numerosa, y la q contaba con una mayor implantación popular, era el partido republicano federal, liderado x francisco pi i margall.

si bien denunciaron el caciquismo en múltiples ocasiones, no acaban d escapar a él. tampoco eran parti2 d masas, aunque su sustento popular era mayor, especialmente en las ciudades.

1 d los movimientos políticos y sociales + característicos, y a la vez controverti2, d la historia contemporánea española es el carlismo, sobre el cual los especialistas no terminan d mostrarse d acuerdo. durante la restauración, el carlismo, q había sido derrotado militarmente en 1876, tardó en reorganizarse, y no participó apenas en las elecciones anteriores a 1890. a partir d ese momento, sólo tuvo cierta fuerza en las provincias forales (alava, guipúzcoa, navarra y vizcaya), aunque en ocasiones se ha sobrevalorado su implantación en aquellas. el carlismo tb sufrió divisiones, la + importante d las cuales dio lugar al partido integrista.

marco jurídico

el marco jurídico d la restauración estaba basado en la constitución d 1876. consta d 89 artículos, distribui2 en 13 títulos. fue promulgada el 30 d junio d 1876.

en ella se recogen los principios del liberalismo doctrinario. la soberanía reside en «las cortes con el rey», es decir, no hay un reconocimiento total d la soberanía popular. sin embargo, se recogieron tb derechos individuales d la constitución d 1869. en cualquier caso se procuró redactarla con cierta ambigüedad, d forma q posteriormente se podía legislar en sentido restrictivo o en sentido expansivo. muchos artículos hacen referencia a q su contenido se desarrollará en otras leyes.

otras iniciativas legislativas d gran importancia durante este período fueron las leyes electorales d 1878, 1890 y 1907, el código civil, la ley provincial d 1882, la legislación laboral, etc.

manifiesto d sandhurst

he recibido d españa un gran número d felicitaciones con motivo d mi cumpleaños, y algunas d compatriotas nuestros residentes en francia. deseo q con to2 sea usted intérprete d mi gratitud y mis opiniones.

cuantos me han escrito muestran = convicción d q sólo el restablecimiento d la monarquía constitucional puede poner término a la opresión, a la incertidumbre y a las crueles perturbaciones q experimenta españa. díceme q así lo reconoce ya la mayoría d nuestros compatriotas, y q antes d mucho estarán conmigo los d buena fe, sean cuales fueren sus antecedentes políticos, comprendiendo q no pueda tener exclusiones ni d un monarca nuevo y desapasionado ni d un régimen q precisamente hoy se impone xq representa la unión y la paz.

no sé yo cuándo o cómo, ni siquiera si se ha d realizar esa esperanza. sólo puedo decir q nada omitiré para hacerme digno del difícil encargo d restablecer en nuestra noble nación, al tiempo q la concordia, el orden legal y la libertad política, si dios en sus altos designios me la confía.

x virtud d la espontánea y solemne abdicación d mi augusta madre, tan generosa como infortunada, soy único representante yo del derecho monárquico en españa. arranca este d una legislación secular, confirmada x to2 los precedentes históricos, y está indudablemente unida a todas las instituciones representativas, q nunca dejaron d funcionar legalmente durante los 30 y 5 años transcurri2 desde q comenzó el reinado d mi madre hasta q, niño aún, pisé yo con to2 los míos el suelo extranjero.

huérfana la nación ahora d todo derecho público e indefinidamente privada d sus libertades, natural es q vuelva los ojos a su acostumbrado derecho constitucional y a aquellas libres instituciones q ni en 1812 le impidieron defender su independencia ni acabar en 1840 otra empeñada guerra civil. debióles, además, muchos años d progreso constante, d prosperidad, d crédito y aun d alguna gloria; años q no es fácil borrar del recuerdo cuando tantos son todavía los q los han conocido.

x todo esto, sin duda, lo único q inspira ya confianza en españa es una monarquía hereditaria y representativa, mirándola como irremplazable garantía d sus derechos e intereses desde las clases obreras hasta las + elevadas.

en el intretanto, no sólo está hoy x tierra todo lo q en 1868 existía, sino cuanto se ha pretendido desde entonces crear. si d hecho se halla abolida la constitución d 1845, hállase tb abolida la q en 1869 se formó sobre la base inexistente d la monarquía.

si una junta d senadores y diputa2, sin ninguna forma legal constituida, decretó la república, bien pronto fueron disueltas las únicas cortes convocadas con el deliberado intento d plantear aquel régimen x las bayonetas d la guarnición d madrid. todas las cuestiones políticas están así pendientes, y aun reservadas, x parte d los actuales gobernantes, a la libre decisión del porvenir.

afortunadamente la monarquía hereditaria y constitucional posee en sus principios la necesaria flexibilidad y cuantas condiciones d acierto hacen falta para q to2 los problemas q traiga su restablecimiento consigo sean resueltos d conformidad con los votos y la convivencia d la nación.

no hay q esperar q decida ya nada d plano y arbitrariamente, sin cortes no resolvieron los negocios arduos d los príncipes españoles allá en los antiguos tiempos d la monarquía, y esta justísima regla d conducta no he d olvidarla yo en mi condición presente, y cuando to2 los españoles estén ya habitua2 a los procedimientos parlamentarios. llegado el caso, fácil será q se entiendan y concierten las cuestiones x resolver un príncipe leal y un pueblo libre.

nada deseo tanto como q nuestra patria lo sea d verdad. a ello ha d contribuir poderosamente la dura lección d estos últimos tiempos q, si para nadie puede ser perdida, todavía lo será – para las hornadas y laboriosas clases populares, víctimas d sofismas pérfi2 o d absurdas ilusiones.

cuanto se está viviendo enseña q las naciones + grandes y prósperas, y donde el orden, la libertad y la justicia se admiran mejor, son aquellas q respetan + su propia historia. no impiden esto, en verdad, q atentamente observen y sigan con seguros pasos la marcha progresiva d la civilización. quiera, pues, la providencia divina q algún día se inspire el pueblo español en tales ejemplos.

x mi parte, debo al infortunio estar en contacto con los hombres y las cosas d la europa moderna, y si en ella no alcanza españa una posición digna d su historia, y d cons1 independiente y simpática, culpa mía no será ni ahora ni nunca. sea la q quiera mi propia suerte ni dejaré d ser buen español ni, como to2 mis antepasa2, buen católico, ni, como hombre del siglo, verdaderamente liberal.

suyo, afmo., alfonso d borbón.

nork-town (sandhurst), 1 d diciembre d 1874

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