Elecciones de 1936
En enero de 1936 se firmó el pacto del Frente Popular sobre un programa mínimo de orientación republicana de izquierdas con el objetivo de reanudar las reformas del bienio reformista. A este pacto se unieron los siguientes partidos: Unión Republicana, Izquierda Republicana, PSOE, PCE, POUM (orientación trotskista) y la UGT. La CNT no se sumó al pacto, pero por primera vez no pidió la abstención en las elecciones, lo cual en la práctica suponía un apoyo implícito. La otra gran coalición se formó entre el Bloque Nacional y la CEDA.
La campaña electoral y las elecciones se celebraron en orden, la participación fue muy alta (72%). El Frente Popular consiguió 263 escaños y la coalición de centro-derechas 210 escaños. Se encargó a Azaña la formación de gobierno, que lo hizo solo con republicanos, sin participación del PSOE. El gobierno decretó una amplia amnistía y comenzó a reponer en sus puestos a los funcionarios que habían sido expulsados. Tras la Revolución de Octubre, se restableció el Estatuto de Cataluña y Azaña cambió a los generales sospechosos de conspiración a puntos distantes de Madrid y alejados entre sí: Franco fue enviado a Canarias, Mola a Pamplona y Goded a Baleares.
Lo más importante, sin embargo, fue la puesta en práctica de la reforma agraria y la ocupación sistemática de fincas por los campesinos. En cinco meses se expropiaron medio millón de hectáreas y se asentó a ellas a más de 100.000 familias campesinas. Nada más constituirse las Cortes, su primera decisión fue destituir al presidente de la República, Alcalá Zamora, basándose en el artículo 81 de la Constitución. Ese artículo prohibía al presidente de la República disolver dos veces las Cortes durante su mandato si las nuevas Cortes decidían que la disolución de la anterior había sido improcedente. En mayo fue elegido presidente de la República Azaña, quien encargó la formación de gobierno a Casares Quiroga, que formó gobierno exclusivamente con republicanos, sin participación obrera. El nuevo gobierno continuó con el restablecimiento de la legislación del bienio reformista y, además, se empezaron a tramitar los estatutos de autonomía del País Vasco y de Galicia. Paralelamente, se ponía en marcha ya la conspiración militar. Desde el momento de las elecciones, grandes sectores de la derecha llegaron a la conclusión de que solo un golpe militar podía evitar lo que ellos consideraban una inminente revolución social.
La Guerra Civil (Sublevación militar y estallido de la guerra)
Las tensiones sociales y militares de la República se acentuaron en la primavera de 1936, propiciando que los militares contrarios a la República prepararan un golpe de Estado. El general Mola organizó el golpe de Estado con el apoyo de gran parte del ejército y de los grupos de los partidos antirrepublicanos: CEDA, Renovación Española, Falange y los carlistas.
El golpe debía ejecutarse con gran rapidez y violencia para evitar cualquier resistencia del gobierno y de las organizaciones obreras. El régimen republicano sería sustituido por una dictadura provisional. Ante las sospechas de los preparativos del golpe, el ministro de Defensa cambió de destinos a los generales antigubernamentales (Mola, Franco y Goded), destinados a Pamplona, Canarias y Baleares. A pesar de los preparativos, siguieron adelante.
Los conspiradores sabían que era difícil que el golpe triunfara debido a dos factores:
- La división en el ejército, la Guardia Civil y las Guardias de Asalto.
- La buena organización de las asociaciones obreras y campesinas, dispuestas a defender la República.
El golpe estaba fijado para el 18 de julio, pero la tensión creada por los asesinatos del teniente Castillo (guardia de asalto militante del PSOE) y del diputado José Calvo Sotelo provocó que las guarniciones de Ceuta y Melilla se sublevaran la noche anterior. A lo largo del día 18, la sublevación se extendió por Navarra, Álava, Castilla y León, Galicia y varias regiones de Aragón y Andalucía, además de Marruecos, Canarias y Baleares. Sin embargo, la acción conjunta de militares leales al gobierno y de las organizaciones obreras consiguió sofocar la rebelión en las grandes ciudades, excepto en Sevilla, lo que supuso el fracaso del golpe. Pero los sublevados organizaron una guerra relámpago con el objetivo de conquistar Madrid, dando comienzo a la Guerra Civil.
Tras el golpe, España quedó dividida en dos zonas: la republicana, que económicamente controlaba las zonas industriales y mineras, además de los recursos financieros del Banco de España.