Consecuencias de la Crisis de 1898
La crisis de 1898 tuvo profundas consecuencias en España. Las principales consecuencias políticas fueron la derrota en la guerra con EE.UU. y la pérdida de las colonias, que pusieron fin al imperio español y deslegitimaron el sistema político de la Restauración. Esto llevó a una crisis del sistema político y al auge de movimientos regionalistas, como en Cataluña y el País Vasco.
La economía española sufrió al perder mercados coloniales y recursos. El país, ya atrasado industrialmente, vio profundizar su subdesarrollo económico. Se intentaron reformas económicas, pero con poco éxito.
Las consecuencias ideológicas se basaron en que la derrota causó pesimismo y autocrítica. Surgió el movimiento regeneracionista, que pedía modernizar España, especialmente a través de la educación. La Generación del 98 reflexionó sobre la identidad nacional y la necesidad de una regeneración cultural e intelectual.
Crisis Durante el Reinado de Alfonso XIII (1902-1923)
Durante la primera parte del reinado de Alfonso XIII (1902-1923), España enfrentó diversas crisis políticas, sociales y externas que pusieron en evidencia el agotamiento del sistema político de la Restauración, basado en la alternancia entre los partidos Liberal y Conservador. Este sistema se caracterizaba por la corrupción electoral y el fraude, lo que generó un creciente descontento entre la población, especialmente por el uso del turno pacífico, que evitaba una competencia real entre los partidos y favorecía un sistema caciquil.
En el ámbito social, las tensiones aumentaron debido a las pésimas condiciones de vida y trabajo de las clases obreras, lo que dio lugar a huelgas y movimientos sindicales. La falta de derechos laborales y las crecientes desigualdades sociales generaron un clima de malestar. Además, la crisis externa de la Guerra de Marruecos, especialmente tras la derrota en la Guerra de Melilla en 1909, reveló la debilidad del sistema político y la incapacidad del gobierno para gestionar conflictos militares fuera del país.
El Revisionismo Político y el Regeneracionismo
En este contexto, surgieron las propuestas de revisionismo político o regeneracionismo, principalmente impulsadas por pensadores y políticos como Joaquín Costa, quienes criticaron abiertamente el sistema de la Restauración. Proponían una regeneración de la política española, que incluyera una reforma electoral, la eliminación de la corrupción, una mayor democratización del sistema y la modernización de las estructuras sociales y económicas. También abogaron por una mejor organización del Estado, en particular en lo referente a la educación y la política exterior.
A pesar de estas propuestas, la incapacidad para resolver los problemas del país y la falta de consenso sobre las reformas llevaron a la crisis final. La tensión política y social culminó en 1923, cuando el capitán general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado, instaurando una dictadura militar que contó con el apoyo tácito de Alfonso XIII. Este golpe marcó el fin de la Restauración y el inicio de un periodo autoritario en España.
El Discurso de Clara Campoamor y el Sufragio Femenino
El discurso de Clara Campoamor en las Cortes Constituyentes de 1931 fue clave para el reconocimiento de los derechos de las mujeres en la Constitución de 1931. En su intervención, Campoamor defendió con firmeza el derecho de las mujeres al voto, argumentando que la República debía basarse en principios democráticos de igualdad, lo que implicaba que tanto hombres como mujeres debían tener los mismos derechos políticos.
Campoamor rechazó las críticas que consideraban a las mujeres un «peligro» para la República, señalando que ellas ya habían demostrado su compromiso con el país en momentos decisivos, como en la guerra de Cuba o el desastre de Annual, participando activamente en manifestaciones y luchas. Además, subrayó que la política debe ser una tarea compartida por ambos sexos, ya que ambos tienen responsabilidad en los asuntos de la sociedad.
Gracias a su defensa, la Constitución de 1931 aprobó finalmente el sufragio femenino, lo que supuso un avance histórico en el reconocimiento de los derechos de las mujeres en España, permitiéndoles participar de manera plena en la vida política y democrática del país.
Contexto Inmediato al Inicio de la Guerra Civil Española (1936)
En su discurso de 1939 ante el Council of Foreign Relations en Nueva York, Juan Negrín analiza el contexto que llevó al estallido de la Guerra Civil Española en 1936. Desde 1931 hasta 1936, España vivió una etapa de inestabilidad política con varios gobiernos, algunos más liberales y otros conservadores. Durante este periodo, el país experimentó una gran polarización política, reflejada en dos legislaturas: una ligeramente inclinada a la izquierda, pero sin representación comunista significativa, y otra dominada por la derecha con solo un diputado comunista.
En febrero de 1936, se celebraron unas elecciones generales, las cuales normalmente favorecían al gobierno en el poder, pero esta vez resultaron en una victoria para la coalición republicana de centroizquierda. Este cambio de poder desató una serie de actos violentos, sabotajes y persecuciones, principalmente impulsados por grupos reaccionarios de la derecha fascista. La respuesta del gobierno fue débil debido a una política de tolerancia excesiva, lo que provocó represalias por parte de algunos sectores de la izquierda más radical.
El Asesinato de Calvo Sotelo y el Estallido de la Guerra
El asesinato del líder de la derecha monárquica y fascista, José Calvo Sotelo, fue el punto de inflexión. Aunque este asesinato fue un crimen, Negrín subraya que no puede verse como un hecho aislado, sino como parte de una cadena de violencia que ya existía. Los sectores más radicales de la derecha usaron el asesinato como pretexto para justificar la rebelión militar de julio de 1936. Negrín revela que la rebelión fue planeada con meses de antelación por los generales sublevados, cuyo propósito era recuperar por la fuerza lo que habían perdido y someter al país a un sistema totalitario.
Este clima de violencia, represión y polarización política generó las condiciones para el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936, cuando los militares se sublevaron contra el gobierno republicano. Este conflicto, que enfrentó a la República y a los fascistas sublevados, se convirtió en una lucha por el control del país y definió la política española durante varias décadas.