Introducción
La Guerra Civil tuvo efectos demográficos muy negativos para la economía española. Además de provocar un descenso directo de la población, la represión posterior y el exilio afectaron a sectores clave de trabajadores especializados y profesionales comprometidos con la República. Las infraestructuras económicas quedaron seriamente dañadas: la producción industrial y agraria descendió drásticamente y la red de transportes estaba muy deteriorada.
Otros factores, como el aislamiento internacional inicial o la política autárquica impuesta por el régimen, también explican la negativa evolución económica de los años posteriores a 1939 y la lentitud en la recuperación. En una segunda etapa del régimen de Franco, que podemos iniciar a finales de los años 50, España evolucionó y se convirtió en una sociedad industrial. Esto fue posible gracias a factores como la influencia de la ola de prosperidad económica que afectó a Europa occidental, así como el fin del aislamiento internacional de nuestro país. Esta expansión, acompañada de modificaciones estructurales, permitió que España se modernizara en poco más de una década, a pesar de las limitaciones del franquismo.
La Evolución de la Economía y la Sociedad Española durante el Franquismo
La autarquía de posguerra (1939-1950)
En 1939, España era un país arruinado económicamente y diezmado demográficamente. La solución que dio el régimen a la penuria económica estuvo marcada por el modelo creado en la Italia mussoliniana y consolidado en la autarquía. Esta política económica estaba basada en la búsqueda de la autosuficiencia económica y en una fuerte intervención del Estado en la economía nacional:
- El Estado fijó los precios agrícolas.
- Se creó el Instituto Nacional de Industria (INI) para controlar e impulsar la maltrecha industria española.
- Se estableció un rígido control del comercio exterior.
La autarquía fue un gran fracaso y supuso una tremenda regresión en el terreno económico, una auténtica vuelta atrás histórica: el sector primario volvió a superar el 50 por ciento de la renta nacional. El mercado negro (el estraperlo) y la corrupción generalizada se apoderaron de la economía del país. Esta situación se vio fuertemente agravada por la coyuntura internacional: al finalizar la Segunda Guerra Mundial, España se encontró aislada internacionalmente por su apoyo a las potencias del Eje (Alemania e Italia).
Los años 50: Fase de transición
Desde los inicios de los años cincuenta se produjo un giro en la política económica: se inició una liberalización parcial de precios, del comercio y de la circulación de mercancías. Se puso fin al racionamiento de alimentos. Estas medidas trajeron una cierta expansión económica, aunque modesta. Se ponía así fin a casi veinte años perdidos en el desarrollo económico español.
La Guerra Fría y el consiguiente cambio en la política internacional propiciaron que desde 1951 comenzara a llegar ayuda económica norteamericana. Aunque inferior a la recibida por los países beneficiarios del Plan Marshall, esta ayuda permitió la importación de bienes de equipo imprescindibles para el desarrollo industrial.
Finalmente, Franco, tras veinte años de política económica autárquica, permitió la entrada en el gobierno en 1957 de un grupo de tecnócratas (vinculados al Opus Dei). Ellos diseñaron el giro definitivo en la política económica: el Plan de Estabilización de 1959.
El despegue económico (1959-1975)
El Plan de Estabilización de 1959, diseñado por los tecnócratas, fue elaborado siguiendo las indicaciones de organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sus objetivos eran liberalizar la economía y abrirla al exterior. Para ello:
- Se recortó el gasto público y disminuyó el intervencionismo del Estado.
- Se abrió la economía al exterior, devaluando la peseta (para hacer más competitivas nuestras exportaciones) y liberalizando las inversiones extranjeras.
Consecuencias del Plan de Estabilización
A partir de 1961, las principales consecuencias fueron:
- Un acelerado crecimiento económico, marcado por un rápido crecimiento industrial y del sector servicios.
- Un verdadero aluvión de inversiones extranjeras que llegaron atraídas, entre otros factores, por los bajos salarios.
- Una intensa emigración de mano de obra campesina hacia las ciudades industriales y una urbanización cada vez mayor de la sociedad española (éxodo rural).
- El contexto exterior favorable supuso una masiva llegada de turistas europeos (boom turístico) y la posibilidad de eliminar el paro mediante la emigración masiva a Europa occidental.
- A la vez que la agricultura se modernizaba (mecanización, regadíos, nuevos cultivos), amplias zonas del interior quedaban desertizadas demográficamente.
- España alcanzó el superávit en su balanza de pagos. El tradicional déficit de la balanza comercial se vio compensado por los ingresos procedentes del desarrollo del turismo, las inversiones extranjeras y las remesas enviadas por los emigrantes españoles en Europa.
Posteriormente, el gobierno aprobó a partir de 1963 varios Planes de Desarrollo que, basados en los incentivos fiscales y en las ayudas estatales a través de los «polos de desarrollo», tuvieron un resultado bastante inferior al previsto; la planificación centralizada no funcionó como se esperaba. El mejor ejemplo fue el creciente desequilibrio económico y demográfico entre las diferentes regiones del país.
En definitiva, el período 1961-1973 estuvo marcado por un gran desarrollo económico, conocido como el «milagro económico español», aunque con importantes desequilibrios sectoriales y regionales.
Las transformaciones sociales durante el franquismo
Tras los duros años de la posguerra, a partir de los años sesenta se produjo un acelerado cambio social, cuyos rasgos principales fueron:
- Masiva emigración: Tanto del campo a las ciudades (éxodo rural) como a Europa occidental (más de un millón de españoles emigraron). La emigración trajo consecuencias positivas como la reducción del paro o el ingreso de las abundantes remesas de divisas, pero trajo consigo el desarraigo humano que toda emigración implica y la agudización de las diferencias de riqueza entre las diversas regiones del país.
- Fuerte incremento de la población: Se reducía la tasa de mortalidad (especialmente la infantil), mientras la tasa de natalidad se mantuvo en valores muy altos hasta finales de los 60 (baby boom). El gobierno no aumentó el gasto público en proporción, lo que llevó a que los servicios públicos fueran claramente insuficientes.
- Carencias educativas: En el terreno educativo, el número de escuelas e institutos fue muy por detrás de las necesidades de una creciente población infantil y juvenil, aunque se produjo un aumento significativo de la escolarización.
- Sanidad insuficiente: Aunque se crearon algunos grandes hospitales y aumentaron las prestaciones de la Seguridad Social, la cobertura sanitaria siguió estando muy alejada de lo que requería una sociedad moderna y en crecimiento.
- Déficit de vivienda: El crecimiento demográfico y urbano provocó un enorme déficit en vivienda. Los nuevos barrios obreros nacieron a menudo sin los equipamientos sociales y urbanos básicos (asfaltado, alcantarillado, transporte público, escuelas, centros de salud). Además, en el entorno de las grandes ciudades se desarrolló el fenómeno del chabolismo.
- Aparición de la sociedad de consumo: La extensión del uso de electrodomésticos (frigorífico, lavadora, televisor) y del automóvil utilitario (el SEAT 600) fueron los elementos que mejor ejemplificaron la nueva sociedad y la mejora del nivel de vida medio.
- Cambio de mentalidad: La sociedad de consumo, el turismo y la emigración trajeron, especialmente entre los más jóvenes, una nueva mentalidad que chocaba con el tradicionalismo del régimen y que se caracterizó por:
- Progresiva disminución de la influencia social de la Iglesia católica.
- Nuevos hábitos de relación social y nuevas pautas de relación entre ambos sexos.
- Adopción de modas, costumbres e indumentarias importadas que llegaron a través del turismo y los medios de comunicación.
Conclusión
Durante la larga dictadura franquista (1939-1975) tuvo lugar la transformación de España de un país predominantemente agrario y atrasado a un país industrial y relativamente moderno. Este proceso de crecimiento, sin embargo, no se debió únicamente a la política del régimen, sino que estuvo impulsado en gran medida por el contexto económico favorable en Europa y por la propia política desarrollista y liberalizadora adoptada desde 1959.
Hacia 1970, la sociedad española experimentaba ya un profundo cambio de mentalidad. Mientras la clase dirigente y los sectores más inmovilistas seguían defendiendo los valores tradicionales del franquismo, el resto del país, y sobre todo las generaciones más jóvenes, evolucionaban hacia posiciones muy distintas, manifestadas en la relajación de la asistencia a actos religiosos y la adopción de nuevos hábitos de relación social y sexual.
En definitiva, el progreso social y el cambio de pautas culturales, lejos de fortalecer al régimen, lo debilitaron desde el punto de vista político e ideológico. Paralelamente, no paró de crecer la oposición interna (obrera, estudiantil, política) a un régimen de partido único basado en la represión policial, la ausencia de libertades y un catolicismo excluyente, que chocaba frontalmente con las nuevas realidades de una burguesía urbana más abierta, una clase trabajadora organizada y un desarrollo intelectual crítico potenciado desde el mundo universitario.