La Sublevación Militar
La Guerra Civil Española (1936-1939) es uno de los acontecimientos de nuestra historia que más interés ha generado, tanto nacional como internacionalmente. Esta guerra supuso el final de la II República y el desenlace del enfrentamiento de “dos Españas” que mantenían importantes diferencias desde tiempos atrás.
La mayoría de los historiadores defienden que el desencadenamiento de la Guerra Civil fue consecuencia del fallido golpe militar de los conspiradores. El golpe se precipitó a partir del asesinato del líder de la derecha, José Calvo Sotelo. El jefe de la operación fue el general Mola, mientras que el general Sanjurjo era el encargado de tomar las riendas del Directorio militar una vez que triunfara el golpe, pero su muerte temprana dio más protagonismo al general Franco.
El golpe pretendía derribar al Gobierno republicano declarando el estado de guerra, eliminando a los militares leales a la República y a dirigentes políticos y sindicales de izquierda, y suspendiendo la Constitución. El golpe comenzó el 17 de julio de 1936 con la sublevación en Marruecos liderada, entre otros, por el general Yagüe. Franco viajó desde Canarias para ponerse al frente del ejército de África.
A partir del 21 de julio, se puso de manifiesto el fracaso parcial del golpe y la división de España en dos zonas, lo que dio comienzo a la Guerra Civil, que finalizaría el 1 de abril de 1939.
La Dimensión Internacional del Conflicto
La Guerra Civil Española fue vista por muchos como un preludio de la Segunda Guerra Mundial, un escenario donde las democracias liberales y el socialismo se enfrentarían a los fascismos y autoritarismos.
La mayoría de las potencias europeas acordaron una política de “no intervención”, prohibiendo las exportaciones de armamento a España. Esta política perjudicó principalmente al Gobierno de la II República, impidiéndole adquirir libremente armas en el extranjero para defenderse.
- Gran Bretaña: Sus gobiernos conservadores se opusieron a la causa republicana y promovieron una política de apaciguamiento hacia los fascismos.
- Francia: A pesar de la simpatía inicial del Gobierno del Frente Popular, Francia se limitó a cerrar las fronteras para evitar la entrada de armas en España y también participó en la política de apaciguamiento por miedo a provocar a la Alemania nazi.
- EE. UU.: Prefirió mantenerse neutral, aplicando su legislación de neutralidad.
Apoyo a los Sublevados
Italia y Alemania no cumplieron los acuerdos de no intervención. Su apoyo a los sublevados se explica por motivos políticos y estratégicos:
- El conflicto español les servía como campo de pruebas para su armamento y tácticas militares de cara a la guerra mundial que se avecinaba.
- Los líderes fascistas, Hitler y Mussolini, simpatizaban ideológicamente con los sublevados.
- El apoyo a los sublevados abría la posibilidad de ejercer influencia sobre un nuevo aliado estratégico en el Mediterráneo occidental.
Estas ayudas italo-germanas consistieron básicamente en:
- Por parte italiana, envío de unidades militares completas (Corpo Truppe Volontarie).
- Por parte alemana, la aviación de la Legión Cóndor y asesores militares.
- Cobertura naval y aérea en operaciones clave.
- Suministro de material bélico moderno.
- Reconocimiento diplomático temprano del Gobierno de Franco.
Otros apoyos:
- Portugal: El régimen de Salazar envió una legión de voluntarios (los «Viriatos», unos 10.000 hombres) y contribuyó decisivamente en el control de la frontera.
- Irlanda: Voluntarios católicos formaron la Brigada Irlandesa (a veces llamada Legión de San Patricio, aunque este nombre es más común para otras unidades históricas).
- Vaticano: Su respaldo diplomático y moral fue importante para la causa sublevada, presentándola como una «cruzada».
Apoyo a los Republicanos
- URSS: La ayuda soviética, impulsada por Stalin para hacer frente a la amenaza del fascismo y extender su influencia, se concretó en:
- Ayuda directa con la entrega de armamento (aviones, tanques, fusiles), asesores militares y pilotos, a cambio de las reservas de oro del Banco de España (el llamado «Oro de Moscú»).
- Organización y apoyo a las Brigadas Internacionales, cuerpos de voluntarios antifascistas de todo el mundo.
- México: El presidente Lázaro Cárdenas proporcionó fusiles y munición, y su país acogió a numerosos exiliados republicanos al finalizar la guerra.
El Desarrollo del Conflicto
En la contienda civil se sucedieron varias etapas:
La Guerra de Columnas y la Marcha hacia Madrid (julio – noviembre 1936)
Esta etapa inicial se caracterizó por el avance de columnas militares, compuestas fundamentalmente por unidades del Ejército regular y la Legión en el caso de los sublevados, y por milicias populares (obreras y campesinas) del lado republicano. La toma de Madrid se convirtió en un objetivo fundamental para los golpistas. Tras asegurar Andalucía occidental y Extremadura, las tropas de Franco avanzaron hacia la capital, pero su avance fue detenido en la Sierra de Guadarrama y en los accesos a la ciudad.
La Batalla de Madrid (noviembre 1936 – marzo 1937)
La contienda se convirtió en una guerra de desgaste ante la inesperada y tenaz resistencia republicana de Madrid. El Ejército republicano, reforzado por las primeras unidades de las Brigadas Internacionales y armamento soviético, rechazó un primer ataque frontal por el oeste (Ciudad Universitaria, Puente de los Franceses), en el que murió el líder anarquista Buenaventura Durruti. Franco decidió entonces cercar Madrid mediante maniobras envolventes por el sureste (batallas del Jarama y Guadalajara). En Guadalajara, las tropas republicanas, con apoyo italiano antifascista, derrotaron a las unidades del Corpo Truppe Volontarie italiano. Madrid resistió bajo el lema “¡No pasarán!”, que se convirtió en un símbolo de resistencia para todo el bando republicano, aunque la ciudad sufrió intensos bombardeos aéreos por parte de la aviación alemana e italiana.
La Caída del Norte y las Ofensivas Republicanas (abril – octubre 1937)
Tras el fracaso en Madrid, Franco cambió de estrategia. Concentró sus esfuerzos en conquistar la franja cantábrica republicana (País Vasco, Cantabria y Asturias), una zona industrial y minera vital. Se produjo el bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor. A pesar de la resistencia, Bilbao, Santander y Gijón cayeron sucesivamente. Para aliviar la presión sobre el norte, los republicanos emprendieron algunas grandes ofensivas en otros frentes, como las de Brunete (cerca de Madrid) y Belchite (en Aragón), que, aunque costosas en vidas, no lograron objetivos estratégicos decisivos.
De la Batalla de Teruel a la Batalla del Ebro (diciembre 1937 – noviembre 1938)
El ejército republicano tomó la iniciativa conquistando Teruel en pleno invierno, aunque la ciudad fue reconquistada por los nacionales poco después en una dura batalla. La ofensiva franquista decisiva se produjo en la primavera de 1938 en el frente de Aragón. Franco inició un ataque masivo con la intención de alcanzar el Mediterráneo y dividir la zona republicana en dos, objetivo que consiguió en abril al llegar a Vinaroz (Castellón). Cataluña quedó aislada del resto de la España republicana. En julio de 1938, el ejército republicano lanzó su última gran ofensiva, la Batalla del Ebro, con el objetivo de cruzar el río, aliviar la presión sobre Valencia y reunificar el territorio. Tras meses de durísimos combates, la ofensiva fracasó, dejando al ejército republicano exhausto y sin capacidad de respuesta.
El Fin de la Guerra (diciembre 1938 – abril 1939)
En diciembre de 1938 comenzó la ofensiva final franquista sobre Cataluña. En enero de 1939 se ocupó Barcelona sin apenas resistencia, provocando un éxodo masivo de refugiados hacia Francia. En la zona centro-sur, última bajo control republicano, volvieron a aflorar las divisiones internas: el presidente del Gobierno, Juan Negrín, y el Partido Comunista de España (PCE) se mostraban partidarios de continuar la guerra hasta el final, esperando un posible estallido de la guerra en Europa. Sin embargo, un sector del ejército republicano liderado por el coronel Segismundo Casado en Madrid, junto con socialistas moderados, anarquistas y republicanos de izquierda, protagonizó un golpe de estado contra el gobierno de Negrín en marzo de 1939, con la esperanza de negociar una paz honrosa con Franco. Franco exigió la rendición incondicional. Finalmente, las tropas franquistas ocuparon Madrid y el resto del territorio sin resistencia significativa. El 1 de abril de 1939, Franco emitió el último parte de guerra, declarando el fin del conflicto.
Evolución Política de las Dos Zonas Durante la Guerra Civil
La Evolución Política del Bando Republicano
La Impotencia del Poder Legal Republicano (julio – septiembre 1936)
Inicialmente, el gobierno de Casares Quiroga intentó controlar la sublevación ordenando a los militares que obedecieran al poder civil, pero al no conseguirlo, dimitió. Le sustituyó brevemente Martínez Barrio, quien intentó negociar con los sublevados sin éxito. Finalmente, se nombró jefe de Gobierno a José Giral, quien tomó la trascendental decisión de entregar armas a las milicias de las organizaciones obreras (sindicatos y partidos de izquierda) para defender la República. En paralelo, en muchas zonas leales se produjo un colapso del poder estatal y una atomización del poder en manos de Juntas, Consejos o Comités locales y regionales, dominados por partidos y sindicatos obreros, que impulsaron una revolución social (colectivizaciones, etc.). Esto dio lugar también a una fuerte represión espontánea e incontrolada contra personas consideradas afines a los sublevados («paseos», asesinatos, quema de iglesias y conventos).
El Gobierno de Coalición de Largo Caballero (septiembre 1936 – mayo 1937)
Ante la necesidad de unificar el esfuerzo bélico y reconstruir la autoridad del Estado, el presidente Manuel Azaña encargó al líder socialista Francisco Largo Caballero (UGT) que formara un Gobierno de unidad y amplia coalición, que incluyó a socialistas, republicanos de izquierda, comunistas e incluso, por primera vez en la historia de España, a ministros anarcosindicalistas de la CNT. Este gobierno intentó centralizar el poder, militarizar las milicias y controlar la economía. Sin embargo, las tensiones internas entre las distintas fuerzas (especialmente entre comunistas/socialistas y anarquistas/POUM) estallaron violentamente en los «Hechos de Mayo» de 1937 en Barcelona. Estos enfrentamientos provocaron la caída de Largo Caballero.
El Gobierno de Negrín (mayo 1937 – febrero 1939)
Accedió a la presidencia del Gobierno el socialista Juan Negrín, quien contó con el apoyo creciente del PCE. El Gobierno se trasladó de Valencia a Barcelona. Negrín priorizó el esfuerzo bélico y la resistencia a ultranza («resistir es vencer»), buscando fortalecer el poder central y el ejército. Presentó un programa moderado, el «Programa de los Trece Puntos», para buscar una salida negociada y atraer el apoyo de las democracias occidentales. Sin embargo, el Pacto de Múnich (septiembre de 1938), en el que Francia y Gran Bretaña cedieron ante Hitler, eliminó cualquier esperanza de intervención exterior a favor de la República.
El Golpe de Estado del Coronel Casado (febrero – abril 1939)
Ante la inminente derrota militar tras la caída de Cataluña, el coronel Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro, lideró una conspiración militar y civil contra el gobierno de Negrín, acusándolo de prolongar inútilmente la guerra bajo influencia comunista. El golpe triunfó en Madrid tras breves combates. Casado intentó negociar la rendición con Franco, pero este solo admitió una entrega sin condiciones, que se produjo a finales de marzo de 1939.
La Evolución Política del Bando Sublevado
La Organización Provisional de la Sublevación (julio – septiembre 1936)
En la zona sublevada, se impuso inmediatamente un poder militar autoritario. Se formó una Junta de Defensa Nacional en Burgos, presidida inicialmente por el general Cabanellas (el militar de mayor graduación entre los sublevados). Esta Junta declaró el estado de guerra, abolió la legislación republicana (especialmente la del Frente Popular) y dirigió una represión sistemática y planificada contra todos los considerados enemigos (republicanos, izquierdistas, sindicalistas, intelectuales).
El Mando Único de Franco (octubre – noviembre 1936)
Ante la necesidad de unificar la dirección militar y política, los generales sublevados acordaron nombrar a Francisco Franco como Generalísimo de los ejércitos y Jefe del Gobierno del Estado español (Decreto de 1 de octubre de 1936). Esta concentración de poder se debió a su liderazgo militar en el avance del Ejército de África, a la muerte de otros posibles líderes (Sanjurjo, Mola moriría en 1937) y al apoyo de Alemania e Italia. Durante esta etapa se consolidó el apoyo de la Iglesia católica a los sublevados, que calificó la guerra como una «Cruzada» religiosa y nacional. Franco adoptó el título de «Caudillo», iniciando el camino hacia una dictadura personalista.
Hacia la Unificación Política (noviembre 1936 – abril 1937)
Franco impulsó la unificación de todas las fuerzas políticas que apoyaban la sublevación (principalmente falangistas y carlistas, pero también monárquicos alfonsinos y otros grupos derechistas) en un partido único. Mediante el Decreto de Unificación (abril de 1937), se creó la Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET y de las JONS), bajo la jefatura suprema de Franco. Este partido único se convirtió en el único permitido y, posteriormente, se denominaría Movimiento Nacional.
Configuración del Nuevo Estado (abril 1937 – abril 1939)
El poder absoluto de Franco se vio reforzado con la creación de nuevos organismos políticos supeditados a su figura, como la Junta Política y el Consejo Nacional de FET de las JONS. En enero de 1938, se formó el primer gobierno regular, presidido por Franco, que concentraba los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Se promulgaron leyes fundamentales (como el Fuero del Trabajo) que eliminaban toda la legislación republicana y la Constitución de 1931, sentando las bases del nuevo Estado franquista, de carácter autoritario, nacionalcatólico y antiliberal.
Consecuencias de la Guerra Civil
La Guerra Civil tuvo un balance trágico para España, manifestado en muertes y desapariciones, el exilio de cientos de miles de españoles, una dura represión y enormes pérdidas económicas y culturales:
- Muertos y desaparecidos: Aunque las cifras exactas son objeto de debate, se calcula que murieron en combate, por la represión en ambas retaguardias, por bombardeos, hambre o enfermedades relacionadas con el conflicto, varios cientos de miles de personas (las estimaciones varían, pero suelen situarse entre 400.000 y 600.000). A esto hay que sumar los desaparecidos y las heridas demográficas a largo plazo.
- El exilio: Cientos de miles de españoles (se estima alrededor de medio millón inicialmente) se vieron obligados a huir del país al finalizar la guerra por miedo a la represión franquista. Los principales destinos fueron Francia, México y la URSS, aunque también otros países de América Latina y Europa. Muchos exiliados en Francia y la URSS lucharon posteriormente en la Segunda Guerra Mundial contra el Eje (algunos acabaron en campos de concentración nazis como Mauthausen). El exilio supuso una gran pérdida intelectual, científica y artística para España.
- La represión franquista: Tras la victoria, el régimen de Franco institucionalizó una dura y prolongada represión contra los vencidos. La Ley de Responsabilidades Políticas (1939) y la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940) permitieron juzgar y condenar retroactivamente a personas por su vinculación con la República o partidos y sindicatos de izquierda. Hubo miles de fusilamientos, largas penas de cárcel en condiciones muy duras (que provocaron muchas muertes adicionales), campos de concentración y batallones de trabajos forzados. Muchas personas vivieron escondidas durante años (los «topos»).
- La depuración: Se llevó a cabo una depuración masiva en la Administración pública, la educación (maestros, profesores universitarios), el ejército y otros sectores profesionales. La Ley de Depuración de Funcionarios expulsó y marginó a miles de personas consideradas desafectas al nuevo régimen.
- Las pérdidas económicas: La guerra causó una enorme destrucción de infraestructuras (viviendas, industrias, redes ferroviarias y viarias), la pérdida de gran parte de la marina mercante y la desarticulación de la economía. A esto se sumó el descenso de la natalidad y la pérdida de población activa (muertos, exiliados, encarcelados). La renta per cápita tardó décadas en recuperar los niveles anteriores a la guerra. España quedó sumida en una profunda crisis económica y un largo periodo de autarquía durante la posguerra.