La Década Ominosa (1823-1833): Represión y Conflictos Sucesorios
El regreso del absolutismo tras el Trienio Liberal (1820-1823) marcó un período de fuerte represión contra la oposición liberal. Se creó un ejército específicamente dedicado a la persecución del liberalismo. Fernando VII, enfrentando problemas económicos, buscó la colaboración del sector moderado, proponiendo un nuevo ministro de Hacienda. Sin embargo, en 1827, los realistas más intransigentes impulsaron alzamientos, denunciando la supuesta colaboración de revolucionarios en la Corte y promoviendo a su hermano Carlos como alternativa.
En 1829, Fernando VII contrajo matrimonio con María Cristina de Borbón, y en 1830 nació su hija, Isabel. Para asegurar la sucesión de Isabel, el rey promulgó la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica y permitía el acceso al trono a una mujer.
La Primera Guerra Carlista (1833-1840): Un Conflicto Dinástico y Político
Carlistas e Isabelinos
La muerte de Fernando VII en 1833 desencadenó una insurrección liderada por Carlos María Isidro, hermano del difunto rey. Este levantamiento dio inicio a una guerra civil entre los partidarios de Don Carlos (carlistas) y los defensores de la legalidad del trono de Isabel II (isabelinos).
Los carlistas, bajo el lema «Dios, Patria y Rey», representaban principalmente al clero, a una parte de la pequeña nobleza agraria y a sectores opuestos a la centralización política y al liberalismo.
Los isabelinos, por su parte, contaban con el apoyo de gran parte de la alta nobleza, funcionarios y un sector de la jerarquía eclesiástica. Sin embargo, para contrarrestar a los absolutistas, la regente María Cristina se vio obligada a buscar el apoyo de los liberales, accediendo a sus demandas y poniendo fin al absolutismo y al Antiguo Régimen.
Desarrollo y Fin de la Guerra
La guerra cobró fuerza en la zona norte, especialmente en Navarra, donde Carlos estableció un pequeño Estado con su propia moneda, universidad y administración, y formó un ejército al mando de Zumalacárregui. Un segundo foco carlista se estableció en Cataluña, Bajo Aragón y Maestrazgo.
Las discrepancias internas entre los carlistas, divididos entre transaccionistas (partidarios de un acuerdo con los liberales) e intransigentes (partidarios de continuar la guerra), llevaron a la firma del Convenio de Vergara en 1839 con el general liberal Espartero. Muchos intransigentes no aceptaron el acuerdo y optaron por el exilio o la resistencia. El conflicto dejó un saldo de entre 150.000 y 200.000 víctimas.
El Proceso de Revolución Liberal (1833-1843)
El Fracaso del Estatuto Real
El inmovilismo del gobierno y la expansión territorial del carlismo llevaron a la regente María Cristina a buscar un mayor apoyo liberal. Las reformas propuestas por el gobierno, consideradas insuficientes, no lograron atraer a los liberales. La regente nombró un nuevo gobierno encabezado por Martínez de la Rosa, quien propuso la promulgación del Estatuto Real (1834), una carta otorgada que no satisfizo las demandas liberales.
El descontento popular, agravado por el hambre, las epidemias y los ataques carlistas, culminó en 1835 con motines y la formación de juntas que reclamaban la Constitución de 1812. Para obtener el apoyo de los liberales, la regente proclamó un nuevo gobierno encabezado por el liberal progresista Mendizábal.
La Revuelta de 1836 y el Ascenso de los Progresistas
Mendizábal tenía como objetivos principales acabar con el carlismo y establecer un Estado liberal, reformando el Estatuto Real. Emprendió reformas agrarias, como la desamortización de tierras eclesiásticas. Sin embargo, María Cristina destituyó a Mendizábal y entregó el gobierno a los moderados, lo que provocó un movimiento progresista a favor de la Constitución de 1812. Las revueltas y motines obligaron a la regente a aceptar la Constitución de 1812 y un nuevo orden liberal.
El Nuevo Orden Constitucional
Se inició una etapa de implantación del régimen liberal, constitucional y de monarquía parlamentaria. El nuevo gobierno progresista convocó elecciones y redactó una nueva Constitución en 1837, buscando un consenso entre moderados y progresistas.
La Constitución de 1837 reconocía el principio de soberanía nacional, amplios derechos ciudadanos, división de poderes, soberanía compartida y concedía amplios poderes a la Corona. Se aprobaron leyes como la Ley de Imprenta (1837) y la Ley Electoral (1837), que establecía un sufragio censitario para mayores de 25 años con una renta mínima.
La Reforma Agraria Liberal
La reforma agraria liberal incluyó:
- Abolición de los señoríos.
- Desvinculación de los mayorazgos (permitiendo la venta libre de tierras).
- Desamortización de bienes del clero regular y secular.
- Abolición de los diezmos eclesiásticos y de los gremios.
- Libertad de imprenta, de contratación y de comercio.
- Libertad de almacenamiento de productos y de precios agrarios.
El Regreso al Poder de los Moderados (1837-1840)
En octubre de 1837, los moderados ganaron las elecciones. Se frenó la desamortización eclesiástica y se acentuó la centralización política con el proyecto de Ley de Ayuntamientos (1840), que otorgaba a la Corona la facultad de nombrar a los alcaldes. Los progresistas se opusieron a esta ley.
María Cristina, apoyando a los moderados, se enfrentó al general Espartero, líder de los progresistas. Incapaz de resistir, renunció a la regencia y se exilió en 1840.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero, inicialmente con ideales progresistas, derivó hacia un marcado autoritarismo, gobernando con una camarilla de militares afines. Se alejó del modelo progresista que lo había llevado al poder.
Aprobó un arancel librecambista en 1842, abriendo el mercado español a los tejidos de algodón ingleses. Esto provocó un levantamiento en Barcelona, que fue reprimido con un bombardeo ordenado por Espartero. En 1843, un nuevo levantamiento forzó a Espartero al exilio, marcando la quiebra del régimen progresista. Se adelantó la mayoría de edad de Isabel II, quien fue proclamada reina a los trece años.
La Década Moderada (1844-1854)
Bases del Régimen Moderado
El general Narváez formó un nuevo gobierno basado en la autoridad, el orden y la represión, buscando el dominio de la oligarquía. Se elaboró la Constitución de 1845 (de corte moderado), que regulaba la libertad de imprenta, establecía un sufragio censitario restringido al 1% de la población y facilitaba la intromisión del gobierno en las elecciones.
Desarrollo del Estado Liberal Moderado
Se firmó un Concordato con la Santa Sede, por el cual el Papado reconocía a Isabel II. El Estado se comprometía al sostenimiento de la Iglesia y se reconocía el catolicismo como religión oficial. Se llevó a cabo una reforma fiscal, la elaboración de un Código Penal y un Código Civil (1848-1850). Se estableció un sistema nacional de instrucción pública. Se creó la Guardia Civil (1844) y se implementó un servicio militar obligatorio a través de un sistema de quintas por sorteo.
La Crisis del Moderantismo
Las protestas contra las quintas, los motines campesinos y las huelgas obreras impidieron la estabilidad del gobierno moderado. Los carlistas iniciaron un levantamiento en Cataluña a favor de Carlos VI. La marginación de las Cortes y la reforma de 1852, impulsada por el gobierno de Bravo Murillo, enfrentado a Narváez, provocaron descontento entre moderados y progresistas.
El Bienio Progresista (1854-1856)
La Revolución de 1854
Un pronunciamiento de O’Donnell (moderado descontento), junto con la incorporación de progresistas que publicaron el Manifiesto de Manzanares, desencadenó una revuelta popular. Isabel II tuvo que aceptar la reinstauración de la Milicia Nacional y un gobierno presidido por Espartero, con O’Donnell como ministro de Guerra. La alianza entre progresistas tibios y moderados avanzados dio lugar a la formación de la Unión Liberal.
Las nuevas Cortes redactaron una Constitución (1856) que nunca llegó a publicarse.
La Acción de los Gobiernos
El gobierno progresista impulsó reformas como:
- Nueva Ley de Desamortización civil y eclesiástica, afectando principalmente a los ayuntamientos.
- Ley General de Ferrocarriles, incentivando la construcción de líneas ferroviarias.
- Puesta en marcha del sistema de telégrafo, ampliación de la red de carreteras, desarrollo de la minería y fomento de la actividad bancaria.
Los Problemas Sociales
A una crisis de subsistencias se unieron motines en diversas ciudades, con asaltos a fincas y fábricas. Se sumó la conflictividad obrera, con demandas relacionadas con los impuestos y las condiciones laborales.
La Crisis del Bienio Progresista
La conflictividad social provocó un enfrentamiento entre O’Donnell y Espartero. La reina apoyó a O’Donnell, quien, tras sofocar la resistencia progresista, puso fin al bienio, cerró las Cortes, suprimió la Milicia Nacional, destituyó ayuntamientos y anuló la libertad de prensa.