España en el Siglo XIX: Transformación y Conflicto

La Restauración y sus Oposiciones

Carlismo y Republicanismo

En el sistema de la Restauración, la oposición carlista y republicana quedaron marginadas, sin diputados suficientes para formar gobierno o una minoría influyente. La derrota carlista en 1876 provocó una crisis interna, hasta que Vázquez de Mella renovó el partido mediante el Acto de Loredan (1896). Se fijaron los principios carlistas: unidad católica, defensa de los fueros, apoyo al pretendiente carlista y oposición a la democracia. Por primera vez, el carlismo renunció a defender el Antiguo Régimen y aceptó formar parte del sistema liberal. Se creó la Milicia Requeté, y una disputa religiosa llevó a Ramón Nocedal a fundar el partido católico nacional, conocido como “los integristas”, que no reconocían a Carlos como rey. Se produjo una división interna debido al fracaso del sexenio democrático, el descontento de sus seguidores y la represión de los gobiernos monárquicos.

Castelar lideró a los posibilistas, Luis Zorrilla a los progresistas (que no descartaban la violencia), y Salmerón a los centralistas. Frente a ellos, Pi y Margall lideró a los federales. Por primera vez, tendrían representación en las Cortes gracias a la unión de todos los partidos republicanos menos los posibilistas, pero sus bases se fueron desplazando hacia ideas socialistas. Pablo Iglesias fundó en 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

Las Guerras Coloniales y la Crisis de 1898

Tras la Paz de Zanjón (1878), que marcó el final de la Guerra de los Diez Años en Cuba, se esperaban reformas que otorgasen los mismos derechos de representación política en las Cortes que los españoles peninsulares: libertad de comercio y abolición de la esclavitud. Sin embargo, ninguna se implementó. La ineficacia de la Administración estimuló los deseos de emancipación.

El intelectual José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era la independencia, y contó con el apoyo de quienes habían participado en otras guerras contra España y Estados Unidos. Ya antes se había producido la Guerra Chiquita, una insurrección contra la presencia española en la isla. El 24 de febrero de 1895, se inició un levantamiento generalizado: el Grito de Baire. Cánovas respondió con una fuerte acción militar dirigida por el general Martínez Campos, sustituido luego por el general Weyler, quien inició una dura represión. Tras el asesinato de Cánovas en 1897, el nuevo gobierno encargó el mando al general Blanco, que trató de pactar con los revolucionarios, pero tardíamente, por lo que la guerra continuó.

Paralelamente, se produjo una rebelión en Filipinas, impulsada por los independentistas de José Rizal, que fue sofocada con gran violencia. Los intereses norteamericanos los llevaron a apoyar a los rebeldes. El incidente del acorazado Maine, que estalló en el puerto de La Habana en 1898, desencadenó un ultimátum y la guerra hispano-norteamericana.

La superioridad de Estados Unidos fue aplastante, derrotando a la flota española en Santiago de Cuba y el Caribe. La Paz de París significó la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que pasaron a ser un protectorado norteamericano.

Los efectos de la crisis del 98 fueron más morales que económicos o políticos. En medio del pesimismo, surgieron nuevas voces que reclamaron la regeneración de España.

Desamortizaciones y Agricultura

A pesar de que el sistema liberal deshizo las instituciones del Antiguo Régimen, los cambios en la agricultura española durante el siglo XIX fueron lentos e insuficientes. Los gobiernos liberales iniciaron una reforma agraria para poner tierras y productos en el mercado.

En 1836, tras la disolución del régimen señorial y la supresión de los mayorazgos, tuvo lugar la desamortización de Mendizábal. Se disolvieron las órdenes religiosas. En 1855, continuó con la Ley General de Madoz, que afectaba a los bienes de la Iglesia, el Estado, los ayuntamientos e instituciones benéficas. El objetivo era doble: nuevos recursos para el Estado e impulsar el desarrollo agrícola y la modernización económica.

La reforma agraria aumentó la recaudación del Estado y numerosas propiedades pasaron a manos privadas. Sin embargo, no se logró una verdadera reforma del sistema de propiedad, pues los compradores eran quienes ya tenían tierras o recursos, buscando beneficios, no la mejora de los cultivos. Además, generó un contraste entre el norte y el sur.

Se produjo un moderado crecimiento agrario, basado en la superficie cultivada y la especialización regional, pero no se modernizaron las técnicas de cultivo, debido a factores naturales y a la estructura de la propiedad.

Industrialización y Transportes

A finales del siglo XIX, España era un país agrario con retraso en la industrialización, que además de tardía fue lenta y localizada. Su origen se relaciona con las fuentes de energía y la minería: la demanda de carbón y hierro permitió el desarrollo del sector en Asturias, Vizcaya y Málaga. En 1868, se aprobó la Ley de Minas, que liberalizó el sector, pero con escaso efecto de arrastre para la economía española, ya que los yacimientos eran explotados por compañías extranjeras.

Anteriormente, se instalaron las primeras máquinas de vapor, extendiendo la mecanización de la industria textil en Cataluña. La industria del algodón permitió la industrialización catalana, pero no del resto de España.

En la segunda mitad del siglo XIX, se desarrolló la industria siderúrgica. Tras unos intentos en Málaga, la disponibilidad de carbón mineral la desplazó a Asturias, y con la llegada del carbón galés a Bilbao, comenzó la industrialización de Vizcaya y el País Vasco.

La industrialización se vio frenada por malos transportes que impedían la organización del mercado interior. En 1855, se aprobó la Ley General de Ferrocarriles, que inició una intensa etapa constructiva hasta finales de siglo.

Cambios Sociales y Demográficos

Durante el siglo XIX, la población española pasó de 11 a 18 millones de habitantes, un crecimiento más limitado que en Europa, porque se mantuvo el régimen demográfico antiguo. Fue mayor en la periferia que en el interior, excepto en Madrid. Aunque predominaba el mundo rural, las ciudades crecieron a partir de 1860, comenzando un éxodo rural. A finales de siglo, aumentaron las migraciones a América.

El Estado liberal disolvió los estamentos e impuso la igualdad jurídica. Las divisiones económicas originaron dos grandes grupos sociales:

  • Dirigentes (élite y clase neutra): la antigua nobleza aumentó su poder e influencia en la corte de Isabel II, pero la perdió durante la Restauración por el ascenso de la burguesía. La clase media de asalariados y profesionales liberales era muy reducida.
  • Trabajadores: en el campo aumentaron los campesinos sin tierras por la concentración de la propiedad, con grandes diferencias regionales y abriendo paso a la emigración. En la ciudad, se mantuvo el sector artesanal y trabajadores de comercio, banca y limpieza, que imitaban pautas sociales de la burguesía. Aumentó el peso de las mujeres en el trabajo doméstico y del proletariado industrial, con malas condiciones laborales y de vida.

Los Inicios del Movimiento Obrero

Hasta 1840, las primeras protestas obreras fueron espontáneas y violentas, conocidas como movimientos ludistas, en rechazo a las máquinas (incendio de telares en Alcoy, quema de la fábrica Bonaplata en Barcelona).

A partir de 1840, el problema se centró en las condiciones laborales. Nació el asociacionismo obrero, surgiendo las Sociedades de Socorros Mutuos, que ayudaban en paros, enfermedades o muerte, y comenzando las huelgas (ilegales), con cajas de resistencia.

La primera huelga general fue en 1855. Tras el triunfo de la “Gloriosa”, llegaron a España las ideologías internacionalistas. El italiano Fanelli difundió los ideales anarquistas. En 1870, se celebró el primer congreso de la Federación Regional Española (FRE) de la AIT, alineada con el anarquismo. En 1871, llegaron las ideas marxistas, y las discrepancias con la FRE generaron un grupo socialista minoritario.

Al desaparecer la Primera Internacional, Pablo Iglesias fundó en 1879 el PSOE y en 1888 el sindicato UGT, que se afiliaron a la Segunda Internacional en 1889. Su influencia sería más notable en el siglo XX.

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