La Guerra de los Treinta Años y sus Repercusiones en España
La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) fue un conflicto de signo religioso al oponer a protestantes y católicos, pero también resultó ser una pugna política contra el dominio en Europa de los Habsburgo austriacos y españoles. Los tercios españoles consiguieron vencerlos hasta que Francia, a pesar de ser un país católico, entró en el conflicto en apoyo de los protestantes. Las batallas se sucedieron hasta que en la Batalla de Rocroi fueron derrotados los tercios españoles de Flandes y se inició la decadencia del ejército español por falta de dinero con el que pagar la soldada y los avituallamientos.
La larga duración de la guerra provocó el agotamiento de todos los bandos y se establecieron conversaciones de paz que culminaron en el Tratado de Westfalia (1648), donde se acordó que los intereses de los estados y su religión prevalecerían sobre los del antiguo Imperio Germánico. Después de Westfalia, la guerra con Francia continuó y no acabó hasta la Paz de los Pirineos (1659), en la que la monarquía española cedió a Francia los territorios que poseía al norte de los Pirineos: Rosellón y Cerdaña, con lo que la frontera quedó establecida en la cordillera. En este tratado se inicia la hegemonía de Francia y el declive de España.
Reformas del Conde-Duque de Olivares y Rebeliones Internas
El Conde-Duque de Olivares pretendió una mayor centralización y una contribución de todos los territorios de la corona al esfuerzo de la guerra, y creó la Unión de Armas por la que todos los reinos y virreinatos, sin excepción, deberían aportar hombres y dinero al ejército de forma proporcional.
La rebelión de Cataluña se originó cuando Olivares, en plena Guerra de los Treinta Años, abrió un frente militar contra los franceses en los Pirineos, lo que obligó a los catalanes a alojar a las tropas castellanas y a contribuir al gasto militar, a pesar de que las cortes de 1626 se habían negado a pagar el subsidio demandado. Esto, junto a los desmanes cometidos por los soldados reales, provocó una rebelión con la entrada de los segadores armados en Barcelona durante el Corpus de Sangre (7 de junio de 1640). La lucha fue larga, duró unos diez años y finalizó en 1652 con la rendición de Barcelona al ejército real, que estaba al mando de Juan José de Austria.
En el mismo año 1640 se produjo la rebelión de Portugal, que proclamó rey al duque de Braganza, emparentado con la antigua casa de Avis, que había reinado en Portugal antes de su anexión a la corona hispana por Felipe II en 1580. Los portugueses no querían permanecer unidos a la corona hispana, entre otras causas porque la unión les había enemistado con Inglaterra y Holanda, que atacaban sus colonias y les provocaban grandes pérdidas económicas. Así pues, la rebelión, a la que se unieron las colonias portuguesas, dio lugar a una larga guerra que duró hasta 1652, en la que Portugal logró la independencia de la corona de Castilla.
Crisis Demográfica, Económica y Social en la España del Siglo XVII
La crisis social y económica provocada por las pestes, malas cosechas, guerra, parálisis del comercio y la industria fue todavía más profunda en España. La crisis demográfica del siglo XVII hizo descender la población de 8,5 millones de habitantes en 1600 a 7,5 millones en 1700. Las causas fueron las epidemias y las guerras, como en el resto de Europa, pero a estas se sumaron, además, otras propias de España como fueron la expulsión de los moriscos, las migraciones a América y el aumento en número del clero en el que muchos buscaban refugio para, al menos, poder alimentarse.
En el terreno económico, la agricultura empeoró su ya precaria situación, y la artesanía y el comercio fueron incapaces de sobrevivir a la revolución de los precios del siglo XVI y, sobre todo, a la competencia extranjera. Ni el aumento de los impuestos, ni las devaluaciones de la moneda, ni la constante emisión de deuda pública pudieron salvar al estado de la bancarrota cuando, además, empezó a descender drásticamente la llegada de metales preciosos de América.
En esta situación se puso de manifiesto el mantenimiento de la mentalidad aristocrática que había imposibilitado rentabilizar la riqueza proveniente de América. En vez de estimular las actividades productivas, esos bienes fueron dedicados a pagar las empresas imperiales de la monarquía y a consolidar un modelo social nobiliario en el que los capitales se dedicaban a la compra de tierras, casas o gastos suntuarios. Pero lo más grave es que se impuso un modelo social en el que la aspiración era vivir de rentas como los señores o enriquecerse en la aventura americana, ya que el trabajo en el campo o las actividades artesanales apenas daban para sobrevivir y se consideraba una actividad plebeya y de poco prestigio social. Se generó, por tanto, una sociedad de nobles, hidalgos o pícaros en detrimento de los verdaderamente productivos: campesinos, artesanos o comerciantes. A partir de 1685 comenzó a percibirse una lenta recuperación demográfica y comercial, que en los años siguientes se reflejaría en la economía.
La Guerra de Sucesión Española y el Cambio Dinástico
Los candidatos a ocupar el trono por sus vínculos familiares eran fundamentalmente Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y de la infanta española María Teresa de Austria, y el Archiduque Carlos de Habsburgo, hijo del emperador de Austria Leopoldo I, casado con la infanta Margarita Teresa de Austria. El nombramiento provocó un conflicto grave para las potencias europeas ya que su ascenso fortalecía a los Borbones en Europa y, rápidamente, los distintos países se posicionaron a favor de uno u otro candidato.
Se formaron dos bandos:
- Bando borbónico: Formado por Francia y Castilla en España, a excepción de parte de la gran nobleza temerosa de perder influencia ante el absolutismo borbónico.
- Bando austriaco: Con el apoyo de la Corona de Aragón, especialmente en Valencia y Cataluña, por el mal recuerdo dejado por las tropas francesas en Cataluña durante el levantamiento de 1640 y el temor de las instituciones a perder su poder ante las tendencias centralizadoras y uniformadoras de la nueva monarquía.
El enfrentamiento entre los dos candidatos al trono derivó en una guerra civil, que se desarrolló durante casi una década, y a la vez en una guerra internacional. En 1711, con la muerte del emperador austriaco José I y el nombramiento del archiduque Carlos como nuevo emperador, se produjo un cambio en el panorama internacional. Esto suponía tener un Habsburgo en los dos tronos, por lo que inmediatamente los ingleses retiraron su apoyo y aceptaron firmar la Paz de Utrecht con condiciones. Este hecho suponía un grave peligro para el equilibrio europeo.
Consecuencias de la Guerra de Sucesión y los Decretos de Nueva Planta
La gran beneficiada de todo este conflicto fue Inglaterra que logró equilibrar las fuerzas en la Europa continental, mientras ella lograba hacerse con posesiones y derechos sobre el tráfico marítimo colonial. Sin embargo, a la vez la monarquía se liberó de una pesada carga militar y financiera que había sido una de las causas de la crisis del siglo XVII. El siglo XVIII se convierte en un siglo de relativa paz salvo contados episodios bélicos para los que empezó una política de pactos con Francia que fueron los llamados Pactos de Familia.
Los Austrias habían iniciado ya este proceso de concentración de poder durante los siglos anteriores en Castilla, que apenas conservaba instituciones que pudieran enfrentarse al monarca. Felipe V aprovechó la adhesión de la Corona de Aragón a la causa del archiduque Carlos durante la guerra para abolir sus fueros e instituciones. Mediante los Decretos de Nueva Planta (Valencia y Aragón en 1707, Mallorca en 1715 y Cataluña en 1716) abolió las instituciones políticas y las leyes propias de los territorios de la Corona de Aragón e impuso las leyes y la organización político-administrativa de Castilla. Igualmente, el Consejo de Aragón fue abolido y el Consejo de Castilla se constituyó como el órgano esencial del gobierno del país, que ejercía las funciones consultivas, tenía facultades legislativas y judiciales, y actuaba como tribunal supremo de justicia.