La Crisis de 1640 y el Ocaso de los Austrias
La crisis de 1640: Debido a la Guerra de los Treinta Años, se aplazaron reformas y se recurrió a medidas de urgencia que agravaron la crisis social y económica. El descontento social y la oposición a la política de Olivares aumentaron, manifestándose en el rechazo de los reinos periféricos a las pretensiones unitarias y centralistas de Olivares, quejas de la alta nobleza por el escaso protagonismo y denuncias de las clases populares por su agotamiento económico. Los conflictos y protestas constantes derivaron en rebeliones, siendo las más graves las de Portugal y Cataluña. La impopularidad de Olivares llevó al rey a apartarlo de la política, pero no se restableció la paz social.
Los Austrias del siglo XVII y el ocaso del Imperio Español: Con Felipe III se inició un periodo de paz, marcado por la firma de tratados con Inglaterra tras la muerte de Isabel I y la Tregua de los Doce Años con Holanda. Esto facilitó la recuperación económica española y la hacienda real. Sin embargo, bajo Felipe IV, el conflicto entre protestantes y católicos en Alemania derivó en una guerra en toda Europa, que planteaba el mantenimiento del orden internacional basado en la hegemonía de los Habsburgo. Esta guerra provocó hostilidades entre España y Holanda, y concluyó con la Paz de Westfalia. Para España, esto significó la independencia de las Provincias Unidas y la pérdida de la hegemonía, que pasaría a Francia, consolidada con la Paz de los Pirineos, que implicó la pérdida del Rosellón, Cerdeña y Artois. Con Carlos II, España se vio envuelta en conflictos con Francia, perdiendo Lille, el Franco Condado y otras plazas flamencas, además del reconocimiento de la independencia de Portugal.
La Guerra de Sucesión y el Sistema de Utrecht
Guerra de Sucesión (1701-1714): En 1700, Carlos II murió sin descendencia, dejando dos candidatos al trono: Carlos de Austria y Felipe de Anjou. Las potencias europeas se alarmaron ante la posible formación de un bloque franco-español, que implicaría una hegemonía indiscutible. Inglaterra, Holanda y Portugal apoyaron a Carlos, desencadenando el primer conflicto armado del siglo XVIII. La Guerra de Sucesión fue una contienda europea entre el bando franco-español y la Gran Alianza Anti-Borbónica, y también una guerra civil en España, donde la Corona de Aragón apoyó a Carlos y la Corona de Castilla a Felipe V. La guerra finalizó cuando Carlos se proclamó emperador de Alemania en 1711, planteando una nueva amenaza si formaba un bloque hispano-alemán. Inglaterra presionó para firmar la Paz de Utrecht en 1713, una serie de tratados bilaterales entre los contendientes de la Guerra de Sucesión, siendo el primero el Tratado de Paz y Amistad Franco-Británico. Inglaterra fue la gran vencedora del conflicto, obteniendo ventajas militares, mercantiles y territoriales, mientras que España resultó la gran perdedora.
El Cambio Dinástico: Los Primeros Borbones
Cambio dinástico: Los primeros Borbones: Felipe V gobernó con la ayuda de administradores franceses, apartando a la aristocracia española del gobierno. Su matrimonio con Isabel de Farnesio trajo consigo un fuerte cambio en la corte, con consejeros italianos que implementaron una política exterior agresiva con el objetivo de recuperar territorios perdidos en la Paz de Utrecht, reconquistando Nápoles y Sicilia en 1734. Fernando VI realizó una política para reforzar el absolutismo y conseguir crecimiento económico para modernizar el país y salvaguardar el imperio colonial. Finalizó la guerra contra Inglaterra, dando a España un largo periodo de paz que sirvió para iniciar reformas internas en fiscalidad, comercio y la creación de una potente armada.
El Despotismo Ilustrado de Carlos III
Práctica del Despotismo Ilustrado: Carlos III: El despotismo ilustrado fue la teoría política predominante en Europa, basada en dos principios: el poder absoluto de la monarquía y el ideal del rey filósofo, consecuencia lógica del carácter aristocrático del pensamiento ilustrado. El planteamiento político consideraba al pueblo como un objeto. La filosofía del despotismo ilustrado era «todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Carlos III fue su mejor representante, rodeado de Floridablanca y Campomanes. Comenzó por la reforma de Madrid, una de las capitales más sucias y pobres de Europa. Potenció la política económica, la modernización y la mejora de las estructuras productivas y comerciales. Se emprendieron reformas en la administración de justicia y el ejército, que adquirió un carácter más profesional y al servicio del Estado. Carlos III intentó extender el deseo de modernización y reforma a toda la sociedad.
Política Exterior en Europa
Evolución de la política exterior en Europa: La política exterior de Felipe V se orientó a la recuperación de las antiguas posesiones españolas en Italia, impulsada por Isabel de Farnesio, pero los intentos de dominar Sicilia y Cerdeña fracasaron. España se incorporó al sistema de alianzas europeo a través de los Pactos de Familia con Francia, que prestaban ayuda y defensa mutua. Hubo dos pactos: el Primer Pacto de Familia (1733) y el Segundo Pacto (1743), además de años de negociaciones con Inglaterra, Portugal y la Santa Sede, destacando el Concordato de 1753. Se potenció la industria naval española, convirtiéndose en la tercera más importante de Europa. Carlos III volvió a la política de intervención militar en los conflictos europeos, del lado de Francia y Austria. Este periodo estuvo marcado por las guerras coloniales, siendo Inglaterra el principal enemigo. El Tercer Pacto de Familia (1761) involucró a España en la Guerra de los Siete Años, y en 1779 España apoyó a los insurrectos en la Guerra de la Independencia de las colonias inglesas, dando origen a los Estados Unidos de América.
Política Borbónica en América
Política Borbónica en América: El Consejo de Indias fue perdiendo competencias a favor de las correspondientes secretarías, al igual que la Casa de Contratación. A los dos virreinatos existentes se añadieron Nueva Granada y Río de la Plata. No hubo modificaciones en las audiencias. Se introdujeron dos novedades en la administración: la creación de un ejército regular americano con destacamentos en enclaves estratégicos y el establecimiento de intendencias que sustituyeron la anterior división en gobernaciones y corregimientos, con el objetivo de controlar con mayor eficacia las colonias. En el plano comercial, América era exportadora de materias primas e importadora de productos peninsulares, principalmente agrícolas. Se crearon compañías comerciales privilegiadas y monopolistas. Ante la imposibilidad de satisfacer la demanda americana, se implementaron medidas liberalizadoras del comercio, como la supresión del sistema de flotas y galeones, sustituido por el sistema de registros o la autorización del libre comercio. Sin embargo, América era un mercado excesivo para la escasa productividad peninsular, y la mayoría de las manufacturas enviadas eran extranjeras, resultando en un volumen de contrabando superior al comercio legal.