LA GUERRA DE Cuba
Durante el reinado de Fernando VII, la mayoría del Imperio español alcanzó la independencia. Solo Cuba, Puerto Rico y las Filipinas se mantuvieron bajo la soberanía española.
Los movimientos independentistas coincidieron con el auge del imperialismo europeo y con el expansionismo de los Estados Unidos, convertido ya en gran potencia industrial y militar.
LA POLÍTICA COLONIAL Y SU FRACASO:
La política de los gobiernos españoles ante las demandas de los independentistas fueron insuficientes y un fracaso. El ministro Antonio Maura, inauguró un período de incertidumbre en la política exterior española que tuvo su proyección después en la crisis del Caribe.
Puerto Rico no planteaba serios problemas, pues había conseguido su autonomía, la esclavitud había sido abolida y tenía una economía saneada. El autonomismo se dividíó en dos corrientes, una más españolista y otra más radical. Ambos sectores se unieron en el Partido Autonomista, que luego volvíó a dividirse. En Puerto Rico la dominación española era más efectiva, pues se ejercía a través de una élite económica poderosa que podía controlar los movimientos de base popular.
En Cuba, las reformas adquirieron un especial carácter por el significado de la isla para España. Se había abolido la esclavitud y se propuso una amplia reforma administrativa y una ampliación del censo, pero estas medidas fueron rechazadas, el ministro fue tildado de energúmeno y dimitíó abriendo una crisis del gobierno liberal. Los sectores españolistas, partidarios de no ceder a ninguna presión reformadora, chocaron con los intentos del gobierno de conceder cierta autonomía. Mientras que en el extremo contrario estaba el movimiento independentista, dirigido por el Partido Revolucionario Cubano.
Se formaron, por tanto, tres corrientes: españolistas, autonomistas e independentistas. El autonomismo en Cuba defendía la españolidad de la isla, pero con una identidad propia y vínculos con España de carácter solidario, pero no colonial.
El Partido Liberal Autonomista representó en Cuba estas ideas. Se apostaba por una Cuba española, pero libre, con derecho de autodeterminación y regulada por leyes propias.
Las islas Filipinas se diferenciaban de las Antillas por la escasa presencia española en el archipiélago y la baja ocupación del territorio, excepto la capital, Manila, y su entorno próximo. España se tuvo que enfrentar a un conjunto de disidencias de base campesina, eclesiástica, nacionalista y de los terratenientes. Mestizos y nativos atacaron la ausencia de reformas, lo que dio lugar al movimiento emancipador, partidarios de las reformas. Se fundó la Liga Filipina, que espoleó el movimiento nacionalista.
La sustitución del gobernador permitíó a Maura introducir cambios, mejoraban la administración de Hacienda y Justicia, así como una reforma del régimen municipal de carácter autonomista, reformas que fueron atacadas por el clero y los sectores más conservadores, que las calificaron de antiespañolas.
LA PÉRDIDA DE LAS COLONIAS:
La insurrección nacionalista que dio lugar a la última guerra cubana tuvo dos momentos: 1º. La guerra entre el ejército español y los grupos independentistas nativos y 2º. La intervención de Estados Unidos en el conflicto, lo que llevó al enfrentamiento hispano-norteamericano.
La guerra hispanocubana se desarrolló en cuatro fases:
● La primera se inició con la sublevación y con la muerte del líder de la independencia.
● La segunda fase fue el momento de mayor avance de las tropas sublevadas, desde el este al oeste de la isla.
● En la tercera fase se intensificó la interferencia de Estados Unidos en el conflicto.
● La cuarta fase desembocó en la intervención directa de Estados Unidos.
LA GUERRA HISPANO-ESTADOUNIDENSE DE 1898:
Las razones de Estados Unidos para intervenir en el conflicto fueron diversas. Existía una larga tradición que reivindicaba la influencia en el Caribe y en concreto sobre Cuba y Puerto Rico. Hubo diversos intentos de comprar la isla de Cuba a España. Además, la guerra hispanocubana coincidíó con el momento de máxima expansión del imperialismo de Estados Unidos.
La ayuda a los insurrectos cubanos fue constante a través de la Junta Cubana o la Liga Cubana. Las reformas introducidas en la isla por el gobierno no satisficieron las exigencias del nuevo presidente, que abogaba ya por la compra o la anexión. En definitiva, a la debilidad del gobierno español vino a sumarse la creciente presión de Estados Unidos.
La explosión del acorazado estadounidense Maine fue el pretexto para la declaración de guerra. La prensa y la diplomacia estadounidenses, acusaban a los españoles de haber provocado el hundimiento, lo que exaltó el fervor patriótico de los españoles y encendíó aún más los ánimos. Estados Unidos declaró la guerra a España en 1898.
A la guerra se opusieron carlistas, republicanos, anarquistas, socialistas y sectores populares, ya que, soportaban el conflicto de forma directa como soldados.
Aun conscientes de la inferioridad militar, la flota española se enfrento a la poderosa armada estadounidense. El resultado fueron dos derrotas estrepitosas, una en Cavite y otra en Santiago de Cuba.
Las negociaciones de paz se plasmaron en el Tratado de París, por el que España reconocía la independencia de Cuba, y cedía Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos. España apenas tuvo capacidad para negociar, ya que le fueron impuestas las condiciones. España también entrego al Imperio alemán las islas Carolinas, las Marianas y las Palaos.
Quedaba así liquidado el Imperio español, cuyos restos pasaron a manos de las grandes potencias imperialistas del momento.
LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE: CRISIS DE CONCIENCIA Y REGENERACINISMO:
La derrota no produjo un cambio de gobierno ni hizo peligrar la monarquía, pero sí generó un nuevo espíritu: el regeneracionismo. Este fue un examen de conciencia llevado a cabo por intelectuales y políticos, cuyos ejes básicos eran la dignificación de la política, la modernización social y la superación del atraso cultural. Sus defensores más activos fueron Francisco Silvela y Antonio Maura.
Se formó un gobierno presidido por Silvela y con el general Polavieja como ministro de guerra. Ambos pretendían regenerar el país sin modificar el sistema restaurador ni el papel que hasta entonces habían jugado la corona, el ejército y los partidos. Mientras Polavieja representaba la garantía del viejo orden, Silvela era partidario de reformas que se intentaron sin éxito en Hacienda, ejército y organización territorial. El fracaso del gobierno regeneracionista mostraba la incapacidad del sistema para evolucionar.
Por ello hubo otro movimiento regeneracionista al margen del sistema, el de los intelectuales. También destacó un grupo de escritores que dio lugar a la llamada generación del 98.
Para los intelectuales regeneracionistas, España estaba en un estado de postración. Partiendo de postulados pesimistas, intentaron formular un diagnóstico y unas soluciones que englobaron bajo el calificativo de regeneración nacional.
Se cuestionaban la capacidad del pueblo español para progresar, consideraban la falta de educación uno de los males fundamentales causantes del atraso del país y criticaban el sistema de la Restauración y su funcionamiento.
La Liga Nacional de Productores establecíó reformas agrarias, municipales, educativas y administrativas. La Liga y las cámaras de comercio generaron gran interés en aquellos años, pero ambas excluían la participación en la reforma de obreros y campesinos, y reducía el protagonismo a las clases productivas intelectuales, a lo que se sumó el recelo de los industriales catalanes y vascos ante el creciente españolismo de las cámaras y de la Liga. Ello explica la creación de la Liga Regionalista de Cataluña por un grupo de empresarios catalanes reacios a crear una Uníón Nacional de Cámaras.
El regeneracionismo, dejó de ser un peligro para el sistema restaurador y sus lemas fueron asumidos por los conservadores, los liberales, los republicanos y el propio monarca.