LA GUERRA CARLISTA (1833-1839)
El carlismo fue un movimiento político cuyo programa ideológico se resumía en la defensa de la religión, del absolutismo monárquico, del formalismo y de los privilegios del Antiguo Régimen. Por esta razón su rechazo a las formas liberales fue total porque las reformas de las cortes de Cádiz habían desmantelado el sistema de privilegios anterior y atacaban directamente al poder de la Iglesia.
Las bases sociales del carlismo fueron el clero, el campesinado pobre, gran parte de la nobleza y sectores de las clases medias defensoras de los fueros.
La primera guerra carlista empezó al morir Fernando VII. El 30 de Septiembre de 1833 hubo brotes armados en Talavera y Valencia, que fueron continuadas por otras en Navarra y provincias vascas organizadas por Zumalacárregui. En Noviembre ya había una guerra abierta en el País Vasco y en el norte de en Julio de 1835.
La segunda etapa se difundíó por toda España.La marcha del conflicto fue variando entre uno y otro bando, destacando las expediciones del general Cabrera al mando de una parte del ejercito carlista. La población mantuvo una La acción más espectacular de esta fase fue la Expedición Real, encabezada por Carlos María Isidro, cuyo objetivo era imponer un pacto a María Cristina en su momento vulnerable tras la sublevación de La Granja. Los carlistas llegaron a Madrid en Septiembre de 1837, pero el ejército isabelino, al mando de Espartero, obligó a los carlistas a retirarse.
La tercera fase acabó con el triunfo de las tropas gubernamentales. Dentro del carlismo surgíó una división entre los más conservadores y los menos radicales, partidarios de negociar, los cuales triunfaron y se permitíó la firma del Convenio de Vergara entre Espartero (isabelinos) y Maroto (carlistas). En él se prometía el mantenimiento de los fueros y el reconocimiento de los oficiales del ejército carlista, cosa que Espartero incumplíó posteriormente.
El rechazo a este acuerdo por el sector apostólico y el propio don Carlos prolongó la guerra en Cataluña y Aragón hasta la derrota definitiva en Morella de las tropas de Cabrera (1840).
REGENCIA DE Espartero (1840-1843)
Tras la guerra carlista, comenzó el régimen de los generales, donde destacaron Espartero, Narváez y O’Donell, cuya presencia atraviesa todo el reinado de Isabel II hasta 1868.
Tras la renuncia de María Cristina, Espartero fue nombrado regente y era considerado como líder de la corriente progresista dentro del liberalismo. Nunca tuvo mayoría en el Congreso, gobernó con talante autoritario y cuando no encontraba apoyo en los progresistas, se apoyaba en los moderados para aprobar algunas leyes.
Mientras se formaban las nuevas Cortes, nombró presidente del gobierno, derogó la ley de ayuntamientos y organizó un poder de tipo populista, cuya base social eran las clases medias y los ayacuchos militares que lucharon con él en la guerra de la independencia de las colonias americanas.
La primera cuestión a resolver era si la regencia era única o de tres personas y Espartero exigíó ser regente único y así lo consiguió con el apoyo de los ayacuchos y moderados.
La labor de su gobierno se basó en la venta de bienes del clero secular con un ritmo de ventas muy rápido. Esta medidas e tomó en una etapa en la que las relaciones con Roma eran nulas, pues la Santa Sede se mostró favorable a la causa carlista, rompíó relaciones con España en 1837, y en 1840 su representante en Madrid fue expulsado.
Otro de los aspectos del gobierno de Espartero fue su apuesta por el librecambismo, siguiendo las ideas de Mendizábal. Aunque el arancel de 1841 parecía proteger la economía española, los productos importados solo pagaban un 15% del valor declarado.
El librecambismo y la injerencia del embajador británico en la política española suscitaron el recelo de la oposición, que acusó a Espartero de haberse vendido a los ingleses. Esta oposición dio lugar a un levantamiento en Septiembre de 1841, dirigido por O’Donell, que acabó en fracaso por el escaso apoyo con que contaban.
EL BIENIO PROGRESISTA (1854-1856)
El autoritarismo del gobierno moderado impulsó el levantamiento de progresistas, del recién fundado Partido Demócrata (fue fundado en 1849) y de algunos sectores del propio moderantismo, defraudados con la actuación gubernamental.
Después de la Vicalvarada del día 30 de Junio de 1854, los sublevados redactaron el llamado Manifiesto de Manzanares, en el que solicitaban:
Respeto a la Constitución de 1845
Reforma de la Ley Electoral
Reducción de los Impuestos
El alzamiento contó con el respaldo popular y con el de diversos jefes militares de distintas ciudades españolas. Isabel II se vio entonces forzada a quitar el poder a los moderados y entregárselo nuevamente al general Espartero, quedando O’Donnell como ministro de la Guerra.
Se convocaron unas elecciones que fueron ganadas por los unionistas de O’Donnell y por los progresistas, partidos que gobernarían conjuntamente durante estos dos años.
Las Cortes salientes elaboraron una nueva Constitución, la de 1856, que ofrecía una declaración de derechos más detallada que la de 1845 e incluía límites al poder de la corona y del ejecutivo. Sin embargo esta constitución no tuvo tiempo para poder entrar en vigor, de ahí que sea conocida como la nonata.
Los gobiernos de esta época desarrollaron una legislación encaminada a sentar las bases para la modernización económica del país. Entre las leyes que promovieron cabe destacar:
- Nueva Ley de Desamortización, conocida como la desamortización de Madoz de 1855.
- Ley de ferrocarriles (1855)
- Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias (1856)
A pesar de las reformas, el bienio transcurríó en un clima constante de conflictividad social, acentuado por la epidemia de cólera de 1854, las malas cosechas, el alza de los precios y los enfrentamientos entre patronos y trabajadores. Las clases populares, defraudadas debido al incumplimiento de las promesas hechas en 1854, retiraron el apoyo a los progresistas. En Julio de 1856 Espartero presentó su dimisión y la reina encargó a O’Donnell formar un nuevo gobierno.