En el Siglo XIX asistimos a la configuración del Estado liberal, que da fin a la sociedad estamental creando una nueva categoría jurídica: los ciudadanos. Los estamentos son sustituidos, pues, por las clases sociales. Éstas responden al sistema económico liberal-capitalista, en el cual las diferencias sociales se establecen en función de la riqueza.
En España encontramos dos grandes grupos:
··Las clases dirigentes: antigua aristocracia, alto clero, ejército, administración y alta burguésía (poseedora de la riqueza urbana, industrial o agraria)
·Las clases populares: trabajadores manuales (obreros, artesanos, campesinos y jornaleros). Es en este último grupo donde surgen los movimientos obrero y campesino, fruto de las condiciones de vida y diferencias de riqueza propias del nuevo sistema económico: el capitalismo.
La nueva forma de conflictividad social enfrenta nuevas ideologías (socialismo, anarquismo y democracia) y nuevas formas de organización (obrerismo y sindicalismo) al liberalismo capitalista.
A mitad del Siglo XIX se expande el asociacionismo obrero en España, alcanzando el punto álgido durante la primera huelga general (1855). Por otra parte, a partir del bienio progresista, los levantamientos campesinos fueron una constante: ocupaciones ilegales de tierras y su reparto entre jornaleros, incendios de registros de la propiedad y enfrentamientos con las fuerzas del orden se repetían con frecuencia. En 1855 hubo un movimiento de ocupación de tierras en Andalucía, Aragón y Castilla. Fracasó por la falta de respaldo, pero las revueltas continuaron a lo largo del Siglo XIX.
La injusticia del capitalismo industrial está en la base de un nuevo pensamiento forjado a principios del S.XIX. Es el socialismo utópico, con Saint-Simón, Cabet y Fourier como máximos representantes. Éstos defienden una sociedad igualitaria, propiedad colectiva y reparto equitativo de la riqueza. En España destaca la figura de Joaquín Abreu, defensor de los falansterios de Fourier ( comunidades de producción y consumo que sirven de base a la transformación social).
En contraposición al socialismo utópico surge el socialismo científico.
Su máximo exponente, Karl Marx, había impulsado la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o Primera Internacional en 1864. Los socialistas marxistas defendían la necesaria organización política de la clase obrera para construir un nuevo Estado obrero, a través de la revolución, que adoptaría la forma de una dictadura del proletariado. En él no existiría la propiedad privada y los bienes de producción estarían en manos del Estado. Con el tiempo, las diferencias socioeconómicas desaparecerían y entrarían en la fase de comunismo, caracterizada por el fin de las clases sociales y de la explotación, y por consiguiente, el Estado sería innecesario.
Por otra parte, en 1868 Mijail Bakunin funda la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, que aúna a los defensores del pensamiento libertario o anarquista.
Éstos defienden la abolición del Estado, se oponen a la existencia de partidos políticos y a cualquier autoridad. Los anarquistas se acaban integrando en la AIT.
En España, las ideas socialistas y anarquistas penetran a raíz de la revolución de 1868. Fanelli difundíó las ideas anarquistas en Madrid y Barcelona como si fueran propias de la AIT, calando profundamente en el campesinado andaluz y el proletariado catalán. A partir de 1869 se expandieron las asociaciones obreras, y en 1870 se celebra en Barcelona el primer congreso de la Federación Regional Española (FRE)
de la AIT. Entre sus conclusiones destaca la huelga como arma fundamental, el apoliticismo del proletariado y la acción directa como vía para lograr la revolución social.
Las teorías marxistas se difundieron en España a través de Paúl Lafargue, quien crea un grupo de internacionalistas en Madrid. Tras su expulsión de la FRE, fundan la Nueva Federación Madrileña, de carácter marxista. Tras el fracaso de las insurrecciones anarquistas durante la Primera República, la Internacional comienza a perder fuerza. La Restauración la declara ilegal en 1874, y pasa a la clandestinidad.
Los anarquistas, por otra parte, se mantuvieron ilegalizados en torno a a FRE, la cual en 1881 pasó a denominarse Federación de Trabajadores de la Regíón Española (FTRE) para adaptarse a la normativa vigente. La represión empujó a parte de sus seguidores a adoptar la acción directa, la vía violenta para lograr el fin del sistema. Mientras, los anarco-sindicalistas daban preferencia a la fundación de organizaciones sindicales.
En España encontramos dos grandes grupos:
··Las clases dirigentes: antigua aristocracia, alto clero, ejército, administración y alta burguésía (poseedora de la riqueza urbana, industrial o agraria)
·Las clases populares: trabajadores manuales (obreros, artesanos, campesinos y jornaleros). Es en este último grupo donde surgen los movimientos obrero y campesino, fruto de las condiciones de vida y diferencias de riqueza propias del nuevo sistema económico: el capitalismo.
La nueva forma de conflictividad social enfrenta nuevas ideologías (socialismo, anarquismo y democracia) y nuevas formas de organización (obrerismo y sindicalismo) al liberalismo capitalista.
A mitad del Siglo XIX se expande el asociacionismo obrero en España, alcanzando el punto álgido durante la primera huelga general (1855). Por otra parte, a partir del bienio progresista, los levantamientos campesinos fueron una constante: ocupaciones ilegales de tierras y su reparto entre jornaleros, incendios de registros de la propiedad y enfrentamientos con las fuerzas del orden se repetían con frecuencia. En 1855 hubo un movimiento de ocupación de tierras en Andalucía, Aragón y Castilla. Fracasó por la falta de respaldo, pero las revueltas continuaron a lo largo del Siglo XIX.
Corrientes ideológicas:
La injusticia del capitalismo industrial está en la base de un nuevo pensamiento forjado a principios del S.XIX. Es el socialismo utópico, con Saint-Simón, Cabet y Fourier como máximos representantes. Éstos defienden una sociedad igualitaria, propiedad colectiva y reparto equitativo de la riqueza. En España destaca la figura de Joaquín Abreu, defensor de los falansterios de Fourier ( comunidades de producción y consumo que sirven de base a la transformación social).
En contraposición al socialismo utópico surge el socialismo científico.
Su máximo exponente, Karl Marx, había impulsado la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o Primera Internacional en 1864. Los socialistas marxistas defendían la necesaria organización política de la clase obrera para construir un nuevo Estado obrero, a través de la revolución, que adoptaría la forma de una dictadura del proletariado. En él no existiría la propiedad privada y los bienes de producción estarían en manos del Estado. Con el tiempo, las diferencias socioeconómicas desaparecerían y entrarían en la fase de comunismo, caracterizada por el fin de las clases sociales y de la explotación, y por consiguiente, el Estado sería innecesario.
Por otra parte, en 1868 Mijail Bakunin funda la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, que aúna a los defensores del pensamiento libertario o anarquista.
Éstos defienden la abolición del Estado, se oponen a la existencia de partidos políticos y a cualquier autoridad. Los anarquistas se acaban integrando en la AIT.
En España, las ideas socialistas y anarquistas penetran a raíz de la revolución de 1868. Fanelli difundíó las ideas anarquistas en Madrid y Barcelona como si fueran propias de la AIT, calando profundamente en el campesinado andaluz y el proletariado catalán. A partir de 1869 se expandieron las asociaciones obreras, y en 1870 se celebra en Barcelona el primer congreso de la Federación Regional Española (FRE)
de la AIT. Entre sus conclusiones destaca la huelga como arma fundamental, el apoliticismo del proletariado y la acción directa como vía para lograr la revolución social.
Las teorías marxistas se difundieron en España a través de Paúl Lafargue, quien crea un grupo de internacionalistas en Madrid. Tras su expulsión de la FRE, fundan la Nueva Federación Madrileña, de carácter marxista. Tras el fracaso de las insurrecciones anarquistas durante la Primera República, la Internacional comienza a perder fuerza. La Restauración la declara ilegal en 1874, y pasa a la clandestinidad.
Evolución fin S.XIX
Durante el último cuarto del s. XIX, la Nueva Federación Madrileña se transforma en la Agrupación Socialista Madrileña (1879), de la que surge el Partido Socialista Obrero Español. En 1888 surge el sindicato socialista, la Uníón General de Trabajadores (UGT). Ambos tendrán peso específico en Madrid, Vizcaya y Asturias, defendiendo la revolución social marxista. Obtuvieron su primer diputado en las Cortes en las elecciones de 1910.Los anarquistas, por otra parte, se mantuvieron ilegalizados en torno a a FRE, la cual en 1881 pasó a denominarse Federación de Trabajadores de la Regíón Española (FTRE) para adaptarse a la normativa vigente. La represión empujó a parte de sus seguidores a adoptar la acción directa, la vía violenta para lograr el fin del sistema. Mientras, los anarco-sindicalistas daban preferencia a la fundación de organizaciones sindicales.