Europa bajo el dominio nazi
Los países vencidos, incorporados u ocupados por el Reich, fueron administrados y controlados por los soldados y la policía alemanes. Desde el punto de vista económico, el objetivo era la organización de Europa en beneficio de Alemania. Para ello se impuso la explotación y esclavización de la población, así como la participación de capital alemán en las empresas foráneas, el control de la producción alimenticia y minera y las requisas forzosas de productos. En resumen, los nazis practicaron el pillaje sobre los recursos materiales y humanos de los países ocupados e impusieron la producción de aquello que necesitaba el Reich, sin atender a la necesidad de la población autóctona. Esta imposición se consiguió mediante un régimen de terror. La Gestapo y la SS arrestaban, torturaban y deportaban hacia campos de concentración a todos los que se resistían. Es más, decidían la eliminación sistemática y masiva de las personas o colectivos considerados peligrosos, inferiores o despreciables. En 1942 planificaron además la eliminación de todos los judíos de Europa en campos de concentración y exterminio.
Los campos de concentración
Los primeros campos de concentración se construyeron en 1933, y entre ellos destacó el de Dachau, destino de detenidos políticos alemanes, grupos étnicos o religiosos, homosexuales, etc. En 1938 se construyeron los de Mauthausen y Ravensbrück, donde acabaron buena parte de los republicanos españoles. Con el progreso de la guerra, la construcción de campos se intensificó. El campo de Auschwitz-Birkenau fue el más representativo al considerarse como un campo de exterminio en el que se pusieron en práctica las últimas novedades tecnológicas para la liquidación en masa de personas. Acogió a polacos, rusos, gitanos, judíos y llegó a exterminar a unas 10.000 personas diarias. Desde 1942 funcionaron también campos más pequeños, específicamente de exterminio, diseñados para eliminar rápidamente a miles de deportados (limpieza étnica). Los campos eran espacios cercados con muros, alambradas eléctricas y torres de vigía para evitar las fugas. Los presos vivían hacinados en barracones que contaban con unos edificios auxiliares y estaban sometidos a unas duras condiciones de trabajo. Desde 1942 se instalaron cámaras de gas y hornos crematorios con los que hacían desaparecer los cadáveres. Se obligaba a los presos a llevar signos de identificación de su condición, y se les sometía a una disciplina feroz y a todo tipo de maltratos y vejaciones. Estas condiciones, unidas a una escasa alimentación y a los trabajos forzados, producían una elevada mortalidad entre los presos. La SS se encargaba de la gestión y explotación de los campos, a menudo en colaboración con grandes empresas que situaban sus fábricas cerca de los campos y utilizaban a los prisioneros como mano de obra esclava.
Colaboración y resistencia
Los alemanes encontraron activos colaboradores en los países ocupados. Fue el caso de industriales temerosos del comunismo o seducidos por las expectativas de beneficio que ofrecían los alemanes y de sectores de la población atraídos por el nuevo orden nazi, garantía de anticomunismo y estabilidad. Asimismo, en la colaboración tuvo una decisiva influencia el régimen de violencia y terror, que sometía a arresto, tortura, deportación o ejecución a cualquier resistente. A pesar de la violencia, en los países ocupados fueron surgiendo movimientos de resistencia antifascista, organizados por el sentimiento patriótico, el rechazo al nazismo y a la propia injusticia de la ocupación. Impulsaron una guerra encubierta contra los nazis y sus colaboradores, a través de acciones de sabotaje y espionaje a favor de los aliados. El primer y más importante se desarrolló en Yugoslavia, en 1941, donde los partisanos, mayoritariamente comunistas, dirigidos por el mariscal Josef Broz, llamado Tito, fueron determinantes en la liberación del país. En noviembre de 1944 entraron en Belgrado, al lado de las fuerzas soviéticas que operaban en los Balcanes. En Italia adquirió relevancia desde mediados de 1943 un movimiento partisano antifascista, con una fuerte presencia comunista. Los partisanos tomaron la iniciativa de la lucha contra la República de Saló, en favor de una Italia democrática. Fue una auténtica guerra civil que finalizó en la primavera de 1945, con la victoria partisana en las ciudades del norte, acompañada a menudo de insurrecciones populares y de la ejecución del Duce. En Francia, la acción antinazi impulsada desde el exterior por el general De Gaulle, se añadió la del maquis en el interior y la resistencia tuvo una importante intervención en la organización del desembarco de Normandía y en la liberación de París, en 1944.
El impacto económico
La Segunda Guerra Mundial tuvo una indisoluble dimensión económica, con la intervención del Estado para poner la producción, la ciencia y la técnica al servicio de las necesidades bélicas. El crecimiento del complejo industrial militar supuso un extraordinario cambio en la organización de la producción y un gran aumento de la mano de obra en los países beligerantes, a pesar del reclutamiento militar. En Gran Bretaña, EEUU y Japón significó la movilización masiva de la mujer y su incorporación al mundo laboral. Al acabar el conflicto, la devastación era especialmente importante en Europa oriental, donde el pillaje en las ciudades, la práctica de la tierra quemada y las destrucciones de pueblos provocaron una drástica reducción de su capacidad de producción. En Europa occidental, las ciudades y las vías de comunicación fueron los elementos más afectados. Por su parte, Japón había quedado al borde del aniquilamiento, con Tokio y sus centros industriales destruidos, Hiroshima y Nagasaki arrasadas por las bombas atómicas y las economías coloniales desorganizadas. Los países que habían quedado territorialmente al margen de la contienda vieron incrementada su riqueza, en especial EEUU, que experimentó un fuerte crecimiento económico y adquirió una posición hegemónica. También la Unión Soviética, que a pesar de sus destrucciones se transformaría en una gran potencia mundial gracias al mantenimiento de su zona industrial asiática y al control militar y político que ejerció sobre las nuevas democracias populares de la Europa oriental. La reconstrucción de Europa parecía una empresa casi imposible, pero la conservación parcial de la industria bélica en Gran Bretaña y Francia constituyó el punto de arranque para su desarrollo económico, desde el momento en que se fueron restableciendo las comunicaciones y el abastecimiento de materias primas y fuentes de energía desde que EEUU aportó recursos financieros. La intervención del Estado en la economía y la sociedad europeas fue otro elemento decisivo que marcó un cambio respecto al pasado y que asentó las bases para la creación del Estado del Bienestar.
El impacto moral
La brutalidad de las acciones bélicas cuestionó los valores morales y políticos sobre los que había reposado buena parte de la civilización europea anterior. Los derechos humanos habían sido vulnerados y se había impuesto a lo largo de 6 años una cultura de violencia, terror y crueldad. El conocimiento de los campos de concentración y exterminio puso en evidencia las dimensiones del horror nazi. La bomba atómica fue percibida como un verdadero apocalipsis mundial, el descubrimiento de las masacres practicadas por los soviéticos reveló una crueldad inesperada. En este contexto, los vencedores de la guerra impulsaron la creación de un tribunal que definió un nuevo concepto de derecho internacional: el de los crímenes contra la humanidad. El juicio de Nuremberg permitió sentar en el banquillo de los acusados a dirigentes nazis ante un tribunal formado por magistrados de los cuatro grandes estados: EEUU, la URSS, Gran Bretaña y Francia.