La Guerra Civil finalizó el 1 de abril de 1939 y, desde ese momento hasta 1975, España vivió bajo la dictadura personal del general Francisco Franco. Tras la muerte de los generales Sanjurjo y Mola, Franco se consolidó como el líder indiscutible, configurando una dictadura en la que concentró todos los poderes.
La Posguerra (1939-1959)
Desde el principio, Franco contó con el apoyo del ejército, la iglesia y Falange, que constituyeron los pilares del régimen. Estableció un sistema basado en la exaltación del nacionalismo y la identificación de la patria con los principios católicos. El Estado quedó definido por una serie de Leyes Fundamentales que crearon un sistema definido como “democracia orgánica”.
Los primeros años estuvieron marcados por una fuerte represión de todos los desafectos al régimen, quienes fueron condenados a muerte, a prisión o a trabajos forzados. El cuerpo funcionarial fue depurado de los sospechosos de republicanismo. Alrededor de medio millón de españoles tomaron el camino del exilio para escapar a la represión.
La situación económica se caracterizó por la depresión durante los años 1939-1959. La devastación producida por la Guerra Civil originó un notable descenso de la producción y de la renta nacional, produciendo un estancamiento económico durante casi veinte años.
El franquismo optó por la autarquía con el objetivo de establecer una economía que no dependiera del exterior y alcanzar la autosuficiencia económica, a partir del aislamiento y de la sustitución del mercado por la intervención del Estado.
La agricultura fue la gran perjudicada de la política de la autarquía, al contar con menos ayudas y menor innovación, provocando la disminución de la producción y la escasez de alimentos. El alza continuada de precios y el encarecimiento de los productos de primera necesidad obligaron al gobierno a imponer las cartillas de racionamiento, lo que provocó el desarrollo del estraperlo y la corrupción.
Respecto a las relaciones exteriores, al estallar la II Guerra Mundial, España se identificó con las potencias del Eje. Aunque Franco no se decidió a intervenir en la guerra debido a la situación del país, y declaró la no beligerancia, envió la División Azul a luchar contra la URSS.
En 1946, la ONU condenó a España y pidió su aislamiento diplomático, político y económico (lo que incluía la exclusión del Plan Marshall). Fueron los años más difíciles para el régimen. La jerarquía católica aprovechó su posición para imponer sus normas de conducta religiosas y morales.
El Desarrollismo (1959-1973)
La Guerra Fría y la división del mundo en dos bloques propiciaron un cambio favorable para el régimen, ya que los EEUU vieron en Franco un aliado anticomunista. Se inició así un proceso de acercamiento a principios de los 50 que posibilitó el fin del aislamiento del régimen. Las relaciones diplomáticas se reanudaron y en 1953 se firmaron con EEUU acuerdos de asistencia económica y ayuda para la defensa, y el Concordato con la Santa Sede. En 1955, España ingresó de nuevo en la ONU. Progresivamente, se produjo una mejora de las relaciones con todos los países. Coincidiendo con el fin del aislamiento, comenzó un periodo de crecimiento económico moderado, suprimiéndose algunas medidas intervencionistas, pero esto fue insuficiente para superar los graves problemas económicos y sociales de España.
En 1957, la situación internacional, conjuntamente con las dificultades económicas internas, obligaron a realizar cambios y Franco nombró un nuevo gobierno con una orientación distinta, dando entrada a los tecnócratas del Opus Dei, que tenían una tendencia más moderna en lo económico, aunque conservadores en lo político y social. Este cambio fue decisivo para la continuidad del régimen y el futuro económico del país.
El gobierno de los tecnócratas supuso una profunda acción correctora sobre la economía española, con el Plan de Estabilización (1959). Se pretendía pasar en poco tiempo de una economía cerrada a una economía abierta, con gran parte del comercio exterior liberalizado y apertura a las inversiones extranjeras.
El camino abierto por este plan fue seguido por una profunda transformación en la estructura económica del país que significó la conversión de España en un país preferentemente industrial. El crecimiento económico fue estimulado por la inversión de capitales extranjeros, la adopción de tecnología foránea, la emigración de trabajadores y por la entrada masiva de turistas.
La modernización de la economía española comportó un proceso de cambio social que en pocos años modificó sustancialmente la realidad social de España. España conoció un gran crecimiento demográfico (“baby boom”) a la vez que entraba en el ciclo demográfico moderno. Otra característica demográfica de estos años es la generalización de los movimientos migratorios. Las migraciones exteriores cambiaron de destino: ya no iban hacia América, sino hacia Europa, un movimiento favorecido por el régimen para evitar tensiones. Todavía más relevancia tuvo el éxodo rural. La consecuencia fue la despoblación del campo y un gran crecimiento de las ciudades.
Los Años Finales (1973-1975)
Acompañando los cambios económicos, el régimen había iniciado una tímida apertura política, aunque rechazando la democracia parlamentaria. Estas aperturas, defendidas por el sector reformista del régimen, eran criticadas por los sectores más inmovilistas (el “búnker”), que intentaron aprovechar los escándalos económicos para atacar a los aperturistas. A raíz de esta pugna, Franco nombró un nuevo gobierno: el gobierno monocromo, con Carrero Blanco en la Vicepresidencia. Este gobierno frenó los avances aperturistas. Tras su asesinato, la fractura entre aperturistas e inmovilistas se agrandó.
Por otra parte, la crisis económica mundial de 1973, que evidenció el agotamiento del modelo económico franquista, provocó más conflictividad social. Esto, unido a la crisis política y al cambio social experimentado por los españoles, dio más fuerza a la oposición clandestina, a pesar de la fuerte represión con la que respondió el régimen y que le granjeó la condena internacional.
Finalmente, Franco murió el 20 de noviembre de 1975. A pesar de que todo estaba preparado para que el régimen continuara en la persona de Juan Carlos, se hacía evidente que no era posible mantenerlo sin él.