Evolución de los Reinos Cristianos en la Península Ibérica: Siglos VIII al XV

Los Reinos Cristianos en la Península Ibérica: Siglos VIII-XV

La Formación de los Primeros Núcleos Cristianos (Siglos VIII-X)

La conquista musulmana de la península ibérica relegó la presencia cristiana a las zonas montañosas de las cordilleras cantábrica y pirenaica. En este contexto geográfico, surgieron los primeros núcleos cristianos que, con el tiempo, desarrollaron estructuras políticas propias. Estos núcleos evolucionaron hasta formar los tres grandes reinos del siglo XV: Castilla, Aragón y Portugal. Se entiende por Reconquista la actividad militar llevada a cabo por los cristianos entre los siglos VIII y XV sobre el territorio peninsular ocupado por los musulmanes. Esta lucha tuvo un doble carácter: religioso, a modo de cruzada contra los infieles musulmanes, y político, presentando al reino de Asturias como continuador del reino visigodo.

Entre los siglos VIII y X, se formaron los primeros núcleos de resistencia, con orígenes distintos según su ubicación:

  • Reinos Occidentales (Asturias, León y condado de Castilla): Partieron de la victoria en la batalla de Covadonga (Pelayo, 722). Con Alfonso I, la capital se estableció en Cangas de Onís y se expandieron hacia el este (Cantabria, Vizcaya y Álava). Con Alfonso II, la corte se trasladó a Oviedo, buscando conectar con la herencia visigoda y restableciendo la legislación del Liber Iudiciorum. Se descubrió la tumba del Apóstol Santiago (813). Con Alfonso III, en el año 900, se llegó hasta el Duero, aprovechando el vacío dejado por los bereberes tras su revuelta. Se crearon aldeas para ocupar la tierra conquistada mediante la presura (lotes de tierra gratuitos a cambio de ventajas fiscales). En el siglo X, la expansión se paralizó debido a la fortaleza del califato de Córdoba.
  • Reinos Orientales: Se originaron a partir del intento de Carlomagno de establecer la Marca Hispánica cerca del valle del Ebro. Este intento fracasó en Roncesvalles a manos de los vascones. El reino de Pamplona nació cuando la dinastía Arista consiguió la independencia de este territorio y, en el siglo XI, con la dinastía Jimena, se extendió hasta el Ebro. Con Sancho III alcanzó su máximo apogeo. Aragón nació en el siglo IX de la unión de condados controlados por los francos, que con el tiempo y la debilidad del imperio carolingio lograron independizarse (el linaje Aznar fue un gran impulsor). Los condados catalanes, con Wifredo el Velloso, conquistaron territorios hasta el Duero y, con el conde Borrell II, se independizaron de los francos.

La Expansión Cristiana (Siglos XI-XIII)

La ofensiva cristiana de los siglos XI y XII culminó con la conquista de Toledo (1085) y las Extremaduras a manos de Alfonso VI de Castilla, y la conquista de Huesca y, más tarde, de Zaragoza (1118) a manos de Alfonso I de Aragón. Tras la caída de los almorávides, los aragoneses conquistaron Tortosa y Lérida, y los castellanos, Cuenca. La gran expansión del siglo XIII fue posible gracias a la caída de los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). Los catalanoaragoneses, con Jaime I, conquistaron Baleares y Valencia (1238), mientras que los castellanoleoneses conquistaron el valle del Guadalquivir, el reino de Murcia (1243, Fernando III), Baeza, Córdoba (1236), Jaén y Sevilla (1248).

La Crisis Bajomedieval y la Consolidación de la Monarquía Autoritaria (Siglos XIV-XV)

En los siglos XIV y XV, los reinos entraron en la crisis de la Baja Edad Media. En Castilla, esta crisis se tradujo en una guerra civil provocada por una crisis sucesoria tras Alfonso X. La Corona, muy débil frente a la nobleza, solo contaba con el apoyo de las ciudades. Alfonso XI consiguió restablecer el poder real, aprobando el Ordenamiento de Alcalá, que regulaba las leyes del reino. También salió victorioso en la batalla del Salado, donde recuperó Gibraltar. En 1366 estalló la guerra civil en Castilla contra Enrique de Trastámara, quien, con el apoyo nobiliario y del clero, derrotó a Pedro I. Tras la batalla de Montiel (1369), se produjo un cambio dinástico con el ascenso al trono de Enrique II. Este tuvo que pagar las llamadas mercedes enriqueñas, favores a todos los que le apoyaron en la guerra, cediéndoles gran cantidad de tierras y señoríos, en los que el propietario ejercía la propia autoridad del rey (señorialización). Con Enrique IV, un nuevo problema sucesorio enfrentó a los castellanos: una parte de la nobleza y Portugal consideraban heredera a Juana la Beltraneja (supuesta bastarda), mientras que otra parte de la nobleza y Aragón apoyaban a su hermanastra, Isabel (Trastámara), casada con Fernando de Aragón. La victoria de Isabel I de Castilla supuso la unión de las dos coronas (1479) y el establecimiento de la monarquía autoritaria.

En Aragón, tras la muerte de Martín I sin descendencia, se produjo una crisis dinástica que se resolvió en el Compromiso de Caspe (1412) con la elección de Fernando I el Trastámara. Durante el reinado de Juan II, se produjo la guerra civil catalana contra el absolutismo real por parte de las instituciones catalanas. El rey Juan II, apoyado en unos pocos nobles y clérigos, y en virtud del matrimonio de Fernando II (sucesor de Juan) con Isabel (1469), venció al bando contrario, dirigido por burgueses, nobles y un numeroso sector popular. La victoria no evitó que Aragón quedase arrasada.

El reino de Navarra estuvo bajo dominio francés desde el siglo XIII. Quedó debilitado tras la guerra entre Juan II y su hijo Carlos de Viana, lo que propició que Fernando II interviniera e incorporara finalmente Navarra a Aragón tras una breve guerra.

Conclusión

Entre los siglos VIII y XV, se produjo la formación y el desarrollo de lo que inicialmente fueron núcleos de resistencia cristiana y que, siete siglos más tarde, se habían convertido en reinos poderosos. Esta etapa es fundamental para entender el enfrentamiento y la evolución antagónica de Al-Ándalus y los reinos cristianos, así como para comprender algunos de los cambios que se producirán en la Edad Moderna.

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