Inicio del Cine en Venezuela
Venezuela fue uno de los primeros países latinoamericanos en recibir el cine. Tuvo sus inicios en Maracaibo el 11 de julio de 1896 con las proyecciones del vistacopio de Edison y, posteriormente, en Caracas, Valencia y Barquisimeto. Seis meses después, llegó a Venezuela el cinematógrafo de los hermanos Lumière, el 28 de enero de 1897, cuando el zuliano Manuel Trujillo Durán proyectó en el teatro Baralt de Maracaibo las primeras películas realizadas en el país: Muchacho bañándose en la laguna de Maracaibo y Un célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa.
Las primeras cintas filmadas en el país tuvieron un carácter documental. Se filmaban las fiestas y manifestaciones oficiales públicas, siempre bajo la amenaza de la censura del régimen gomecista. En 1909, se realizó la primera película en la capital, Carnaval en Caracas, por Augusto González Vidal y M.A. Delhon. En 1916 se filmó en Caracas el primer largometraje de ficción, obra de Zimmermann y Guillermo Manzano: La Dama de las Cayenas. Dos años más tarde, se estrenó Don Leandro el Inefable, escrito por el sainetista Rafael Otazo. Además, aparecen las primeras salas de cine y algunos laboratorios. En 1920, el cine estadounidense desbancaba al europeo.
En 1924 apareció la primera generación de cineastas de ficción y comenzó a conformarse un cine de temática nacional con la adaptación de La Trepadora, de Rómulo Gallegos. La obra de Edgar J. Anzola fue el mayor éxito de cartelera del periódico El Nuevo Diario, y se convirtió en la primera película exhibida en otros países. En 1925 se inaugura la primera gran sala de cine, el Ayacucho, diseñado por Alejandro Chataing, con capacidad de 1.300 localidades. En 1927 se crearon los primeros Laboratorios Nacionales del Ministerio de Obras Públicas. En 1928, Amábilis Cordero, fotógrafo, guionista y cineasta, fue el primer productor venezolano que fundó en Barquisimeto los estudios cinematográficos Lara, e inició la producción del mediometraje Los Milagros de la Divina Pastora.
El Cine Sonoro
Maracaibo, nuevamente, fue el escenario de la primera proyección sonora. El 3 de julio de 1930, con un equipo Western Electric, se proyectó El Cuerpo del delito, una producción de Paramount en doble versión, en inglés y en español. El cine nacional se adaptó como pudo a la llegada del cine sonoro, y dos años más tarde, en 1932, Efraín Gómez estrenó la primera película con sonido incorporado: La Venus de Nácar, de los Laboratorios Nacionales. También salieron los primeros documentales sonorizados.
En 1938 se estrenó el cortometraje Taboga, un cortometraje con diálogos y musicalización de Rafael Rivero. Antonio María Delgado Gómez realizó el primer largometraje sonoro venezolano: El Rompimiento. Rómulo Gallegos fundó los estudios Ávila, empresa que absorbió los recursos de los Laboratorios Nacionales. También se inicia el origen del cine mexicano con la exitosa proyección de Allá en el Rancho Grande.
Los Años Cuarenta
Los años cuarenta estuvieron marcados por un progresivo afianzamiento de las estructuras de producción, difusión y exhibición. En 1940 aparece la revista Mi Film, primera publicación periódica dedicada al espectáculo cinematográfico nacional e internacional. En las películas estrenadas en estos años se planteó, por primera vez en el país, la utilización del cine como herramienta de denuncia social. En 1941 se realizó la primera película de temática social, Juan de la Calle, con guion y producción de Rómulo Gallegos, bajo la dirección de Rafael Rivero.
En 1943 apareció Bolívar Films, por iniciativa de Luis Guillermo Villegas Blanco, primera empresa que alentará la producción cinematográfica adoptando los patrones industriales. Se contrataron directores, actores y técnicos mexicanos y argentinos. También se constituyó la Asociación Venezolana de Exhibidores Cinematográficos.
Los Años Cincuenta
En los años cincuenta, el cine venezolano se caracterizó por la expansión, sus primeros triunfos en festivales internacionales y asistió al nacimiento de la televisión, que sería alternativamente su mayor aliada y rival. Se inició el cine de autor con el estreno de La Escalinata. En 1951, La Balandra Isabel llegó esta tarde obtiene el premio a la mejor fotografía en Cannes. También se creó el Círculo de Cronistas Cinematográficos de Caracas (CCCC). En 1952 aparece la revista Venezuela-Cine y en 1959 se inauguró en Caracas el teatro Altamira, la mayor sala de cine del país para esas fechas. El documental Araya, de Margot Benacerraf, que plasma las condiciones de vida en las salinas de la Península de Paria, obtuvo el premio de la crítica internacional en el XIII Festival de Cannes. En 1957, Román Chalbaud hace su debut cinematográfico y comenzó a rodar su primera película: Caín Adolescente.
Los Años Sesenta
Este cine se caracterizó por la politización y apertura cultural. El extremo de un régimen democrático después de la larga dictadura perezjimenista, el enorme prestigio de la reciente revolución en Cuba y la aparición de un provocador movimiento de guerrilla en Venezuela hicieron que se apostase por un cine político y socialmente comprometido. Al mismo tiempo, aparecieron cineastas que pretendían forjarse un estilo propio, inspirándose en las tendencias europeas que propugnaban el cine de autor.
En 1962 se filma La Paga, de Ciro Durán, que aborda las vicisitudes de un campesino explotado, es una de las mejores muestras de cine político. Además, en este año hubo un acuerdo proteccionista de la industria publicitaria entre las Asociaciones de Anunciantes, la Cámara de Industria Cinematográfica Nacional y la Asociación de Agencias Publicitarias. En 1964 se publica en Cúa, estado Miranda, el libro Breve Historia del Cine Nacional (1909-1964), de Luis Caropreso Ponce, primera historiografía del cine venezolano. En 1965 se removió el compromiso social con el género documental en La ciudad que nos ve, de Jesús Enrique Guedez. En 1966, con la proyección de Barbarroja, de Akira Kurosawa, se inaugura la Cinemateca Nacional como dependencia del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA), bajo la dirección de Margot Benacerraf. En diciembre se realiza el primer Encuentro del Cine Nacional en Ciudad Bolívar. Un año después se lanzó la revista Cine al Día. La cartelera cinematográfica de Caracas era en aquella época una de las más actualizadas de América Latina.
Los Años Setenta
La década de 1970 fue rica en iniciativas públicas a favor del cine. En 1971 comienza a funcionar la Dirección de Cine del Ministerio de Fomento con sello nacional y en 1973 el alza de los precios del petróleo dio alas al Estado venezolano para intervenir más amplia y generosamente en todos los sectores culturales. Según Oscar Lucien, el cine de los 70 es un cine político: “Esencialmente de naturaleza documental. Más que producir obras estéticas se trata de denuncias o llamados de conciencia sobre las paupérrimas condiciones de vida de la clase media, alta y baja”. Lucien acota que, a pesar de esto, el cine venezolano de los setenta intentó alcanzar audiencias masivas y buscó que la gente se identificara más con sus personajes que con el drama social en sí. Con esto, el cine venezolano estaba girando de un eje meramente sociológico al psicológico.
Definitivamente, los años 70 fueron los años de mayor apogeo de la gran pantalla nacional. En 1975, el Gobierno venezolano aprobó una política crediticia para estimular la producción cinematográfica y publicó las normas para la comercialización de películas venezolanas. En esos años se produjeron importantes películas tales como: Cuando quiero llorar no lloro (1976) de Mauricio Walerstein, El Pez que Fuma (1977) de Román Chalbaud, País Portátil (1979) de Iván Feo y Antonio Llerandi, Bolívar, sinfonía tropical (1980) de Diego Rísquez, entre otras.
Los Años Ochenta
En 1973 coinciden dos hechos importantes que son consecuencia el uno del otro: el aumento del precio del petróleo y el fomento de la cinematografía con sello nacional, basándose en políticas crediticias para estimular la producción nacional. Sin embargo, luego de la llegada al país de la televisión a color en 1980 y junto a la severa crisis financiera del llamado “Viernes Negro” de 1983, la producción audiovisual decayó en un amplio margen, en comparación con el auge experimentado en los setenta. A pesar del panorama, Foncine asigna 29 millones de bolívares para la realización de los filmes: Adiós Miami, Cóctel de Camarones, Orinoco, Oriana, entre otros. Algunas logran ser galardonadas en festivales. El estilo que predominaba en la pantalla el cine de los años ochenta tenía una marcada tendencia a mostrar la delincuencia, la marginalidad y la violencia, a través de imágenes con fuertes elementos populares y urbanísticos.
Los Años Noventa
Ya en la década de los noventa, los realizadores de los setenta se mezclan con los nuevos talentos y se crea una apertura artística con un abanico de temas más variado, en los que es posible ver cine de corte social, ficción, suspenso, animación, humor negro y drama. Los conflictos personales del ser humano quedan expuestos con más relevancia en las nuevas producciones. Las temáticas de corte histórico, las historias juveniles e infantiles, han tomado más presencia dentro del medio.
En 1990, por decreto presidencial, es creada la Fundación Cinemateca Nacional. En 1992 se frustran dos golpes de Estado, por lo que el clima de tensión se apodera del sector productivo del país. Basándose en estos hechos, Carlos Azpúrua realiza el filme Amaneció de Golpe, que tuvo una considerable asistencia de público a las salas de cine. En 1993 es aprobada la Ley de Cinematografía Nacional. En 1997 se realiza el Festival del Cine Venezolano, en donde se estrenan los filmes Salserín, la primera vez, de Luis Alberto Lamata, y Pandemonium, de Román Chalbaud, bajo un clima de tensión económica, pobreza extrema y un cercano cambio de Gobierno.
El Cine en el Dos Mil
El cineasta Diego Rísquez se anota, en el año 2000, un gran éxito profesional y de taquilla con la creación de Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador, que recibió muy buenas críticas de instancias nacionales e internacionales, al ser poseedora, según palabras del mismo Rísquez, de “un guion donde los actores lloran, se ríen, se aman; donde pasan muchas cosas y, al mismo tiempo, se mantiene un cuidado estético y un preciosismo a nivel de la imagen”.