De la Coyuntura Expansiva a la Crisis: Situación Económica en la España de la Restauración
Durante los primeros años de la Restauración se produjo un desarrollo económico general, en contraste con la crisis que afectaba al entorno europeo. La agricultura cerealista mantuvo sus tradicionales estructuras y escasa modernización. En cambio, se aceleró el avance de la agricultura de exportación. Destacó el desarrollo de la vid, cultivo que se vio beneficiado por la plaga de filoxera que afectaba a Francia, gracias a la cual se pudieron exportar masivamente vinos españoles. No obstante, no se aprovechó la ocasión para invertir en la modernización del sector. Donde sí hubo mejoras fue en la horticultura, en especial en los cítricos y pasas, y en la producción de aceite en Cataluña y Valencia.
La minería creció considerablemente a partir de las bases puestas en los años precedentes, por lo que la mayoría de las explotaciones y los beneficios que estas producían siguieron en manos extranjeras.
La industria siderúrgica, localizada sobre todo en Bilbao, se incrementó y alcanzó su punto culminante en 1878, al igual que la algodonera textil catalana, cuyo principal mercado estuvo en las colonias.
El transporte terrestre experimentó un notable desarrollo por la expansión de los ferrocarriles. Entre 1876 y 1900 se duplicaron los kilómetros de vías férreas. Desde 1880 se compensaron las altas inversiones realizadas en su construcción y el ferrocarril pasó a ser rentable. En el transporte marítimo, los puertos se adaptaron a las exigencias de los barcos de vapor, se produjo un fuerte crecimiento de la marina mercante y nacieron empresas como la Compañía Transatlántica (1884), que unía la península con las colonias, o Ybarra y Compañía (1885), extendida por el litoral mediterráneo.
El comercio exterior aumentó su volumen, si bien la balanza de pagos fue negativa por la salida de los beneficios de muchas empresas al extranjero. Hubo un crecimiento continuo entre 1870 y 1889 debido a la exportación masiva de vino, minerales y tejidos. A partir de 1890 se redujo la actividad comercial. En líneas generales, la máxima expansión económica se alcanzó en 1881. Muchas acciones doblaron su valor en bolsa y algunas, como las del ferrocarril MZA, se triplicaron. La crisis española comenzó al mismo tiempo que se iniciaba la recuperación económica en Europa y se agudizó hacia 1892: el mercado exterior del vino y del hierro se derrumbó, la producción textil disminuyó y la peseta se depreció.
La Sociedad de la Restauración
Clases Favorables al Régimen
La población española estaba dominada por los grandes propietarios agrícolas, cuyo poder económico se reforzó por los efectos de las desamortizaciones. Este grupo, constituido por la aristocracia y por la alta burguesía, se identificó con el sistema político imperante desde una ideología conservadora. Junto a ellos se alineaba la oligarquía industrial y financiera, que también apoyaba al régimen, aunque desde posiciones en ocasiones más liberales.
Además de estos grupos dominantes existía una reducida y heterogénea clase media integrada por profesionales cualificados, y por medios y pequeños empleados o funcionarios.
En esta misma línea se situaban los pequeños propietarios, especialmente de Castilla, dueños de minifundios incapaces de producir lo suficiente para una subsistencia digna, pero que por su conservador estilo de vida se encontraban entre los grupos cercanos al régimen.
El Mundo Obrero y sus Problemas
El proletariado rural padecía condiciones de vida todavía peores, especialmente en la España latifundista en la que el absentismo de los grandes propietarios dejaba en manos de arrendatarios la explotación de los campos.
Por su parte, los arrendatarios se limitaban a obtener los máximos rendimientos a costa de disminuir la contratación de mano de obra estable y de recortar jornales.
En el proletariado rural se distinguen los siguientes grupos:
- Los trabajadores por cuenta propia, que laboraban pequeñas parcelas de acuerdo con el dueño o arrendatario y se veían obligados a emplear a toda la familia para compensar los gastos de la explotación.
- Los campesinos acomodados (capataces, mozos de mulas o gañanes), que vivían en los cortijos y percibían sueldos fijos durante todo el año.
- Los jornaleros, que solamente trabajaban cuando había faenas.
Los bajos salarios, las durísimas condiciones de trabajo, el alejamiento de sus lugares de residencia, el carácter itinerante de la actividad y el escaso número de jornadas laborales (en torno a 270 días al año si las condiciones climatológicas eran propicias), constituían los rasgos característicos de la vida del jornalero.