Evolución histórica de España

1. La España Antigua

1.1 El Paleolítico y el Neolítico

La hominización es el proceso evolutivo que transforma a los primates en el ser humano actual, desarrollando características físicas e intelectuales, como el bipedismo, el uso de herramientas y el lenguaje. La Prehistoria se divide en tres etapas: Paleolítico, Neolítico y Edad de los Metales.

En el Paleolítico, las sociedades eran nómadas y estaban formadas por pequeños grupos de 30-50 personas. Su economía se basaba en la caza, la recolección y la pesca, usando herramientas de piedra, hueso y madera. Se divide en tres subetapas:

  • El Paleolítico Inferior (800.000 años, Homo Antecessor).
  • El Paleolítico Medio (200.000-35.000 a. C., Homo Neanderthalensis) con sus famosas pinturas rupestres.
  • El Paleolítico Superior (35.000-8.000 a. C., Homo Sapiens) con el Hombre de Cromañón y las pinturas de las cuevas de Altamira.

El Neolítico (8.000-3.000 a. C.) marca el paso al sedentarismo, con la aparición de la agricultura y la ganadería, y una mayor división social, con jefes y sacerdotes. Surgen diferencias de riqueza y poder, además de avances como la cerámica cardial y el pulido de piedra.

1.2 Los pueblos prerromanos y las colonizaciones de los pueblos del Mediterráneo

Durante el I milenio a. C., antes de la llegada de los romanos, la Península Ibérica estaba habitada por diversos grupos:

  • Los tartessos (siglos IX-V a. C.), el primer estado peninsular, se ubicaron en los valles del Guadalquivir y el Guadiana, destacando por su minería y comercio con los fenicios.
  • Los íberos (siglos VI-III a. C.) vivían en el litoral mediterráneo, organizados en tribus y ciudades-estado, influidos por fenicios y griegos. Desarrollaron la moneda, la escritura y una economía basada en la agricultura y la ganadería, gobernados por un régulo y una aristocracia guerrera.
  • En el interior y oeste, los celtas (I milenio a. C.) y los celtíberos habitaban en castros, con economías agrícolas y ganaderas, y avanzados en la metalurgia del hierro.

Los pueblos colonizadores fueron:

  • Los fenicios (siglos IX-VI a. C.), que fundaron ciudades como Gadir y Malaka, introduciendo la salazón del pescado y la escritura alfabética.
  • Los griegos, que establecieron colonias comerciales en Emporion y Rhode.
  • Los cartagineses, que fundaron Cartagonova (Cartagena) y llevaron a cabo conquistas militares hasta su derrota por los romanos.

1.3 La Hispania romana

La conquista romana de la Península Ibérica fue un proceso que abarcó desde el 218 a. C., con el desembarco en Ampurias, hasta el 19 a. C., con la finalización de las guerras cántabras. Se desarrolló en tres fases:

  1. La ocupación del Levante y el valle del Guadalquivir (218-197 a. C.).
  2. La conquista de la Meseta y Lusitania, con eventos clave como la resistencia de Numancia y Viriato (197-29 a. C.).
  3. El dominio sobre cántabros y astures (29-19 a. C.).

Durante este proceso, la Península se integró en el Imperio Romano como Hispania, organizada en provincias con nuevas ciudades como Mérida, Zaragoza y Sevilla. La romanización transformó la cultura local, imponiendo el latín, el derecho romano y las costumbres romanas, especialmente en las áreas urbanas y del sur. Económicamente, Hispania fue clave para el Imperio, exportando productos agrícolas y minerales. Se construyeron importantes infraestructuras, como puentes, calzadas, acueductos y teatros. Hispania fue cuna de figuras destacadas como Séneca, y emperadores como Trajano y Adriano. La influencia romana culminó con la adopción del cristianismo en los últimos siglos del Imperio.

1.4 Monarquía visigoda

En el año 409 d. C., llegaron a la Península Ibérica los pueblos germánicos: suevos, vándalos y alanos. Roma pactó con los visigodos, permitiéndoles asentarse en la Galia a cambio de su ayuda para expulsar a los invasores. Los suevos se establecieron en el noroeste, los vándalos fueron desplazados a África y los alanos fueron exterminados. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente en 476, se formó el primer Reino Visigodo con capital en Tolosa. Posteriormente, los visigodos, expulsados por los francos en la batalla de Vouillé (507), se establecieron en la Península Ibérica con capital en Toledo.

Los visigodos, bajo monarcas como Leovigildo (unificación política), Recaredo (unificación religiosa al convertirse al catolicismo) y Recesvinto (unificación legislativa con el Liber Iudiciorum), lograron consolidar el reino. Su gobierno se basaba en el Aula Regia (Consejo de nobles y clérigos) y los Concilios, que adquirieron un carácter político tras la conversión de Recaredo. La sociedad era principalmente rural, con grandes explotaciones agrícolas controladas por la nobleza y la iglesia.

En lo religioso, destacó San Isidoro de Sevilla, quien preservó parte del legado romano. La monarquía visigoda era inicialmente electiva, pero se hizo hereditaria debido a las luchas por el poder. En 711, la derrota del rey Don Rodrigo en la batalla de Guadalete marcó el fin del Reino Visigodo tras la invasión musulmana.

2. Al-Ándalus y los Reinos Cristianos

2.1 Al-Ándalus: evolución política

Tras la muerte del rey visigodo Witiza, la corona pasó a su hijo Agila, pero una facción rival eligió a Don Rodrigo como rey. Los witizanos pidieron ayuda a los musulmanes, quienes, dirigidos por Tarik, invadieron la península en 711 y derrotaron a Rodrigo en la batalla de Guadalete. Comienza así la conquista musulmana, que estableció el Emirato Dependiente de Damasco en Córdoba (711-756). Tras la caída de los omeyas, Abderramán I huyó a Al-Ándalus y fundó el Emirato Independiente (756-929).

En 929, Abderramán III proclamó el Califato de Córdoba, alcanzando el apogeo cultural y económico de Al-Ándalus. Durante su reinado y el de su sucesor Al-Hakam II, la región se consolidó y expandió. Tras las rebeliones internas, en 1031 se fragmentó en 25 Taifas. Los almorávides y almohades intervinieron, pero fueron derrotados en 1212 en las Navas de Tolosa, lo que permitió el rápido avance cristiano. Finalmente, el Reino de Granada, bajo el rey Boabdil, se rindió en 1492 ante los Reyes Católicos, poniendo fin a la dominación musulmana en la península.

2.2 Al-Ándalus: economía, sociedad y cultura. El legado judío en la Península Ibérica

La economía de Al-Ándalus se basaba principalmente en la agricultura, con importantes innovaciones como el regadío, la noria y las acequias. Introdujeron nuevos cultivos como el arroz, el algodón, el azafrán y los cítricos, complementando la trilogía mediterránea (cereal, vid y olivo). En ganadería, se desarrollaron más la ovina y la equina, mientras que la porcina retrocedió. La minería floreció, destacando el hierro, el cobre y el mercurio, y productos artesanales como cordobanes, brocados, armas y cerámica fueron famosos. El comercio interior se realizaba en los zocos urbanos y el exterior a través de puertos con el Magreb, África del Norte y Oriente, utilizando el dinar (oro) y el dírhem (plata) como monedas.

La sociedad andalusí era diversa, compuesta por musulmanes (árabes, bereberes y muladíes), no musulmanes (mozárabes y judíos), y esclavos. Los judíos gozaban de gran tolerancia y contribuyeron significativamente a la cultura y la ciencia. En arte, destacaron la mezquita de Córdoba y la Alhambra de Granada, mientras que en filosofía, Averroes, y en ciencias, el avance en álgebra, medicina y astronomía fueron notables.

2.3 Los reinos cristianos: evolución de la conquista de la Península y organización política

La Reconquista (722-1492) fue el proceso mediante el cual los reinos cristianos del norte de la península recuperaron los territorios bajo control musulmán. Comenzó con la victoria de Don Pelayo en la batalla de Covadonga en 722, dando origen al Reino de Asturias. En el siglo IX, el Reino de León se consolidó, y el Condado de Castilla se independizó en el siglo X bajo el liderazgo de Fernán González. En los Pirineos surgieron el Reino de Navarra y el Condado de Aragón. En los siglos XI y XII, los reinos cristianos continuaron su avance hacia el sur, destacando la conquista de Toledo (1085) por Alfonso VI y de Zaragoza (1118) por Alfonso I de Aragón. En el siglo XII, se unieron el Reino de Aragón y los Condados Catalanes para formar la Corona de Aragón. Los tratados de Tudillén (1151) y Cazorla (1179) definieron las áreas de expansión de Castilla y Aragón.

En los siglos XIII y XV, la batalla de las Navas de Tolosa (1212) marcó un punto de inflexión, permitiendo la expansión cristiana definitiva hacia el sur. La unión de León y Castilla en 1230 y la conquista de Sevilla en 1248 consolidaron la supremacía de la Corona de Castilla, mientras que Aragón conquistó Valencia y Mallorca. La Reconquista culminó en 1492 con la caída de Granada. Durante este período, la estructura política se basaba en un sistema feudal y la Curia Regia, que más tarde evolucionó hacia las Cortes, representando a los tres estamentos: nobleza, clero y pueblo llano.

2.4 Modelos de repoblación. Organización estamental en los reinos cristianos medievales

Durante la Reconquista, la repoblación en las tierras reconquistadas se organizó en diferentes fases:

  • En la presura (siglos VIII-X), los campesinos, bajo la dirección de nobles o clérigos, se apropiaban libremente de tierras en el valle del Duero y los Pirineos, y luego el rey legalizaba estas ocupaciones, creando una sociedad de campesinos libres con pequeñas propiedades.
  • En la repoblación concejil (siglos XI-XII), se fundaron concejos y ciudades con su alfoz, dotándolos de una carta puebla (derechos y deberes) y un fuero (pacto entre pobladores y el rey), lo que fomentó una sociedad basada en la mediana propiedad.
  • En los siglos XII-XIII, las Órdenes Militares (como Santiago) promovieron la encomienda, otorgando grandes latifundios en zonas como Castilla-La Mancha y Extremadura.
  • La repoblación de repartimiento (siglo XIII) consistió en entregar tierras a nobles y campesinos que participaron en las luchas, resultando en grandes latifundios.

La sociedad era estamental, dividida en nobleza, clero y estado llano, con los primeros gozando de privilegios legales y exención de impuestos, y controlando tierras e instituciones. También coexistían judíos (sefardíes) y musulmanes (mudéjares) en barrios segregados, conocidos como juderías y morerías.

2.5 La Baja Edad Media en las Coronas de Castilla y de Aragón, y el Reino de Navarra

La Baja Edad Media (siglos XIV y XV) en la Península Ibérica estuvo marcada por una crisis económica, demográfica y política, incluyendo malas cosechas, la Peste Negra, insurrecciones nobiliarias y campesinas. En la Corona de Castilla, unificada por Alfonso X el Sabio, la economía se centraba en la agricultura y la ganadería, destacando la trashumancia y la Mesta. Las instituciones incluían la Monarquía, las Cortes y los cabildos municipales. En la Corona de Aragón, formada por Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca, la expansión mediterránea fue clave. La estructura política se basaba en el pactismo entre el rey y los reinos, con Cortes y Generalidades en cada territorio.

La sociedad era estamental, con minorías religiosas como los judíos, dedicados al comercio, y los musulmanes mudéjares. En el siglo XIV, la inestabilidad política se agudizó con el ascenso de la Casa de Trastámara, y se produjeron guerras civiles en Castilla y Aragón, como la guerra entre Pedro I y Enrique II de Trastámara y el Compromiso de Caspe en Aragón. En Navarra, el reino fue influenciado por Francia y, más tarde, por Castilla y Aragón, hasta su anexión definitiva en 1512, tras una serie de conflictos internos. La sociedad navarra también era estamental, con una economía basada en la agricultura y la metalurgia.

3. La Edad Moderna

3.1 Los Reyes Católicos: unión dinástica e instituciones de gobierno. La guerra de Granada

La muerte de Enrique IV de Castilla desató una guerra civil entre Isabel, casada con Fernando de Aragón, y Juana la Beltraneja, supuesta hija del rey. La Concordia de Segovia (1475) estableció que la unión de los reinos sería solo dinástica, preservando sus instituciones, lo que dio lugar a la monarquía hispánica. En 1479, el Tratado de Alcaçovas reconoció a Isabel como vencedora y consolidó el reparto de territorios en el Atlántico con Portugal. Los Reyes Católicos fortalecieron la autoridad real, limitando el poder de la nobleza, pero respetando las instituciones. Implementaron la Inquisición, expulsaron a los judíos (1492) y musulmanes (1502) y crearon un sistema administrativo con consejos y Chancillerías. El reinado de los Reyes Católicos sentó las bases del Estado Moderno.

La guerra de Granada (1482-1492) culminó con la rendición de Boabdil el 2 de enero de 1492, poniendo fin a la Reconquista, aunque las promesas de respetar a los vencidos no se cumplieron, y las poblaciones judía y musulmana fueron expulsadas.

3.2 Exploración, conquista y colonización de América (desde 1492 y durante el siglo XVI)

Cristóbal Colón, un navegante con nuevas teorías geográficas, convenció a los Reyes Católicos para financiar su expedición hacia las Indias por Occidente. En 1492, partió de Castilla y el 12 de octubre llegó a América, a la isla de Guanahaní, bautizada como San Salvador. Antes del viaje, se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, que otorgaban a Colón títulos como almirante, virrey y gobernador. El papa Alejandro VI le concedió derechos de conquista a cambio de la evangelización, y con Portugal se firmó el Tratado de Tordesillas para dividir las zonas de exploración.

La conquista se cedió a particulares mediante el sistema de encomienda, que otorgaba tierras e indígenas a los conquistadores a cambio de su evangelización. Las Leyes de Burgos de 1512 regulaban el trato a los indígenas, pero no evitaron abusos. Las principales conquistas fueron las de Hernán Cortés sobre el Imperio Azteca y Francisco Pizarro sobre el Imperio Inca. La colonización impulsó una economía extractiva y una sociedad mestiza, donde los peninsulares ocupaban la cúspide. Se crearon los virreinatos, la Casa de la Contratación de Sevilla y el Consejo de Indias. Las voces críticas, como las de Bartolomé de las Casas, llevaron a la promulgación de las Leyes Nuevas en 1542-43 para proteger a los indígenas.

3.3 Los Austrias (mayores) del siglo XVI. Política interior y exterior

Carlos I de España y V de Alemania nació en 1500 en Gante y heredó vastos territorios, incluyendo las coronas de Aragón, Castilla, Navarra, los Países Bajos y el Sacro Imperio Romano Germánico. Su reinado enfrentó conflictos internos como la revuelta de los Comuneros (1520-1521) y las Germanías, ambas provocadas por descontentos sociales y económicos. En el ámbito exterior, luchó contra Francia por el Milanesado, reprimió la expansión del protestantismo y enfrentó al Imperio Otomano, liberando Viena del asedio turco. Abdicó en 1556, dividiendo su imperio entre su hermano Fernando y su hijo Felipe II.

Felipe II consolidó el poder, defendiendo el catolicismo y enfrentando rebeliones, como la de los moriscos y las protestas en Aragón. En política exterior, venció a Francia en la batalla de San Quintín (1557) y al Imperio Otomano en Lepanto (1571). Intentó invadir Inglaterra con la Armada Invencible, pero fracasó. Durante su reinado, la monarquía sufrió crisis económicas, incluyendo varias bancarrotas. Felipe II murió en 1598, dejando un imperio en declive. Ambos monarcas administraron con un sistema de consejos heredado de los Reyes Católicos.

3.4 Los Austrias (menores) del siglo XVII. Política interior y exterior

El siglo XVII en España fue dominado por los Austrias Menores: Felipe III, Felipe IV y Carlos II, cuyas políticas estuvieron marcadas por la figura del valido, un aristócrata en quien los reyes delegaban el gobierno. Este sistema condujo a un progresivo declive del poder español.

  • Felipe III (1598-1621), delegó su gobierno en el Duque de Lerma, cuyas decisiones corruptas, como el cambio de capital a Valladolid, afectaron al país. Su política exterior fue de pacificación, con la Tregua de los Doce Años con los Países Bajos (1609) y la paz con Inglaterra (1604), pero la expulsión de los moriscos en 1609 debilitó la economía.
  • Felipe IV (1621-1665), vivió un Siglo de Oro cultural, pero su reinado estuvo marcado por crisis económicas. Bajo su valido, el Conde Duque de Olivares, España se implicó en la Guerra de los 30 Años y buscó centralizar el poder con la Unión de Armas, lo que provocó rebeliones en Cataluña y la independencia de Portugal.
  • Carlos II (1665-1700), vivió bajo la regencia de su madre y varios validos. Su muerte sin descendencia desencadenó la Guerra de Sucesión, que puso fin a la dinastía de los Habsburgo y dio paso a los Borbones.

3.5 Sociedad, economía y cultura de los siglos XVI y XVII

En los siglos XVI y XVII, la sociedad española estaba dividida en estamentos. La alta nobleza y el alto clero aumentaron su riqueza, mientras que la baja nobleza y el bajo clero padecieron las consecuencias de la crisis económica. El estado llano, compuesto por campesinos y una pequeña burguesía, cargaba con los altos impuestos, lo que empobreció a muchos. En el siglo XVI, la economía se benefició del flujo de oro y plata provenientes de América, pero esta abundancia provocó una fuerte inflación. A partir del reinado de Felipe II, las bancarrotas fueron frecuentes, y en el siglo XVII, la economía se vio afectada por malas cosechas, la disminución de los ingresos americanos y las guerras de los Austrias.

Culturalmente, España vivió su Siglo de Oro (1492-1681), con grandes figuras como Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Quevedo, Góngora, El Greco y Velázquez. La literatura, la poesía, la pintura y las artes plásticas fueron influenciadas por el Renacimiento y el Barroco, dejando un legado cultural duradero.

3.6 La Guerra de Sucesión. La Paz de Utrecht. Los pactos de familia

La muerte de Carlos II sin descendencia en 1700 dio inicio a la Guerra de Sucesión Española (1701-1714), que enfrentó a dos candidatos: Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, y el Archiduque Carlos de Austria. Aunque Felipe fue designado heredero en el testamento de Carlos II, el Archiduque, apoyado por la Alianza de La Haya (Austria, Inglaterra y Holanda), reclamó el trono. Castilla apoyó a Felipe, mientras que la Corona de Aragón se alió con Carlos. En 1713, tras la Paz de Utrecht, Felipe V fue reconocido como rey, pero España perdió importantes territorios en Europa, como los Países Bajos, Nápoles, Milán y Gibraltar. Para recuperar estos territorios, los Borbones firmaron los Pactos de Familia con Francia. En 1733, con el primer pacto, lograron el Reino de Nápoles y Sicilia. En 1743, el segundo pacto recuperó el ducado de Parma, y el tercer pacto de 1761 involucró a España en las guerras coloniales en América.

3.7 La nueva Monarquía borbónica. Los decretos de Nueva Planta. Modelo de Estado y alcance de las reformas

Con la llegada de Felipe V en 1700, los Borbones iniciaron una serie de reformas centralizadoras, inspiradas en el modelo francés. Tras la Guerra de Sucesión, los Decretos de Nueva Planta (1707-1716) suprimieron los fueros e instituciones propias de los territorios de la Corona de Aragón (excepto Navarra y el País Vasco) por su apoyo al Archiduque Carlos. Se impuso el modelo administrativo castellano, eliminando el sistema de consejos de los Austrias y creando secretarías para una mayor centralización. El Consejo de Castilla se convirtió en el principal órgano de gobierno, y el idioma castellano se declaró oficial. También se dividió el territorio en provincias y se estableció la figura del intendente, encargado de asuntos económicos.

Las reformas buscaron modernizar el Estado: se fomentó la cultura con la creación de Reales Academias y Sociedades de Amigos del País, y se intentó mejorar la economía, regulando la deuda pública y promoviendo el catastro del Marqués de la Ensenada (1752). Sin embargo, las reformas encontraron resistencia entre los privilegiados, especialmente con el proyecto de la «única contribución», que no se implementó.

3.8 Las reformas borbónicas en los virreinatos americanos

Las reformas borbónicas en América, impulsadas por la necesidad de fortalecer el imperio y revitalizar la economía frente a las amenazas británicas, se centraron en tres áreas clave:

  1. La reorganización administrativa, con la creación de nuevos virreinatos (Nueva Granada y Río de la Plata) y capitanías generales (Cuba, Guatemala, Venezuela y Chile), además de la implementación de intendencias para mejorar la recaudación fiscal.
  2. La liberalización económica, que incluyó los Decretos de libre comercio de 1765, eliminando restricciones y fomentando el intercambio comercial, junto con la creación de compañías y consulados comerciales.
  3. El fortalecimiento militar, con la expansión del ejército, la creación de una marina poderosa y el refuerzo de las defensas costeras.

Estas reformas impulsaron la prosperidad económica, aumentaron la población y mejoraron la administración y la defensa del imperio frente a las potencias europeas.

3.9 Sociedad, economía y cultura del siglo XVIII

En el siglo XVIII, la población española creció significativamente, pasando de siete a diez millones de personas debido a la mejora de las condiciones económicas y la reducción de epidemias. La sociedad continuó siendo estamental, con la nobleza y el clero manteniendo su poder, aunque la burguesía experimentó un crecimiento. Las reformas ilustradas buscaban modernizar la economía, impulsando la agricultura con nuevos cultivos y la construcción de canales, aunque la propiedad latifundista limitó el progreso. Se promovió el desarrollo industrial con proteccionismo, manufacturas reales y el fomento de la construcción naval en Cádiz y Ferrol, mientras que Cataluña destacó en la industria textil. El comercio con América se liberalizó y Cádiz se consolidó como el principal puerto comercial. La Ilustración, impulsada por la monarquía, promovió reformas económicas y sociales sin cuestionar el orden político, destacando figuras como Jovellanos y Feijoo. Carlos III representó el despotismo ilustrado, implementando reformas para modernizar España.

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