Organización Política e Instituciones en Castilla y Aragón
Durante la segunda mitad del siglo XIII, en Castilla se observa un fortalecimiento del poder real, proceso que culmina con el surgimiento del Estado Moderno a finales del siglo XV. Este reforzamiento se vio impulsado por varios factores:
- La teoría del origen divino del poder.
- La actualización del derecho romano, que promovía la concentración de la autoridad en el monarca, único con capacidad para legislar.
- Las Partidas de Alfonso X en Castilla.
- El Ordenamiento de Alcalá de 1348.
La Corona de Aragón, por su parte, se estructuraba como una unión de reinos (Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña), cada uno con sus propias leyes e instituciones. En Aragón predominó el modelo pactista de monarquía, que implicaba la negociación y el acuerdo entre el rey y la nobleza para gobernar. En cada reino, el rey contaba con un Lugarteniente o Gobernador.
El rey aceptó la figura del Justicia Mayor, un noble encargado de resolver disputas entre la nobleza y el rey, aunque en la práctica defendía los privilegios del reino. A partir de 1283, las Cortes aragonesas y catalanas impusieron a Pedro III el juramento del Privilegio General, reconociendo la autonomía de sus señoríos.
Para gobernar, el rey se apoyaba en diversas instituciones, que evolucionaron con el tiempo. Las más relevantes fueron:
- El Consejo Real: Originalmente la Curia Regia ordinaria, con funciones administrativas y consultivas, se convirtió en el principal instrumento de gobierno en el siglo XV.
- La Audiencia (Chancillería): Encargada de la administración de justicia.
- Las Cortes: Derivadas de la Curia Regia extraordinaria, representaban a todo el reino y eran convocadas por el rey. Incluían representantes de la nobleza, el clero y las ciudades. Su función principal era aprobar subsidios para la Corona, a cambio del compromiso real de mantener el valor de la moneda y atender las peticiones de las Cortes.
Tras la muerte de Alfonso X, las Cortes de León y Castilla se unificaron, adquiriendo gran importancia, aunque siempre mantuvieron un carácter consultivo. La Hacienda cobró mayor relevancia con el fortalecimiento de la Monarquía y el aumento de los ingresos fiscales.
En la Corona de Aragón, las Cortes estaban compuestas por la nobleza, la Iglesia y el patriciado urbano, excepto en Aragón, donde la nobleza se dividía en ricos hombres e infanzones. La organización territorial se basaba en la división del reino en provincias: adelantamientos y merindades en Castilla, y merindades, veguerías o distritos en Aragón.
En Castilla, se extendió el control sobre los concejos y se impuso el sistema de regimientos (alcaldes hereditarios), controlados por el monarca a través del corregidor.
Crisis Demográfica, Económica y Política en la Baja Edad Media
El período entre mediados del siglo XIII y el último cuarto del siglo XIV se caracterizó por una profunda crisis, marcada por malas cosechas, epidemias y conflictos bélicos internos, que llevaron a una recesión económica. El siglo XV fue un período de recuperación y crecimiento, excepto en Navarra y Cataluña, donde la crisis económica y social persistió hasta principios de la Edad Moderna.
Crisis Demográfica
A finales del siglo XIII, la producción agrícola era insuficiente para abastecer a la población. Las malas cosechas provocaron hambrunas, debilitando a la población y haciéndola vulnerable a la peste negra de 1348. La epidemia, que entró por Mallorca y se extendió hacia el interior, diezmó la población, especialmente en Cataluña. Otros factores que contribuyeron al descenso demográfico fueron los abusos señoriales, el bandolerismo, las revueltas campesinas y las guerras.
La recuperación demográfica comenzó a notarse a partir de 1420 en algunas regiones, siendo Cataluña la más afectada, con una pérdida de la mitad de su población. La superación de la crisis favoreció la preponderancia de Castilla, gracias a su rápida recuperación demográfica. El desarrollo urbano fue una característica clave del siglo XV, salvo en Cataluña.
Crisis Económica
La peste negra desencadenó una crisis económica que se manifestó en el aumento de los despoblados (tierras sin cultivar), la disminución de los cultivos y el desequilibrio entre precios y salarios. Esto provocó una caída de las rentas señoriales. La recuperación agraria del siglo XV, junto con la recuperación demográfica, se tradujo en la explotación de tierras abandonadas y en la adaptación a las exigencias del comercio internacional, impulsada por los intereses de señores y burgueses ricos. Esto incluyó el auge de la ganadería en Castilla, la expansión del viñedo, los arrozales y la caña de azúcar, y el desarrollo del comercio, integrándose en los circuitos comerciales internacionales.
Crisis Social y Política
La crisis demográfica del siglo XV afectó profundamente a la nobleza. La disminución de las rentas debido al abandono de tierras llevó a los nobles a aumentar la presión sobre sus vasallos, generando descontento campesino. Muchas familias nobles vieron sus propiedades dispersas entre sus herederos. En Castilla, surgieron luchas entre linajes y contra la Corona, debilitando el poder real, que cedió tierras, rentas y el señorío jurisdiccional a la nobleza. Muchos de estos señoríos fueron cedidos en régimen de mayorazgo (derecho a heredar el título y la mayor parte de los bienes al primogénito).
El señorío jurisdiccional se convirtió en la principal fuente de poder económico y político de la aristocracia, especialmente en las zonas del Duero, Tajo y valle del Guadalquivir. Paralelamente al proceso de señorialización, se produjo una intensificación de la explotación feudal, lo que provocó importantes rebeliones sociales tanto en Castilla como en Aragón.
Expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo
Una vez finalizada la expansión peninsular y asegurado el control de las Baleares, la Corona de Aragón inició su expansión por el Mediterráneo. El objetivo era dominar económica y militarmente el Mediterráneo occidental para consolidar y ampliar el poderío catalán. Pedro III el Grande (1276-1285) comenzó esta expansión, enfrentándose a la oposición de Francia, Génova y Venecia. Las principales incorporaciones territoriales fueron:
- Sicilia (1302): Tras responder a la petición de ayuda de los sicilianos en su rebelión contra el rey en 1282.
- Ducados de Atenas y Neopatria (1311-1319): Conquistados por las compañías de almogávares (mercenarios de la Corona de Aragón, liderados por Roger de Flor) tras el fin de la guerra en Sicilia. Se mantuvieron independientes, pero feudatarios de Aragón hasta 1390.
- Rosellón y Cerdaña (1344): Recuperados por Aragón, tras su separación en 1276 con la creación del reino de Mallorca.
- Cerdeña (1420): En alianza con Venecia y en oposición a Génova.
- Nápoles (1443): Se incorporó a la Corona de Aragón en 1503.
Simultáneamente, los aragoneses lograron el control económico y militar de los estados musulmanes del norte de África. El enorme esfuerzo militar y económico implicó continuas demandas de apoyo económico a los estamentos privilegiados, obligando al rey aragonés a subordinarse a los intereses nobiliarios (monarquía pactista). A su vez, se extendió la representación política y comercial aragonesa mediante los Consulados en las principales ciudades de la cuenca mediterránea.
Se comerciaba con especias de Oriente a través de los puertos egipcios, y con oro y esclavos del norte de África. También se vendían tejidos y armas. Barcelona se convirtió en el motor de la Corona de Aragón. Sin embargo, la crisis del siglo XIV, la rivalidad con Génova, el desplazamiento de la importancia estratégica del norte de África (tras el control del estrecho de Gibraltar por Castilla en 1340) y la nueva competencia de castellanos, italianos e ingleses llevaron a la crisis económica y a la quiebra a finales del siglo XIV. En 1388 se perdió el ducado de Atenas y en 1399 el de Neopatria. En el siglo XV, la crisis se agudizó, agravada por conflictos sociales y políticos.
Rutas Atlánticas Castellanas y Portuguesas: Las Islas Canarias
Tras la conquista del valle del Guadalquivir (siglo XIII) y el control del estrecho de Gibraltar (1340), Castilla estableció dos polos mercantiles: el norte, con Burgos y los puertos del Cantábrico, y Sevilla, estratégicamente ubicada entre el Atlántico y el Mediterráneo. El interés castellano por el Atlántico chocó con el expansionismo portugués en la misma zona, ambos dirigiendo sus aspiraciones hacia la costa africana y los archipiélagos atlánticos.
Portugal conquistó Ceuta en 1415 (que pasó a España con Felipe II) y, entre 1420 y 1440, ocupó los archipiélagos de Madeira y Azores. La conquista de las Islas Canarias se desarrolló en dos etapas:
- Primera etapa (1402-1447): Iniciada por Juan Bethencourt y Gadifer de la Salle en 1402, se sometieron Lanzarote, Fuerteventura y Gomera. Fernán de Pedraza conquistó El Hierro en 1447. Todas estas islas, por venta o herencia, quedaron en manos de señores andaluces. Sin embargo, los intentos de conquistar La Palma, Gran Canaria y Tenerife resultaron en derrotas frente a los guanches y en una fuerte competencia con los portugueses, que consideraban las Canarias dentro de su zona de influencia.
- Segunda etapa (1478-1496): A iniciativa de los Reyes Católicos, Pedro Vera conquistó Gran Canaria en 1484, y Alonso Fernández de Lugo conquistó La Palma en 1493 y Tenerife en 1496, tras duras campañas.
Las Canarias fueron objeto de disputa entre Portugal y Castilla. El Tratado de Alcaçovas (1479) resolvió el conflicto: Portugal reconoció la soberanía de Castilla sobre el archipiélago, y Castilla aceptó los derechos de Portugal al sur del cabo Bojador.