Evolución política y situación económica de los dos bandos
El levantamiento militar provocó en la zona republicana un profundo proceso revolucionario. El gobierno fue incapaz de imponer su autoridad. Surgieron por todas partes, espontáneamente, comités revolucionarios populares, dirigidos por anarquistas, socialistas o comunistas, que tomaron las decisiones políticas, económicas y militares por su cuenta.
Divisiones internas en la zona republicana
Las divisiones internas entre los distintos partidos políticos y fuerzas sindicales se acentuaron cada vez más. Incluso, anarquistas y comunistas llegaron a enfrentarse con las armas, como ocurrió en Barcelona (mayo de 1937). Los anarquistas y el POUM entendían que vencer la guerra y completar la revolución económico-social debían ser procesos paralelos e inseparables, por lo que defendían la colectivización de la producción. Por el contrario, socialistas, comunistas y republicanos consideraban que el desarrollo de la revolución impedía una lucha eficaz y preferían aplazar la liquidación del sistema capitalista hasta derrotar al enemigo.
Ascenso del PCE y llegada de Franco al poder
Largo Caballero, que presidía desde septiembre de 1936 un nuevo gobierno integrado por todas las fuerzas del Frente Popular, intentó posponer las experiencias revolucionarias, reforzar la disciplina militar y concentrar todos los esfuerzos en vencer la guerra. El PCE, gracias al respaldo de la URSS, fue incrementando poco a poco su influencia, imponiendo así sus decisiones en la zona republicana. Esta tendencia se acentuó con la llegada a la presidencia del gobierno del socialista Juan Negrín. Sin duda, la quiebra del poder central y la fragmentación política debilitaron al bando republicano.
Colectivización y situación en la zona rebelde
El elemento más significativo de la revolución social desencadenada en 1936 fue la colectivización de gran parte de la producción agraria e industrial. Comités formados por partidos y sindicatos se hicieron con el control de la producción.
En la zona rebelde la situación era muy distinta. En principio, los sublevados carecían de un proyecto político definido. Sin embargo, pronto se vio la necesidad de unificar el mando de las tropas en un único jefe para garantizar una dirección estratégica más eficaz de las operaciones bélicas. En septiembre de 1936 los mandos militares eligieron al general Francisco Franco como «jefe del Gobierno del Estado». Franco se convirtió en máximo dirigente con poderes ilimitados tanto militares como políticos.
Primeras disposiciones en la zona rebelde
Los objetivos inmediatos de los sublevados eran desmontar el sistema parlamentario democrático derogando la legislación republicana más progresista, defender los intereses económicos conservadores de los grupos que apoyaban el alzamiento y construir las bases de un nuevo Estado autoritario tomando como modelo el régimen fascista italiano.
- Anulación de la Ley Agraria y devolución de las fincas expropiadas a sus antiguos propietarios.
- Prohibición de todos los partidos políticos y agrupaciones sindicales.
- Creación de un partido único en abril de 1937, sometido al Estado y denominado Falange Española Tradicionalista y de las JONS, cuya jefatura fue asumida por Franco.
- Supresión del derecho de huelga.
- Anulación de la libertad de expresión y establecimiento de una férrea censura.
- Abolición de los estatutos de autonomía regionales.
Institucionalización del régimen de Franco
A lo largo de 1938 se completó el proceso de institucionalización: la Ley de Administración Central del Estado concentraba todas las jefaturas en la persona de Franco (Caudillo) y le concedía pleno poder legislativo, ejecutivo y judicial. El Fuero del Trabajo regulaba las relaciones laborales desde la tutela del Estado. El nuevo régimen se declaró confesional. La identificación entre el nuevo Estado y la Iglesia dio lugar a un nuevo término, el nacional-catolicismo (imitación del nacional-socialismo alemán).
Fases del desarrollo bélico
Tres fases:
a) Desde el 17 de julio de 1936 hasta mediados de 1937.
El Ejército de África cruza el Estrecho bajo las órdenes de Franco para unirse a los sublevados en Andalucía, comandados por el general Queipo de Llano. A su vez, los sublevados bajo las órdenes de Mola, avanzan desde el norte hacia Madrid.
Los sublevados fueron detenidos en los alrededores de la capital, lo que supuso un importante revés, puesto que consideraban esencial su conquista. Una de las batallas más encarnizadas de la guerra fue la del Jarama, en la que entraron en juego fuerzas extranjeras de ambos bandos. Ante el fracaso del Jarama, los italianos propusieron a Franco una operación desde Guadalajara, que fue repelida por los republicanos.
Durante las primeras semanas de guerra se comprobó que el ejército rebelde superaba en organización, disciplina y suministros al ejército republicano, formado por improvisados batallones mixtos de soldados, guardias y civiles voluntarios. En el bando gubernamental Miaja y Rojo fueron los generales más destacados.
b) Desde la mitad de 1937 hasta el verano de 1938.
Las tropas de Franco tomaron la iniciativa y conquistaron toda la zona norte peninsular (Asturias, Santander y Vizcaya) y comenzaron los ataques y bombardeos aéreos contra la población civil en Valencia, Madrid y Barcelona. La aviación alemana destruyó la ciudad de Guernica, objetivo carente de interés militar pero con un enorme valor simbólico para los vascos.
A lo largo de las primeras semanas de 1938 se produjeron fuertes enfrentamientos en la zona del Ebro; finalmente, Aragón y Castellón fueron ocupadas por los rebeldes, quedando la zona republicana partida en dos y Cataluña aislada.
c) Fase final (de julio de 1938 hasta abril de 1939).
El fracaso de la ofensiva planeada por el general Vicente Rojo en el frente del Ebro durante el verano de 1938 dejó a la República prácticamente derrotada, acentuando las disensiones internas entre los partidarios de la resistencia a ultranza (Negrín) y los favorables a intentar una negociación de paz (Besteiro, Miaja), aunque Franco rechazó categóricamente esta posibilidad.
En diciembre de 1938 el Ejército de Franco ocupa Cataluña. El 5 de marzo un golpe de Estado encabezado por el coronel Casado y el dirigente socialista Besteiro depuso al gobierno de Negrín. Casado intentó negociar con el gobierno de Burgos, pero éste impuso una rendición sin condiciones. El 28 de marzo de 1939 caía Madrid.
Consecuencias de la guerra
La guerra supuso una fractura demográfica importante. Se estima que las víctimas superaron el medio millón de muertos, incluyendo combatientes y represaliados en retaguardia. A ello habría que sumar los ejecutados por los vencedores tras la guerra (no menos de 50.000 personas) y al menos otros 300.000 exiliados, a Francia y países latinoamericanos principalmente. Además, en los años de la posguerra se produjo un estancamiento e incluso un retroceso de la población urbana debido al desmantelamiento de la economía industrial y de servicios, y a la necesidad de buscar la subsistencia cerca de la tierra.
El aislamiento cultural y científico de España fue otra consecuencia. La mayor parte de las fuerzas de la cultura, que habían apoyado a la República, fueron aniquiladas o marcharon al exilio. El triunfo del bando franquista supuso la destrucción del recién iniciado sistema científico español relacionado con la llamada Edad de Plata.
En cuanto a las repercusiones económicas, los años cuarenta fueron los “años del hambre”. La destrucción de recursos económicos e infraestructuras superó el 25% de PIB. La inflación se disparó. Se produjo un estancamiento económico, de manera que no se recuperó el nivel de renta de 1935 hasta los años 50. Por otra parte, España no pudo beneficiarse de las ayudas norteamericanas del Plan Marshall de la posguerra.
La guerra dejó marcadas a varias generaciones por el trauma del sufrimiento que llevó consigo, pero también por la represión posterior y la atmósfera de la España posbélica, un clima de revancha, de persecución y de imposición de una escala de valores, la de los vencedores, que prolongó durante décadas la división entre los españoles.
En 1939 la Ley de Responsabilidades Políticas declaraba «rebeldes» a todos los que se hubieran opuesto al Movimiento y apoyado la «subversión roja». Todavía en 1945 permanecían encarceladas en España unas 100.000 personas. El régimen era, sobre todo, un estado policial. La represión sobre los vencidos fue la política prioritaria del nuevo régimen y el ejército su principal brazo ejecutor. El elevado número de reclusos saturó la capacidad de las prisiones y se habilitaron campos de concentración para albergar a los condenados. El hacinamiento y la carestía en las cárceles provocó una elevada mortalidad de los presos. Una parte considerable de los vencidos fueron enviados a Batallones de Trabajadores y Batallones Disciplinarios que se dedicaban a la realización de trabajos forzados.
Las medidas represivas contra los vencidos fueron acompañadas de un proceso de confiscación y expolio de su patrimonio. Se llevó a cabo una depuración generalizada de los funcionarios. El ejercicio de ciertas profesiones liberales fue también objeto de control a partir de las depuraciones que se hicieron en los colegios profesionales (médicos, abogados, periodistas). Se impuso la censura informativa y la Iglesia se volcó en el control ideológico de la enseñanza en todos los niveles. Se sustituyó el laicismo republicano por la moral católica en las costumbres, en lo que se calificó como una “cruzada moral”, en un empeño por que las relaciones sociales estuvieran presididas por la decencia y el recato, que sustituyeron a un pasado considerado lascivo y depravado. Las mujeres fueron relegadas al hogar y se realzó su papel de madres y esposas cristianas sometidas al varón, al tiempo que se perdían todos los avances legales y laborales conseguidos durante la II República. La victoria de Franco tuvo unas características muy particulares en Cataluña, el País Vasco y Galicia. Así, se prohibieron y persiguieron todas las manifestaciones lingüísticas y culturales no castellanas.