La expansión territorial
La unión dinástica de Aragón y Castilla supuso una política exterior conjunta que los Reyes Católicos orientaron en dos direcciones:
Mediterránea
En Italia se conquista el reino de Nápoles en rivalidad directa con Francia. Este reino quedó incorporado a la corona de Aragón. En el norte de África se ocupan diversas plazas: primero Melilla (1497) y, más adelante, muerta ya Isabel la Católica, Orán, Bugía y Trípoli. Los objetivos de conseguir estas plazas norteafricanas eran frenar las actividades de los piratas berberiscos y detener el avance turco por el Mediterráneo occidental.
Atlántica
Se logra la definitiva conquista de las Islas Canarias en 1492. Las islas eran un enclave estratégico en las rutas comerciales con África y, posteriormente, tras el descubrimiento de América, pieza clave para su conquista y colonización por parte de Castilla.
La política matrimonial
Las diferentes casas dinásticas europeas concebían el casamiento de sus hijos e hijas como tratados entre reinos. Los Reyes Católicos practicaron esta política matrimonial buscando dos objetivos: primero, la unidad peninsular a través de enlaces con la corona portuguesa; segundo, el aislamiento de Francia, al ser el país con el que se rivalizaba por el dominio de Italia.
La aproximación a Portugal se concretó con el matrimonio de Isabel, su hija mayor, con Alfonso, heredero del trono portugués y, muerto este, con el nuevo rey, Manuel I. Para aislar diplomáticamente a Francia se diseñó un doble matrimonio con el Imperio alemán (Sacro Imperio Romano Germánico) y el Ducado de Borgoña (Países Bajos). Así, el príncipe Juan, primogénito de los Reyes Católicos, y su hermana Juana, se casaron, respectivamente, con Margarita y Felipe, hijos de Maximiliano de Austria y María de Borgoña. Con Inglaterra se estableció el casamiento de la infanta Catalina con Arturo, príncipe heredero de la corona inglesa y, a la muerte de este, con su hermano, el rey Enrique VIII.
La unificación de la península ibérica
Los Reyes Católicos llevan a cabo una política de unidad territorial en la Península, es decir, conquistar o anexionar territorios que en este periodo no formaban parte de Castilla o de la corona de Aragón.
El primer acto consistió en la conquista del reino nazarí de Granada, que fue una continuación del espíritu de reconquista y se justificó como una cruzada contra los musulmanes. Las hostilidades se iniciaron en 1482 y culminaron con la capitulación pactada con el rey Boabdil, y la entrada de los Reyes Católicos en la ciudad de Granada en 1492. En el norte, logran la entrega por parte de Francia del Rosellón y de la Cerdaña en 1493. Por último, en 1512, Fernando el Católico, siendo regente de Castilla, logró la conquista de Navarra, incorporándola a Castilla. La política hacia Portugal fue la del acercamiento mediante enlaces matrimoniales.
El descubrimiento de América
En la Edad Media, Europa había mantenido un activo comercio con Oriente, basado en la importación de especias, sedas y piedras preciosas. Tanto la ruta de la seda como la ruta de las especias estaban controladas por comerciantes musulmanes que transportaban las mercancías desde Asia e Indonesia hasta los puertos mediterráneos.
Portugal y Castilla, gracias a los avances técnicos en la navegación, iniciaron la exploración de nuevas rutas marítimas por el Atlántico con el objetivo de obtener en África oro, esclavos y pesquerías. Los portugueses, gracias al impulso de Enrique el Navegante, se convirtieron en una potencia marítima en el siglo XV, y fueron los primeros en buscar una ruta directa hacia Asia e Indonesia para acceder directamente al mercado de las especias. Con este objetivo, iniciaron la exploración de la costa africana que culminó con la llegada de Vasco de Gama en 1498 a Calcuta, estableciendo la ruta del Atlántico sur.
Castilla, con el mismo objetivo que Portugal, buscó una ruta alternativa. Esta opción se hizo viable cuando el marino, probablemente genovés, Cristóbal Colón, convencido de la esfericidad de la Tierra, quiso establecer una nueva ruta hacia las Indias navegando hacia el oeste. Su proyecto, tras ser rechazado por Portugal, encontró apoyo en los Reyes Católicos, especialmente de la reina Isabel. En abril de 1492 los Reyes Católicos firman con Colón las Capitulaciones de Santa Fe, contrato que establecía que Colón sería nombrado Almirante de todas las tierras que descubriera y recibiría un 10% de las ganancias que obtuviera.
Colón partió del puerto de Palos el 3 de agosto de 1492 con una nao y dos carabelas, pasó por Canarias para repostar y navegó por el Atlántico hacia el oeste, hasta que el día 12 de octubre avistó por primera vez tierra al encontrarse con una pequeña isla de las Antillas a la que denominó San Salvador. Después descubrió lo que se conocería como Cuba y La Española, y emprendió el regreso a la Península. Tras el éxito del viaje, Colón realizó tres viajes más, llegando a poner pie en el continente en el tercer viaje; aunque sin ser consciente de que se trataba de un continente. Pronto, con las nuevas expediciones que se fueron sucediendo, se llegó a la convicción de que lo descubierto no eran las Indias, sino todo un continente nuevo para los europeos. Se le puso el nombre América, pues el primero que difundió esta idea fue el navegante Américo Vespucio, un navegante italiano al servicio de Castilla.
La expansión por el Atlántico de Castilla y Portugal fomentó la rivalidad entre ambas coronas. La solución llegó con la firma de diferentes tratados, entre los que destaca el Tratado de Tordesillas de 1494, en el que se establecía una línea divisoria norte-sur (meridiano) entre ambas zonas a 370 millas al oeste de Cabo Verde. Las tierras descubiertas, o por descubrir, que estuvieran al oeste de esta línea pertenecerían a Castilla, mientras que las que estuviesen al este serían propiedad de Portugal. Por este tratado, Portugal pudo reclamar la zona oriental de Sudamérica, la futura Brasil. A lo largo del siglo XVI, se fue obteniendo un conocimiento geográfico más detallado de América, de los inmensos recursos que ofrecía, y de las gentes que lo habitaban, lo que abrió un proceso de conquista y colonización del continente que, por primera vez en la historia de la humanidad, tendrá consecuencias económicas, sociales y culturales a nivel global.
El final del reinado: las regencias
Isabel la Católica falleció en 1504. La heredera a la corona de Castilla era su hija Juana. El testamento de Isabel establecía que Fernando debía ser el regente en Castilla. En 1506 llegan a Castilla Juana y Felipe, pero a los pocos meses fallecía Felipe, y su muerte acentúa los trastornos mentales que ya venía mostrando Juana. La incapacidad de Juana para reinar hizo que su padre Fernando, que se encontraba en Nápoles, regresara convirtiéndose de nuevo en regente. A la muerte de Fernando el Católico, la corona española recaía en su nieto Carlos, quedando como regente hasta la llegada de este el cardenal Cisneros.