El Imperio de Carlos V. Conflictos internos: Comunidades y Germánías
En 1517, Carlos de Habsburgo tomó posesión de su herencia materna: la Corona de Castilla, las plazas norteafricanas, las Canarias y los territorios americanos; la Corona de Aragón, Nápoles, Cerdeña y Sicilia. Desde 1515 ya gobernaba las posesiones de su padre: los Países Bajos, Luxemburgo, el Artois y el Franco Condado. En 1519 heredó el patrimonio de su abuelo Maximiliano de Austria, siendo elegido emperador con el título de Carlos V. Carlos llegó a la península desconociendo el idioma y las aspiraciones de los reinos hispanos, considerándolos como una simple fuente de recursos. Por otra parte, confió los principales cargos a sus consejeros extranjeros antes de marcharse para defender sus aspiraciones al trono imperial. Para ello necesitaba dinero y lo consiguió de las Cortes. Las principales ciudades castellanas se movilizaron y se reunieron en las llamadas Comunidades (1520-1522). Solicitaron que prescindiera de los consejeros extranjeros, acatase la voluntad del reino, limitara su poder, redujera los impuestos, protegiera la industria textil, realizara reformas municipales a favor de los plebeyos y disminuyera el poder de la nobleza.
Pronto estalló la guerra y gracias a la nobleza que se pondría de parte del rey al verse amenazada por la revuelta, surgíó la derrota comunera en la batalla de Villalar (1521). Esta derrota supuso el declive de las Cortes y la burguésía castellana. El movimiento de las Germánías (1519-1523) en Valencia y Mallorca tuvo un carácter más social, para protegerse de los piratas berberiscos. Desde el principio, la revuelta se dirigíó contra la nobleza, exigiendo la abolición de la jurisdicción señorial y de los impuestos feudales. La rebelión fue sofocada por tropas reales y señoriales.
La monarquía hispánica de Felipe II. La unidad ibérica
Tras la abdicación de su padre, Felipe II (1556-1598) recibíó los reinos y territorios de Castilla, Aragón, Navarra, el Franco-Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, Oran, Túnez, las posesiones castellanas en América y Filipinas. A todo esto se unirían Portugal y su Imperio colonial en 1580. Felipe II se asentó en Madrid, donde asumíó las funciones de gobierno. La lucha contra los berberiscos y la expansión mediterránea del Imperio otomano, en la batalla de Lepanto (1571) supuso una victoria importante, aunque no definitiva. En el interior peninsular se reprimieron las sublevaciones moriscas. En Europa se produjo el enfrentamiento con Francia por el control de Italia (Nápoles y el Milanesado). La Paz de Cateau-Cambrésis en 1559 fue favorable a los intereses españoles en la península italiana. Las relaciones con Inglaterra era hostiles por apoyar a los rebeldes protestantes en los Países Bajos. El intento de invasión de 1588 con la Armada Invencible se saldó con un gran fracaso que inició el declive del poder naval español en el Atlántico. Felipe II tampoco pudo sofocar el conflicto político y religioso que comenzó en 1568 en los Países Bajos. En 1578 moría sin descendencia el rey Sebastián I de Portugal. Felipe II reclamó sus derechos al trono. Por parte de la nobleza y de grandes comerciantes portugueses eran favorables a una uníón ibérica, pero las clases populares no veían con buenos ojos la anexión a España. Después de una invasión que no encontró resistencia, las Cortes portuguesas, reunidas en Tomar, proclamaron rey a Felipe II en 1581. Este se comprometíó a respetar las leyes portuguesas y a mantener su Imperio colonial. El coste económico y social del mantenimiento del poder hegemónico de Felipe II fue tan elevado que las diversas bancarrotas de la Hacienda Real llevaron a Castilla a la ruina.
La España del Siglo XVI: el modelo político de los Austrias
La uníón de reinos. Los Austrias van a continuar la política de los Reyes Católicos, afirmando progresivamente su autoridad y adoptando un gobierno basado en los Consejos. La nobleza será sustituida en el gobierno por hombres formados y en las acciones militares por ejércitos mercenarios. Al mismo tiempo, la necesidad de ayuda militar del Papa permitirá un mayor control sobre la Iglesia. Las Cortes dejarán de reunirse y los concejos de las ciudades estarán cada vez más controlados por los corregidores reales. El rey estaba asesorado por los Consejos. Estos podían ser sectoriales o territoriales, estaban formados por letrados, nobles y alto clero. El Consejo de Estado, presidido por el rey, se ocupaba de la política exterior y de cuestiones de Estado. Aumentó el poder de los secretarios del rey, figuras clave del modelo de gobierno. Eran los encargados de informar al monarca de las deliberaciones y decisiones de los distintos Consejos. Los más importantes se convirtieron en secretarios de Estado. Los virreyes (Aragón, Italia, Perú, Nueva España) o los gobernadores (Países Bajos, Milán) suplían al monarca en algunos territorios.
Las Audiencias funcionaron como tribunales superiores, centralizando el ejercicio de la justicia
En cuanto a la Hacienda, los ingresos procedían de los impuestos, por rentas abonadas por las Órdenes Militares y los subsidios votados en Cortes. Otra aportación importante y creciente era la proveniente de las Indias.
Economía y sociedad en la España del Siglo XVI
A lo largo del siglo XVI se dio una etapa de crecimiento demográfico y económico. La población alcanzando los 8 millones de habitantes a finales de siglo. Se amplió el espacio de cereales y viñedo a costa de los bosques, aunque la ganadería ovina siguió siendo la base de la economía castellana. Las actividades artesanales son escasas. Se exportaba básicamente lana, hierro o cuero. Se importaban tejidos flamencos, papel y manufacturas de lujo. La conquista americana permitíó el intercambio de productos agrarios, pero el oro y la plata fueron las mayores riquezas que se extrajeron de América. Los nuevos territorios supusieron una importante fuente de ingresos para Castilla. Pero España desaprovechó esta riqueza y empezó a quedar relegada, mientras que otros países, como Francia, Inglaterra y Holanda, iniciaban su despegue económico. Los gastos de las guerras provocaron la ruina de la Hacienda Real y el endeudamiento y el aumento de la presión fiscal atrofio los escasos elementos productivos. La llegada de metales preciosos produjo una subida de precios y por todo ello, comenzaron a aparecer los primeros síntomas de crisis. En cuanto a la sociedad, se mantuvo la división estamental (nobleza, clero y pueblo llano). Los estamentos privilegiados no representaban más que un 5% de la población, pero poseían la mayor parte de las tierras. Además se produjo el rechazo de prácticas fundamentales para el desarrollo económico, como el comercio, que eran repudiadas como propias de judíos o conversos.