Fernando VII: Un Reinado entre Absolutismo y Liberalismo
Tratado de Valençay (1813)
Fernando VII accedió al trono en 1808 tras el Motín de Aranjuez, pero tanto él como su padre, Carlos IV, fueron forzados a abdicar a favor de Napoleón. Durante la Guerra de Independencia, Fernando estuvo prisionero en Francia, mientras en España se organizaba la resistencia, resultando en la creación de las Cortes de Cádiz y la promulgación de la Constitución de 1812. La derrota de Napoleón en la invasión de Rusia, junto con la posterior contraofensiva aliada (1812-1814), debilitó la posición francesa. La victoria en la batalla de los Arapiles (22 de julio de 1812) fue clave, lo que obligó a José I Bonaparte a abandonar Madrid en agosto de 1812. Ante la creciente presión, Napoleón buscó una salida diplomática y firmó el Tratado de Valençay en diciembre de 1813. Este acuerdo reconoció a Fernando VII como rey legítimo de España y puso fin al conflicto, restaurando la paz entre España y Francia, y permitiendo el regreso de Fernando VII al trono.
Manifiesto de los Persas (1814)
En 1814, Fernando VII regresó a España, donde durante su ausencia se había aprobado la Constitución de 1812 en las Cortes de Cádiz. Al llegar, evaluó su apoyo político y recibió el Manifiesto de los Persas, un documento firmado por diputados absolutistas que pedían la derogación de la Constitución. El 4 de mayo de 1814, apoyado por estos sectores, dio un golpe de estado, anuló la Constitución y restauró el absolutismo, simbolizando el retorno al Antiguo Régimen. Este acto marcó el fin de las reformas liberales y comenzó un periodo de represión contra los defensores de la Constitución. Esta decisión fue rechazada en América, acelerando los movimientos independentistas, y obligó a los liberales españoles a exiliarse, coincidiendo con muchos afrancesados que habían huido tras la derrota de José I.
Sexenio Absolutista (1814-1820)
Tras la restauración del absolutismo de Fernando VII en 1814, se desató una persecución contra los liberales, obligándolos al exilio. En el extranjero, se unieron con los afrancesados que habían huido tras la derrota de José I y Napoleón. Desde allí, comenzaron a organizar conspiraciones y levantamientos militares para restaurar la Constitución de Cádiz. Entre los intentos más destacados estuvieron los de Espoz y Mina (1814), Juan Díaz Porlier (1815) y Luis de Lacy (1817). El levantamiento de Lacy, que buscaba sublevar las tropas en Cataluña para reinstaurar el constitucionalismo, fue sofocado rápidamente, y Lacy fue ejecutado, convirtiéndose en un símbolo de la lucha liberal. Mientras tanto, el gobierno de Fernando VII enfrentaba un país devastado por la guerra, con una economía en ruinas y una administración debilitada, pero la resistencia liberal seguía viva.
Trienio Liberal (1820-1823)
Las conspiraciones liberales culminaron en el éxito del pronunciamiento de Rafael del Riego en 1820, en Cabezas de San Juan, que puso fin al gobierno absolutista de Fernando VII y dio inicio al Trienio Liberal (1820-1823), restaurando la Constitución de Cádiz. Este levantamiento formó parte de las revoluciones de 1820 en Europa, que buscaban limitar el poder monárquico y establecer constituciones liberales. El Trienio Liberal en España promovió reformas y la vuelta a la Constitución de 1812, pero también estuvo marcado por divisiones internas entre liberales moderados y progresistas, así como por la constante oposición de Fernando VII, quien, a pesar de haber jurado la Constitución, la boicoteó. Además, surgieron grupos absolutistas que defendían el Antiguo Régimen. A nivel internacional, las monarquías absolutistas temieron el ejemplo español y, en el Congreso de Verona de 1822, decidieron intervenir. Fernando VII pidió ayuda a la Santa Alianza, lo que resultó en la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823, que derrotaron a los liberales y restauraron el absolutismo de Fernando VII. Así, el Trienio Liberal terminó con el regreso del Antiguo Régimen en España.
Década Ominosa (1823-1833)
Tras el regreso del absolutismo en 1823, con la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, los liberales fueron forzados al exilio. Fernando VII no solo restauró el Antiguo Régimen, sino que implementó medidas represivas, como la creación de la Policía General en 1824, para eliminar los avances del Trienio Liberal. Además, renunció a reconocer los préstamos solicitados por el gobierno liberal, lo que deterioró la credibilidad de España en los mercados financieros y empeoró la crisis económica. Para abordar esta crisis, el ministro de Hacienda Luis López Ballesteros implementó reformas inspiradas en principios ilustrados, como la creación de un presupuesto general, un banco de fomento y el desarrollo de la Bolsa de Madrid. Sin embargo, estas reformas fueron rechazadas por sectores ultraconservadores, liderados por Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII. Estos grupos organizaron revueltas, como las de los agraviados, contra las políticas modernizadoras. La tensión política y social llevó a nuevos intentos liberales de cambio, como el pronunciamiento de Torrijos en 1831, que fracasó, resultando en la captura y ejecución de Torrijos y sus seguidores. Estos eventos reflejan la profunda división de España entre el absolutismo y el liberalismo, un conflicto que seguiría marcando el panorama político del país.
La Cuestión Sucesoria de Fernando VII (1830-1833)
La cuestión sucesoria de Fernando VII se complicó tras el nacimiento de su hija Isabel, quien fue designada heredera al trono gracias a la promulgación de la Pragmática Sanción en 1830, que permitía a las mujeres reinar. Esto generó tensiones en la corte, donde algunos sectores intentaron anular la Pragmática y favorecer los derechos de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII y defensor del absolutismo. Sin embargo, la conspiración fracasó cuando Fernando VII despertó de un coma y desterró a los conspiradores, consolidando a Isabel como sucesora. Al morir Fernando VII en 1833, su esposa María Cristina asumió la regencia para garantizar el trono de Isabel. Su gobierno estuvo marcado por el inicio de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), un conflicto entre los isabelinos, partidarios de Isabel y el liberalismo, y los carlistas, seguidores de Carlos María Isidro y del absolutismo.
Aranjuez, Fointanebleau y las Abdicaciones de Bayona
El creciente descontento hacia Godoy, combinado con la influencia de Fernando VII y el malestar popular, derivó en una primera conspiración, la del Escorial (1807). Fernando VII fue descubierto y confesó los nombres de sus conspiradores. Los reyes lo perdonaron y al año siguiente, se produjo el Motín de Aranjuez (1808) que resultó en la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV a favor de su hijo. Sin embargo, Fernando VII optó por acudir a Bayona. En esta ciudad, Napoleón forzó a Carlos y Fernando a abdicar a su favor para cederle el trono a su hermano, José I Bonaparte. Esto precipitó el inicio de la Guerra de la Independencia y con ello la promulgación de las Cortes de Cádiz de 1812.
Guerra de Independencia
La invasión francesa dio lugar a la Guerra de Independencia. Comenzó con el levantamiento popular del 2 de Mayo de 1808, el cual se divide en tres fases, de 1808 a 1814. Este levantamiento en Madrid fue un acto de insurrección popular, apoyado por algunos pero duramente reprimido. Este evento dio lugar a la formación de juntas locales y provinciales. En Junio de 1808, las tropas españolas obtuvieron una importante victoria en la Batalla de Bailén. Este triunfo motivó la creación de la Junta Central Suprema que reconoció a Fernando como rey legítimo. La derrota francesa en Bailén provocó la intervención de Napoleón, quien sitió ciudades como Zaragoza. En este contexto surgieron dos posturas ideológicas: los afrancesados, con José Bonaparte y el frente patriótico dividido entre absolutistas y liberales. Ante las dificultades la Junta Central Suprema se dividió en 1810, siendo reemplazada por el Consejo de Regencia. Este cambio generó tensiones entre conservadores y reformistas, lo que llevó a la convocatoria de Cortes Generales el 22 de Mayo de 1810. El 24 de Septiembre de 1810, se constituyeron las Cortes unicamerales en la isla de León, marcando un proceso revolucionario que culminaría con la Constitución de Cádiz de 1812.
Las Cortes: De Madrid a Cádiz
(El 24 de Septiembre de 1810, se constituyeron las Cortes unicamerales en la isla de León, marcando un proceso revolucionario que culminaría con la Constitución de Cádiz de 1812.) Estas Cortes respondieron a la necesidad de reorganizar el poder. Cádiz, gracias a su poderosa burguesía conectada con las ideas más avanzadas de Europa, permitió la redacción de una constitución que marcara un hito en la historia española. La ocupación francesa complicó la elección y llegada de diputados. En la primera sesión de las Cortes solo estuvieron presentes 104 diputados, aumentando a 223 en 1813. Las Cortes lograron representar una notable diversidad territorial. En términos sociales, predominaron los diputados provenientes de las capas medias urbanas. A pesar de la importante presencia de eclesiásticos y miembros de la aristocracia, el perfil general de las Cortes reflejaba un equilibrio inclinado hacia sectores profesionales y urbanos. Este contexto facilitó la configuración de un espacio político donde las ideas no siempre estuvieron alineadas, lo que evidenció la diversidad ideológica y social.
Los Diputados en Cortes: Las Tendencias Políticas
Las tendencias políticas en las Cortes de Cádiz fueron diversas y complejas. Las visiones políticas se dividen en tres grupos: absolutistas, liberales y jovellanistas. Los absolutistas, defensores de la soberanía nacional y Antiguo Régimen, se opusieron a las reformas profundas que amenazaban el modelo tradicional. Destacan Pedro Inguanzo y Blas Ostolaza. Los liberales, lideraron el impulso hacia un cambio revolucionario con Agustín de Argüelles e Isidoro de Antillón. En una posición intermedia estaban los jovellanistas, quienes buscaban una síntesis entre el Antiguo Régimen y las reformas ilustradas, con figuras como Antonio Oliveros y Florencio de Castillo. Entre los liberales se diferenciaban los exaltados como Diego Muñoz Torrero y los moderados, que querían un cambio más conciliador. Esta diversidad interna reflejó las tensiones ideológicas que marcaron las deliberaciones de estas Cortes.
Las Bases de la Constitución de Cádiz
Esta constitución marcó un hito del constitucionalismo español al adoptar ideales influenciada por Rousseau, la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre. Proclamó que la soberanía reside en la Nación Española, compuesta por los españoles de ambos “hemisferios”. El texto definió a España como una Monarquía Moderada. El legislativo recaía en el rey y las Cortes, el ejecutivo en el rey y el judicial en los tribunales. Las Cortes serían unicamerales, elegidas por el sufragio universal indirecto. Además, se limitaron los poderes del monarca aunque se le otorgó un veto suspensivo. El título IX, dedicado a la educación pública, destacó la importancia de las escuelas de primeras letras en todos los pueblos, con enseñanzas básicas y derechos civiles. La Constitución también equiparó jurídicamente a los territorios de Ultramar gracias a Ramos Arizpe y José María Lequerica. Además, se implementaron reformas clave para desmontar el Antiguo Régimen como la abolición de gremios o libertad de prensa y comercio, entre otros. La Constitución de Cádiz sentó las bases del liberalismo español, consolidando la soberanía nacional, la educación y los derechos individuales.