El Gobierno Radical-Cedista (1933-1935), la Revolución de Asturias, el Frente Popular y las Elecciones de 1936
El Bienio Radical-Cedista (1933-1935)
Las elecciones de 1933 dieron la victoria a la derecha, con 204 diputados, frente a los 168 del centro y los 94 de la izquierda. Robles, que no se había manifestado públicamente a favor de la República, encarga al radical Alejandro Lerroux la formación de gobierno. Este se formó sin participación de la CEDA, pero sí contó con su apoyo parlamentario, con la condición de emprender un programa rectificador del período anterior.
Se revisó la política religiosa, dejando sin aplicar la Ley de Confesiones. Continuaron funcionando los colegios católicos y el Estado siguió sufragando el sueldo de los sacerdotes. Igualmente, se paralizó la reforma militar y se designaron para puestos clave militares antirrepublicanos, como Franco o Mola. Esta medida fue muy protestada, lo que obligó a dimitir a Lerroux, que fue sustituido. Sin embargo, no se pudo evitar una huelga anarquista en Zaragoza y una huelga general en el campo español en el verano de 1934, que se saldó con decenas de campesinos muertos y miles de encarcelados.
La Revolución de Asturias (Octubre de 1934)
Algunos líderes socialistas empezaban a plantearse acciones revolucionarias al margen del juego democrático cuando, en octubre de 1934, a raíz de una nueva crisis ministerial, Gil Robles exigió participar en el gobierno y Lerroux les concedió tres ministerios. Los republicanos de izquierda y los socialistas, dirigidos por Largo Caballero, pusieron en marcha una insurrección, declarando el 5 de octubre una huelga general revolucionaria en todo el país.
Su incidencia fue desigual. Fracasaron sus planes de tomar los principales centros de poder en Madrid y se limitó a una revuelta nacionalista en Cataluña y a un levantamiento obrero en Asturias, que se acabó convirtiendo en una insurrección armada revolucionaria. En Asturias, del 5 al 18 de octubre, se produjo una auténtica revolución social que logró unir a todos los grupos obreros: UGT, CNT y los comunistas. Se trató de una revolución socialista en la que los revolucionarios tomaron el poder en sus manos. El 19 de octubre se acabó de dominar toda la cuenca minera, y la rebelión fue suprimida.
El Camino hacia el Frente Popular
El gobierno quedó marcado por los acontecimientos de Asturias, que pusieron de manifiesto que la radicalización de las fuerzas políticas y sociales del país era total e irreconciliable. Por un lado, la derecha antirrepublicana se había unido en el Bloque Nacional, liderado por José Calvo Sotelo, que defendía un estado autoritario y antidemocrático.
Las crisis de gobierno se sucedían, y en 1935 Lerroux se vio obligado a formar un gobierno con mayoría de ministros de la CEDA. Pero una crisis en el partido radical obligó a dimitir a Lerroux. Todo hacía pensar que Gil Robles alcanzaría la presidencia gubernamental, pero Alcalá Zamora se negó a entregarle el cargo y creó un gran partido republicano de centro-derecha, otorgando la presidencia a Manuel Portela Valladares. La imposibilidad de gobernar sin el apoyo parlamentario le llevó a disolver las Cortes y convocar elecciones para el 16 de febrero de 1936.
Las Elecciones de 1936 y el Frente Popular
Las elecciones fueron limpias y con una alta participación. Incluso la CNT recomendó votar. Los partidos de izquierda se presentaron unidos con un pacto electoral, denominado Frente Popular, firmado en enero entre Izquierda Republicana, PSOE, PCE, POUM y Esquerra Republicana de Catalunya. Los resultados electorales evidenciaron la polarización del país, con un triunfo del Frente Popular.
El Gobierno del Frente Popular y la Conspiración Militar
Tras las elecciones, se nombró a Manuel Azaña como nuevo presidente de la República y se iniciaron las negociaciones para formar un gobierno de izquierdas. Los socialistas se negaron a participar en este gobierno, por lo que fue Santiago Casares Quiroga quien presidió un gobierno moderado de izquierdas, que nació ya debilitado y con poco respaldo parlamentario.
Una vez formado, se adoptaron medidas urgentes, en cumplimiento del programa electoral, tales como:
- Amnistía general para los encarcelados por los acontecimientos de octubre de 1934.
- Restablecimiento de la autonomía de Cataluña con Lluís Companys como presidente.
- Readmisión obligatoria de los trabajadores expulsados por motivos políticos.
- Reanudación del proceso de reformas iniciado en el primer periodo de la República.
Igualmente, se decidió enviar a los generales más sospechosos de antirrepublicanismo a puestos alejados de Madrid y distantes entre sí. Los sectores más exaltados, ante la moderación con la que el gobierno afrontaba las reformas, procedieron a la masiva ocupación de los latifundios y los pusieron en explotación, ante lo que el Gobierno no pudo sino legalizar las expropiaciones. A principios del verano, los terratenientes se negaron a contratar jornaleros, prefiriendo perder la cosecha.
La derecha y los sectores más conservadores veían estos hechos con alarma y los consideraron revolucionarios y subversivos, puesto que amenazaban el orden social. El problema del orden público se acentuó con una nueva crisis económica que provocó una subida de los precios, la devaluación de la peseta, la reducción de la producción y el aumento del desempleo.
Para entonces, la conspiración militar estaba en marcha. Crecía el número de generales implicados: Goded, Fanjul, Varela y Emilio Mola, destinado en Pamplona, que se convirtió en el director del levantamiento. El plan consistía en una serie de sublevaciones simultáneas para hacerse con el poder de sus respectivas zonas y controlar la capital. Después, se formaría una junta de generales que formaría el nuevo gobierno.
El gobierno de Casares Quiroga, que no había tomado medidas de protección pese a las constantes advertencias de las organizaciones obreras, vio cómo el 17 de julio de 1936 el ejército de Marruecos iniciaba una rebelión contra el gobierno, a la que se unieron, al día siguiente, otras guarniciones de la Península.