El Golpe de Estado de Onganía y la Revolución Argentina (1966-1970)
El Ascenso de Onganía y la Instauración de la «Revolución Argentina»
En 1966, una nueva intervención militar puso fin al gobierno de Arturo Illia. Este golpe de Estado, autodenominado «Revolución Argentina», contó con el apoyo de una parte significativa de la sociedad. Juan Carlos Onganía asumió el poder con el propósito de suprimir la democracia política. Para ello, disolvió el Parlamento, la Confederación General del Trabajo (CGT), los canales democráticos y los partidos políticos. Además, reemplazó la Constitución Nacional por el Estatuto de la Revolución Argentina. Onganía contó con el apoyo de grupos católicos de derecha, la burguesía agropecuaria e industrial, e importantes sectores políticos y económicos liberales que coincidían en la necesidad de reorganizar la sociedad y el Estado.
La Despolitización como Estrategia
Los jefes militares y los empresarios que apoyaban al nuevo gobierno consideraban que las luchas entre los dirigentes de los partidos políticos eran las causantes de la crisis económica y social que padecía el país. Por eso, intentaron despolitizar el tratamiento de las cuestiones económicas y sociales, reemplazando la política por la administración. Tras asumir, Onganía anunció que el reordenamiento se realizaría gradualmente y según una secuencia prefijada en «tres tiempos»: económico (reconstruir la economía), social (reordenar la sociedad) y político, respectivamente. Los militares, con una visión paternalista, sabían que para alcanzar los fines del «tiempo económico» necesitaban contar con el apoyo de los grupos poderosos de la economía nacional e internacional. Por esta razón, nombraron técnicos liberales a cargo de la economía. Sin embargo, los liberales no estaban de acuerdo con la fórmula corporativista de los militares.
La Doctrina de la Seguridad Nacional
En 1966, las relaciones entre los militares en el gobierno y los diferentes sectores de la sociedad estuvieron marcadas por la «Doctrina de la Seguridad Nacional». Esta doctrina aceptó la integración de las Fuerzas Armadas nacionales a los dispositivos de seguridad y defensa internacional, otorgándoles la facultad de reprimir los movimientos subversivos, principalmente comunistas.
El Plan de Estabilización y Desarrollo de Krieger Vasena
Durante los primeros meses de la presidencia, la economía no tomó una dirección clara. Para los grupos capitalistas más concentrados y las empresas transnacionales del sector industrial, la inflación alteraba y obstaculizaba los planes de inversión, dificultando la modernización de la estructura industrial del país. Tanto los militares como dichos sectores apoyaron la Revolución Argentina porque relacionaban la inflación con las demandas de los sectores populares (que no aceptaban la disminución de sus salarios y niveles de consumo) y con la intervención del Estado en la economía para satisfacer esas demandas. Ellos proponían la implementación de políticas de gobierno que destituyeran el estancamiento y lograran un crecimiento industrial integrado.
En 1967, el Ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena, puso en marcha el Plan de Estabilización y Desarrollo. Este plan consistió en la devaluación del peso moneda nacional en un 40% para reducir las presiones inflacionarias, lo que redujo el poder adquisitivo de los salarios. También estableció retenciones a las exportaciones agropecuarias y disminuyó los aranceles para los productos importados, buscando beneficiar al sector industrial y reducir el impacto negativo que la devaluación tendría sobre los salarios. Además, suspendió las convenciones colectivas de trabajo y congeló los salarios de los sectores privados y estatales. Al mismo tiempo, firmó un acuerdo con empresas industriales líderes que se comprometieron a no aumentar los precios a cambio de ventajas especiales en materia de créditos bancarios, promoviendo la transferencia de empresas industriales de capital nacional al capital extranjero. El plan significó la subordinación de la burguesía agropecuaria a la dirección económica de la burguesía industrial. En general, el aumento de la recaudación impositiva, el control del gasto público y la reducción del déficit fiscal permitieron al Estado aumentar el ahorro nacional, que fue destinado a inversiones, principalmente en obras públicas.
Reacciones al Plan Económico
El plan contó con el apoyo de los sectores industriales y bancarios más poderosos y de los organismos financieros internacionales. Sin embargo, generó un profundo descontento en los obreros y asalariados. Entre los sectores capitalistas, la Sociedad Rural Argentina rechazaba las retenciones a las exportaciones, y la Confederación General Económica denunciaba que el congelamiento de salarios había hecho disminuir el consumo interno, perjudicando a muchas empresas de producción masiva. El mayor beneficiado fue el sector de capital extranjero más concentrado que, además de estabilizar, apuntaba a reestructurar el mundo empresario y consolidar los cambios iniciados en 1955.
El Cordobazo y la Caída de Onganía
El presidente implementó políticas represivas para acabar con la oposición que podían ocasionar el comunismo y el peronismo. Sin embargo, estas medidas solo consiguieron aumentar la actividad de estos movimientos y encontrar cada vez más oposición entre el resto de la población, que se unía al peronismo y a los partidos de izquierda. El Cordobazo, uno de los hechos más representativos de esta presidencia, significó el inicio de la protesta social y la lucha del pueblo que mostró su descontento frente al autoritarismo. La Iglesia, los grandes empresarios, los sindicatos, e incluso la Junta de Comandantes y el resto de los militares, que en un principio lo habían apoyado, le quitaron su aprobación. Onganía quedó solo, enfrentado a graves problemas sociales. Esto fue lo que causó la caída de Onganía, quien fue depuesto en junio de 1970.