La Guerra Civil Española
La guerra civil aunque las reuniones conspirativas habían comenzado a finales de 1935, el triunfo electoral del Frente Popular precipitó en los cuarteles los preparativos de la insurrección armada. Se encargó el general Mola. Los generales conspiradores se proponían derribar el régimen republicano democrático mediante un golpe de fuerza. El levantamiento comenzó el 17 de julio, pero el fracaso inicial convirtió el golpe militar en una larga y sangrienta guerra civil.
Apoyo a los bandos en conflicto
Falangistas, carlistas, monárquicos alfonsinos, la mayoría de la CEDA y parte de La Liga Catalana fueron las fuerzas que se sumaron a la sublevación. Dentro de las fuerzas armadas, la mayor parte de los oficiales y las fuerzas acuarteladas en Marruecos se unieron al alzamiento, mientras que algo más de la mitad de los efectivos del ejército en la península permaneció leal al gobierno republicano. El gobierno entregó armas a las organizaciones sindicales y a los partidos proletarios, que formaron unidades de combate compuestas por voluntarios civiles denominadas milicias. Con estas fuerzas se frenó la insurrección militar durante las primeras semanas de guerra. La duración y el resultado del conflicto dependieron de la intervención de las potencias extranjeras. A iniciativa de británicos y franceses, para impedir la expansión del conflicto, se prohibió la venta de material bélico a ambos bandos. Los militares sublevados recibieron la ayuda de Italia, Alemania y Portugal. Por su parte, el bando republicano solicitó ayuda a Francia y a Gran Bretaña. El gobierno conservador británico se negó por temor al triunfo de la revolución y evitar tensiones con Hitler y Mussolini. El gobierno republicano compró aviones y carros de combate a la URSS, que fueron comprados con las reservas de oro y plata del Banco de España. Las consecuencias de la ayuda militar fueron trascendentales. En primer lugar evitó el hundimiento del ejército republicano. En julio de 1936 surgieron dos Españas que defendían principios contrapuestos. Para unos el «glorioso alzamiento nacional» se había hecho para salvar a España de la anarquía. Para la otra España, la fiel a la república, había que luchar para defender los logros de una república democrática. Para muchísimos españoles unirse a un bando fue una cuestión geográfica.
La zona republicana
El levantamiento militar provocó en la zona republicana un profundo proceso revolucionario. El gobierno de la república fue incapaz de imponer su autoridad. El bando republicano careció de unidad política. En alguna ocasión los anarquistas y comunistas llegaron a enfrentarse con las armas. Los anarquistas entendían que vencer la guerra y completar la revolución debían ser procesos paralelos e inseparables. La falta de unidad de mando impidió una dirección ordenada y eficiente tanto en las operaciones militares como el esfuerzo necesario para la victoria.
La zona franquista
Los militares sublevados unificaron el mando de las tropas, en único jefe para garantizar una dirección estratégica más eficaz. De este modo Franco se convirtió en máximo dirigente con poderes ilimitados y absolutos. Varios factores favorecieron la rápida ascensión de Franco: sus espectaculares éxitos militares al frente del ejército de África; su astucia y habilidad para entablar contactos y obtener ayuda material de alemanes e italianos; y la falta de rivales. Los principales objetivos de los sublevados eran desmontar el sistema parlamentario democrático constitucional derogando la legislación conformista republicana.
Actitud de la Iglesia Católica
El clero católico español prestó decidido apoyo ideológico y propagandístico a los militares sublevados. Se presentó al bando republicano satanizado y condenado como la encarnación de las fuerzas del mal. Al mismo tiempo la Iglesia bendijo al bando franquista exaltando a Franco como caudillo. En la zona republicana se desató una sangrienta persecución, más de 7000 clérigos fueron asesinados.
El fin de la guerra y el mantenimiento de la represión
Franco dictó, en febrero de 1939, la Ley de Responsabilidades Políticas, con efectos retroactivos a capturar a quienes habían colaborado en la subversión roja. Para ello además de tribunales militares se habrían de constituir tribunales especiales formados por el ejército, la judicatura y el partido. Los tribunales militares resolvían entre 12 y 15 casos a la hora y partían del principio de culpabilidad, todo aquel que no pudiera demostrar su inocencia era considerado culpable. Los tribunales especiales fueron menos radicales y su acción consistió en decretar penas de prisión o la separación de sus empleos de las personas consideradas culpables. Muchos fueron los ejecutados como consecuencia de la represión que siguió a la guerra civil y otros tantos sufrieron penas de prisión. En 1950 aún quedaban en las cárceles más de 17000 presos políticos.
Las consecuencias de la guerra
Consecuencias demográficas es difícil cuantificar el número de muertos como consecuencia directa de la guerra. A efectos puramente demográficos también fueron importantes los fallecidos por enfermedad o malnutrición. Se estima entre 750000 y el millón de fallecidos. Consecuencias económicas la producción de la economía española descendió en todos los sectores de forma dramática. Todo ello y la carencia de oro en el Banco de España dificultó la reconstrucción del país. Consecuencias sociales la carencia de alimentos obligó al racionamiento de estos. El pueblo sufrió hambre, se produjeron fenómenos de acaparamiento y venta fraudulenta en el mercado negro, lo que enriqueció a unos cuantos. Se realizaron depuraciones para expulsar a aquellos funcionarios públicos que hubiesen permanecido fieles a la república. En las oposiciones convocadas para reemplazar a los funcionarios expulsados, se reservaron plazas para quienes habían combatido en el ejército franquista y a todos se les exigió una declaración expresa de lealtad al nuevo régimen. Por otra parte, el exilio privó al país de un grupo muy importante de profesionales bien cualificados: médicos, ingenieros, abogados, profesores… que fueron difíciles de sustituir.