El Estallido de la Guerra Civil Española
El golpe de Estado de julio de 1936 y el subsiguiente estallido de la Guerra Civil provocaron la destrucción de las estructuras estatales de la Segunda República. En el bando nacional, el poder quedó en manos de un grupo de generales que, siguiendo las propuestas de Emilio Mola, establecieron un estado autoritario y militarizado. En el bando republicano, el gobierno de la República perdió el control de la situación y el poder real quedó en manos de comités obreros organizados por partidos y sindicatos que no estaban sometidos a ningún tipo de poder centralizado.
Del Golpe de Estado a la Guerra Civil
El conflicto se inició el 17 de julio de 1936 con el alzamiento de una fracción del ejército encabezada por los generales Mola y Franco, quienes se trasladaron desde Marruecos para ponerse al frente de las operaciones militares con el propósito de acabar con el gobierno republicano constitucional, dirigido en ese momento por la coalición izquierdista del Frente Popular. El bando sublevado representaba a las fuerzas de derecha y extrema derecha, es decir, a la España rural, católica y tradicional de los propietarios agrarios, mientras que los pequeños propietarios, campesinos reclutados en la Falange y los grupos carlistas constituían el apoyo popular de los rebeldes. El 18 y 19 de julio, el golpe se extendió a la península y los archipiélagos, mientras el gobierno de Casares Quiroga reaccionaba con lentitud ante los acontecimientos.
El golpe triunfó en Galicia, Castilla y León, y Navarra, con el general Mola en Pamplona. Fracasó en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV colaboró finalmente con la República, así como en Cataluña, Madrid, Castilla-La Mancha, Murcia y la zona oriental de Andalucía. Los fracasos más graves tuvieron lugar en Madrid, donde el nuevo presidente, José Giral, entregó armas a las milicias obreras, y en Barcelona, donde una inusual colaboración de los obreros de la CNT con la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la insurrección.
La Consolidación de los Bandos
El bando de los sublevados estaba constituido por militares conservadores, monárquicos de derecha, grupos católicos, falangistas, tradicionalistas y todos los que se habían opuesto a las reformas de la República. Estaban inspirados en el fascismo y se definían como «nacionales». Los leales a la República estaban constituidos por las clases populares: obreros y empleados urbanos, pequeña burguesía y campesinos sin tierra. La mayoría estaban influidos por las organizaciones socialistas y comunistas, y eran definidos como «rojos». Todos ellos defendían la legitimidad republicana y encarnaban el conjunto de fuerzas socialistas y políticas que habían dado apoyo al bienio de izquierdas y al Frente Popular.
La Internacionalización del Conflicto
Los partidos obreros de todo el mundo y la URSS se manifestaron a favor de la República. Por el contrario, las fuerzas conservadoras de las democracias (Francia y Gran Bretaña) y los fascistas (Italia y Alemania) veían en el alzamiento de Franco un freno a la expansión del comunismo. Tanto los sublevados como el gobierno de la República recurrieron al exterior para buscar apoyo. Los sublevados enviaron agentes a los países fascistas con el fin de pedir ayuda militar y política, en primer lugar a Francia, que también tenía un gobierno del Frente Popular.
La Ayuda Exterior
La intervención alemana en la Guerra Civil Española estuvo muy organizada y se envió una gran cantidad de soldados, ya que se consideraba que la lucha aquí era un ejercicio de entrenamiento. Alemania también mandó armas, barcos y aviones, así como máquinas para las comunicaciones. El Gobierno italiano envió aviones, tanques, barcos y soldados, y mandos italianos entrenaron y armaron a los monárquicos que luchaban en el bando sublevado. También hubo soldados marroquíes luchando al lado de los rebeldes. Además, este bando recibió contribuciones económicas de capitalistas ingleses, estadounidenses y latinoamericanos.
La Zona Republicana: La Revolución Contenida
El golpe de Estado (“alzamiento nacional” para los rebeldes), justificado por quienes lo protagonizaron como un acto para terminar con la revolución, terminó provocando lo contrario: el desencadenamiento de una revolución social de carácter colectivista que pretendía cambiar el sistema de propiedad y destruir el poder del Estado. Los protagonistas fueron la CNT, la FAI y la UGT. El colectivismo afectó a amplias zonas de Aragón, Valencia, La Mancha y Andalucía.
En verano de 1936, el poder del Estado sufrió un desplome total y fue sustituido por organismos revolucionarios que querían imponer un nuevo orden. De ese modo surgieron consejos, comités y juntas.
Septiembre de 1936: Largo Caballero es nombrado jefe de un nuevo gobierno (mantiene además el ministerio de Guerra) en el que participan republicanos, socialistas y comunistas. En noviembre entran cuatro ministros anarcosindicalistas. El proyecto fundamental es crear una gran alianza antifascista que permita recomponer el poder del Estado, controlar el proceso revolucionario y militarizar a las milicias, es decir, crear un ejército popular sobre la base de brigadas mixtas pero bajo un mando único y coordinado.
Los problemas más urgentes surgen cuando los comunistas no apoyan a Largo Caballero, los anarquistas no renuncian a desarrollar su propia política y además se niegan a integrar sus milicias en el nuevo ejército, a lo que se suma la tendencia personalista del propio jefe de gobierno.
Sucesos de Mayo de 1937 en Barcelona
La CNT y el POUM se oponen a la presencia republicana y comunista en la Generalitat. Es el enfrentamiento entre los que quieren la revolución (CNT y POUM) y los que quieren controlar y normalizar el Estado (PC, republicanos, PSOE). El enfrentamiento se materializa en la toma por la fuerza del edificio de la Telefónica de Barcelona, que había sido ocupado por los anarquistas desde el principio de la guerra. Los enfrentamientos se extienden por toda la ciudad y por muchas otras localidades. El gobierno tardó más de una semana en controlar la situación.
Las consecuencias son, además de la caída del gobierno autonómico, la del propio Largo Caballero como presidente del gobierno republicano. El PSOE, siguiendo la tendencia defendida por Indalecio Prieto, se propone buscar una solución aliándose con los comunistas. El nuevo jefe de gobierno, Juan Negrín (PSOE), está fuertemente apoyado por los comunistas, que salen muy reforzados de la crisis. Formaron parte del nuevo gobierno los partidos del Frente Popular, incluidos vascos y catalanes. Indalecio Prieto asumió el ministerio de la Guerra y el nuevo gobierno basó su política en la prioridad del esfuerzo militar. La sede del gobierno se trasladó a Barcelona, queriendo controlar los recursos económicos y militares de una de las zonas más importantes que le quedaban al gobierno republicano.