12.7. II. Guerra Colonial y Crisis de 1898 LA GUERRA DE Cuba ( 1895-1898 )
La guerra de Cuba ocupa el centro de la acción del Gobierno conservador de Cánovas hasta la muerte del político a manos del anarquista italiano Angiolillo (Agosto de 1897). En el momento de la nueva insurrección cubana, España se encuentra aislada del conjunto de las alianzas políticas diseñadas por el canciller alemán Bismarck. Debido a esta falta de apoyos internacionales, el régimen alfonsino apenas puede mantener el enfrentamiento, primero indirecto y más tarde directo, con Estados Unidos, que se presenta como una nueva potencia emergente. MOVIMIENTO INDEPENDENTISTA La segunda guerra de independencia cubana tiene como inspirador a José Martí, nacido en la Habana de padres españoles. La base social del movimiento está compuesta por el campesinado, la burguésía criolla, que comercia mayoritariamente con Estados Unidos ( 94% del azúcar), y las clases populares. El Partido de la Revolución Cubana, fundado por Martí en 1892, impulsa el movimiento independentista que estalla en 1895 con el “Grito de Baire”. Con una táctica de guerrillas que les concede el dominio en el campo, los insurgentes avanzan hacia las ciudades industriales; mientras Martínez Campos intenta establecer un “cordón sanitario” en el centro de la Isla para impedir los abastecimientos enviados desde Estados Unidos. Muy pronto, la guerra obliga al Estado español a realizar un gran esfuerzo de leva entre los ciudadanos procedentes de las clases trabajadoras, que no pueden eludir el servicio militar mediante un sustituto o merced al pago de 2000 pesetas a Hacienda. Martínez Campos es sustituido por Valeriano Weyler, que concentra a la población rural en zonas controladas por el ejército, pero la aglomeración de efectivos militares y las malas condiciones de vida de la población producen un gran número de muertos por epidemias. Tras el asesinato de Cánovas en 1897, vuelve a presidir el Ejecutivo el liberal Sagasta, partidario de un entendimiento con Estados Unidos, y Weyler es sustituido por el general Blanco. La adopción de medidas de autonomía política y de amnistía pretende reorientar el conflicto; sin embargo, el suceso conocido como la “voladura del Maine” cambia radicalmente la situación. PARTICIPACIÓN DE LOS Estados Unidos EN EL CONFLICTO Estados Unidos, que tiene grandes intereses económicos (en torno a 54 millones de dólares de inversión) y estratégicos en la zona y una tradicional aspiración a la ocupación de la isla caribeña, interviene en el conflicto cubano desde 1897, bajo la presidencia de MacKinley, que se dirige a España con una oferta de compra de la isla por trescientos millones de dólares y lanza un ultimátum si no le es vendida de inmediato. La posición estadounidense es apoyada por una prensa belicista, que tiene como máximo representante a William Hearst, quien desde las páginas del New York American, desempeña un papel extraordinariamente hostil contra la dominación española. La voladura y el hundimiento del acorazado norteamericano Maine en circunstancias no aclaradas (Febrero 1898) es aprovechado por la prensa estadounidense para avivar el enfrentamiento que se hace inevitable. El incidente, en el que mueren 254 marinos y dos oficiales, tiene como consecuencia inmediata la declaración de guerra a España por parte del Congreso de Estados Unidos el 25 de Abril de 1898. La guerra hispano-estadounidense, que se extiende a Filipinas, llega a su fin de forma fulminante a causa del desequilibrio de las fuerzas enfrentadas. Las batallas de Cavite, en Filipinas, donde se impone el almirante Dewey, y la de Santiago de Cuba, donde la flota española al mando del almirante Cervera es destrozada por la escuadra estadounidense, deciden la capitulación de las fuerzas españolas. El 17 de Julio de 1898 se rinde Santiago; Puerto Rico lo hace en la última semana de ese mismo mes y Manila el 14 de Agosto de 1898. LA FIRMA DEL TRATADO DE PARÍS La guerra termina con la firma del Tratado de París en Diciembre de 1898. España reconoce la independencia de Cuba, cede a Estados Unidos las islas de Puerto Rico, Filipinas y UAM a cambio de una contraprestación económica, y vende a Alemania las islas Carolinas, las Marianas y las Palaos en 1899 por 15 millones de dólares. Los efectos de la derrota, además de la pérdida de los restos del Imperio colonial español, son ingentes. Las bajas se calculan en 120000 personas; a ello se suman los gastos de guerra, que se elevan a más de 2.000 millones de pesetas, la privación del mercado colonial, el parón de la industria catalana, la subida de los precios en más de un 28% y el repudio de los jefes políticos por parte del ejército. Para la política internacional, la resolución de esta guerra es decisiva. Estados Unidos aparece como una gran potencia militar que ocupa Puerto Rico, se reserva la posibilidad de intervenir en Cuba mediante la introducción de la enmienda Platt (1901) en la Constitución cubana y se instala en la base naval de Guantánamo (1903), lo que le proporciona el control total del Caribe. La ocupación de Filipinas pone en contacto a Estados Unidos con el mercado asíático. LA CRISIS DE 1898. España se quedó sin pulso. “ Sólo se advierte un nube general de silenciosa tristeza”. Así concluía un artículo titulado “Sin pulso”, publicado en El Tiempo el 16 de Agosto de 1898 por el nuevo líder conservador Francisco Silvela. Con este artículo, se inició la literatura conocida como del Desastre, que reflexionaba sobre la decadencia española. El desastre colonial de 1898 tuvo consecuencias de todo tipo; sin embargo, ni las económicas ni las políticas tuvieron la trascendencia que un hecho de tal envergadura pudiera hacer pensar Entre las consecuencias económicas destacamos como principales dos: Una negativa: la pérdida de los mercados coloniales, de lo que, no obstante, se recuperó pronto la industria española. Otra positiva: la repatriación a España de capitales situados en América, que permitíó un gran desarrollo de la banca española, como la creación del Banco Hispano Americano, por ejemplo. De igual modo, las consecuencias políticas tuvieron una doble vertiente: Se criticó con severidad la torpeza de la política oficial, pero el sistema político sobrevivíó. En el terreno de la reflexión política surgíó el regeneracionismo, que analizaremos a continuación. Mayor repercusión tuvo el desastre en la psicología colectiva de la nacíón, pues provocó una auténtica crisis de la conciencia nacional, manifestada de forma muy especial en el pesimismo de los intelectuales de la llamada Generación del 98. EL REGENERACIONISMO El regeneracionismo fue una corriente política que se extendíó a raíz de la crisis de 1898, como respuesta alternativa a un sistema político, el de la Restauración, considerado viciado y “enfermo”. Desde un punto de vista social, el regeneracionismo representaba la opinión de amplios sectores de las clases medias y de la pequeña y mediana burguésía, que no se identificaban con un sistema político basado en la hegemonía de un reducido grupo oligárquico, integrado por la alta burguésía y los grandes terratenientes. Sin embargo, no se trataba de una corriente de pensamiento unitaria y sistemática, sino más bien de un planteamiento ético ante la sociedad y la política que se expresaba en grupos, momentos y propuestas distintos: Un regeneracionismo crítico, pero desde dentro del sistema, representado por Silvela o Maura, ministros del Partido Conservador, que, como es lógico, limitaban su crítica sólo a los aspectos más negativos del sistema, pero aceptaban su validez general. Un regeneracionismo al margen del sistema, con figuras como Joaquín Costa, Santiago Alba o Basilio Paraíso, que criticaban al sistema político de la Restauración en su totalidad, como “organismo enfermo” y “degenerado”.
La guerra de Cuba ocupa el centro de la acción del Gobierno conservador de Cánovas hasta la muerte del político a manos del anarquista italiano Angiolillo (Agosto de 1897). En el momento de la nueva insurrección cubana, España se encuentra aislada del conjunto de las alianzas políticas diseñadas por el canciller alemán Bismarck. Debido a esta falta de apoyos internacionales, el régimen alfonsino apenas puede mantener el enfrentamiento, primero indirecto y más tarde directo, con Estados Unidos, que se presenta como una nueva potencia emergente. MOVIMIENTO INDEPENDENTISTA La segunda guerra de independencia cubana tiene como inspirador a José Martí, nacido en la Habana de padres españoles. La base social del movimiento está compuesta por el campesinado, la burguésía criolla, que comercia mayoritariamente con Estados Unidos ( 94% del azúcar), y las clases populares. El Partido de la Revolución Cubana, fundado por Martí en 1892, impulsa el movimiento independentista que estalla en 1895 con el “Grito de Baire”. Con una táctica de guerrillas que les concede el dominio en el campo, los insurgentes avanzan hacia las ciudades industriales; mientras Martínez Campos intenta establecer un “cordón sanitario” en el centro de la Isla para impedir los abastecimientos enviados desde Estados Unidos. Muy pronto, la guerra obliga al Estado español a realizar un gran esfuerzo de leva entre los ciudadanos procedentes de las clases trabajadoras, que no pueden eludir el servicio militar mediante un sustituto o merced al pago de 2000 pesetas a Hacienda. Martínez Campos es sustituido por Valeriano Weyler, que concentra a la población rural en zonas controladas por el ejército, pero la aglomeración de efectivos militares y las malas condiciones de vida de la población producen un gran número de muertos por epidemias. Tras el asesinato de Cánovas en 1897, vuelve a presidir el Ejecutivo el liberal Sagasta, partidario de un entendimiento con Estados Unidos, y Weyler es sustituido por el general Blanco. La adopción de medidas de autonomía política y de amnistía pretende reorientar el conflicto; sin embargo, el suceso conocido como la “voladura del Maine” cambia radicalmente la situación. PARTICIPACIÓN DE LOS Estados Unidos EN EL CONFLICTO Estados Unidos, que tiene grandes intereses económicos (en torno a 54 millones de dólares de inversión) y estratégicos en la zona y una tradicional aspiración a la ocupación de la isla caribeña, interviene en el conflicto cubano desde 1897, bajo la presidencia de MacKinley, que se dirige a España con una oferta de compra de la isla por trescientos millones de dólares y lanza un ultimátum si no le es vendida de inmediato. La posición estadounidense es apoyada por una prensa belicista, que tiene como máximo representante a William Hearst, quien desde las páginas del New York American, desempeña un papel extraordinariamente hostil contra la dominación española. La voladura y el hundimiento del acorazado norteamericano Maine en circunstancias no aclaradas (Febrero 1898) es aprovechado por la prensa estadounidense para avivar el enfrentamiento que se hace inevitable. El incidente, en el que mueren 254 marinos y dos oficiales, tiene como consecuencia inmediata la declaración de guerra a España por parte del Congreso de Estados Unidos el 25 de Abril de 1898. La guerra hispano-estadounidense, que se extiende a Filipinas, llega a su fin de forma fulminante a causa del desequilibrio de las fuerzas enfrentadas. Las batallas de Cavite, en Filipinas, donde se impone el almirante Dewey, y la de Santiago de Cuba, donde la flota española al mando del almirante Cervera es destrozada por la escuadra estadounidense, deciden la capitulación de las fuerzas españolas. El 17 de Julio de 1898 se rinde Santiago; Puerto Rico lo hace en la última semana de ese mismo mes y Manila el 14 de Agosto de 1898. LA FIRMA DEL TRATADO DE PARÍS La guerra termina con la firma del Tratado de París en Diciembre de 1898. España reconoce la independencia de Cuba, cede a Estados Unidos las islas de Puerto Rico, Filipinas y UAM a cambio de una contraprestación económica, y vende a Alemania las islas Carolinas, las Marianas y las Palaos en 1899 por 15 millones de dólares. Los efectos de la derrota, además de la pérdida de los restos del Imperio colonial español, son ingentes. Las bajas se calculan en 120000 personas; a ello se suman los gastos de guerra, que se elevan a más de 2.000 millones de pesetas, la privación del mercado colonial, el parón de la industria catalana, la subida de los precios en más de un 28% y el repudio de los jefes políticos por parte del ejército. Para la política internacional, la resolución de esta guerra es decisiva. Estados Unidos aparece como una gran potencia militar que ocupa Puerto Rico, se reserva la posibilidad de intervenir en Cuba mediante la introducción de la enmienda Platt (1901) en la Constitución cubana y se instala en la base naval de Guantánamo (1903), lo que le proporciona el control total del Caribe. La ocupación de Filipinas pone en contacto a Estados Unidos con el mercado asíático. LA CRISIS DE 1898. España se quedó sin pulso. “ Sólo se advierte un nube general de silenciosa tristeza”. Así concluía un artículo titulado “Sin pulso”, publicado en El Tiempo el 16 de Agosto de 1898 por el nuevo líder conservador Francisco Silvela. Con este artículo, se inició la literatura conocida como del Desastre, que reflexionaba sobre la decadencia española. El desastre colonial de 1898 tuvo consecuencias de todo tipo; sin embargo, ni las económicas ni las políticas tuvieron la trascendencia que un hecho de tal envergadura pudiera hacer pensar Entre las consecuencias económicas destacamos como principales dos: Una negativa: la pérdida de los mercados coloniales, de lo que, no obstante, se recuperó pronto la industria española. Otra positiva: la repatriación a España de capitales situados en América, que permitíó un gran desarrollo de la banca española, como la creación del Banco Hispano Americano, por ejemplo. De igual modo, las consecuencias políticas tuvieron una doble vertiente: Se criticó con severidad la torpeza de la política oficial, pero el sistema político sobrevivíó. En el terreno de la reflexión política surgíó el regeneracionismo, que analizaremos a continuación. Mayor repercusión tuvo el desastre en la psicología colectiva de la nacíón, pues provocó una auténtica crisis de la conciencia nacional, manifestada de forma muy especial en el pesimismo de los intelectuales de la llamada Generación del 98. EL REGENERACIONISMO El regeneracionismo fue una corriente política que se extendíó a raíz de la crisis de 1898, como respuesta alternativa a un sistema político, el de la Restauración, considerado viciado y “enfermo”. Desde un punto de vista social, el regeneracionismo representaba la opinión de amplios sectores de las clases medias y de la pequeña y mediana burguésía, que no se identificaban con un sistema político basado en la hegemonía de un reducido grupo oligárquico, integrado por la alta burguésía y los grandes terratenientes. Sin embargo, no se trataba de una corriente de pensamiento unitaria y sistemática, sino más bien de un planteamiento ético ante la sociedad y la política que se expresaba en grupos, momentos y propuestas distintos: Un regeneracionismo crítico, pero desde dentro del sistema, representado por Silvela o Maura, ministros del Partido Conservador, que, como es lógico, limitaban su crítica sólo a los aspectos más negativos del sistema, pero aceptaban su validez general. Un regeneracionismo al margen del sistema, con figuras como Joaquín Costa, Santiago Alba o Basilio Paraíso, que criticaban al sistema político de la Restauración en su totalidad, como “organismo enfermo” y “degenerado”.