Guerra de los Mil Días: Orígenes, Desarrollo y Consecuencias en Colombia y Panamá

La Guerra de los Mil Días (1899-1902): Un Conflicto Decisivo en Colombia y Panamá

Al iniciarse la década de 1890, más allá de la crisis política provocada por la represión de la dictadura de Miguel Antonio Caro, sucesor de Rafael Núñez, en Colombia comienza a agudizarse un estado de desconfianza debido a los rumores existentes en torno a la administración del Banco Nacional y a las emisiones clandestinas de papel moneda. Esta situación llega a tales extremos que el propio mandatario, Miguel Antonio Caro, debe nombrar una comisión investigadora a fin de determinar la legalidad del dinero en circulación por esta empresa emisora. Finalmente, Caro se ve obligado a promulgar la Ley 70 de 1894, que ordena la liquidación del Banco Nacional de Colombia y promete cancelar sus obligaciones con los 6 000 000 de francos que se esperaban recibir por la venta de las instalaciones del canal francés. De ahí la importancia que toman, al final de la Guerra Civil de los Mil Días, las negociaciones de Felipe Bunau Varilla para concertar la venta de las acciones del Canal Francés a los norteamericanos.

Colombia recurrió de manera sucesiva a los contratos de arrendamiento para recibir el usufructo futuro de las anualidades del ferrocarril, sin invertir en nuestro territorio istmeño. La quiebra de la compañía para la construcción del canal interoceánico trajo una depresión económica al istmo, lo que trajo consigo una dependencia de la economía de tránsito. Había un estado de tensión y espera, sobre todo en las masas del arrabal santero, donde se mantenía fuerte una simpatía por el liberalismo. Lo mismo pasaba en las zonas rurales, donde el liberalismo contaba con muchos adeptos, sobre todo entre las masas campesinas.

El Contexto Previo a la Guerra

En 1898, Rafael Uribe Uribe estuvo en la ciudad de Panamá, con el pretexto de estudiar el cultivo de café; al llegar al Istmo, se encontró con una Panamá con incertidumbre, pero a la vez exaltación. Las masas liberales con entusiasmo percibían que la revolución estaba en marcha, a pesar del pesimismo que reinaba entre los más importantes dirigentes del liberalismo. La jefatura liberal mostraba mucha vacilación para definirse.

El Estallido del Conflicto

En octubre de 1899, en el departamento de Santander, se dieron inesperados actos de violencia armada, lo que trajo consigo una explosión de ataques desorganizados en otras latitudes contra las fuerzas formales del ejército nacional. Se obligó a Gabriel Vargas Santos (jefe formal del partido liberal) a tomar una determinación, y encomendó al General Benjamín Herrera que organizara las fuerzas del ejército revolucionario. Por otro lado, Belisario Porras, que estaba radicado en Centro América, intentaba organizar una expedición revolucionaria. Además, Porras también recibió las credenciales para gestionar directamente el apoyo a la revolución. Entre los colombianos existía mucho recelo frente a la dirigencia istmeña.

La Guerra en Panamá

En marzo de 1900, Porras recibió de Zelaya lo prometido y arribaron el 30 de marzo. Tras esto, se proclamó jefe civil y militar del Istmo y designó a Eusebio Morales y a Carlos A. Mendoza como sus asistentes. Al llegar a Bejuco, Porras contaba con un ejército de 400 unidades istmeñas; un grupo de istmeños constituyeron un poderoso ejército autónomo sin ayuda de los liberales de Colombia. En los mismos instantes se preparaba en Colombia la Batalla de Palo Negro. En el combate de Bejuco (La Negra Vieja), el ejército popular del liberalismo enfrentó a 800 combatientes; fue un combate en donde los liberales expresaron un valor para imponerse contra las fuerzas del ejército conservador; esta guerra es el combate más importante de las fuerzas invasoras del liberalismo, de la cual resultaron 37 heridos del ejército.

Desde la población de Chame, los revolucionarios se dirigieron a los cónsules acreditados en la ciudad de Panamá y al superintendente del Ferrocarril, en la nota les manifestaban la obligación de mantenerse en estado de neutralidad frente a la conflagración. Los liberales aceptaron que respetarían el libre tránsito por la vía férrea y un cumplimiento del tratado Mallarino – Bidlack. Belisario Porras se embarcó en La Chorrera, con destino a Farfán; ya desde entonces se tuvo conocimiento de que Herrera enviaba un ultimátum al General Albán para que entregara la ciudad, a pesar de que el ataque con todas las fuerzas reunidas estaba planeado para el 24 de julio. Casi de inmediato surgieron de manera espontánea las guerrillas.

Los pitachos de Olá fue el combate dirigido por Manuel Antonio Noriega, el cual en su ataque inicial se unió a las fuerzas de Victoriano Lorenzo, unión que luego se separó. Noriega desembarcó en Costa Rica, donde primero se unió a Belisario Porras y luego a la expedición del General Domingo Díaz de Obaldía. Lorenzo acusó a Noriega de estarse comunicando con los conservadores. Entre tanto, ya Belisario Porras se había unido a Victoriano Lorenzo en su campamento La Negrita, llegaron a la conclusión de que era preferible razonar con nuevas armas y más hombres, por lo que deciden escribirle al General Herrera al Cauca, a pesar de que para esa fecha, el liberalismo se sumergía en guerrillas menores, condenadas por el propio estado mayor del liberalismo en Colombia. Herrera despertó una conciencia de lucha en los combatientes liberales. Posteriormente, las fuerzas de Lorenzo y Porras se le unieron en La Albina de Antón.

Herrera intentaba desembarcar en la Ciudad de Panamá, sin embargo, los norteamericanos se hicieron presentes con un mensaje donde advertían a las fuerzas del liberalismo que no permitirían ningún encuentro armado en la ciudad de Panamá y Colón; ante esto, Herrera decide trasladarse a Aguadulce, donde los liberales atacaron la plaza con nutrida concurrencia. Después de este combate en Aguadulce, Manuel Quintero Villareal se trasladó a Chiriquí, donde enfrentó un contingente armado del ejército conservador en el río San Pablo, donde alcanzó el triunfo. Simultáneamente, el General Ramón Buendía sostuvo diversos encuentros armados en Veraguas y en la laguna de Chiriquí, haciendo imponer su superioridad sobre el ejército formal del gobierno.

Divisiones Internas y el Final de la Guerra

Tras el combate de Aguadulce, las diferencias entre Porras y Herrera se hicieron más grandes, lo que terminó en choques violentos donde Porras salió herido por Herrera. Porras presentó su renuncia de todo cargo en el ejército y envió una carta con las acusaciones de la conducta del General Herrera, la cual fue interceptada y Herrera conminó al arresto a Porras y con él a Carlos A. Mendoza. Mendoza y Porras estuvieron primero en la cárcel de Pocrí, luego en la de Aguadulce, después Chiriquí y por último en Santiago de Veraguas, de la cual Porras se fuga. Por otro lado, Herrera se limitó a continuar atacando Aguadulce, cuyo combate terminó en un triunfo para sus hombres.

Los Tratados de Paz

El 24 de octubre de 1902, los liberales firmaron en Colombia el tratado de Paz de Neerlandia, donde se comprometían a deponer las armas de todo el territorio nacional. El tratado de Paz de Wisconsin se firmó en la Bahía de Panamá el 21 de noviembre de 1902, el cual guardaba estrecha relación con las negociaciones para la construcción del Canal de Panamá. Mientras se formalizaba el diálogo en torno a las negociaciones con Estados Unidos, Belisario Porras permaneció exiliado en Centroamérica y en Panamá fue capturado Victoriano Lorenzo por ser acusado de desconocer el tratado de Paz, quien finalmente fue condenado a morir fusilado el 15 de mayo de 1903.

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