12.1. El reinado de Isabel II. La oposición al liberalismo: Carlismo y guerra civil. La cuestión foral:
El origen aparente del carlismo es un problema dinástico, Felipe V siguiendo la tradición francesa había implantado la Ley Sálica (1713) que impedía gobernar a las mujeres en contra de la propia tradición española. A pesar de haber sido abolida la Ley por Carlos IV (1789), los partidarios de otro Carlos, el hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, insiste en que vuelva a instaurarla para poder acceder él al trono en perjuicio de Isabel, la hija de Fernando VII que, sin embargo, acabaría sucediendo a su padre aunque bajo la regencia de su madre Mª Cristina de Borbón.
El carlismo, palabra derivada del nombre del hermano de Fernando VII, se basaba en principio en este pleito dinástico. Sin embargo otros aspectos de su doctrina jugarían un papel decisivo en su implantación: defensa de los fueros, leyes particulares e históricas de algunos territorios hispánicos que las habían perdido con los borbones o habían quedado amenazados tras Cádiz los vascos y navarros; catolicismo tradicional, defensa del sistema histórico de posesión de la tierra; apoyo al absolutismo monárquico, etc.
Se puede decir, por lo tanto, que el carlismo constituyó durante todo el siglo la versión española del tradicionalismo europeo que se oponía a elementos típicos del s. XIX como el liberalismo económico y político, la irreligiosidad, e incluso, la industrialización y el urbanismo. La cuestión foral fue, sin duda, fundamental. El liberalismo era fuertemente centralizador y contrario, al menos teóricamente, a cualquier tipo de privilegios en el plano personal, económico o institucional. Los gobiernos autonómicos, las exenciones fiscales, la aplicación de la justicia con jueces propios y según las leyes tradicionales, y la exención de quintas en el servicio militar, formaban parte de estos regímenes peculiares que habían mantenido sus diferencias con el resto de las regiones españolas. En Guipúzcoa, Álava y Vizcaya la conciencia foral estaba fuertemente arraigada y lo mismo ocurría en Navarra cuyo sistema de autogobierno era más fuerte que en las llamadas Provincias Exentas por su peculiar régimen fiscal. Hay que destacar, sin embargo, que en los territorios donde cuajó el levantamiento había de igual forma un foralismo que era de signo liberal y que se manifestó, reiteradamente, a favor de la causa isabelina. Tal fue el caso, por ejemplo, de la villa de Bilbao, que solicitó a las Cortes, después de haber resistido dos asedios del ejército carlista, la conservación de los fueros. Hay que decir, finalmente, que los fueros vascos y navarros fueron derogados tras la primera gran derrota carlista en 1839 y 1841 como en el s. XVIII lo habían sido los fueros de la Corona de Aragón tras la victoria del pretendiente francés en la Guerra de Sucesión. En 1888 se convino que se añadirían al Código Civil entonces publicado las instituciones forales que conviniera salvaguardar siempre que éstas no hubieran sido derogadas por leyes generales y se sometieran, además, a la jerarquía de dicho Código aunque en fecha tan tardía como 1931 sólo Aragón había visto publicado su apéndice. Comienzan ahora tres guerras que abarcarán todo el siglo XIX, especialmente la primera.
Primera: 1833-1840
Hay tres zonas con mucha influencia carlista. El P. Vasco y Navarra (Zumalacárregui), Cataluña (Conde de España) y Maestrazgo (Cabrera). Como se ve el primer problema que tienen es que son tres focos, sobre todo los más importantes, separados entre sí y con relación a otras partidas aisladas como las dirigidas por el cura Merino en Castilla la Vieja. El resto del país es predominantemente liberal sobre todo en las grandes capitales lo que se traduce en las dimensiones de los ejércitos: 72.000 carlistas contra 220.000. liberales. En esta primera guerra hay cuatro grandes fases:1
Importante en el País Vasco y Navarra las únicas zonas en que los soldados dependen de las autoridades provinciales, que son carlistas, y no de los generales, mayoritariamente liberales tras la depuración de los carlistas.2
Salvo las capitales todo el P. Vasco está sublevado y se producen importantes victorias carlistas así como fracasos como la propia muerte de Zumalacárregui en el sitio de Bilbao. Es el momento, también, en que se forman los ejércitos de Cataluña y Maestrazgo.3
: los carlistas forman pequeñas columnas de soldados muy móviles que partiendo del P. Vasco y Navarra van a intentar ampliar su territorio uniendo los distintos focos entre sí y conquistando otras zonas del país. Una de estas expediciones, la del pretendiente logrará llegar a Madrid estableciéndose comunicaciones entre aquél y la regente para un arreglo pacífico mediante el matrimonio de sus hijos, algo que los liberales no aceptan.4:
Empiezan a triunfar las tropas liberales al mismo tiempo que comienzan las luchas internas entre carlistas: transaccionales, partidarios de la paz, y apostólicos a favor de seguir con la guerra. Los generales apostólicos serán fusilados y el jefe de los transaccionales, Maroto, firmará la paz en Vergara. Mediante ésta los carlistas se desarman y son reintegrados al ejército liberal al mismo tiempo que se reconocen los fueros vascos.
5
El general Cabrera vencido en el Maestrazgo es el único que sigue luchando aunque poco a poco va siendo empujado hacia el Norte hasta tener que atravesar la frontera francesa con miles de soldados que, como él, no aceptaron el acuerdo de Vergara.