Al-Ándalus: Conquista y Evolución Política
A partir del 710 d.C., los musulmanes intensificaron las expediciones de reconocimiento de las costas españolas. La conquista musulmana se inició en el año 711 d.C. por un ejército bereber de 7000 hombres al mando de Tarik, lugarteniente del gobernador del norte de África, Musa. Este ejército cruzó el estrecho de Gibraltar, desembarcó en la bahía de Algeciras, se asentó en Gibraltar y derrotó el 19 de julio al rey visigodo Rodrigo en la batalla del río Guadalete (Cádiz). Posteriormente, remató a los restos del ejército visigodo en Écija. Hacia el 718-719 d.C., los árabes y bereberes controlaban casi toda la península ibérica, más por pacto o capitulación que por victoria militar, salvo las zonas montañosas del norte peninsular y los valles pirenaicos de Pamplona, Aragón y Cataluña.
El reino visigodo desapareció y, aunque algunos hispanovisigodos se refugiaron en el norte, la mayoría permaneció. Una buena parte se convirtió al Islam, conviviendo con mozárabes y comunidades judías. Surge así Al-Ándalus, una provincia más del Imperio Omeya, que destacó por su riqueza artística, cultural, política y económica.
Factores que Facilitaron la Rápida Expansión Musulmana
Para comprender la rápida expansión musulmana por la Península, hay que tener en cuenta algunos factores:
- El apoyo a los invasores por parte de los hijos de Witiza y del gobernador de Ceuta, el Conde Julián, así como la actitud del prelado de la Bética, Oppas, y la lucha contra los vascones.
- El buen trato recibido si no se ofrecía resistencia.
- La actitud de hispanorromanos y judíos, que abrían las puertas de las ciudades a los invasores, como ocurrió en Córdoba, Sevilla y Toledo.
Finalmente, Carlos Martel detuvo la invasión del Islam por el resto de Europa en la batalla de Poitiers en el 732 d.C.
Evolución Política de Al-Ándalus
La presencia islámica en Hispania se prolongó hasta el 1 de enero de 1492, cuando los Reyes Católicos conquistaron la ciudad de Granada. Se distinguen las siguientes etapas:
El Valíato (711-756 d.C.)
Al-Ándalus fue una provincia del Califato de Omeya (con capital en Damasco) gobernada por un gobernador o valí. Este periodo estuvo marcado por las disputas internas entre árabes y bereberes por la posesión de tierras y el reparto del poder. Su capital fue Córdoba. Abd al-Aziz fue el primer emir entre los años 714-716, resistiendo en Sevilla. Se casó con la viuda de Rodrigo para intentar atraer a la nobleza visigoda. Siguió una política de pactos, mediante capitulaciones, con los mandatarios visigodos, como el firmado en abril del 713 con Teodomiro, gobernador de la zona suroriental de la Península (Murcia).
El Emirato Independiente de Córdoba (756-929)
Abd al-Rahman I, huyendo en el 750 d.C. de la matanza de los abasidas en Damasco, llegó a Marruecos, cruzó el estrecho y, tras conquistar Córdoba en el 756 d.C., fundó el Emirato independiente de Córdoba. Inició la planificación interna con un ejército de mercenarios formado por 50.000 hombres. Aunque este periodo no estuvo exento de tensiones, como las revueltas de los muladíes y mozárabes, el verdadero organizador del Emirato independiente fue Abderramán II. Este delegó los poderes en manos de los visires y logró una islamización muy rápida de la Península, reduciendo el número de mozárabes. Sin embargo, las disputas entre árabes y bereberes no cesaron, lo que permitió la reorganización de los reinos cristianos en el norte, dando inicio a la Reconquista.
El Califato de Córdoba (929-1031 d.C.)
Ante la evidente decadencia política del emirato, Abderramán III, en un intento de imponer su autoridad y terminar con las revueltas y conflictos que asolaban el territorio, se proclamó Califa y príncipe de los creyentes en el 929 d.C. Se inicia así el Califato de Córdoba (929-1031), que trajo paz a Al-Ándalus. Logró que todos los reinos cristianos le rindieran vasallaje. Le sucedió su hijo Al-Hakam II, quien destacó por su protección e interés por la cultura y las artes. En este periodo, el Califa ejercía el poder absoluto, y de él dependían la administración central, la administración de justicia y la administración territorial, con dos tipos de territorios: las provincias o coras y las marcas o zonas fronterizas.
Consolidación del Poder por Al-Mansur
Al morir el Califa Al-Hakam II (976 d.C.), la sucesión recayó en su hijo Hisham II. Hubo intentos de sustituirlo por su tío, pero su propia madre y su tutor hicieron fracasar la conjura al conseguir eliminar al pretendiente al trono. Más tarde, Al-Mansur, como primer ministro, le arrebató el poder a Hisham II, dio órdenes en su nombre y lanzó diversas campañas militares o razias contra los cristianos del norte, atacando ciudades como Barcelona, Santiago de Compostela, León, Pamplona y Burgos, sembrando el terror en el norte cristiano. Según el cronista del siglo XII Ibn al-Kardabus, “hasta él vinieron el embajador del señor de Constantinopla de Magna, el embajador del dueño de Roma y el de Castilla, con regalos, cortesías y raros presentes. Cada uno de ellos impetrando su seguro y tratando de obtener su favor”.
Los Primeros Reinos de Taifas (1031-1085)
A la muerte de Al-Mansur, el califato entró en un periodo de crisis, surgiendo en Al-Ándalus 30 pequeños reinos. Este periodo, conocido como los primeros Reinos de Taifas (1031-1085), destacó por los Taifas de Zaragoza, Toledo, Badajoz, Sevilla y Granada. Este hecho fue aprovechado por los reinos cristianos para reconquistar algunos territorios o exigir el pago de tributos o parias.
El Periodo Almorávide y Almohade
A finales del siglo XI, los Reinos de Taifas de Sevilla y Granada, ante la conquista castellana de Toledo (1085), pidieron auxilio a los almorávides, quienes derrotaron a Alfonso VI. Unificaron a partir de 1090 Al-Ándalus y frenaron el avance cristiano por el sur. En 1145 tuvo lugar la ocupación almohade, que obtuvo victorias como la batalla de Alarcos, frente a Alfonso VIII. Pero en 1212, los Reinos Cristianos de Castilla, Navarra, Aragón y Portugal, unidos por el Papa Inocencio III, derrotaron en la batalla de las Navas de Tolosa a los almohades, controlando los cristianos las comunicaciones del valle del Guadalquivir con la meseta.
Los Segundos Reinos de Taifas (1212-1238)
La derrota en la batalla de las Navas de Tolosa supuso el inicio de un nuevo periodo de fragmentación de Al-Ándalus en los Segundos Reinos de Taifas, destacando las taifas de Murcia, Valencia y, sobre todo, Arjona. Estos tuvieron que soportar la presión cristiana y el pago de tributos. Este periodo terminó en la primera mitad del siglo XIII con las conquistas cristianas en el Levante de Jaime I de Aragón (Valencia) y en la alta Andalucía de Fernando III el Santo (Sevilla y Córdoba).
Los Benimerines en la Península Ibérica
Los benimerines trataron de extender su control al tráfico comercial del Estrecho, declararon la Guerra Santa a los cristianos y ocuparon ciudades como Rota, Gibraltar y Algeciras. Por entonces reinaba en Castilla Alfonso X el Sabio. El sultán benimerín y el rey de Granada establecieron acuerdos mutuos de alianza. Finalmente, su derrota en la Batalla del Salado (1340) marcó el fin de su presencia en la Península Ibérica.
El Reino Nazarí de Granada (1238-1492)
El Reino Nazarí de Granada (1232-1492) contaba con una amplia fachada marítima de Tarifa a Gata. Sobrevivió unos 250 años por la protección que le daban las montañas penibéticas, pero también porque los Reinos Cristianos tuvieron una época de crisis y por la influencia de los benimerines. Ocupaba parte de las provincias de Córdoba, Sevilla, Jaén, Murcia y Cádiz, y las provincias de Granada, Málaga y Almería. Granada, la capital, fue un gran centro comercial y cultural de primer orden, que llegó a contar con unos 165.000 habitantes, aunque se vio obligada a pagar elevados tributos a Castilla para sobrevivir.
El 2 de enero de 1492, aprovechando los Reyes Católicos una lucha interna que enfrentaba a Al-Zagal, Muley Hacen y su hijo Boabdil, este último entregó las llaves de la ciudad tras un largo asedio, conocido como la Guerra de Granada (1482-1492). Esto supuso el fin de la presencia musulmana en la Península Ibérica y su posterior incorporación como Reino Cristiano a la Corona de Castilla. Según una leyenda, el acto de la entrega de las llaves de la ciudad de Granada se produjo de forma secreta en la madrugada del 1 al 2 de enero de 1492. Camino de la colina conocida como «El suspiro del moro», Boabdil se detuvo y, observando por última vez su palacio, suspiró y rompió a llorar. Fue su propia madre quien le dijo: «Llora como mujer lo que no has sabido defender como un hombre».