Historia de España: La Revolución de 1868 y el Sexenio Democrático

La Revolución Gloriosa (1868-1874)

Las Causas de la Revolución: La Crisis Económica

En 1866 se hizo patente el inicio de una importante crisis económica, la primera gran crisis del sistema capitalista a nivel internacional, pero que también coincidió con una crisis de subsistencias.

La Crisis Financiera

A raíz de la crisis de los ferrocarriles, la construcción de la red ferroviaria implicó una gran inversión de capitales en bolsa. El escaso desarrollo industrial español no fue suficiente para que el transporte de mercancías y viajeros tuviese una gran demanda y el valor de las acciones se desplomó.

La Crisis Industrial

La crisis financiera coincidió con una crisis industrial. La industria textil se abastecía en gran parte con algodón importado de Estados Unidos, pero la Guerra de Secesión americana encareció la importación de esta materia prima y provocó un periodo de hambre de algodón.

La Crisis de Subsistencia

Se inicia en 1866. La causa fue una serie de malas cosechas que dieron como resultado una escasez de trigo.

El Deterioro Político

Los grandes negociantes reclamaban un gobierno que tomase medidas para salvar sus inversiones en bolsa, los industriales un proteccionismo, los obreros y campesinos denunciaban su miseria.

El Partido Progresista, dirigido por Prim, practicó una política de retraimiento. La misma posición se situaba el Partido Demócrata, de modo que ambos partidos firmaron el Pacto de Ostende en 1867 en esta ciudad belga. El compromiso proponía el fin de la monarquía isabelina y dejaba la decisión sobre la nueva forma de gobierno (monarquía o república) en manos de unas Cortes Constituyentes. A dicho pacto se adhirieron los unionistas (1867) tras la muerte de O’Donnell.

Apartaron a una buena parte de la cúspide del Ejército, dado que contaban con muchos de sus altos mandos. El carácter conservador y opuesto a todo cambio social de los unionistas controló todo el peso de los demócratas y redujo el levantamiento de 1868 a un simple pronunciamiento militar.

La Revolución de Septiembre de 1868

La Revolución del 68 y el Gobierno Provisional

El 19 de septiembre de 1868, la escuadra concentrada en la Bahía de Cádiz al mando del brigadier Juan Bautista Topete protagonizó un alzamiento militar contra el gobierno de Isabel II. Prim y Serrano se reunieron con los sublevados y rápidamente consiguieron el apoyo de la población madrileña con el lema «Viva España con honra». En los días siguientes, se levantaron las guarniciones de Málaga, Almería, Cartagena… El gobierno de la reina Isabel II envió desde Madrid un ejército para enfrentarse con los sublevados. Ambas fuerzas se encontraron en Puente de Alcolea, cerca de Córdoba. Se libró una batalla que dio la victoria a las fuerzas afines a la Revolución. El gobierno no vio más salida que dimitir y la reina no tuvo más remedio que exiliarse.

En la revolución tuvieron un gran protagonismo las fuerzas populares. En muchas ciudades españolas se constituyeron juntas revolucionarias que organizaron el levantamiento y lanzaron llamamientos al pueblo. Las consignas eran parecidas en todos lados: demandas de libertad, soberanía, separación de la Iglesia y el Estado, supresión de las quintas, sufragio universal, abolición del impuesto de consumos, elecciones a Cortes Constituyentes, reparto de la propiedad o proclamación de la República.

El radicalismo de algunas propuestas de las Juntas Revolucionarias no era compartido por los dirigentes unionistas y progresistas, que habían visto cumplido su objetivo de derrocar a la monarquía. El general Serrano fue proclamado regente y el general Prim presidente. El nuevo Ejecutivo ordenó disolver las juntas y desarmar a la milicia nacional.

La Constitución de 1869 y la Regencia

El nuevo gobierno provisional promulgó una serie de decretos para dar satisfacción a algunas demandas populares y convocó elecciones a Cortes Constituyentes. Los comicios, celebrados en enero de 1869, fueron los primeros en España que reconocieron el sufragio universal y dieron la victoria a la coalición gubernamental, partidaria de la fórmula monárquica, pero también aparecieron en la cámara dos importantes minorías: republicanos y carlistas.

La Constitución de 1869

La primera democrática de la historia de España, establece un régimen de derechos y libertades. Se reconoció el derecho de manifestación, de asociación, de libertad de enseñanza… De la misma manera, se reconocía la libertad de pensar y de practicar pública o privadamente cualquier religión, aunque el Estado debía mantener el culto católico.

La Constitución también proclamaba la soberanía nacional. El Estado se declaraba monárquico, pero la potestad de hacer las leyes residía exclusivamente en las Cortes y el rey tan sólo las promulgaba. No podía vetarlas y sus poderes quedaban bastante limitados. Las provincias de Ultramar (Cuba y Puerto Rico) gozaban de los mismos derechos que los peninsulares, mientras que Filipinas quedaba gobernada por una ley especial.

Los republicanos mostraban su descontento con la nueva situación. Los carlistas volvieron a la actividad insurreccional. La situación económica seguía grave. Además, había que encontrar un monarca para la Corona española. Sin embargo, el nuevo gobierno fue recibido con simpatía por gran parte de los países europeos, que veían el fin de la larga etapa de inestabilidad política de Isabel II.

El Intento de Renovación Económica

Uno de los objetivos de la Gloriosa era reorientar la política económica. La política económica de esta etapa se caracterizó por la defensa del liberalismo y por la apertura del mercado español a la entrada de capital extranjero.

El ministro de Hacienda suprimió la contribución de consumos, aunque volvería a restablecerse. Se introdujo la contribución personal. Otro decreto estableció la peseta como unidad monetaria en un intento de unificar y racionalizar el sistema monetario.

Los problemas más graves eran el caótico estado de la Hacienda española. La deuda pública se elevaba y la grave crisis de los ferrocarriles. Todo ello se pretendió solucionar mediante la Ley de Minas, que ofrecía generosas facilidades a la entrada de capitales exteriores, y la liberalización de los intercambios exteriores con la Ley de Bases Arancelarias. Esta medida contó rápidamente con la oposición de los industriales, especialmente los catalanes, y con los propietarios del interior.

La Frustración de las Aspiraciones Populares

La Constitución de 1869 consolidó un régimen político basado en los principios liberales democráticos. Sin embargo, frustró algunas de las aspiraciones de otros grupos políticos. Durante el periodo de la Regencia, hubo una fuerte conflictividad. El campesinado andaluz y extremeño demandaba un mejor reparto de la tierra, mientras que las revueltas urbanas protestaban contra los consumos, las quintas y el aumento de los precios. El incipiente movimiento obrero no veía satisfechas sus demandas de mejora de las condiciones salariales y de trabajo.

El pueblo descargó una gran parte de ese descontento en la ola de insurrecciones populares, que condujeron a que la mayoría de estos sectores se inclinase hacia posiciones más radicales en política. La expansión de las ideas vinculadas a la Primera Internacional (anarquismo y socialismo) abrió una nueva etapa y condujo a la organización del proletariado y del campesinado alrededor de las nuevas organizaciones de clase, alejadas de los partidos clásicos.

Las Fuerzas Políticas: El Auge del Republicanismo

El Nuevo Panorama Político

A la derecha se situaban los carlistas, que aceptarían por primera vez el juego parlamentario y defendían especialmente la preeminencia del catolicismo y la Monarquía tradicional. También los moderados, que se mantuvieron mayoritariamente fieles a Isabel II con el apoyo de la burguesía agraria de base latifundista y entre cuyos líderes empezó a destacar Antonio Cánovas del Castillo.

En el centro, la Conjunción Monárquico-Democrática, que agrupaba a unionistas y progresistas. Estos monárquicos democráticos defendían una forma de gobierno monárquica pero subordinada a la soberanía nacional y un amplio respeto por las libertades públicas. Estos grupos contaban con el apoyo de la burguesía financiera e industrial, de las clases medias urbanas, de amplios sectores del Ejército y de numerosos intelectuales y profesionales liberales.

A la izquierda se situaba el Partido Republicano Federal, una escisión del Partido Demócrata. El federalismo propugnaba un sistema de pactos libremente establecidos entre los distintos pueblos o regiones histórico-culturales como una nueva forma de articular el Estado. Defendían la forma republicana de gobierno, la separación de la Iglesia y el Estado y el laicismo.

Entre los republicanos federales había benevolentes e intransigentes. Los primeros controlaban la dirección del partido y eran partidarios del respeto a la legalidad: el federalismo debería establecerse de arriba abajo, impulsado por el Gobierno. Los intransigentes apoyaban la insurrección popular como método para proclamar la República Federal y propugnaban que los distintos territorios podían declararse independientes para después pactar libremente su unión en una república federal.

El Republicanismo Federal

El republicanismo federal contaba con el apoyo de la pequeña burguesía, de las clases populares urbanas y de parte del movimiento obrero y campesino. De hecho, las primeras preocupaciones por lo que se llamaría posteriormente la cuestión social nacieron en el seno del republicanismo. Republicanismo y cambio social fueron realidades estrechamente asociadas en el Sexenio. Junto a las demandas de proclamación de la República y la oposición a una reimplantación de la monarquía, expresaron reivindicaciones sociales.

En mayo de 1869, los republicanos federales de casi toda España establecieron una serie de pactos para provocar levantamientos. Prim tuvo que recurrir al ejército para contener estos levantamientos.

El Reinado de Amadeo de Saboya

Un Monarca para un Régimen Democrático

Prim, encargado de sondear a las casas reales extranjeras sobre el candidato más idóneo para el vacante trono español, consiguió imponer la candidatura de Amadeo de Saboya, un hombre con una concepción democrática de la monarquía y gran popularidad por haber sido uno de los artífices de la unificación de Italia. El nuevo monarca, de sólo 26 años de edad, fue elegido rey de España por las Cortes en noviembre de 1870. Tres días antes habían asesinado al general Prim. El 2 de enero, Amadeo de Saboya fue proclamado rey.

Dificultades de la Nueva Dinastía

La nueva dinastía contaba con escasos apoyos. Además, el rey y su esposa contaron desde el principio con la clara oposición de la aristocracia, el clero y las camarillas cortesanas de la época de Isabel II. Una parte del ejército, no vinculada a progresistas y unionistas, mostró su resistencia al nuevo monarca, que pretendió consolidar un régimen plenamente democrático, pero se encontró con dificultades constantes.

Los problemas económicos del Estado seguían siendo acuciantes. Se produjo una lucha permanente entre los grupos políticos, la revitalización del conflicto carlista y de la guerra de Cuba, e incesantes insurrecciones republicanas.

Una Permanente Inestabilidad

Los moderados, conscientes de la impopularidad de Isabel II, empezaron a organizar la Restauración borbónica en la persona del príncipe Alfonso. Cánovas del Castillo fue captando a muchos disidentes unionistas y progresistas y les convenció de que la monarquía borbónica era una garantía de orden y estabilidad, contando con los apoyos de la Iglesia. También apoyó a los moderados la élite del dinero.

Los carlistas, una vez desaparecida Isabel II, se sublevaron animados por las posibilidades de sentar en el trono a su candidato, Carlos VII. La rebelión se convirtió en un foco permanente de inestabilidad, mientras que otra facción del carlismo se fue consolidando como una fuerza política.

En el año 1872 se produjeron nuevas insurrecciones de carácter federalista, en las que se combinaban la acción de los republicanos con la influencia de las ideas internacionalistas. Se inició un conflicto en la isla de Cuba, dirigida por algunos propietarios criollos. La negativa de los sectores económicos españoles con intereses en Cuba frustró la posibilidad de una solución pacífica del conflicto y convirtió la guerra en un grave problema.

Finalmente, privado de todo apoyo, en febrero de 1873 Amadeo de Saboya presentó su renuncia al trono.

La Primera República Española

La Proclamación de la República

La proclamación de la Primera República Española fue la salida más fácil ante la renuncia de Amadeo de Saboya. Las Cortes, depositarias de la soberanía nacional en ausencia de monarca, decidieron someter a votación la proclamación de una república, que fue aprobada el 11 de febrero de 1873. Para presidir el gobierno fue elegido el republicano federal Estanislao Figueras.

Gran parte de la cámara era monárquica y su voto republicano fue una estrategia para ganar tiempo y organizar el retorno de la monarquía. Así pues, la República nació con escasas posibilidades de éxito. Salvo Estados Unidos y Suiza, ninguna potencia reconoció la República española.

Los federales ocuparon las corporaciones de muchos municipios y constituyeron juntas revolucionarias para desplazar de la Administración a los antiguos cargos monárquicos. En Andalucía se produjo un movimiento insurreccional. En la ciudad de Alcoy se produjeron también amplias movilizaciones populares del movimiento obrero. Ante este panorama, se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes, que ganaron ampliamente los republicanos. La victoria electoral de los republicanos no fue, sin embargo, unánime: más de un 60% del electorado se abstuvo.

El Intento de Instaurar una República Federal

Las Cortes se abrieron el 1 de junio de 1873 y ese día proclamaron la República Democrática Federal. La presidencia quedó en manos de Estanislao Figueras, pero dimitió al cabo de unos días y el gobierno pasó a manos de Francisco Pi y Margall. Su propósito era emprender grandes reformas y la elaboración de una Constitución Federal.

El Proyecto de Constitución Federal

La propuesta de la Constitución republicana Federal de 1873 seguía la línea de la Constitución de 1869. El aspecto más novedoso era la estructura del Estado. Se establecía que la nación española estaba compuesta por 17 estados, entre ellos Cuba, y se declaraba que el poder emanaba de tres niveles: municipios, estados regionales y el Estado federal. El federalismo rompía con la tradición centralista del liberalismo español y recogía las tradiciones regionalistas.

Los Conflictos Armados

La Primera República tuvo que enfrentarse a graves problemas. Uno de ellos fue la insurrección carlista. En la zona sublevada se fue articulando un embrión de Estado: los ayuntamientos y diputaciones se organizaron bajo sus principios y se impulsó una lengua propia.

La Sublevación Cantonal

El cantonalismo era un fenómeno complejo en el que se mezclaban las aspiraciones autonomistas propiciadas por los republicanos federales intransigentes con las aspiraciones de revolución social inspiradas en las nuevas ideas internacionalistas. La proclamación de cantones independientes, con sus gobiernos autónomos y su propia legislación, fue la consecuencia de aplicar de forma radical y directa la estructura federal.

Los protagonistas de los levantamientos cantonalistas eran un amplio grupo social compuesto por artesanos, pequeños comerciantes y asalariados. Fueron dirigidos, en general, por los federales intransigentes. El presidente Pi y Margall se opuso a sofocar la revuelta por las armas y dimitió, siendo sustituido por Nicolás Salmerón, quien inició una acción militar contra el movimiento cantonalista. Salmerón dimitió y la presidencia recayó entonces en Emilio Castelar, dirigente del republicanismo unitario y progresista. Se produjo así un desplazamiento a la derecha. El nuevo gobierno intentó aplicar una política de autoridad y fuerza para controlar los problemas que aquejaban al país.

El Fin de la Experiencia Republicana

Desde septiembre de 1873, la República dio un claro giro conservador con el nuevo gobierno de Castelar, que gobernó autoritariamente respaldando a los sectores más conservadores y concediendo amplias atribuciones a los jefes militares para que mantuvieran el orden público.

Ante esta situación, en diciembre del mismo año un sector importante de los diputados llegó al acuerdo de plantear una moción de censura al gobierno. El día 3 de enero de 1874 se abrieron las Cortes. El gobierno de Castelar fue derrotado. Manuel Pavía exigió la disolución de las Cortes. Los republicanos se resistieron, pero ante la invasión del Parlamento por parte de Pavía, compuesto por la Guardia Civil, abandonaron la Cámara. El poder quedó en manos del general Serrano, que intentó aplicar un régimen republicano de carácter conservador.

El 29 de diciembre de 1874, el pronunciamiento militar de Arsenio Martínez Campos proclamó rey de España a Alfonso XII. El 1 de diciembre del mismo año, el príncipe Alfonso de Borbón había firmado el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas del Castillo, que sintetizaba el programa de la nueva monarquía alfonsina.

Comportamientos Sociales en la España Liberal

La Vida Social y las Formas de Ocio

El peso de los terratenientes agrarios configuró una élite social más cercana al prototipo de rentista aristocrático que al modelo de burguesía industrial. La influencia de la Iglesia Católica continuó siendo muy importante, pero existió, al amparo del liberalismo español, la defensa de la conveniencia de laicizar la vida pública. A finales de siglo, una parte de la clase trabajadora empezó a manifestar actitudes anticlericales.

El peso del dinero se consolidó como definidor de la categoría social, conjugándose a la tradicional ostentación aristocrática la exhibición de riqueza de la burguesía. Éstas expresaban un modo de sentir y pensar propio de una élite que, a través del poderío económico, satisfacía sus aspiraciones de reconocimiento social. La burguesía deseaba, además, mostrar en público su poder y riqueza, propia de la nueva sociedad industrial y urbana.

Las formas de ocio y las diversiones pasaron a comercializarse. Las élites frecuentaban esencialmente la ópera, los espectáculos sociales más exclusivos y los numerosos teatros. Asimismo, surgió el fenómeno de los casinos, círculos de propietarios o clubes en los que los notables de un lugar se reunían.

Las Mujeres en la Sociedad del Siglo XIX

El papel de la mujer continuó determinado por el mantenimiento de una concepción tradicional que las subordinaba a los hombres y las privaba de todo derecho jurídico-político. En esa condición subsidiaria, sometida al mundo masculino, se encontraban todas las mujeres.

Las mujeres tenían diferentes condiciones de vida. Las que pertenecían a las élites poseían un destino esencialmente familiar: el matrimonio. Se esperaba de ellas que se casasen y fuesen madres y esposas serviciales. Su educación era acorde con esas expectativas. A partir de 1868, entre las hijas de la burguesía aumentaron las demandas de mayor acceso a la educación.

Las obreras y las campesinas constituían una importante fuerza de trabajo. Las mujeres de las clases populares trabajaban hasta en proporciones del 90%.

Los Primeros Movimientos Sociales

El Nacimiento del Movimiento Obrero

La primitiva legislación liberal no contemplaba ningún tipo de normativa que regulase las relaciones laborales. Las primeras manifestaciones de protesta obrera adquirieron un carácter violento, clandestino y espontáneo. En la década de 1820, el ludismo fue la primera expresión de rebeldía obrera contra la introducción de nuevas máquinas. En 1821, los trabajadores de las localidades vecinas a Alcoy asaltaron la ciudad y quemaron los telares mecánicos. El incidente más relevante fue el incendio de la fábrica Bonaplata de Barcelona.

El lenguaje de la protesta obrera se fue progresivamente centrando en las relaciones laborales y la lucha obrera se orientó hacia la defensa del derecho de asociación, la mejora de las condiciones de vida y trabajo… Surgió un primer embrión asociativo en el mismo obrero para defender sus intereses. En 1834, el movimiento asociacionista se extendió creando sociedades de socorros mutuos o sociedades mutualistas. La primera de estas asociaciones fue la Sociedad de Protección Mutua de los Tejedores de Algodón de Barcelona.

Las huelgas, aunque estaban prohibidas, fueron un instrumento usado cada vez con mayor frecuencia para presionar a los patronos. Las sociedades obreras crearon un fondo para ayudar a los obreros en huelga, llamadas cajas de resistencia. Pero el hecho de mayor trascendencia fue la primera huelga general declarada en España en el año 1855 como reacción a la introducción de nuevas máquinas hiladoras.

Las Revueltas Agrarias

El aumento de la población agraria asalariada sin un crecimiento paralelo del trabajo y los recursos provocó un grave problema social, sobre todo en Andalucía. El problema se agravó en 1855 con la desamortización de los bienes comunales. Como consecuencia, se produjeron numerosos levantamientos campesinos que fueron duramente reprimidos por el Ejército y la Guardia Civil.

Socialismo Utópico y Republicanismo

La figura más notable fue Joaquín Abreu, que defendió la creación de falansterios, donde se practicase el socialismo. En Madrid y Barcelona hubo bastantes escritores, generalmente republicanos, que difundieron el socialismo y el cooperativismo. En cuanto a la política, el primitivo obrerismo español estuvo muy ligado al republicanismo federal, pero la falta de un verdadero respaldo político y la no satisfacción de una buena parte de sus reivindicaciones condujeron a importantes sectores del obrerismo hacia las nuevas ideologías internacionalistas.

La Llegada del Internacionalismo

La Llegada de la Internacional a España

Tras el triunfo de la revolución de septiembre de 1868, llegó a España un enviado de la AIT, el italiano Giuseppe Fanelli, a difundir las ideas anarquistas como si fuesen las de la AIT. Este hecho determinó la expansión y arraigo de las ideas anarquistas en el proletariado catalán y el campesinado andaluz. Las asociaciones obreras se expandieron por toda España. Los núcleos de mayor importancia se encontraban en Barcelona, Madrid y Levante.

El Primer Congreso de la Federación Regional Española de la AIT se celebró en Barcelona en 1870. En él se adoptaron acuerdos que estaban claramente concordantes con la línea anarquista del obrerismo: se defendió la huelga como el arma fundamental, así como su apoliticismo y la realización de la revolución social.

La Crisis y Escisión en la FRE

En 1871 llegó a Madrid Paul Lafargue, quien impulsó un grupo de internacionalistas madrileños favorables a las posiciones marxistas, integrado por Francisco Mora. A través del periódico La Emancipación, se pronunciaron a favor de la necesidad de la conquista del poder político por la clase obrera. Con la fundación de la nueva Federación Madrileña, de carácter netamente marxista, el internacionalismo tuvo su momento álgido durante la Primera República.

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