Historia de España: Siglos XV al XVIII – Reyes Católicos, Austrias y Borbones

El Reinado de Carlos V y los Conflictos Europeos

Rivalidad con Francia

La tradicional enemistad con Francia, que se remonta a la época de los Reyes Católicos, se mantuvo durante el reinado de Carlos V debido a la lucha por la hegemonía europea. Esto llevó a Carlos I a enfrentarse con Francisco I, quien también había intentado obtener el título imperial. Francia buscaba abrirse camino hacia Italia, lo que desencadenó cuatro guerras. El predominio de Carlos I se confirmó con su victoria en la batalla de Pavía, incorporando el Milanesado a los dominios españoles. Sin embargo, la actitud profrancesa del Papa llevó al saqueo de Roma en 1527. Las ambiciones francesas también incluían Flandes y Borgoña. El conflicto continuó con Felipe II y, tras la batalla de San Quintín, se firmó la paz de Cateau-Cambrésis, favorable a los intereses españoles en Italia.

La Amenaza Turca

Debido a su concepción medieval del Imperio, Carlos I consideró su misión defender la Cristiandad de la amenaza islámica. Desde la conquista de Constantinopla, el Imperio Otomano se hallaba en expansión. Se intentó defender el Mediterráneo, impidiendo las incursiones de los piratas berberiscos en las costas españolas y del sur de Italia. Carlos I conquistó Túnez, aunque fracasó en el asedio de Argel. Sin embargo, la amenaza turca continuó. Durante la época de Solimán el Magnífico, los otomanos se extendieron por los Balcanes, llegando a sitiar Viena sin éxito, pero su proximidad se mantuvo durante siglos. Con Felipe II, la victoria de Lepanto en 1571 alejó el problema del Mediterráneo occidental durante algunos años.

Los Viajes de Colón y el Descubrimiento de América

Para su primer viaje, Colón armó tres navíos financiados por la Corona y algunos particulares: dos carabelas (la Pinta y la Niña) y una nao (la Santa María). La mayoría de la tripulación eran marineros españoles de origen andaluz. El 3 de agosto de 1492, zarparon de Palos en dirección a las Canarias, ayudados por los vientos alisios, y se adentraron en aguas desconocidas. El viaje se alargó y la tripulación protagonizó intentos de motín para volver a España. Fue decisivo el apoyo de los hermanos Pinzón. La travesía por el Mar de los Sargazos fue muy complicada debido a la falta de viento. El 12 de octubre de 1492, desembarcaron en la isla de Guanahaní y exploraron varias islas de las Antillas, especialmente Cuba y Haití, a la que llamaron La Española. Allí, la Santa María encalló y construyeron el fuerte Navidad, donde dejaron parte de la tripulación y regresaron a la península.

El Papa Alejandro VI promulgó la bula Inter Caetera, legitimando los derechos de Castilla en América, y se firmó con Portugal el Tratado de Tordesillas en 1494, que fijó el límite de ambos países.

En la segunda expedición (1493-1496), Colón exploró el Caribe y recorrió Cuba, pensando que se trataba de una península de Asia. Se plantearon problemas éticos respecto a la esclavitud y la evangelización de los indios, mientras que el reparto de las riquezas y el gobierno de Colón ocasionaron acusaciones contra el almirante en España, por lo que Colón regresó para defenderse.

La Exploración del Pacífico durante el Reinado de Felipe II

Durante el reinado de Felipe II, se impulsó, aunque con menos interés que en el caso de América, la exploración del océano Pacífico. En las Filipinas, así llamadas en honor a Felipe II, Legazpi y Urdaneta fundaron Manila en 1571. Esta ciudad se convirtió en un mercado en el que confluían comerciantes chinos, hindúes, malayos y árabes. Una vez al año, el llamado Galeón de Manila hacía la travesía de ida y vuelta entre esta ciudad y Acapulco, transportando especias y manufacturas chinas (sedas, lacas, porcelanas) a cambio de plata mexicana. Sin embargo, el número de colonos asentados en Filipinas era muy reducido y el desarrollo de la administración española en la zona fue escaso. Otras exploraciones por el Pacífico llegaron hasta diversas islas de Oceanía, incluyendo Australia, que Fernández de Quirós bautizó así por la dinastía reinante en España.

La Guerra de Sucesión Española y el Ascenso de los Borbones

Carlos II murió sin herederos y nombró sucesor a su sobrino Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV, introduciendo así la dinastía de los Borbones en España. Las demás potencias europeas no aceptaron esta decisión, temerosas del engrandecimiento de Francia, y apoyaron al pretendiente austriaco a la corona española, el archiduque Carlos. Así se inició la Guerra de Sucesión Española, en la que Francia y España se enfrentaron a Gran Bretaña, Holanda, Austria, Saboya y Portugal. En España también se produjo un conflicto interno, ya que los territorios de la Corona de Aragón temían perder sus fueros por el centralismo que los Borbones pretendían implantar y apoyaban también al archiduque. El conflicto se prolongó hasta 1713, aunque tras heredar el archiduque Carlos el trono austriaco en 1711, los países europeos, que no deseaban resucitar la alianza del imperio austriaco y español, le retiraron su apoyo. La resistencia solo se mantuvo en Cataluña, hasta que las tropas de Felipe V ocuparon Barcelona el 11 de septiembre de 1714 y la nueva dinastía quedó asentada.

El Tratado de Utrecht y el Nuevo Orden Europeo

A comienzos del siglo XVIII, después del Tratado de Utrecht, que puso fin a la Guerra de Sucesión Española, se implantó un nuevo orden en Europa y se produjeron una serie de cambios territoriales y de alianzas en el continente:

  • España cedió casi todos sus territorios europeos a Austria para compensar la pérdida del trono español a manos de los Borbones. Flandes (los Países Bajos católicos), la región del Milanesado (al norte de la actual Italia) y el reino de Nápoles y Cerdeña quedaron bajo control austriaco.
  • Sicilia pasó a Saboya, aunque más tarde se intercambió por Cerdeña con Austria.
  • Gran Bretaña se benefició territorialmente con la cesión de Gibraltar y Menorca, lo que le permitió aumentar su control comercial del Mediterráneo. Francia le cedió Terranova, algo que fue clave para su posterior expansión hacia Canadá. Consiguió además una serie de beneficios comerciales, como el monopolio del comercio de esclavos negros con América (asiento de negros) y la posibilidad de introducir sus mercancías en dicho continente (navío de permiso).

Tras este tratado, España quedó relegada a potencia de segundo orden, supeditada en política exterior a su alianza con Francia (Pactos de Familia).

El Reinado de Carlos III y el Despotismo Ilustrado

Cuando subió al trono en 1759, Carlos III era un monarca con experiencia de gobierno en Nápoles e inició un programa de reformas en la línea del Despotismo Ilustrado. Este concepto político pretendía modernizar el país siguiendo la versión moderada de la Ilustración, sin cuestionar la autoridad real y las bases del Antiguo Régimen. A mediados del siglo XVIII, se inició la crítica contra la monarquía absoluta y se cuestionó el origen divino de la monarquía. Por ello, los monarcas de distintos países europeos aceptaron algunas reformas. El Despotismo Ilustrado intentó modernizar la sociedad y establecer cambios que mejorasen la economía y la administración sin cuestionar el poder absoluto de los monarcas. Esto explica su lema: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.

Las reformas chocaron con una sociedad española tradicional. Además, sus colaboradores italianos generaron desconfianza y se produjo el Motín de Esquilache en 1766. En apariencia, fue la reacción popular contra la orden de recortar sombreros y capas, pero las causas más profundas se relacionan con la falta de abastecimiento de trigo. Finalmente, los jesuitas, considerados instigadores del motín, fueron expulsados y Esquilache fue apartado del poder.

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